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Hola, soy el médico que salvó a tu bebé hace 40 años saltándome todos los protocolos
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UN HITO QUE PASÓ DESAPERCIBIDO

Hola, soy el médico que salvó a tu bebé hace 40 años saltándome todos los protocolos

En 1982, el doctor González de Vega se saltó todos los protocolos para resolver el problema cardíaco del pequeño Alejandro. Fue un hito de la medicina que pasó muy desapercibido

Foto: Isabel Patón y el doctor Norberto González de Vega sostienen el catéter empleado en aquella operación. (Álex Zea)
Isabel Patón y el doctor Norberto González de Vega sostienen el catéter empleado en aquella operación. (Álex Zea)

Alejandro Patón es un malagueño de 40 años. Mide 1,90 y tiene el físico que corresponde a un mecánico de barcos, algo que ayuda a enmascarar una misteriosa cicatriz vertical que tiene en el pecho. Pocas personas en este mundo conocen su verdadero origen, pero dos de ellas están sentadas ahora mismo en la terraza de una cafetería de Torremolinos. Una es su madre, Isabel Patón, que con 17 años llevó a su hijo recién nacido con las manos y los pies morados al Hospital Materno Infantil de Málaga. Allí, como aquí, le esperaba el cirujano Norberto González de Vega, que entonces empleó una técnica experimental para reparar un corazón del tamaño de una avellana.

Al médico le cuesta trabajo recordar la fecha con exactitud, pero a la madre —hoy abuela— nunca se le olvidará: 27 de marzo de 1982, un día después del nacimiento de su niño.

Hace poco, el octogenario, ya jubilado pero igualmente activo, González de Vega, se acordó de aquel bebé. ¿Qué habrá sido de él? Preguntó a sus antiguos compañeros en el hospital... Recordaba el nombre, ¿pero cuál era su apellido? Alguien le comentó que había un adulto que podía encajar con aquel niño y actualmente tendría 40 años, lo saben porque cierto día acudió por un dolor en la rodilla. Uno de los cirujanos que estuvo en la operación, hoy también jubilado, era un 'early adopter' de la informática y solía recopilar todos esos detalles. El trabajo detectivesco dio sus frutos y un día puso en sus manos un listín con una letra pequeñísima. Ahí estaba él.

Finalmente, había logrado dar con Alejandro que, como imaginarán, no guardaba demasiados recuerdos de aquel día, pero le conectó, en última instancia, con su madre.

A los seis meses, el NEJM se hacía eco de la técnica con la que se salvó al pequeño Alejandro

Además de la excusa perfecta para un emotivo reencuentro, aquella operación de hace 40 años supuso también un hito médico. "Pregunté en el hospital y me dijeron que aquí en Málaga suelen hacer una decena de intervenciones así cada año", explica el cirujano. Desde su publicación, poco después, en la 'Revista Española de Cardiología', la popularidad de la técnica saltó de nuestras fronteras y se convirtió en un estándar internacional. A los seis meses, la técnica aparecía por primera vez mencionada en el 'New England Journal of Medicine', la biblia de las revistas médicas, abriendo la puerta a que aquella improvisación nacida en Málaga acabara siendo el tratamiento de referencia para este tipo de casos en todo el mundo. El resultado: miles de vidas salvadas y operaciones evitadas en los últimos 40 años.

Reconstrucción

"Me llamaron los dos cirujanos que había en el Materno, los doctores Ferreiros y Gutiérrez de Loma", recuerda González de Vega, quien puso en marcha el servicio de cirugía cardiovascular tanto en este hospital como en el Carlos Haya; ambos, junto a los de cardiología, presumen cuatro décadas después de estar entre los mejores del país. "Que había un niño que estaba malísimo porque tenía la válvula pulmonar tan estrecha que no podía pasar sangre a los pulmones". Es lo que se conoce como estenosis pulmonar. Durante el embarazo, los pulmones del feto no reciben sangre porque no la necesitan, pero están conectados a la aorta mediante un vaso llamado ductus. Normalmente, este conducto se cierra a las pocas horas de nacer, explica pacientemente el médico a la madre, hoy ya sin ninguna urgencia latiendo de fondo.

placeholder A la izquierda, un corazón normal; a la derecha, uno con la válvula pulmonar obstruida. (Wikimedia Commons)
A la izquierda, un corazón normal; a la derecha, uno con la válvula pulmonar obstruida. (Wikimedia Commons)

"Verosímilmente, tu niño nació y en ese momento no le encontraron nada", explica. La madre asiente. "Porque al principio eso estaba abierto y la sangre llegaba a los pulmones a través de ese cortocircuito, pero en cuanto se cerró fue cuando el niño comenzó a ponerse morado".

