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Adiós a la mascarilla (a medias): los espacios donde no te librarás de llevarla puesta
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¿Cuál es el futuro de las mascarillas?

Adiós a la mascarilla (a medias): los espacios donde no te librarás de llevarla puesta

Los epidemiólogos discrepan sobre el fin de la obligatoriedad en la calle y consideran que la aceptación social contribuirá a mantenerla en algunas situaciones más allá de la pandemia

Foto: Foto: EFE.
Foto: EFE.

El gran símbolo de esta pandemia son las mascarillas, así que el próximo sábado, 26 de junio, marcará un antes y un después. A partir de esa fecha, quedará modificada la ley que hasta ahora ha obligado a usarla en todos los espacios públicos, sin excepciones. Así, podremos prescindir de ella cuando sea posible mantener una distancia de seguridad de 1,5 metros entre personas no convivientes, según explicó la ministra de Sanidad, Carolina Darias, en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. La medida será aprobada definitivamente en el Consejo de Ministros extraordinario de este jueves.

Es el principio del fin, pero no todos los epidemiólogos están de acuerdo en la oportunidad de la medida. Para algunos, la incidencia aún es demasiado elevada, la tasa de vacunación todavía es demasiado baja y el mensaje que se envía con esta medida resulta excesivamente optimista. En cambio, otros consideran que el riesgo de contagio en la calle es mínimo y que es necesario avanzar relajando las medidas menos relevantes para superar la fatiga pandémica.

Foto: Un hombre pasa frente a una tienda en Barcelona, en agosto de 2020. (Reuters)

Tampoco está claro cuándo podrá darse el siguiente paso: librarnos de ella también en interiores. Nadie quiere caer en el error de Israel, que hace pocos días suprimió la obligación de llevarla incluso en espacios cerrados y ha tenido que dar marcha atrás rápidamente ante la aparición de varios brotes, probablemente provocados por la variante delta, que tiene indicios de ser más contagiosa. Es más, incluso hay quien plantea que su uso permanezca en ciertos ámbitos más allá de la pandemia, por ejemplo, en los espacios sanitarios. Tras haberla incorporado a nuestro día a día, más allá de las normas, también se plantea el debate sobre su uso voluntario en momentos puntuales, como un resfriado, para evitar contagiar a terceros. En definitiva, ¿cuál es el futuro de la mascarilla?

En general, se mantiene el consenso que nos llevó a imponerla el año pasado: es un instrumento útil como barrera para el virus. Así lo indican los estudios, sobre todo teniendo en cuenta que la transmisión es principalmente respiratoria y que las personas asintomáticas pueden contagiar, aunque en el contexto de la pandemia es muy difícil desligar unas medidas de otras, como la distancia social y otras que han restringido las interacciones sociales.

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Foto: EFE.

Por eso, algunos expertos consideran que es demasiado pronto para deshacernos de un instrumento que funciona. “Hace justo un año teníamos una incidencia acumulada a 14 días de 10 y ahora estamos rondando el 100, pero entonces se implantó la mascarilla como obligatoria y ahora la estamos quitando”, apunta en declaraciones a Teknautas Óscar Zurriaga, vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE). Aunque admite que la vacuna lo cambia todo y que la cobertura va siendo muy alta, “el virus todavía está en circulación”, alerta. “Por quitarnos la mascarilla no hemos acabado ya con el virus, más bien al contrario”, añade.

De hecho, la variante delta amenaza con multiplicar los contagios. En España aún es incipiente, pero está muy presente en Portugal y en el Reino Unido y “hay que tener en cuenta el movimiento del periodo vacacional”. Las medidas “siguen siendo igualmente eficaces con una variante o con otra, pero en el momento en que el virus tenga una oportunidad puede causar estragos”, advierte, recordando que el número reproductivo básico (R0 o número de personas a las que contagia cada enfermo) de la cepa identificada por primera vez en la India es superior al que conocíamos.

Foto: Varias personas con mascarilla caminan por una calle de Madrid. (EFE)

Por todo eso, la mascarilla seguirá siendo importante en determinadas situaciones, incluso al aire libre, si no podemos mantener la distancia de seguridad (1,5 metros). El problema es que para introducir estas excepciones, “le añadimos complicación a una medida que es sencilla”, opina Zurriaga. En otras palabras, “le estamos pidiendo a la ciudadanía que haga evaluaciones de riesgo, valorar si me la tengo que poner aquí o me la tengo que quitar allá”.

A pesar de que la población “está siendo razonable y ha entendido bien las cosas, esto genera confusión”, no solo porque “transmites el mensaje de que ya hemos acabado con esto”, sino también en cuestiones prácticas de la vida diaria. Por ejemplo, “si te tienes que poner la mascarilla en unas circunstancias y no en otras, a la hora de la verdad nos la vamos a quitar, a poner y a guardar en los sitios más insospechados, en cualquier bolsillo”. Si realmente una persona que la lleva tiene covid, este descontrol podría favorecer la transmisión. Por eso, conviene recordar las normas básicas que aprendimos hace un año: hay que cogerla por las gomas, sin tocar el interior, y a la hora de guardarla, mejor hacerlo en una bolsita de papel, nunca directamente en el bolsillo.

Argumentos a favor

Otros expertos en salud pública se muestran totalmente partidarios de la supresión. “La mascarilla es parte fundamental del hartazgo que tenemos y la ciencia dice que el riesgo de contagio es mucho menor en exteriores”, afirma el epidemiólogo Manuel Franco, profesor de la Universidad de Alcalá y de la Universidad John Hopkins. En efecto, aunque las estimaciones son muy variables, el riesgo de contagio podría ser hasta 20 veces superior en interiores, según algunos cálculos. Menos del 10% de los contagios podría relacionarse con actividades al aire libre (incluyendo interacciones sociales que han combinado momentos en interiores y en exteriores) y no se identifican eventos 'supercontagiadores' en la calle, según la recopilación de datos que han realizado expertos para debatir esta cuestión en la revista 'British Medical Journal'.

