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'Chemtrails' en el Congreso: por qué la teoría de la conspiración más loca está en auge
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VUELVE LA ANTICIENCIA

'Chemtrails' en el Congreso: por qué la teoría de la conspiración más loca está en auge

La teoría de la conspiración relacionada con las estelas de los aviones revive en época de sequía, con denuncias, una pregunta parlamentaria y mucho ruido en redes sociales

Foto: Estela de un avión. (EFE/Frank Rumpenhorst)
Estela de un avión. (EFE/Frank Rumpenhorst)

Como casi todas las teorías de la conspiración, los chemtrails (unión de las palabras inglesas chemical y trails, estelas químicas) tienen versiones diversas y contradictorias; y evolucionan para, supuestamente, explicar lo que sucede. En este caso, las estelas blancas que dejan los aviones en el cielo serían la prueba de que nos están fumigando con el objetivo de esterilizar a la población, provocarnos enfermedades y ejecutar un plan secreto para cambiar el clima, entre otras interpretaciones. Como mínimo, estarían espantando la lluvia y forzando la sequía que padecemos. En realidad, no es nada nuevo, pero esta vez parece que estas ideas están llegando más lejos que nunca.

Por ejemplo, al Congreso. El diputado Pablo Cambronero registró el lunes una pregunta dirigida al Ejecutivo: “¿Está el Gobierno manipulando el tiempo a través del rociado aéreo de productos químicos? En caso afirmativo, ¿qué productos, modos, sistemas y medios está usando el Gobierno para esa manipulación?”. Este miembro del Grupo Mixto —tránsfuga de Ciudadanos— aclaró en Twitter que era una pregunta “por aclamación popular”, puesto que se lo habían pedido más de 200 personas. Lo cierto es que en internet se han disparado las búsquedas y las menciones a los chemtrails en redes sociales se multiplican en las últimas semanas. Además, algunos medios recogen que cada vez hay más ciudadanos que denuncian esta cuestión, pidiendo investigar las estelas de los aviones y sus supuestos efectos. Solo en Madrid se han presentado más de 50 denuncias ante la Fiscalía. Sin duda, parece el bulo pseudocientífico de moda, a pesar de que meteorólogos y otros científicos han explicado reiteradamente cómo se producen las estelas desde que hace años comenzó a hablarse de este tema.

La explicación técnica a la formación de estelas en el cielo es bastante sencilla. “El vapor de agua que sale del motor del avión, muy cálido, se mezcla con el vapor de agua que hay en la atmósfera, muy frío”, comenta en declaraciones a El Confidencial el experto de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) Benito Fuentes. Así, se produce “una sobresaturación que condensa y rápidamente forma cristales de hielo”, debido al frío que reina en las zonas por las que habitualmente transitan los aviones, a miles de metros de altura.

De todas formas, no siempre ocurre, ya que es necesario que haya tres elementos: bajas presiones, bajas temperaturas y humedad relativa alta. En realidad, el fenómeno físico no es muy diferente al que produce una cafetera clásica que echa humo cuando está listo el café, puesto que se trata de agua que ha condensado, “con la diferencia de que la presión y la temperatura en superficie no son tan bajas y enseguida se disipa”. No obstante, este meteorólogo pone el foco en otra cuestión. Aunque realmente quisiéramos manipular el tiempo o fumigar a la población por esta vía, ¿sería efectiva? Al hacer números, se ve claro el despropósito. Cualquier frente que llega a la península Ibérica puede medir 3.000 kilómetros de largo por 200 de ancho. Si cada metro cuadrado lleva unos 30 litros de agua precipitable, ¿cómo pueden unos simples aviones detener 18.000 millones de toneladas de agua?, se pregunta.

placeholder Estelas. (EFE)
Estelas. (EFE)

Es más, siguiendo otra teoría similar, ¿cómo lo haría una pequeña avioneta que ni siquiera deja estelas en el cielo porque vuela bajo? Y si la intención fuera fumigar, calcula, sería necesario verter a diario millones de toneladas a través de miles de vuelos para que la acción tuviera algún efecto. “No somos conscientes de lo que hablamos, a escala humana la atmósfera es gigantesca”, afirma. En la misma línea, pero con argumentos más sofisticados, otras personas hablan de la manipulación de los fenómenos climáticos a través de radares o antenas de telefonía. Incluso acusan al programa HAARP (High Frequency Active Auroral Research Program) de EEUU, que estudia la ionosfera y su relación con las radiocomunicaciones, especialmente en el ámbito de la defensa, de manipular los anticiclones. Todo ello carece de sentido desde el punto de vista de la física. En 2016, una encuesta entre científicos dejó clara la postura común: casi un 99% rechazó la posible existencia de cualquier tipo de manipulación del clima a través de este tipo de geoingeniería.

Terreno abonado por la sequía

Entonces, ¿por qué ahora? Todo parece indicar que estamos ante el caldo de cultivo perfecto, abonado por la desconfianza creada en la pandemia y rematada ahora por la situación de sequía y temperaturas anómalas. “Cuando no falta agua, nadie se acuerda de esto, pero hace años pasó lo mismo”, comenta Fuentes. En su opinión, es algo recurrente que incluso encuentra raíces históricas. “Tradicionalmente, en las sequías se buscaban culpables de todo tipo, desde los judíos a las brujas”, recuerda. Lo curioso es que ahora hay gente que incluso es inmune a los hechos: “En Murcia, 2022 no fue un año seco, cayó un 150% de las precipitaciones habituales, pero aun así había gente que denunciaba que les robaban la lluvia, que se autoengañaban”, destaca.

