Es noticia
Este árbol invade media España y provoca asco en primavera: "Mi calle huele a semen"
  1. Tecnología
  2. Ciencia
Cuestión de química (y recuerdos)

Este árbol invade media España y provoca asco en primavera: "Mi calle huele a semen"

El peral de Callery, cada vez más presente en nuestras ciudades, huele a esperma, vómito o pescado podrido, según a quién se le pregunte. La neurociencia lo explica, pero ¿hay que seguir plantándolo?

Foto: 'Pyrus calleryana'. (Jim/Flickr bajo CC)
'Pyrus calleryana'. (Jim/Flickr bajo CC)

Hay cosas que nos pasan por la mente y que, por vergüenza o pudor, no comentamos con nadie o se quedan en un círculo muy reducido. No es el caso de Mateo (nombre ficticio). Hace poco que se ha mudado a la calle Marcelo Usera de Madrid y al comienzo de la primavera su mujer le sorprendió un día con un extraño mensaje: "Huele un montón a semen por la calle". Tras las risas, al llegar a casa comprobó con estupor que era verdad. El "pestazo insoportable" fue a peor y les tenía despistados hasta que comprobaron que procedía de los árboles. Lejos de ocultar su descubrimiento, Mateo se llevó flores a su trabajo e hizo una pequeña encuesta entre sus compañeros.

"¡Todo el mundo sabe a qué huele, que no me vengan con tonterías!", afirma, aunque en su entorno impera la ley del silencio. "Creo que todos olemos lo mismo pero la gente no quiere reconocer que sabe cómo huele el semen". A pesar de todo, admite que en su pequeño sondeo ha descubierto que hay otros matices en las fosas nasales de cada cual: "Hay gente que dice que huele a vómito". Todos coinciden en algo, el olor es tremendamente desagradable. La historia suena a broma, pero no lo es. Y la química y la neurociencia tienen mucho que decir.

Foto: Manifestación del pasado sábado por la tala de árboles en Madrid Río. (Europa Press/Ricardo Rubio.)

Para otras personas, la existencia de este árbol y su insoportable olor no es ninguna novedad. "Hace 10 años me mudé a Madrid, a un colegio mayor de Ciudad Universitaria, y en el propio recinto teníamos un árbol que olía a semen… Muchísimo", asegura Luis (nombre ficticio). "Había bastante cachondeo con el asunto" entre novatos y veteranos, hasta el punto de que este ejemplar tenía un nombre muy ilustrativo: el lefárbol. "Si tu ventana daba a la zona donde estaba, el cuarto se te llenaba de un olor bastante desagradable", comenta.

El árbol en cuestión se conoce como peral de flor o peral de Callery (su nombre científico es Pyrus calleryana y tiene varias variedades) en honor de Joseph-Marie Callery, el primero que envió ejemplares a Europa desde Asia, en el siglo XIX. Desde entonces, ha conquistado aceras y parques de muchos países y destaca su presencia en EEUU. Algunos trabajos científicos alertan de que esta especie no autóctona, más allá de los ejemplares que se plantan intencionadamente, tiene un gran potencial como invasora en el campo.

En Madrid hay unos 7.000 ejemplares y la variedad más numerosa (Chanticleer) se introdujo en 2003, según la Guía de Bolsillo de los Árboles de Madrid publicada por Antonio Morcillo San Juan, ingeniero de montes y jefe del Servicio de Conservación de Zonas Verdes del Ayuntamiento de la capital. En la aplicación iNaturalist, usada por biólogos y ciudadanos para mapear la diversidad, encontramos ejemplares en otras ciudades, como Girona, La Coruña o Zaragoza.

Compuestos químicos volátiles

Lo cierto es que en los últimos años esta especie "se ha extendido como la pólvora", explica a El Confidencial Juan Andrés Oria de Rueda, investigador de la Universidad de Valladolid y experto en botánica forestal. "La plantación ha sido masiva, ya la encontramos en cualquier lugar", probablemente por criterios estéticos, aunque "tiene una gran exigencia de humedad", advierte, con lo cual no sería la más indicada para ciudades en las que llueve poco, como es el caso de Madrid. Este experto interpreta el olor de Pyrus calleryana de una forma más discreta pero aún más desagradable: "La flor tiene unos componentes químicos que huelen a pescado podrido", asegura.

placeholder 'Pyrus calleryana'. (Mpbaugh)
'Pyrus calleryana'. (Mpbaugh)

La cuestión es por qué nos huele tan mal. Quienes afirman sin dudar que su olor es como el del esperma no están locos, ya que los compuestos químicos volátiles del semen y los que desprenden las flores de este árbol son similares, aunque este asunto todavía no está completamente estudiado. El origen químico del olor de este peral aún no se ha caracterizado, pero algunos expertos consultados por medios de comunicación estadounidenses han citado específicamente la trimetilamina (un gas relacionado con el olor a pescado) y la dimetilamina (que se identifica con el olor a amoníaco).