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Foto: EFE.

Precisamente, “distinguir el lugar abierto del lugar cerrado, que es donde tenemos el peligro”, argumenta el experto, es una cuestión fundamental incluso en el aspecto pedagógico. El contagio por aerosoles en los interiores (el virus permanece en el aire) ha podido ser clave en esta pandemia, según dejan claro los estudios. En cambio, en exteriores, las partículas virales se diluyen y el peligro disminuye drásticamente, aunque la distancia no sea mucha o aunque el tiempo de contacto se prolongue.

En ese sentido, las complicaciones que puede generar la nueva situación a partir del próximo fin de semana serían secundarias. “A nadie se le va a ocurrir ir a clase sin mascarilla porque no va a poder entrar”, comenta el epidemiólogo, “y en un establecimiento comercial podrían proporcionarlas gratis a quienes lleguen de fuera sin ellas”, propone Manuel Franco, que también es portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas). En cualquier caso, recomienda disfrutar el verano “de la manera más segura posible, que es evitando los interiores”.

Foto: Una mujer camina con mascarilla por una céntrica calle de Ourense. (EFE)

Además, el hecho de que la época estival llegue con una tendencia ligeramente descendente en los contagios es otro argumento a favor. Por eso, considera que eliminar la obligatoriedad en la calle es “una noticia positiva en el aspecto social y de fatiga pandémica”. Asimismo, recuerda que otros países no han sufrido una imposición de la mascarilla tan fuerte y que vecinos como Francia o Italia han tomado la misma decisión. No obstante, las dinámicas entre unos lugares y otros han sido diferentes, incluso con olas y confinamientos muy distintos, así que hay que atender “a la idiosincrasia social y política” de forma diferenciada. “Para nosotros, es más necesario quitarnos la mascarilla que para otros que realmente nunca se la han puesto o se la han puesto poco tiempo”, resume.

¿Para siempre en algún lugar?

Sin embargo, en los interiores tenemos mascarilla para rato. “En los hospitales, los centros de salud y el espacio educativo, se van a quedar hasta que tengamos 'covid cero', no nos olvidemos que al principio los ámbitos sanitarios fueron el gran foco de infección”, comenta el experto de Sespas. De hecho, en su opinión, no habrá tanta presión para librarse de ella, porque “en realidad molesta más en espacios abiertos, sobre todo si vas por la calle y hace calor, y en las situaciones en las que tenemos que realizar alguna actividad, como hablar”.

Vamos a tener que mantenerlas durante meses en interiores, en conciertos, en el teatro o en el cine”, vaticina Zurriaga, “esperemos que en algún momento ya no sean imprescindibles”. Una vez superada la pandemia, es posible que permanezcan en algún ámbito muy concreto. “No creo que vayan a ser frecuentes para ir a los hospitales, pero no lo descartaría”, apunta.

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Foto: Reuters.

Según el vicepresidente de la SEE, en este proceso hay un elemento clave, que es la aceptación de la ciudadanía, por lo que es posible que se normalice el uso de la mascarilla en ciertas situaciones hasta ahora impensables. Al margen de la norma, que durará algún tiempo, más tarde se pasará al ámbito de la decisión personal. “Mucha gente comenta que han tenido menos rinitis alérgicas que en años anteriores, con lo cual, alguno puede pensar en llevarlas al menos en las semanas de la primavera”, comenta.

Antes de la pandemia, la única referencia a un comportamiento de este tipo estaba en los países asiáticos, donde mucha gente iba con mascarilla incluso en el metro. “Cuando te explicaban que se las ponían para no contagiar a otros porque estaban constipados, pensabas que aquí eso era absolutamente impensable, pero creo que a partir de ahora habrá cierta aceptación y que vamos a ver este tipo de situaciones con más frecuencia”, opina. En ese sentido, hay que tener en cuenta que ese manera de actuar “a ellos tampoco les surgió de la nada, sino porque han vivido otras circunstancias”.

Por su parte, Manuel Franco pone otro ejemplo radicalmente distinto: también en EEUU hay un sentido de la responsabilidad colectiva frente a las enfermedades infecciosas. “Cuando llega la temporada de gripe, si tienes catarro, fiebre o tos, no se te ocurre ir a trabajar, porque cualquier compañero te va a exigir que te vayas a casa”, afirma. “Eso sucede en un país que no concibe no ir a trabajar, porque si no vas, no cobras. Sin embargo, nadie acude con gripe, porque saben que en su sistema sanitario ponerte malo te cuesta dinero”, explica.

No obstante, cambiar ciertas actitudes arraigadas socialmente es muy complejo. “La cuestión de fondo en EEUU es que si me pasas la gripe, me estás metiendo en un lío, puedo dejar de cobrar y perder mi trabajo”, subraya. “Nosotros no tenemos esa conciencia, porque nuestro sistema es diferente, y no la vamos a tener porque hayamos vivido el problema del covid durante un año, los comportamientos sociales tardan mucho más en calar”, asegura.

El gran símbolo de esta pandemia son las mascarillas, así que el próximo sábado, 26 de junio, marcará un antes y un después. A partir de esa fecha, quedará modificada la ley que hasta ahora ha obligado a usarla en todos los espacios públicos, sin excepciones. Así, podremos prescindir de ella cuando sea posible mantener una distancia de seguridad de 1,5 metros entre personas no convivientes, según explicó la ministra de Sanidad, Carolina Darias, en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. La medida será aprobada definitivamente en el Consejo de Ministros extraordinario de este jueves.

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