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La gran obsesión científica es resucitar al pájaro dodo, pero nadie lo puede conseguir
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La fascinación por el 'pájaro bobo'

La gran obsesión científica es resucitar al pájaro dodo, pero nadie lo puede conseguir

Una empresa con inversiones multimillonarias anuncia sus planes para recuperar el "pájaro bobo" de la isla Mauricio, un proyecto ilusionante pero lejos de la realidad científica

Foto: Ejemplar adulto de Dodo. Modelo de yeso y cera, realizado por taxidermistas del Museo Nacional de Historia Natural de París en el siglo XIX. (Wikimedia Commons)
Ejemplar adulto de Dodo. Modelo de yeso y cera, realizado por taxidermistas del Museo Nacional de Historia Natural de París en el siglo XIX. (Wikimedia Commons)

La idea está presente en la cultura popular, sobre todo a través de las películas de la saga Parque Jurásico. Sin embargo, hacer que vuelvan a la vida especies que una vez se extinguieron —los dinosaurios serían el ejemplo paradigmático— sigue perteneciendo más al campo de la ficción que al de la ciencia. Las dificultades técnicas han sido insuperables y las motivaciones prácticas resultan nulas. A pesar de todo, seguimos soñando con esa posibilidad y últimamente están apareciendo proyectos que se centran en especies más cercanas a nosotros en el tiempo, como los mamuts.

El anuncio más reciente es la apuesta por desextinguir el dodo, ave de gran tamaño de la isla de Mauricio, en pleno océano Índico, que desapareció a finales del siglo XVII. Conocida como pájaro bobo porque no volaba y se dejaba cazar fácilmente, no tardó en sucumbir a los primeros contactos con nuestra civilización. ¿Quién quiere reparar el daño y devolver a la vida a especie? La empresa biotecnológica que lo anunció recientemente, Colossal Biosciences, con sede en Dallas (Texas, EEUU), es la misma que lo está intentando en el caso de los mamuts y que tiene un proyecto similar para el tigre de Tasmania. Esta compañía tiene una poderosa razón para sacar adelante sus planes: una inversión de 225 millones de dólares, incluyendo las aportaciones de la multimillonaria Paris Hilton. ¿Lo conseguirán?

"Es una cuestión de marketing, una especie que todo el mundo conoce y que despierta cierta compasión"

Como reto científico, el dodo (cuyo nombre científico es Raphus cucullatus) "es una de las peores especies que podían haber elegido", afirma en declaraciones a Teknautas Borja Milá, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), experto en aves y genética. Si los científicos de Colossal Biosciences quieren obtener resultados tangibles, esta opción es "pésima". Entonces, ¿por qué se han fijado en un estúpido pájaro de la isla Mauricio? "En EEUU despierta mucho cariño, una reacción muy emocional, porque es un ave extinguida muy recientemente y de forma trágica, cuya historia se cuenta mucho en museos y colegios", explica el experto.

Las aves que han evolucionado en islas durante millones de años han perdido la capacidad de huir frente a depredadores, porque no necesitaban escapar de esa amenaza, así que al dodo "lo mataban a palos" a pesar de que medía un metro de altura y podía pesar unos 18 kilos. Los navegantes portugueses encontraron la isla Mauricio deshabitada a comienzos del siglo XVI, pero repleta de estas aves, y hay indicios de que los españoles habrían llevado el primer ejemplar a Europa en 1581. A partir de entonces, no duraría ni un siglo, pero se cuela en la cultura popular apareciendo en obras de siglos posteriores, como Alicia en el país de las maravillas. En definitiva, "es una cuestión de marketing, una especie que todo el mundo conoce y que despierta cierta compasión por su aspecto".

Un desafío científico sin precedentes

Pero ¿por qué es tan difícil resucitar al dodo? Uno de los problemas principales es que la especie viva con la que está más emparentado es la paloma de Nicobar, pero en realidad hay una diferencia abismal, porque para encontrar un ancestro común hay que remontarse más de 30 millones de años. "Tener parientes cercanos es una parte fundamental de un proyecto de este tipo", explica el experto del CSIC. Para entenderlo, hay que tener en cuenta el proceso que plantean los científicos de la empresa estadounidense.

