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Los días tenían 26 horas y la Luna estaba más lejos: así era el mundo hace 700 millones de años
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FRUTO DE UN IMPACTO

Los días tenían 26 horas y la Luna estaba más lejos: así era el mundo hace 700 millones de años

Muchas personas creen que los días en la Tierra siempre han durado 24 horas. Sin embargo, hubo un tiempo en el que no fue así y eso jugó un papel clave en el desarrollo de la vida

Foto: La Tierra, vista desde la Luna (NASA)
La Tierra, vista desde la Luna (NASA)

Hace aproximadamente 4.500 años, la Tierra, que aún se encontraba en estado “embrionario”, colisionó con un protoplaneta llamado Theia, cuyo tamaño era parecido al que ahora posee Marte. Fruto de ese brutal impacto se formó el que hoy es nuestro único satélite: la Luna. Un cuerpo que ha jugado una importancia capital en la evolución del lugar en el que habitamos.

Prueba de ello es el estudio que un equipo de científicos ha publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy Science (PNAS). En concreto, han analizado una serie de restos geológicos llamados marealitos para estudiar la interacción entre las fuerzas de marea de la Luna y la Tierra a lo largo de millones de años. Estos registros, que se encuentran en capas profundas de rocas marinas, permitieron a los investigadores rastrear los cambios en la fuerza de las mareas y la rotación terrestre a lo largo del tiempo.

Los resultados de la investigación revelaron dos periodos clave en los que la rotación de la Tierra se ralentizó de manera significativa. Esto hizo que, hace entre 700 y 200 millones de años, los días no durasen 24 horas como sucede hoy, sino 26 horas. Este cambio en la duración se debió a que la Luna se encontraba unos 20.000 kilómetros más lejos de la Tierra que en la actualidad, lo que redujo su influencia gravitacional sobre nuestro planeta.

Consecuencias para la vida

El alejamiento del satélite respecto a la Tierra hizo que la velocidad de rotación se redujera, lo que se tradujo en un alargamiento de los días. El primero de los dos períodos citados por los investigadores ocurrió hace entre 650 y 500 millones de años y coincidió con la llamada 'Explosión del Cámbrico'. Sin duda, un evento que supuso un aumento masivo en la diversidad de organismos multicelulares.

Foto: Hasta ahora, se daba por hecho que el impacto con Theia dio origen a la Luna (X/@UnversoRecondito)

Según los científicos, la prolongación de los días y la mayor estabilidad en los ciclos diarios pudieron haber creado un entorno favorable para la diversificación de la vida, proporcionando a los organismos más tiempo para realizar procesos biológicos esenciales como la fotosíntesis.

El segundo periodo de desaceleración se registró entre hace 340 y 280 millones de años y no tuvo unos efectos tan positivos para la vida, ya que derivó en la formación de grandes glaciares que cubrieron extensas áreas del planeta. Aunque los científicos todavía están investigando el impacto total de estos cambios en la rotación terrestre y la posición de la Luna, el estudio sugiere que la variación en la duración del día pudo haber tenido efectos significativos en los sistemas climáticos y la dinámica atmosférica.

Foto: Quizás nuestra existencia y la de toda la vida compleja se deba a una extraña jugada de billar cósmico. (Boys in Bristol Photography/Pexels/Novaceno)

Sin embargo, la investigación deja en el aire cuáles pudieron ser las causas del posterior acercamiento de la Luna, el cual habría dado lugar a que los días duren 24 horas. En cualquier caso, el estudio deja clara que la interacción de la Tierra con su satélite no solo es responsable de las mareas, sino que también ha afectado notablemente a los ciclos biológicos y a la evolución de los organismos.

Hace aproximadamente 4.500 años, la Tierra, que aún se encontraba en estado “embrionario”, colisionó con un protoplaneta llamado Theia, cuyo tamaño era parecido al que ahora posee Marte. Fruto de ese brutal impacto se formó el que hoy es nuestro único satélite: la Luna. Un cuerpo que ha jugado una importancia capital en la evolución del lugar en el que habitamos.

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