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Enredo biológico en Asturias: 'reintroducen' aves rapaces que jamás habitaron en España
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PUEDEN DAÑAR EL ECOSISTEMA

Enredo biológico en Asturias: 'reintroducen' aves rapaces que jamás habitaron en España

Zoólogos denuncian que la liberación de pigargos en la Cordillera Cantábrica carece de base científica y que podrían dañar a otras especies en estado crítico

Foto: Pigargo en vuelo. (EFE)
Pigargo en vuelo. (EFE)

El pasado verano volaron hasta España, pero no por sí mismos, sino en avión. Con el visto bueno de la Agencia Noruega de Medio Ambiente, llegaron nueve ejemplares de jóvenes pigargos europeos (cuyo nombre científico es Haliaeetus albicilla) extraídos de nidos naturales que habían nacido este mismo año en el país escandinavo. Trasladados a Asturias, permanecieron varias semanas en un jaulón de aclimatación. Dos de los individuos fueron retirados por complicaciones en su estado de salud, pero los otros siete fueron liberados en octubre y ya sobrevuelan la Cordillera Cantábrica. El Proyecto Pigargo trata de reintroducir en nuestro país esta ave rapaz parecida a un águila, que vive en el norte de Europa y en otras zonas de Eurasia y que en algún momento se extinguió en estas latitudes... O no.

Algunos zoólogos se llevan las manos a la cabeza. En su opinión, no estamos ante una loable iniciativa conservacionista, sino ante un sinsentido que carece de base científica y que puede provocar más daños que beneficios. Según explican, no existen pruebas sólidas de la presencia histórica de pigargos en España ni se han realizado estudios sobre el impacto que tendrá esta especie, gran depredadora. Tampoco entienden por qué se hace caso omiso a otras necesidades más urgentes en el ámbito de la conservación de la naturaleza y, en cambio, se da prioridad a este proyecto de la organización medioambiental Grefa, que supone una inversión de 350.000 euros públicos en dos años, con el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, el Gobierno del Principado de Asturias, el Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento de Ribadedeva (Asturias). ¿Qué está pasando?

Foto: Jennifer Ackerman (Sofía Runarsdotter)

Los ecologistas asturianos ya pusieron el grito en el cielo cuando se dio a conocer la iniciativa en agosto. Dado que no hay observaciones históricas de esta especie en el norte de España, “es falso hablar de recuperación o reintroducción”, aseguraba el grupo ornitológico Mavea en un comunicado. Por lo tanto, el proyecto supone “tirar el dinero en ideas absurdas, cuando la naturaleza asturiana tiene muchísimas carencias sin atender”, denunciaban. Por ejemplo, “especies autóctonas que se están extinguiendo y necesitan una atención urgente”, como el urogallo y la náyade margaritona.

Al anunciarse a finales de octubre que se habían soltado los siete pigargos, se ha intensificado el debate. Expertos de la Universidad de Oviedo denunciaron hace unos días en 'The Conversation' la falta de transparencia y la poca justificación del proyecto, además de advertir de sus riesgos. “Aquí hay varias cosas extrañas desde el principio”, comenta David Álvarez, profesor de Zoología. Para empezar, el BOE publicó en 2018 un listado de especies extinguidas que incluía 13 animales, entre ellos, el pigargo europeo. El trabajo de las administraciones públicas debería ser promover su recuperación. Sin embargo, los científicos consideran que es una catalogación arbitraria: “No marca un tiempo histórico, así que podrían incluirse cientos de especies, desde la hiena a los dinosaurios, pero en el caso del pigargo solo el hecho de que saliera en esa lista ya escamaba bastante”, afirma.

