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Así aprovechó Franco la ciencia española para sobrevivir en plena Guerra Fría
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UN PAPEL DESCONOCIDO

Así aprovechó Franco la ciencia española para sobrevivir en plena Guerra Fría

Estudios históricos sobre el franquismo revelan cómo unos pocos investigadores y la 'diplomacia científica' del momento fueron fundamentales para el desarrollo del país

Foto: Lorenzo Delgado y Esther Sánchez. (J. P.)
Lorenzo Delgado y Esther Sánchez. (J. P.)

El 1 de abril de 1939 acabó la Guerra Civil: "Cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos", decía el locutor de Radio Nacional, inaugurando un nuevo periodo de hambre y represión en un país devastado. El 6 de octubre de 1969, Madrid vivía un acontecimiento insólito: los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins se paseaban en descapotable por las calles de la capital aclamados por miles de personas después de haber llegado a la Luna apenas dos meses y medio antes. Entre estas dos fechas, pasan 30 años que transformaron España y en los que la ciencia tuvo un papel más relevante de lo que nos han contado.

El homenaje a los héroes espaciales tiene toda una historia detrás. Aunque los astronautas visitaron varios países tras la hazaña, la NASA tenía una relación muy estrecha con España y mucho que agradecerle. Para mantener el contacto con la misión Apolo 11 en todo momento, eran necesarias tres estaciones en la Tierra. Una estaba en California, otra en Australia y la tercera era la de Fresnedillas de la Oliva (Madrid), que al final, debido a la rotación terrestre, fue la encargada de la comunicación cuando Armstrong pisó la Luna. Gracias a esa colaboración, tenemos para la historia un impagable momento histórico narrado por el NO-DO: "Como nota simpática de la jornada, merece la pena destacar el cordial acto promovido por un semanario nacional consistente en el ofrecimiento a los tres astronautas de tres trajes de toreros". 'Spoiler': no se los quisieron poner, pero la revista hizo un montaje vistiéndolos de luces para su portada.

Foto: Jose Manuel Grandela. (Fundación Telefónica)

¿Cómo había llegado España a tener un papel en este acontecimiento? ¿Cómo cuadra con la imagen de país pobre y atrasado que todos tenemos en mente en esa época? Muchos años antes, el franquismo apostó por dos pilares en su relación con EEUU y otros países: la industria aeroespacial y la energía nuclear. Si la Guerra Civil había dejado un país en ruinas, el resultado de la II Guerra Mundial había dejado un país aislado. La solución a ambos desastres y la supervivencia de la dictadura pasaban por insertarse en el bloque occidental, en plena Guerra Fría, y la cooperación en ciencia y tecnología era básica para lograr este objetivo.

Pero ¿la ciencia española contaba en aquella época con una mínima masa crítica para engancharse a ese objetivo? "En el primer tercio del siglo XX, España se modernizó, tanto en el ámbito científico y tecnológico como en lo que respecta a la sociedad civil, no estábamos en el primer nivel europeo, pero tampoco demasiado atrasados", explica a Teknautas Lorenzo Delgado, investigador del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Sin embargo, la Guerra Civil dinamita el capital acumulado. "Los científicos de primera fila que habían sobrevivido, en su mayoría progresistas, acaban en el exilio, pero también hay algunos con ideas de derechas que son asimilados y en torno a ellos se crea una nueva estructura", añade.

Así nace el propio CSIC en 1939, heredero de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. "La ideología era completamente diferente, pero en lo meramente científico no hay un corte tan radical, existía un ecosistema creado durante tres décadas que, en parte, sobrevive", destaca el experto. También existe la llamada 'ciencia castrense', con una élite que trata de formarse en las nuevas tecnologías militares que surgen en la II Guerra Mundial. Sin embargo, algo sale mal: Alemania pierde la guerra y los dirigentes de la dictadura "se quedan descolocados".

"Durante 10 años apostaron por la autarquía, pretendían que España se desarrollase sola y así lo decían, pero cuando analizas los documentos internos ves que en realidad se daban cuenta de que antes era imprescindible aprender del extranjero", comenta Esther Sánchez, investigadora de la Universidad de Salamanca que también estudia este periodo. En ese contexto, la apuesta por la investigación era bastante irregular: se financiaban proyectos que pretendían tener una aplicación industrial inmediata, pero en general no había infraestructuras científicas sino núcleos desconectados. El resultado es que otros países europeos golpeados por la guerra tardaron apenas tres años en recuperarse económicamente del conflicto, mientras que España lo hizo en 12.

placeholder Viendo la exposición sobre la ciencia española en la Guerra Fría. (J. P.)
Viendo la exposición sobre la ciencia española en la Guerra Fría. (J. P.)

"La II Guerra Mundial fue un acelerador científico extraordinario fruto del esfuerzo bélico y EEUU compartía su tecnología con los aliados, así que en España estábamos cada vez más desfasados. Hasta principios de los años cincuenta, nadie nos vendía ningún tipo de material que pudiera tener un uso militar. No podíamos ni comprar motores", destaca Delgado. El cambio llegó por intereses mutuos. Para los estadounidenses, la península Ibérica era un mero punto geográfico estratégico en el que instalar sus bases, pero para nuestro país fue la oportunidad de reengancharse al mundo, tanto en el aspecto de las relaciones internacionales como en el aspecto del desarrollo económico. "El problema es que había poca gente con conocimientos técnicos o que supiera hablar inglés, pero los pocos que había resultaron fundamentales", añade.