En cambio, un trabajo de la Universidad de California que analizó este asunto en 2021 no encontró estos componentes en las flores del peral de Callery, pero apuntaba a otra explicación muy similar: el olor procedería de un compuesto denominado pirrolina, que también se ha asociado al olor del esperma humano y que forma parte de las aminas, derivados del amoniaco. En el semen no se ha encontrado este compuesto, pero sí otras aminas (putrescina, espermidina y espermina) que, a su vez, están recogidas como reguladores del crecimiento y desarrollo de plantas en otros trabajos. La clave estaría en que los seres humanos y otros animales vertebrados percibimos todas estas moléculas de la misma forma, a través de los receptores de aminas del epitelio olfativo. Además, su activación puede generar rechazo, según experimentos con ratones.

Qué pasa por tu cerebro cuando lo hueles

"Cualquier olor es una mezcla de diferentes compuestos volátiles", explica David Díaz, investigador del Instituto de Neurociencias de Castilla y León (INCYL) de la Universidad de Salamanca experto en el sistema olfativo. "Normalmente, no nos llegan sustancias odorantes puras. Por ejemplo, el olor a jazmín incluye más de 20 compuestos", añade. Por eso, a veces es muy difícil imitar a la naturaleza, aunque se intenta eligiendo el componente mayoritario. "En la chuche de fresa meten las sustancias químicas que huelen a fresa y sale una cosa parecida, pero no es la fresa como tal", explica.

placeholder La planta conocida como 'flor cadáver' es otro ejemplo paradigmático. (EFE)
La planta conocida como 'flor cadáver' es otro ejemplo paradigmático. (EFE)

Aplicado al caso de este peral, sucede algo parecido. Al compartir los mismos compuestos volátiles o muy parecidos a los del semen, el vómito o el pescado podrido, no solo entra en juego nuestra percepción pura, sino también las asociaciones que hace nuestro sistema nervioso. "Seguro que si olemos las dos cosas a la vez no sería exactamente lo mismo y ahí juega el cerebro con respecto a lo que recordamos", asegura Díaz. Gracias a ese mecanismo las chuches de fresa nos recuerdan a la fruta, aunque el sabor no esté muy logrado. "Probablemente, los niños han comido más golosinas que fresas y, al tener el compuesto mayoritario, tiran de memoria e identifican el sabor", apunta.

Sabemos que los olores de las flores tienen una función para árboles y plantas: atraer a los polinizadores que les ayuden a su reproducción. No obstante, a nosotros nos pueden resultar agradables o desagradables por diversos motivos. De hecho, en nuestra reacción existe una parte innata y otra cultural. "El olor a humo nos pone en estado de alerta; si estás dormido y lo hueles, te despiertas", comenta. Los olores a cosas podridas también generan una aversión innata.

Con el vómito o el pescado podrido, que comparten compuestos muy parecidos a los del semen, entran en juego nuestros recuerdos

En estos ejemplos, el rechazo tiene un componente evolutivo porque, sin duda, ha ayudado a nuestra supervivencia. Sin embargo, en otros casos hay una adaptación cultural, al menos para algunas personas. Por ejemplo, el queso suele ser desagradable a la nariz, pero culturalmente lo asociamos a un buen sabor y este aprendizaje puede modificar la percepción olfativa hacia una sensación positiva. Otros gustos personales relacionados con experiencias particulares pueden llegar a los extremos, como el amor o el odio por olores como la gasolina o el pegamento.

También desde un punto de vista evolutivo, "el olfato es muy primitivo", comenta el científico del INCYL. Los demás sentidos se relacionan de una forma muy directa con alguna parte de la corteza cerebral; pero en este caso, "las vías son mucho más dispersas". Solo una parte minoritaria entra en contacto con la corteza olfativa y determina el olor que percibimos de forma consciente. Sin embargo, hay otras vías "muy enrevesadas" que no van a la corteza olfativa, sino a otros puntos que tienen mucho que ver con el hipocampo o la amígdala, dos regiones relacionadas con la memoria y con las emociones. Por eso, "oler a macarrones con tomate no es solo percibir el olor a comida, sino acordarte de que ese plato lo hace tu abuela y que la quieres mucho". De hecho, apelar al olfato suele formar parte de las terapias de pacientes de alzhéimer para despertar recuerdos.

placeholder Parque urbano. (EFE)
Parque urbano. (EFE)

¿Qué árboles plantamos?