Partiendo de la información genética del ave extinta, van a trabajar con las células germinales primordiales (las que luego se convierten en óvulos y espermatozoides) de la paloma de Nicobar, las van a editar genéticamente a través de las técnicas CRISPR para hacer que se parezcan a lo que se conoce del dodo y, finalmente, se insertarían en embriones. Para este último paso tendrían que encontrar un ave sustituta, de forma que se generasen animales quiméricos, es decir, con ADN de ambas especies, tratando de que se pareciera lo máximo posible al animal que quieren recuperar. Esa ave sustituta es difícil de encontrar, ya que tendría que ser grande. ¿Tal vez un emú?

placeholder Esqueleto de dodo en una subasta de una colección científica. (EFE)
Esqueleto de dodo en una subasta de una colección científica. (EFE)

Sin embargo, ese es el menor de los problemas ahora mismo, porque todos los pasos anteriores suponen un desafío complejísimo, empezando por el propio genoma del dodo. "Se ha extraído de huesos fósiles y tiene muy mala calidad", explica Milá. La información que se ha podido recuperar puede servir para comparar las características genéticas de Raphus cucullatus con las de otras especies, pero para que funcione en una célula viva debería estar perfectamente detallada.

"Los genomas están compuestos por millones de pares de bases y, si quieres usarlo para crear un ser vivo, no puedes tener errores, porque su desarrollo en el óvulo de otra especie es un proceso delicadísimo y, en este caso, vas a crear una quimera entre dos especies muy divergentes", comenta.

Dicho de otra forma, "hay muchas partes del genoma que, simplemente, no sabemos dónde van en ese puzle que es la secuencia genómica y cromosomas que no conocemos bien". Con este problema, es casi imposible realizar una edición genética coherente con el objetivo final. "Si sabes cuál tiene que ser la secuencia de un gen determinado del dodo y tienes una secuencia parecida en un gen de una especie próxima, puedes modificar el ADN por CRISPR", apunta el experto del MNCN-CSIC. Sin embargo, la distancia que separa al animal de la isla Mauricio de la paloma de Nicobar es tan abismal que eso "habría que hacerlo en cientos de miles de sitios del genoma", una tarea titánica, sin contar con los problemas de desarrollo celular que se generarían más adelante.

Del bucardo al mamut

Todo este proceso se parece muy poco a la idea de recuperar una especie extinta que nos ha llegado a través de la ficción: una tarea que consistiría en encontrar ADN, llevar a cabo una clonación y tener un animal idéntico al desaparecido. En realidad, algo así solo se ha podido conseguir una vez gracias a circunstancias muy concretas. Ocurrió en España y, a pesar del éxito inicial, el resultado final no fue muy halagüeño.

El bucardo, una cabra del Pirineo aragonés, se extinguió en el año 2000 y científicos españoles lograron clonar al último ejemplar. El nuevo animal llegó a nacer, pero debido a una malformación solo se mantuvo con vida unos minutos. Es el único caso en el mundo en el que, técnicamente, se puede hablar de una desextinción por muy fugaz que fuera, pero no sirve en otras situaciones, cuando no se conserva el material biológico.

placeholder El último ejemplar de bucardo murió en el año 2000.
El último ejemplar de bucardo murió en el año 2000.

Un ejemplo contrario sería la recuperación de especies a partir del cruce de otras, algo que el ser humano lleva haciendo miles de años con los animales y que, en este caso, estaría orientado a seleccionar las características de especies del pasado. Es lo que se intenta hacer con el uro salvaje, un animal que desapareció en Europa en el siglo XVII y que sería un ancestro de las vacas y los toros actuales. Por eso, los científicos creen que utilizando especies bovinas vivas se podrían obtener ejemplares muy parecidos. ¿Es esto una resurrección? Desde luego, está lejos de lo que nos viene a la cabeza cuando pensamos en ese concepto, pero probablemente es lo más honesto que puede vender la ciencia a día de hoy.

El caso de los mamuts, sería algo intermedio. Sí hay una intervención genética directa diseñada en el laboratorio, pero partiendo de especies actuales y con muchas más posibilidades de éxito que con el dodo. "También es extremadamente difícil, pero puedes modificar un elefante africano para que sea peludo, porque eso puede estar regulado por unos pocos genes", explica Milá. Una vez más, no se trataría exactamente de hacer revivir un mamut, pero tendríamos un animal con características muy reconocibles que podemos identificar con esa figura.