El sector nuclear y el aeroespacial

Tanto Delgado como Sánchez forman parte de la unidad de investigación Historia de la Industria y los Sistemas de Ciencia y Tecnología (HISCYT), que pertenece al Instituto de Estudios de la Ciencia y la Tecnología (eCyT) de la Universidad de Salamanca. Ambos estudian lo que hoy en día se conoce como "diplomacia científica", una frontera difusa entre la política y la ciencia que resulta especialmente interesante en el franquismo. Buceando en los archivos, no solo escriben la olvidada historia de la ciencia en este país (por ejemplo, hablando con científicos que fueron a formarse a EEUU y, aunque muy mayores, aún pueden contarlo), sino que han logrado reunir una singular colección de fotografías que muestran estos días en Salamanca en una exposición titulada 'Ciencia, diplomacia y Guerra Fría en la España de Franco'. Entre ellas, no solo está el paseo de los astronautas por la Gran Vía de Madrid, sino otras imágenes increíbles: por ejemplo, cómo se inauguró la salmantina central hidroeléctrica de Aldeadávila, con misa incluida, o cómo se trasladó hasta Garoña el reactor de la futura central nuclear de esta localidad burgalesa, destrozando casas de los pueblos a su paso, porque no cabía por las calles.

placeholder Esther Sánchez muestra la imagen del traslado del reactor de Garoña. (J. P.)
Esther Sánchez muestra la imagen del traslado del reactor de Garoña. (J. P.)

Precisamente, la industria nuclear fue clave en la conjunción de intereses. España necesitaba fuentes de energía y para EEUU era fundamental desvincular su imagen de las bombas atómicas y vender este sector como un motor de prosperidad. De hecho, "al final fue una historia de éxito", destaca Sánchez, especializada en el estudio de lo que llama "diplomacia del uranio". Los americanos querían proyectar una imagen positiva y de transparencia, frente al secretismo de la URSS, así que desarrollaron todo un programa denominado Átomos para la Paz para suministrar tecnología a los países de su ámbito de influencia.

El sector aeroespacial era otro pilar esencial para EEUU por motivos parecidos, pero ¿qué interés podía tener para el desarrollo de España? Más que en la parte del espacio, los tecnócratas del franquismo tenían sus ojos puestos en el turismo. Sencillamente, "necesitábamos una gran flota de aviones para traer turistas", comenta el investigador del CSIC. Este ejemplo ilustra perfectamente cómo el desarrollo tecnológico de un ámbito concreto puede tener amplias repercusiones. En ese sentido, tanto la industria nuclear como la aeroespacial fueron básicas para dinamizar toda la economía.

Solo en la recta final del franquismo, ya metidos en los años setenta, comenzaron a florecer con fuerza las ciencias biológicas, y lo hicieron con un impulso parecido, que también tuvo mucho que ver con la cooperación estadounidense. El ejemplo paradigmático es el de Severo Ochoa, que desde 1945 trabajó en la Universidad de Nueva York. Gracias al impulso de este ganador del Nobel (lo consiguió en 1959) se creó el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (fundado en 1975) y científicos españoles como Margarita Salas pudieron iniciar su carrera en los laboratorios americanos.

placeholder Los astronautas, vestidos de toreros en un montaje. (J. P.)
Los astronautas, vestidos de toreros en un montaje. (J. P.)

"EEUU se fijó en cuatro grandes sectores. Además del nuclear, del espacial y del militar, que está relacionado con los otros dos, también tenía su importancia el sector sanitario", destaca Delgado. "Los demás países occidentales fueron detrás de ese planteamiento, que está muy relacionado con el estado de bienestar", recuerda. No obstante, aunque ese efecto parece haber sido muy positivo, "también estamos estudiando si las prioridades de la política científica tenían que ver con los intereses de los dirigentes o de la sociedad", apunta. Durante toda la dictadura, la asignación de recursos fue bastante arbitraria, pero, precisamente gracias a que había fondos de EEUU destinados a investigación, "los americanos impusieron los primeros sistemas de evaluación de proyectos".

¿Paralelismos con la actualidad?

¿Qué queda de todo eso? La evolución de la ciencia española en la democracia tiene sus luces y sus sombras. "Hemos sustituido el sistema clientelar de asignación de recursos por la meritocracia, pero de una manera imperfecta", asegura el experto. Por otra parte, seguimos siendo relativamente dependientes del extranjero, aunque esto tiene la parte positiva de que "hemos conseguido integrarnos en grandes circuitos de producción científica". Lo peor es que la inversión sigue estando a años luz de otras potencias. Además, frente a la tradición anglosajona de valorar el desarrollo científico, "nuestra sociedad sigue dando más importancia a otras cuestiones más relacionadas con el entretenimiento", lamenta.

¿Tiene algún paralelismo la situación actual con la de la Guerra Fría? Aunque el conflicto de Ucrania ha vuelto a romper algunos lazos científicos con Rusia, Delgado cree que los efectos son limitados. "Me parece que la pandemia ha tenido más importancia para la ciencia que la guerra, porque demostró que se pueden concentrar esfuerzos en tiempo récord para solucionar problemas", comenta el investigador del CSIC. No obstante, "creo que a la hora de la verdad no hemos extraído ninguna lección para redefinir prioridades y luchar contra el cambio climático, por ejemplo, el fenómeno que va a cambiar el planeta. Me preocupa que no estamos preparados para afrontar algunos retos", añade.

El 1 de abril de 1939 acabó la Guerra Civil: "Cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos", decía el locutor de Radio Nacional, inaugurando un nuevo periodo de hambre y represión en un país devastado. El 6 de octubre de 1969, Madrid vivía un acontecimiento insólito: los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins se paseaban en descapotable por las calles de la capital aclamados por miles de personas después de haber llegado a la Luna apenas dos meses y medio antes. Entre estas dos fechas, pasan 30 años que transformaron España y en los que la ciencia tuvo un papel más relevante de lo que nos han contado.

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