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Sequía. (EFE)

Las teorías conspiranoicas se ponen de moda y decaen, desde el terraplanismo a las vacunas”, comenta Juan José Vázquez-Portomeñe, vicepresidente del Círculo Escéptico, asociación que combate las pseudociencias. En su opinión, eso no significa que ahora tengan más adeptos, sino que, “simplemente, se habla más de ellas”. El motivo pueden ser factores aleatorios e impredecibles, incluyendo los medios de comunicación y las redes sociales. En cualquier caso, se basan en la “plausibilidad”, es decir, que “suenan bien y dan una explicación sencilla a fenómenos que tienen causas complejas”. En ese sentido, son tentadoras desde la perspectiva de la “pereza mental”, afirma, ya que procuran un atajo inmediato. En un contexto de sequía, “saber lo que está sucediendo requiere una tarea analítica profunda, pero si alternativamente tienes la tesis de que hay una mente conspiradora que consigue que no llueva, cuentas con una teoría más atractiva”.

En otras palabras, el ser humano tiene “la tendencia de buscar culpables antes que buscar causas objetivas”, afirma Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga. Este experto señala la paradoja que se produce con esta teoría de la conspiración: “Muchos de quienes creen en los chemtrails son negacionistas del cambio climático. La ciencia nos dice que el clima de España se verá especialmente afectado por la sequía y el calor y que eso lo estamos provocando nosotros con los combustibles fósiles, pero hay gente que está dispuesta a negarlo y a creer que hay élites lanzando productos desde aviones para que no llueva”, explica. “Es verdaderamente absurdo no confiar en las ciencias y sí en los charlatanes de las redes sociales”, añade.

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Cielo nublado. (EFE)

Vázquez-Portomeñe, abogado del Estado y autor del libro El derecho frente a la pseudociencia, considera que las denuncias que se presentan suponen entrar en un terreno “completamente delirante”, ya que “no pueden tener recorrido hechos que son patentemente falsos”. En su opinión, quienes se molestan en hacerlo, en realidad, “no pretenden que haya ningún tipo de respuesta de las autoridades, porque dentro de su teoría conspiranoica, las autoridades no son el medio para atajar el problema, sino parte del problema”. Así que estas iniciativas no son más que un desahogo, alentado por algunos grupos. Al final, “estas cuestiones se atajan en las instancias que reciben las denuncias, no llegan al juzgado, porque carecen de tipicidad y no pueden dar lugar a ningún tipo de procedimiento. Cuando alguien recibe una denuncia ridícula, le da carpetazo, es como si denuncias que te persigue un fantasma”, explica.

Problemas arrastrados de la pandemia

Por su parte, Diéguez ha analizado el impacto de la pandemia en las actitudes negacionistas. “En realidad, según los estudios sociológicos, la confianza en la ciencia ha aumentado, aunque levemente”, explica. Sin embargo, da la impresión de que ha ocurrido lo contrario, por el auge de los antivacunas y porque se ha insistido mucho en una supuesta pérdida de confianza en los expertos. Lo cierto es que “los grupos negacionistas han encontrado la ocasión de darse a conocer, formar grupos en redes sociales y difundir el mensaje con eficacia entre los suyos”. Tras esa negación de la realidad, hay varios factores. Por una parte, “hay gente desorientada, porque la ciencia muestra un mundo demasiado frío y racional, y necesita creer en algo misterioso cuando la religión ya no les satisface y busca refugio en estas teorías”. Por otra parte, “en el proceso de desarrollo tecnológico mucha gente se siente marginada, no lo entiende y ve que las empresas acumulan mucho poder”.

Foto: Fuente: iStock.

El vicepresidente del Círculo Escéptico cree que con motivo del covid “mucha gente sustituyó las relaciones sociales por las redes sociales” y que eso sigue teniendo consecuencias. “Los algoritmos determinan que los usuarios acaban participando en grupos donde refuerzan sus propios sesgos y reciben justamente lo que quieren recibir. Se forman así compartimentos estancos donde la gente no tiene acceso a la realidad y se retroalimenta con sus propias ideas”, alerta. En ese sentido, los expertos coinciden en que los factores políticos también están teniendo un papel relevante en la configuración de las creencias conspirativas. Por ejemplo, si los antivacunas eran más bien de extrema izquierda antes de la pandemia, después han predominado en la extrema derecha, pero ambos extremos “coinciden en creer en conspiraciones ocultas frente a los hechos reales y consideran que la ciencia está vendida al poder”, comenta el catedrático de la Universidad de Málaga.

Por último, una parte del problema también se puede asociar a la falta de cultura científica. En teoría, bastaría entender los fenómenos físicos o analizar las cifras sobre las que reflexionaba el meteorólogo Benito Fuentes para entender el disparate. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. En contra de lo que pueda parecer, los partidarios de algunas pseudociencias tienen una formación científica por encima de la media, recuerda Diéguez, como es el caso de los consumidores de homeopatía.

Como casi todas las teorías de la conspiración, los chemtrails (unión de las palabras inglesas chemical y trails, estelas químicas) tienen versiones diversas y contradictorias; y evolucionan para, supuestamente, explicar lo que sucede. En este caso, las estelas blancas que dejan los aviones en el cielo serían la prueba de que nos están fumigando con el objetivo de esterilizar a la población, provocarnos enfermedades y ejecutar un plan secreto para cambiar el clima, entre otras interpretaciones. Como mínimo, estarían espantando la lluvia y forzando la sequía que padecemos. En realidad, no es nada nuevo, pero esta vez parece que estas ideas están llegando más lejos que nunca.

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