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Algo huele raro en la universidad: los llamativos 3.500 artículos del 'Rajoy francés'
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¿PUBLICA O MUERE?

Algo huele raro en la universidad: los llamativos 3.500 artículos del 'Rajoy francés'

La polémica alrededor del asesor del gobierno francés ha reabierto el debate: ¿cómo es posible que un mismo autor haya firmado miles de trabajos en toda su carrera?

Foto: Didier Raoult. (Reuters/Gonzalo Fuentes)
Didier Raoult. (Reuters/Gonzalo Fuentes)

El infectólogo francés Didier Raoult está de nuevo en el punto de mira, y ya no es únicamente por su sorprendente parecido físico con el expresidente Mariano Rajoy Brey que le dio sus quince minutos de gloria viral. Uno de los grandes defensores de la hidroxicloroquina, aquel fármaco utilizado contra el paludismo que fue consumido con mediocres resultados por el Donald Trump precontagio, ha denunciado a la microbióloga Elisabeth Bik por criticar el diseño de uno de sus estudios sobre el fármaco en la plataforma Pubpeer.

Aunque la denuncia se puso a finales de abril, la guerra ha seguido por los canales habituales, es decir, Twitter. En un mensaje publicado este martes 22 de junio, el asesor del gobierno francés se defendía de la siguiente manera: "Las acusaciones de fraude a las que he sido sometido en Pubpeer son una difamación", protestaba. "En mi carrera, solo uno de mis 3.500 artículos ha sido retractado; un artículo por el cual no tenía responsabilidad ni en la conducción de los experimentos ni en la redacción".

El lector no familiarizado con el mundo académico probablemente se esté haciendo las mismas preguntas que Bik manifestó en voz alta en dicha red social: "Si no realizaste ninguno de los experimentos, ni participaste en la escritura del trabajo, ¿por qué lo firmaste? ¿Puedes clarificar si es el caso de tus otros 3.499 trabajos?". Es decir: a) ¿Cómo puede ningún científico publicar 3.500 estudios en su vida, lo que haciendo cálculos correspondería a sacar uno nuevo cada semana desde que era bebé? b) ¿Por qué firma un artículo del que no es responsable?

La respuesta dice mucho acerca de uno de los vicios más comunes en el mundo académico global, también el español, que visto desde fuera resulta incomprensible pero es una práctica habitual. Como explica Emilio Delgado López-Cozar, catedrático de la Universidad de Granada que lleva años investigando sobre el "publica o muere", "cuando estás dentro del mundo académico, no te extraña que haya cifras abultadas, pero si lo miras desde fuera, es realmente sorprendente". La inflación del número de autores por artículo académico ha sido continua desde hace al menos 50 años, y conduce a prácticas que provocan una competición deshonesta en la que, en muchos casos, la aportación científica de calidad es lo menos importante.

"Los jóvenes se benefician porque pueden presumir de tener un 'mandarín'"

Raoult, de hecho, forma parte de la lista de los 265 autores hiperprolíficos que John P. A. Ioannidis de la Universidad de Stanford —otro nombre propio en la era del covid— identificó hace unos años. Autores que publicaban un nuevo 'paper' cada cinco días y que, compartían dos características, como explica Delgado: "Muchos de ellos tienen que ver con biomedicina y estudios de carácter epidemiológico, donde necesitas contar con distintos hospitales para hacer control a miles de personas. También, por su nivel tienen una gran capacidad para asociarse y colaborar con autores muy distintos".

Este año, Delgado publicó un trabajo en el que mostraba que el 91,5% de los académicos consideran que el fraude está en aumento. Entre las fórmulas habituales, la publicación duplicada (66,5%), el autoplagio (59%) y la manipulación de la cita (44%). En lo que respecta al 'boom' del número de autores en un mismo trabajo, Delgado apunta a dos posibilidades. Una, "endógena": "La ciencia es cada vez más compleja y requiere diversas habilidades y perfiles, y con eso empiezas a sumar". La más sospechosa es la segunda, la "exógena": "Puesto que a todos los científicos se nos evalúa por lo que publicamos, si es el elemento determinante para que un científico promocione en su categoría profesional, lo que hacemos es publicar cuanto más mejor, o como me gusta decir, publicar por publicar".