Frente al desafortunado olor de este peral asiático, parece que ha triunfado su vistosidad, tanto en primavera con sus blancas flores, como en otoño, cuando sus hojas adquieren un tono rojizo. Sin duda, recrearse la vista puede ser un buen motivo para apostar por esta especie para los entornos urbanos, pero ¿nadie piensa en el sentido del olfato? Botánicos e ingenieros forestales nos explican que tienen una serie de criterios para realizar la elección y, de hecho, muchas instituciones han publicado guías profesionales que los recogen, por ejemplo, la Diputación de Barcelona.

Lo primero que tienen en cuenta es la función que va a cumplir los árboles en su relación con el ser humano. Así, dar sombra o mitigar las rachas de viento se encuentran entre las principales virtudes del arbolado urbano si pensamos en el bienestar que nos pueden proporcionar. Esas funciones también pueden ser medioambientales, así que dentro de la planificación de las ciudades es importante pensar en su capacidad para albergar biodiversidad. El espacio también es un factor determinante, ya que el crecimiento de los ejemplares que se planten puede estar delimitado por el mobiliario urbano, los edificios o por un subsuelo plagado de servicios (gas, luz, telefonía, etc.) que desaconsejen los árboles de grandes raíces.

Foto: Fuente: iStock.

Después de tener en cuenta estas premisas, la elección de la especie concreta es lo más delicado. Aunque cualquiera pensaría que las autóctonas de la península ibérica son las más indicadas, los expertos advierten de que, en realidad, se adaptan muy mal a los espacios urbanos (especialmente en las calles, no en los parques). Por otra parte, aunque el clima es un factor fundamental, también hay que tener en cuenta el microclima: incluso en una ciudad típicamente mediterránea y con mucho sol, es posible que el punto concreto donde vamos a realizar la plantación esté a la sombra la mayor parte del día y esto cambie por completo la perspectiva. La adaptación al entorno y evitar un potencial invasor son elementos clave.

Finalmente, en la interacción con el ser humano hay otros aspectos más sutiles, pero que pueden resultar de gran relevancia. El problema de las alergias es uno de los que más importancia ha ganado en los últimos tiempos, pero hay muchas más cuestiones relacionadas con las molestias que pueden generar árboles y plantas. Por ejemplo, es aconsejable evitar las especies con espinas en parques donde los niños vayan a jugar.

placeholder El 'Pyrus calleryana' en otoño, con sus hojas rojizas. (Wikimedia)
El 'Pyrus calleryana' en otoño, con sus hojas rojizas. (Wikimedia)

En definitiva, no parece que el olor sea un criterio especialmente relevante en la elección de los árboles de las ciudades, aunque muchos profesionales sí lo tienen en cuenta. "Algunas ciudades plantan variedades de naranjo especialmente aromáticas, sobre todo en Valencia y Andalucía", destaca Juan Andrés Oria de Rueda. A veces incluso se piensa en las personas con discapacidad visual, asegura, para quienes el sentido del olfato es una fuente de orientación y de bienestar mucho más importante que para la mayoría.

Sin embargo, también hay varios ejemplos de lo contrario. El caso del peral de Callery, por muy jocoso que pueda resultar, es menos grave que otros. El botánico de la Universidad de Valladolid cita al ailanto (Ailanthus altissima), otra especie asiática extendida por Europa. No solo tiene un olor desagradable, sino que cuenta con "una serie de sustancias que producen dermatitis, sobre todo a niños y personas vulnerables". Desde el punto de vista ecológico también resulta desastroso, no solo porque se ha convertido en una especie invasora. "Es una especie de plaga, una vez vimos que otros árboles se morían a unos 15 o 20 metros, porque tienen un herbicida natural en su raíz", comenta.

Hay cosas que nos pasan por la mente y que, por vergüenza o pudor, no comentamos con nadie o se quedan en un círculo muy reducido. No es el caso de Mateo (nombre ficticio). Hace poco que se ha mudado a la calle Marcelo Usera de Madrid y al comienzo de la primavera su mujer le sorprendió un día con un extraño mensaje: "Huele un montón a semen por la calle". Tras las risas, al llegar a casa comprobó con estupor que era verdad. El "pestazo insoportable" fue a peor y les tenía despistados hasta que comprobaron que procedía de los árboles. Lejos de ocultar su descubrimiento, Mateo se llevó flores a su trabajo e hizo una pequeña encuesta entre sus compañeros.

Primavera Neurociencia Química
El redactor recomienda