Sin embargo, tratar de hacerlo con especies sin parientes actuales muy cercanos roza lo imposible. Probablemente, el mejor ejemplo es el de la rata de la Isla de Navidad, una especie desaparecida en el siglo XIX. A partir de fragmentos de ADN antiguo que pudieron recuperar y utilizando el genoma de una rata europea como referencia, los científicos comprobaron que les faltaban unos 2.500 de un total de 34.000, es decir, un 5%. El problema es que ese hueco era clave porque tenía que ver con características esenciales de la especie y de su comportamiento, por ejemplo, el olfato. Así que no tendría mucho sentido desarrollar una nueva rata de la Isla de Navidad que se pareciera más a otras especies que a la que se está tratando de recuperar.

placeholder Mamut lanudo.
Mamut lanudo.

Uno de los investigadores implicados en ese estudio, que fue publicado en Cell hace menos de un año, es Tom Gilbert, biólogo evolutivo de la Universidad de Copenhague y asesor de Colossal Biosciences. Por eso, es plenamente consciente de que algunas de las lagunas que tiene el genoma del dodo también podrían estar en regiones decisivas del ADN. De hecho, en unas recientes declaraciones a Nature admitía que las diferencias entre el animal que pueda salir del experimento y los antiguos pájaros bobos de Mauricio serían muy importantes: "Mi preocupación es que Paris Hilton crea que va a conseguir un dodo que se parezca a un dodo", señalaba.

¿Qué estamos haciendo en plena extinción masiva?

Dadas las pocas posibilidades de obtener resultados a corto y medio plazo, al proyecto le llueven las críticas. "Si vas a invertir esas cantidades de dinero hay mejores objetivos de conservación", lamenta el investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales. De hecho, algunos biólogos alertan de que estamos inmersos en la sexta extinción masiva de especies de la Tierra. Uno de los estudios más pesimistas, publicado en la revista Frontiers in Ecology and the Environment en 2022, advierte de que el 37% de las especies que conocemos podrían haberse extinguido en 2100.

Foto: Dos galaxias colisionando — un objeto denominado IC 1623 — una de las últimas imágenes del James Webb. (NASA)

La propia isla que fue habitada por el dodo alberga ejemplos de animales que están a punto de desaparecer, como la paloma rosada (Nesoenas mayeri) o el cernícalo de Mauricio​ (Falco punctatus), aunque el cernícalo ha sido reintroducido cuando ya casi había desaparecido y "sigue colgando de un hilo", según el experto del CSIC. Por eso, plantear un proyecto multimillonario para intentar traer de vuelta a un ave del pasado ignorando estas prioridades "me parece una frivolidad", afirma.

placeholder El pájaro dodo, en una recreación en su hábitat. (Wikimedia)
El pájaro dodo, en una recreación en su hábitat. (Wikimedia)

Además, fijarse en el estado actual de la isla Mauricio pone sobre la mesa otra espinosa cuestión que los promotores de la idea pasan por algo: ¿qué harías ahora con un dodo? "No puedes volver a colocarlo en su isla porque el hábitat está destrozado, todo son plantaciones de caña de azúcar", advierte Milá. Una especie "no es solo el animal, tiene que ser capaz de sobrevivir y alimentarse en el entorno para el que está adaptada".

No obstante, hay un aspecto positivo en esta aventura. La empresa asegura que su trabajo ayudará a la conservación de otras aves. "La ingeniería genética aplicada a la conservación tiene mucho futuro y se podría aplicar en aspectos como los problemas de pérdida de diversidad genética", concede el experto del CSIC. Aun así, recuerda que lo que están vendiendo es una desextinción, es decir, "más bien un ejercicio mental y emocional, más sexi que la auténtica investigación científica, basado en pensar lo fascinante que sería tener un dodo vivo entre nosotros". Este proyecto "a lo Elon Musk", asegura, "despierta la ilusión y la imaginación de la gente", pero siendo realistas va a ser difícil que veamos una foto real de Paris Hilton con un dodo en Instagram.

La idea está presente en la cultura popular, sobre todo a través de las películas de la saga Parque Jurásico. Sin embargo, hacer que vuelvan a la vida especies que una vez se extinguieron —los dinosaurios serían el ejemplo paradigmático— sigue perteneciendo más al campo de la ficción que al de la ciencia. Las dificultades técnicas han sido insuperables y las motivaciones prácticas resultan nulas. A pesar de todo, seguimos soñando con esa posibilidad y últimamente están apareciendo proyectos que se centran en especies más cercanas a nosotros en el tiempo, como los mamuts.

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