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Sin estado de alarma ni inmunidad de grupo e incidencia inestable: el peligro que viene
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Sin estado de alarma ni inmunidad de grupo e incidencia inestable: el peligro que viene

El nuevo escenario apunta hacia un incremento de contagios entre personas jóvenes, pero la protección entre los mayores evitará gran parte de las complicaciones que han generado otras olas en los hospitales

Foto: Ambiente en la Puerta del Sol de Madrid tras el fin del estado de alarma. (EFE)
Ambiente en la Puerta del Sol de Madrid tras el fin del estado de alarma. (EFE)

Aunque el estado de alarma tenía fecha de caducidad desde hace tiempo, las imágenes del pasado fin de semana han supuesto una conmoción para gran parte de la sociedad. Al margen del debate sobre las decisiones políticas, las resoluciones judiciales relacionadas con la validez de las distintas medidas o la responsabilidad individual de los ciudadanos, los epidemiólogos se preguntan cuál será el impacto del nuevo escenario ahora que íbamos por el buen camino, con una aceleración de las vacunaciones y unos contagios en línea descendente desde hace semanas.

La incidencia acumulada a 14 días está en 180 casos por cada 100.000 habitantes (técnicamente, es alta, pero lejos del nivel extremo, a partir de los 250 casos), aunque las diferencias entre unos territorios y otros son abismales: de los 24 en Alicante a los 405 en Guipúzcoa, pasando por los 258 de Madrid. Otros indicadores del riesgo, como la positividad de los test o la ocupación de las UCI, suelen ir en consonancia. En cualquier caso, la evolución es buena en todas partes tras un repunte leve a comienzos de abril. Tras la Semana Santa, las comunidades mantuvieron la mano dura con ligeras diferencias: cierres perimetrales, toques de queda y restricciones de aperturas, aforos y reuniones. Sin embargo, la caída del estado de alarma hace desaparecer la mayor parte de estas medidas y plantea la incógnita: ¿hasta qué punto aumentarán los contactos interpersonales y se revertirá la buena evolución?

Las escenas callejeras del pasado fin de semana podrían ser un mal augurio o quedarse en anécdota. “En el comité de expertos de Castilla y León, lo llamamos 'efecto botella de champán', porque tras mucho tiempo cerrado, sale de golpe cuando le quitas el corcho”, comenta el epidemiólogo Ignacio Rosell en declaraciones a Teknautas. “Quiero pensar que ha sido una reacción, una especie de Nochevieja trasladada al 9 de mayo. Si es un hecho puntual, y además en exteriores, no tendrá un gran impacto”, afirma. Sin embargo, podría ser un indicio de un cambio más significativo: “Si es el comienzo de una mayor interacción social en domicilios o en la hostelería, puede haber un repunte”.

La Comunidad Valenciana es la que encara esta nueva fase con mejores cifras. Sin embargo, uno de sus asesores, Salvador Peiró, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica (Fisabio), considera inevitable el incremento de contagios. De hecho, “ya empezamos a tener 'brotecillos' en sitios muy localizados”, reconoce a este diario, y la relajación de las medidas no contribuirá a controlarlos, a pesar de que es una de las pocas regiones que mantienen el toque de queda gracias al apoyo judicial (entre las 0:00 y las 6:00).

placeholder Policías controlan la playa de la Barceloneta durante la noche del pasado sábado tras el fin del estado de alarma. (Reuters)
Policías controlan la playa de la Barceloneta durante la noche del pasado sábado tras el fin del estado de alarma. (Reuters)

Por su parte, Rosell habría apostado por mantener este tipo de medidas algunas semanas más, lo que habría afianzado la vacunación al tiempo que los contagios seguirían bajando. “Teniendo en cuenta que estamos en fase de descenso, no es lo mismo afrontar nuevos riesgos con una incidencia de 100 que de 25”, opina. Tres o cuatro semanas más habrían sido clave, según explica, sin arriesgar en exceso la recuperación económica, puesto que el turismo de verano comienza a moverse en junio.

Medidas que funcionaban

Analizar de forma aislada cuál es el impacto de cada medida es casi imposible, porque a lo largo de la pandemia siempre han estado en vigor varias de forma simultánea y en cada momento han podido influir variables muy diversas. Por eso, los expertos mantienen opiniones ligeramente distintas. Ante la recuperación de la movilidad de los ciudadanos por todo el territorio, “nos preocupa que venga gente de fuera porque aquí hay mucha segunda residencia”, reconoce Peiró. En cambio, a pesar de que Castilla y León limita con comunidades con incidencias muy altas, como País Vasco y Madrid, Rosell considera que este aspecto es secundario: “Aunque las personas se muevan, si tienen cerradas las opciones de ocio nocturno o hay cierta contención de aforos, esos desplazamientos no van a ser tan determinantes”.

Por eso, el toque de queda le parece más relevante. “Es cierto que el virus se transmite igual a las dos de la tarde que a las dos de la madrugada, pero los humanos nos comportamos de forma diferente”, comenta. En particular, las reuniones en interiores resultan preocupantes. “Hasta ahora, las podía haber, pero eran ilegales, el mensaje es distinto”, apunta. Y aunque bares y restaurantes siguen teniendo horarios restringidos, “las cenas dan pie a encuentros posteriores en domicilios”.