[Si quiere consultar cuál es el número de autores por revista, disciplina y año puede utilizar el Co-Author Index, un buscador desarrollado por Delgado y su equipo. Como él mismo explica, el número medio cambia según la disciplina. En Filosofía, por ejemplo, dos ya son multitud]

Los vicios del día a día

Esto se traduce en una serie de comportamientos más o menos comunes, más o menos aceptados. Daniel Manzano es profesor de la Universidad de Granada en el departamento de Electromagnetismo y Física de la Materia, uno de los sectores donde más se estila la barra libre de autores, y uno de los primeros en protestar en redes sociales. "Es que a ese nivel no es que no puedas hacer una contribución sustancial, es que es imposible que te hayas leído 3.500 artículos", explica a El Confidencial. "La ciencia se ha convertido en una fábrica de artículos".

Foto: Foto: EC

'Pope', 'big name' o 'mandarín' son algunos de los términos que suelen utilizarse para referirse a los directores de equipos de investigación, generalmente figuras reconocidas y de elevado prestigio que terminan firmando todos los trabajos realizados por sus equipos. Es una costumbre que en principio, beneficia a ambos. "A los jóvenes les interesa que los 'big names' aparezcan en tus artículos", añade Manzano. "Si aparece un 'big name', las posibilidades de acceder a una buena revista son mayores, y eso es muy determinante".

Lo raro en el caso de Raoult es el reconocimiento de abierto que no tenía nada que ver con la investigación. "Es lo más surrealista, porque todos sabemos quién es la gente importante que publica muchos artículos y sabes que como mucho lo habrán leído, pero otra cosa es reconocer abiertamente que no has hecho nada". A tal respecto, Delgado recuerda que el Estilo Vancouver del Comité Internacional de Directores de Revistas Médicas fija distintos criterios para poder firmar un artículo: diseño de estudio o recogida de datos, análisis e interpretación de los mismos; redacción del artículo o revisión crítica; y aprobación final de la versión publicada. Una cuarta se ha añadido recientemente: poder hacerse responsable de todo el trabajo. Para el catedrático, la clave en este caso se encuentra en los dos últimos supuestos. "Si nos ponemos estrictos, una persona que publica cada cinco días, ¿cómo va a poder responsabilizarse del trabajo?".

"Me han llegado a enviar plagios de mis artículos para que los revisase"

"Mi opinión, alineada con algunos organismos de ética de la publicación académica como el COPE, es que esta clase de autoría no debería tener lugar, pero por lo visto en algunos grupos o culturas académicas es aceptado", añade por su parte Lluís Codina, profesor de la Universitat Pompeu Fabra y autor de una guía sobre ética en la autoría. "Alguien que ni siquiera ha leído un artículo no debería figurar como autor. Sobre si este caso es muy frecuente o no, lo ignoro. Espero, pero solo es un deseo, que no".

Hay otras estrategias que se utilizan para hinchar los currículos, como el troceado de artículos (que Delgado denomina "publicaciones chorizo"), el autoplagio o el intercambio de favores. No es el caso que nos ocupa, recuerda Codina, sino el de "autoría por mera autoridad". El profesor también recuerda que el troceado suele ser rechazado por las revistas científicas de calidad y a veces está ocasionado por la dinámica de las revistas científicas, que por su extensión (10 o 15 páginas) obligan a distribuir los resultados de una investigación en más de un documento. Además, añade que "el autplagio no existe": "Los expertos en ética científica recomiendan utilizar 'text-recycling' en su lugar, que puede ser o no aceptable, según cada caso, cosa que nunca ocurre con el plagio, que nunca es aceptable".