El pequeño Alejandro había nacido en el Hospital de la Cruz Roja, un centro pequeño al que la madre adolescente lo llevó porque tenía miedo de los hospitales grandes, con mucho trajín de nacimientos. En aquellos años se hablaba mucho de niños robados, un temor que en la gran mayoría de los casos se demostró exagerado, pero que en el momento hizo que Isabel diera a luz a su primogénito en aquel modesto edificio, demolido hace pocos años.

"Yo al Materno no voy, que nacen muchos niños y a ver si me lo van a quitar", dijo a su madre. El parto fue perfectamente, pero pronto algo se torció. En principio, el médico que la atendió era partidario de darles el alta al día siguiente del nacimiento, pero algo en su intuición de madre primeriza hizo saltar todas las alarmas. "Cuando nació, el niño no succionaba el pecho, ni la manzanilla que le dieron. Era 26 de marzo, un día espléndido, y cuando lo lavaron vi que tenía las palmitas de las manos como moradas y me dijeron 'es del frío', y yo, pero qué frío ni qué frío".

El médico era partidario de darle el alta al día siguiente del parto, pero algo en su intuición de madre primeriza hizo saltar las alarmas

Así que le dijo a la madre, "vamos a llamar al médico otra vez que yo esto lo veo raro". Vino el galeno de nuevo y esta vez sentenció: "El niño tiene un problema de corazón". Directos al Materno.

Poco más tarde, llegó al hospital González de Vega, que se encontró ya al niño abierto, con ese corazón minúsculo sobre la mesa de operaciones.

"Para esos casos, había entonces dos técnicas descritas que ambas suponían, primero, mucho riesgo, y segundo, que aunque el niño saliera adelante habría que operarle varias veces hasta dejarle bien", rememora. La casualidad quiso que, unos días antes, estando en el Carlos Haya —hoy renombrado como Hospital Regional Universitario de Málaga— asistió a una demostración que un radiólogo de Madrid fue a hacer sobre cómo dilatar la arteria de una pierna. "Bajé a ver eso, cómo con un catéter lo metían, luego hinchaban el globo con una especie de bomba y bum, se abría la arteria... Entonces, cuando me encontré al niño así, pensé '¿y si yo tuviera un catéter de esos?', así que le pedimos a una enfermera que fuera al Carlos Haya en un taxi".

Tras unos minutos de tensión, como mínimo 20, la enfermera apareció de nuevo con un catéter de color azul que hoy, 40 años más tarde, el doctor González de Vega se saca del bolsillo para sorpresa de Patón. Algo se le remueve por dentro a la madre al ver aquel dispositivo que salvó la vida de su chiquillo recién nacido, pese a que es la primera vez que lo contempla.

"Nos trajeron este catéter", prosigue el cirujano, "y con un agujerito mínimo en la punta del ventrículo derecho lo metimos y vimos que pasaba por donde tenía que pasar: el balón estaba colocado en su sitio". Entonces vino lo emocionante, lo hincharon y escucharon un sonido que el doctor recuerda como "¡plac!". El anestesista que les acompañaba apuntó al niño y dijo que había cambiado por completo. A su percepción le siguieron los registros de presión arterial, que volvieron a dar señales de normalidad. El experimento había concluido. La operación duró algo más dos horas, contando la anestesia; y el posoperatorio, 21 días.

placeholder El famoso catéter, en manos del cirujano. (Álex Zea)
El famoso catéter, en manos del cirujano. (Álex Zea)

"En aquella publicación que hicimos tras la operación, decíamos que en el futuro eso se podría hacer con un catéter a través de la ingle", dice González de Vega. Fue una profecía autocumplida.