El principal motivo es la falta de pruebas de que alguna vez habitara en territorio español. Un documento del ministerio afirma que “debió desaparecer a lo largo de los siglos XIX y XX”, pero según los críticos no hay documentación que lo pruebe. Así, se habla de la captura de cuatro “ejemplares solitarios” en la Albufera de Valencia (1887 y 1916), Castellón (1942) y el Delta del Ebro (1953), lo cual no probaría su asentamiento en España, ya que estos animales pueden dispersarse y recorrer miles de kilómetros desde su lugar de origen, simplemente porque divagan o por ser arrastrados por un temporal. Y aunque así fuera, si se localizaron en el Mediterráneo, ¿por qué introducirlos en la Cordillera Cantábrica? La única justificación estaría en un artículo del 'Boletín de la Sociedad Española de Historia Natural' que en 1948 especuló con la presencia de estas aves en el norte peninsular basándose en conversaciones con marineros. En definitiva, los zoólogos no salen de su asombro porque, de toda la lista del BOE, “el pigargo es el que generaba más dudas y, sin embargo, es el primero que tiene un proyecto de reintroducción”.

placeholder Pigargos europeos, en Hungría. (EFE)
Pigargos europeos, en Hungría. (EFE)

Desde Grefa, admiten que esos registros históricos se pueden poner en duda, pero consideran irrefutable que el pigargo tuvo que habitar en la península Ibérica en épocas prehistóricas por registros fósiles como los del yacimiento del Soto de Medinilla, en Valladolid, restos datados en la Edad del Hierro. A partir de estos datos, “es lógico pensar que también hubo pigargos en Asturias”, aseguran. Según explica esta asociación, son estas evidencias las que justifican la inclusión de esta especie en el listado de especies del BOE. Sin embargo, Álvarez asegura que todo se trata de confusiones en la identificación de las especies, por ejemplo, con el águila pescadora.

¿Y si fuera un peligro?

En cualquier caso, resulta aún más sorprendente que se haya hecho sin cumplir con algunos requisitos previos, incluyendo trámites legales como realizar un estudio de evaluación ambiental antes de soltar ejemplares en una zona de especial protección para las aves (ZEPA), como es el caso del lugar donde se han liberado los pigargos. Además, según los zoólogos, cualquier reintroducción de especies debería ir precedida de estudios que analicen si han cambiado las condiciones que condujeron a su extinción, si el nuevo animal podrá salir adelante en las circunstancias actuales, qué impacto va a generar en el ecosistema actual e incluso la percepción social que tiene un plan de este tipo.

En este caso, se añade el problema de que el pigargo europeo es un gran depredador que, entre otras cosas, puede comer salmones y cormoranes moñudos, especies que “están en una situación muy crítica” en Asturias. De hecho, según Álvarez, está constatado que estas aves son capaces de atacar animales domésticos. “Los pigargos comen hasta corderos”, advierte, recordando que en el Reino Unido se canceló un plan similar para reintroducirlos por si podían afectar al ganado. En cambio, los promotores del proyecto consideran que no “hay evidencias científicas de que el pigargo pueda afectar significativamente a especies amenazadas, ni siquiera a escala de poblaciones locales”. Además, “los daños al ganado son algo muy escaso, en el contexto de circunstancias muy excepcionales y localizaciones muy concretas”, explica Grefa, con lo cual, no habría motivo de preocupación.

Puestos a pensar en reintroducir especies, habría que priorizar la recuperación de aquellas que sirvan para restablecer un equilibrio. “Si una especie se extinguió hace muchos años, el ecosistema puede haberse reorganizado y su nicho ecológico podría estar ocupado por otra”, advierte el experto de la Universidad de Oviedo. Sin embargo, “el pigargo ni es importante en este entorno ni va a restablecer ningún equilibrio, y encima puede tener efectos muy nocivos... ¡Es que no encaja nada!”, lamenta el experto. En el conjunto del planeta, su expansión tampoco sería relevante, puesto que no se considera una especie amenazada y está presente en zonas muy amplias de Europa y Asia.

placeholder Los pigargos de Asturias, con emisor GPS. (EFE)
Los pigargos de Asturias, con emisor GPS. (EFE)

Según Grefa, el proyecto es una acción experimental para sentar las bases de un futuro proyecto de reintroducción”. Entre otras actuaciones, ha incluido la corrección de tendidos eléctricos peligrosos para el pigargo y el seguimiento de cada uno de los ejemplares gracias a emisores GPS. Esta fase "servirá para confirmar que las aves liberadas se adaptan bien al medio natural y que su presencia es compatible con las especies silvestres y las actividades humanas al no generar impactos significativos". Si el resultado es positivo, se daría luz verde a la siguiente fase según la Ley 42/2007, que es "la de elaborar un proyecto de reintroducción propiamente dicho".