Las fórmulas del dislate

Alex Richter-Boix es biólogo y comunicador científico y lleva denunciando desde hace años estas dinámicas que, como la mayoría de académicos, ha visto desde toriles. "Si publicas 40 artículos, te quedas con la plaza en lugar del que ha publicado 20". Un ejemplo de esos vicios: "Hay muchísimos casos de gente que tiene tanta ansia por publicar que se inventa datos, que es lo peor que puedes hacer", explica. "Me he llegado a encontrar casos de gente que me enviaba para que le revisase plagios de mis propios artículos".

Foto: Imagen: EC.
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Su visión es la de otros tantos investigadores jóvenes que han crecido en un sistema donde la competición es dura y hay codazos para quedarse con una de "esas cuatro plazas". "Me sorprende más en casos como el de esta persona, que ya tienen asentada su carrera científica", valora. "El problema se encuentra que en la universidad tu etapa juvenil se eterniza hasta casi los 50, cuando sacas una oposición fija. Prácticamente lo único que cuenta para tu currículum hasta entonces son las publicaciones. Esa presión lleva a que mucha gente busque colaboraciones por todas partes, que un artículo que no está muy bien y necesitarías tal vez un año más de datos lo terminas publicando, permitiéndote algunos errores pasables, o hay gente que hace cosas mucho peores como falsificar datos o eliminarlos".

Una paradoja en un ámbito en el que obligatoriamente ha de trabajarse en equipo como es la ciencia, y donde el número de participantes es cada vez mayor —el caso más extremo es el del 'paper' sobre el bosón de Higgs, que fue firmado por 5154 autores—, pero los resultados se evalúan individualmente. "Necesitas una red de colaboradores pero se valora al individuo porque lo único que cuenta es tu currículum", añade Richter-Boix.

"El problema real en España es el mal uso de indicadores de impacto"

Codina, sin embargo, es mucho más crítico con la retórica del "publica o muere", que en su opinión, está plagada de tópicos. "El problema real, al menos en España y tengo entendido que en otros países, es el mal uso de indicadores de impacto", razona. "Pero en España, por ejemplo, hay que aportar un máximo de cinco publicaciones en seis años para poder solicitar el reconocimiento de lo que se llama un sexenio de investigación, que implica un pequeño complemento de sueldo y el acceso a acreditaciones. Cinco publicaciones en seis años no es de ningún modo 'publica o muere'". El problema, añade, son los indicadores utilizados por las agencias de evaluación como la española ANECA, "como el factor de impacto que los expertos no consideran válidos".

Hace unas semanas, Delgado publicó una carta abierta juntos a sus colegas Ismael Ráfol de la Universidad de Leiden y Ernest Abadal de la Universidad de Barcelona en la que solicitaban a las autoridades científicas españolas "que abandonen las políticas de evaluación de la investigación basadas en un uso excesivo e indiscriminado de los indicadores bibliométricos para casi todos los ámbitos de la actividad científica".

"En España, a día de hoy, no es posible ingresar, progresar o coronar con éxito la carrera científica sin disponer de un cuantioso número de artículos publicados en revistas con un buen factor de impacto en los Journal Citation Reports (JCR) o en otros 'rankings' de parecida naturaleza (SJR: SCImago Journal Rank, Ranking de revistas Fecyt)", lamentaban en la carta. "Ningún espacio científico escapa a la soberanía del Journal Impact Factor (JIF), que es el patrón oro de la evaluación científica en España". "El problema no es que haya baremos, porque esto ha contribuido a acabar con el enchufismo", concluye Manzano. "El problema es cuando trabajas únicamente para el baremo".