Un café, 40 años más tarde

En la terraza, el doctor González de Vega se ha pedido "un mitad", que es como los malagueños llaman al cortado, para recibir a Patón, que opta por Coca-Cola Zero.

"La suerte que tuvo tu hijo la atribuyo exclusivamente a la curiosidad", dice el cirujano. "Si yo, el día que vino aquel radiólogo, no hubiera bajado a verlo y hubiera seguido a mi rollo, pues habría visto a ese niño y no sé lo que habría pasado con él. La curiosidad es una de las virtudes más grandes que se pueden transmitir a una persona".

El doctor, célebre dentro de su especialidad por, además de realizar la primera operación de corazón en la historia del Materno, ser 'autor' de una técnica pionera que hoy se conoce como 'anuloplastia de la válvula tricúspide de De Vega', habla de su aversión a los protocolos y los peligros de ceñirse a ellos en ocasiones críticas en las que se requiere pensar de forma diferente, como ocurrió entonces con el bebé Alejandro.

placeholder Patón y González de Vega charlan sobre su pasado en común. (Álex Zea)
Patón y González de Vega charlan sobre su pasado en común. (Álex Zea)

En aquel momento no todo el mundo veía con buenos ojos tomar riesgos como mandar a una enfermera a por un catéter mientras el niño agonizaba. Había en el hospital quien decía "el doctor González de Vega hace cirugía experimental con los niños".

"Pues menos mal", responde Patón.

"No hay nada en medicina más peligroso que los protocolos", le responde el médico. "Un protocolo es una cosa que ha decidido una comisión que no ha considerado todas las situaciones y puede estar equivocada".

"¿Puedo hacerle un inciso?", interrumpe ella. "Yo tuve hace unos años un cáncer linfático, un linfoma folicular de nivel 3, muy agresivo. Todos los tratamientos que se conocían no servían para curarme. Y él me comentó que había un ensayo clínico en Estados Unidos, que si no me importaba. ¡Qué me va a importar! Le dije hasta que me pusiera la quimio y la radio todo junto si hacía falta. De esto hace 20 años y hoy, gracias a Dios, estoy aquí. Él llevó aquello a los congresos, es una eminencia, y me decía: 'Isabel, tú estás aquí, pero he sido criticado al máximo".

El comentario de González de Vega activó en su mente el recuerdo, de repente reparó en cómo su vida ha cambiado gracias a dos médicos que se atrevieron a ir más allá de los protocolos. "Quizás en otra persona no habría funcionado, pero yo en aquel momento estaba fuerte, hacía deporte", añade. "Me dejó destrozada, pero me recuperé".

placeholder Alejandro, en la actualidad, en una foto cedida por su madre. (EC)
Alejandro, en la actualidad, en una foto cedida por su madre. (EC)

Tras recibir el alta, el niño siguió yendo a revisiones durante años, sin sobresaltos. De hecho, resultó ser un amante del deporte, lo cual a veces preocupaba a su madre. "Yo siempre le decía, si alguna vez ves que te cansas mucho, tú para", afirma. En estos 40 años, nunca ha tenido ningún problema con su experimentalmente reparada válvula pulmonar ni con ninguna otra parte del corazón.

Y así, de forma tan casual como se produjo el reencuentro, se concluye. Ambos se agradecen el esfuerzo de reunirse tantos años después. Se preguntan '¿y tú dónde has aparcado?' y recorren la calle en paralelo, bajo el sol malagueño que ya empieza a apretar. En un momento dado, el cirujano se echa mano al bolsillo. Tan embelesado como estaba en la conversación, se había dejado atrás el famoso catéter.

Alejandro Patón es un malagueño de 40 años. Mide 1,90 y tiene el físico que corresponde a un mecánico de barcos, algo que ayuda a enmascarar una misteriosa cicatriz vertical que tiene en el pecho. Pocas personas en este mundo conocen su verdadero origen, pero dos de ellas están sentadas ahora mismo en la terraza de una cafetería de Torremolinos. Una es su madre, Isabel Patón, que con 17 años llevó a su hijo recién nacido con las manos y los pies morados al Hospital Materno Infantil de Málaga. Allí, como aquí, le esperaba el cirujano Norberto González de Vega, que entonces empleó una técnica experimental para reparar un corazón del tamaño de una avellana.

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