No obstante, ese carácter experimental no convence a los críticos, ya que consideran que no puede servir de excusa para no haber realizado los estudios previos pertinentes y un planteamiento del proyecto con la máxima transparencia: “Y si no funciona ¿qué vamos a hacer? ¿Hay unos parámetros para definir qué es éxito y qué es fracaso? Esa información debería ser pública y no la conocemos”. En teoría, el planteamiento lleva implícito que gracias a la monitorización en algún momento se podrían capturar y retirar, pero la intención es que el plan continúe para que la especie se pueda asentar en España, con la liberación anual de 20 ejemplares durante un mínimo de cinco años más.

El problema de fondo

Los zoólogos también consideran que en el trasfondo del proyecto se está vendiendo la idea de que la introducción de este tipo de especies podría favorecer el turismo ornitológico. “Basar una estrategia de conservación en estas cuestiones parece un poco frívolo”, apunta Álvarez. No obstante, este tipo de planes cuenta con el entusiasmo de los poderes públicos porque, al margen del omnipresente argumento turístico, de alguna manera se actúa “de cara a la galería”, opina, ya que “vende más reintroducir una especie que restaurar un hábitat fragmentado y hecho polvo”.

En esta misma zona, una especie de ave realmente amenazada es el urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus), que está “en peligro crítico de extinción”, según la clasificación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En su caso, los planes de reintroducción para reforzar las escasas poblaciones existentes entre Asturias, León y Cantabria están siendo un fracaso, una buena muestra de lo complejo que es abordar estos problemas medioambientales. La mayoría de los proyectos de cría en cautividad y posterior liberación de ejemplares en la naturaleza se encuentran con muchas dificultades.

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En general, “el problema en las políticas de conservación es que tienden a focalizarse en especies concretas, cuando la cuestión es mucho más amplia y compleja”, comenta el experto de la Universidad de Oviedo. En parte, tiene mucho que ver con los tiempos políticos, ya que “es más rápido y más efectista soltar animales que restaurar el equilibrio ecológico y dejar que, cuando el hábitat esté bien, vuelvan las especies que habían desaparecido”.

Curiosamente, la mayoría de las especies que aparecen en listas como las del BOE son “animales grandes, llamativos, es decir, los que se pueden poner en camisetas”, comenta Álvarez. Por el contrario, “hay especies de artrópodos o de plantas que no son tan atractivas, pero que seguramente tienen una importancia ecológica muchísimo mayor”. Sin embargo, “nadie vendería un proyecto de recuperación de una lombriz, aunque sea mucho más importante para el ecosistema”.

El pasado verano volaron hasta España, pero no por sí mismos, sino en avión. Con el visto bueno de la Agencia Noruega de Medio Ambiente, llegaron nueve ejemplares de jóvenes pigargos europeos (cuyo nombre científico es Haliaeetus albicilla) extraídos de nidos naturales que habían nacido este mismo año en el país escandinavo. Trasladados a Asturias, permanecieron varias semanas en un jaulón de aclimatación. Dos de los individuos fueron retirados por complicaciones en su estado de salud, pero los otros siete fueron liberados en octubre y ya sobrevuelan la Cordillera Cantábrica. El Proyecto Pigargo trata de reintroducir en nuestro país esta ave rapaz parecida a un águila, que vive en el norte de Europa y en otras zonas de Eurasia y que en algún momento se extinguió en estas latitudes... O no.

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