El impacto en la precariedad

Hay otra consecuencia de estas dinámicas, que tiene que ver con la reducción de los derechos laborales de los investigadores. Reproducimos aquí la respuesta de la asociación Piratas de la Ciencia respecto a este tema. El resto de sus respuestas pueden consultarse en este enlace

"La privatización del producto de la investigación junto a la privatización y liberalización de la evaluación de la investigación, enlaza con un tercero pero muy importante fenómeno, la reducción generalizada de las condiciones y los derechos laborales de los equipos de investigación. La privatización liberal iniciada en el siglo pasado, basada en la exaltación del individuo, como sucede en otros sectores productivos, no presta atención a las necesidades para garantizar la cohesión de toda la comunidad que forma el colectivo de investigación. En la actualidad, y en nuestro contexto nacional especialmente, las personas que trabajamos en investigación no tenemos garantizados nuestros derechos laborales mínimos. Bajo una mal entendida llamada a la vocación, el personal de investigación sufre una reducción muy importante de derechos básicos, siendo muy frecuente la aparición de situaciones de explotación extrema (por ejemplo, trabajar sin cobrar durante meses o años). Existen muchas deficiencias que en cualquier otro sector laboral no se podrían entender. En este sentido es importante destacar que el número de plazas de estabilización queda únicamente reservada a una élite, llamada excelencia. Por tanto, si no llegas a demostrar que tu CV cumple estos méritos de excelencia (evaluados conforme a las métricas que ponen a disposición empresas privadas que buscan rentabilidad económica), tu carrera se ha acabado. No hay alternativa. O te conviertes en excelente, o directamente tienes que cambiar de profesión. Es otra de las consecuencias de la liberalización: la adaptabilidad, forzosa. De este mecanismo aparecen fenómenos muy nocivos, como el deterioro de la salud mental de las plantillas, la escasa o nula conciliación familiar, o las graves desigualdades de género que existen en toda la sociedad, y en la ciencia en particular. Sin embargo, esta circunstancia es altamente paradójica. Los perfiles seleccionados y estabilizados, los "excelentes", por sí mismos, no pueden poner en marcha la producción en investigación, porque los resultados en ciencia se activan gracias al trabajo colaborativo de equipos humanos heterogéneos, formados por investigadores predoctorales, investigadores postdoctorales, técnicos de investigación, apoyo y gestión, comunicadores... Sin cada una de las importantes contribuciones que genera cada perfil, la ciencia se para. Existe una excesiva personificación en los IP (Investigadores Principales), que concentran todo el valor e impide visualizar la investigación como un resultado tejido en comunidad. Junto a esta importante individualización, otro de los factores que destacan como origen de muchos problemas es la falta de planificación de una trayectoria profesional transversal, que dé continuidad a todos los perfiles que forman los equipos de investigación. Sin embargo, la realidad es que, en términos generales, los derechos laborales de los perfiles no consolidados quedan reducidos.

Otro de los graves problemas que conllevan este tipo de dinámicas cuantificadoras es el nulo valor que se le da a la verdad científica. Al trasladar el valor desde el resultado científico hacia el parámetro cuantificable, se obtiene un vació de valor. La verdad y el método es menos importante que el parámetro que te posiciona en el 'ranking'. De esta forma, se desestructura el pilar fundamental que sostiene la investigación: producir estudios que retornen nuevo conocimiento y nuevas perspectivas. Sería interesante analizar qué tipo de novedades y de innovación hemos estado potenciando en estas últimas décadas de ciencia evaluada bajo criterios puramente cuantitativos. Estamos viviendo un momento histórico donde la verdad ha entrado en crisis, y quizá uno de los factores que han potenciado o acelerado este fenómeno haya sido precisamente esta suplantación de valor desde lo cualitativo hacia lo cuantitativo. La crisis de confianza científica podría también estar atacada desde dentro del propio mecanismo con el que evaluamos a la propia investigación”.

El infectólogo francés Didier Raoult está de nuevo en el punto de mira, y ya no es únicamente por su sorprendente parecido físico con el expresidente Mariano Rajoy Brey que le dio sus quince minutos de gloria viral. Uno de los grandes defensores de la hidroxicloroquina, aquel fármaco utilizado contra el paludismo que fue consumido con mediocres resultados por el Donald Trump precontagio, ha denunciado a la microbióloga Elisabeth Bik por criticar el diseño de uno de sus estudios sobre el fármaco en la plataforma Pubpeer.

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