“El toque de queda funciona en relación a la hostelería”, apunta el experto de Fisabio. “Cuando bares y restaurantes cerraban a las seis en Valencia, prácticamente estábamos ante un toque de queda aunque el real fuera a las 10 de la noche. Son medidas que van en conjunto y que evitan gran parte de los contagios entre personas a partir de una hora determinada”, añade. Aunque es una medida polémica, “el cierre de los locales de hostelería es una de las medidas más efectivas para disminuir la incidencia y la mortalidad”, según concluye un análisis que revisó 20 estudios sobre esta cuestión.

placeholder Una enfermera en Zaragoza prepara una dosis de la vacuna Moderna. (EFE)
Una enfermera en Zaragoza prepara una dosis de la vacuna Moderna. (EFE)

De todas formas, Rosell aboga por no estigmatizar el sector que más vaivenes está sufriendo con los cambios en la incidencia, con continuos cierres y aperturas, y que más polémica ha arrastrado por ello, probablemente sin que muchos hayan entendido bien el mensaje: “El problema no es la hostelería, sino que la gente se quita la mascarilla para comer y beber, que muchas veces se habla alto porque la música no te deja oír y que a veces son lugares cerrados sin mucha ventilación”.

Tres pilares para contener el repunte

Precisamente, uno de los pilares que se plantea la Comunidad Valenciana para contener un posible repunte es garantizar la ventilación, “conseguir que las puertas y las ventanas de los locales estén abiertas”. Ante la previsible llegada del calor, es importante transmitir ese mensaje evitando otras formas de refrigerarse, como el aire acondicionado, que recircula en el interior de los establecimientos y que puede contribuir a que el virus, que se mantiene en el aire, llegue hasta otros clientes.

Otro de los pilares de la estrategia valenciana tampoco suena muy original, pero sigue siendo esencial. “Nos estamos centrando en el rastreo, porque, cuando tienes pocos casos, es aún más eficiente detectarlos y contenerlos”, comenta Peiró. Frente a la tentación de relajar esta labor cuando baja la curva, el experto considera que es fundamental mantener el seguimiento. “Cuando la incidencia es alta, los contagios que encuentras son familiares, porque el rastreo no da para más, es ahora cuando estamos localizando más brotes en el ámbito social y laboral”, destaca.

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Foto: EFE.

Y el tercer pilar es obvio a estas alturas: “Vacunar todo lo que podamos y lo más deprisa que podamos”. En otras palabras, “estamos en una carrera entre la vacunación y el riesgo de repunte”. España ha superado los 20 millones de dosis administradas, tiene 14 millones de personas con al menos una dosis y seis con la pauta completa. La población mayor de 70 años está a punto de completar su inmunización, así que todo parece ir bien porque son los principales afectados, pero también en esta cuestión habrían sido muy importantes unas semanas más de margen. “Más que vacunados, deberíamos hablar de pinchados, porque hasta que pasan varias semanas la protección no es completa”, apunta el epidemiólogo de Fisabio.

En cualquier caso, “hay motivos para cierto optimismo, la vacunación va deprisa, se está protegiendo a los vulnerables y está claro que si el virus circula entre los de 30 años, no tendrá el mismo impacto en las hospitalizaciones y las muertes que si circula entre los de 70”, comenta el asesor de la Junta de Castilla y León. Sin embargo, también alerta de que todavía hay mucha población de entre 50 y 70 años que no está protegida. “Hay un riesgo relevante en edades medias, aparte de que a veces también algunos jóvenes acaban en la UCI y que no todos los daños son directamente por el covid, sino por otras enfermedades debido a la saturación que provoca”, comenta.

El giro de guion

Con este escenario, la desaparición de las medidas más duras tras el fin del estado de alarma llega en un momento de cambio. Estamos ante un punto de inflexión y la pandemia comienza a ser distinta. “El 95% de los muertos ha sido en mayores de 60 años”, recuerda Peiró, pero ahora “nos enfrentamos a un repunte de contactos entre personas más jóvenes que no van a dar tanta hospitalización ni fallecimientos, hay que poner el foco en otra parte”. No obstante, “si tuviéramos un contagio explosivo entre los jóvenes, acabaríamos teniendo un problema hospitalario igualmente”. Por eso los expertos consideran que es importante quitar medidas muy poco a poco, manteniendo al menos las que no necesiten estar amparadas por el estado de alarma, como la regulación de horarios y aforos.

En este aspecto, la cuestión judicial se mezcla con la epidemiológica. “Cada vez va a ser más complicado mantener medidas que tengan que ver con derechos fundamentales. Los jueces admiten mejor las medidas reactivas que las preventivas. Es decir, cuando hay transmisión alta te permiten las medidas duras, pero cuando está baja y dices que vas a restringir actividades para evitar que aumente, les cuesta más verlo”, señala el experto de Fisabio.

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Foto: EFE.

Por eso, hay otro terreno en el que las autoridades deberían trabajar: el mensaje a la sociedad. “Estamos al revés, antes les decíamos a los hijos que no contagiaran a los padres y ahora nos toca empezar a decir a las personas mayores vacunadas que intenten no contagiar a sus hijos, que sigan manteniendo la mascarilla cuando estén con no vacunados”, explica. Aunque cada vez está más claro que las vacunas también evitan contagios, por el momento hay que ser prudentes y minimizar cualquier riesgo.

Aun así, esa es otra de las políticas de normas y de comunicación que será necesario cambiar en breve: “No creo que podamos aguantar mucho más tiempo sin empezar a decir qué pueden hacer los vacunados con otros vacunados, no tienes por qué someterlos a las restricciones que todavía tienen otros grupos de población”, reconoce Peiró. “Hay cosas que tienen que cambiar, no porque cambiemos de opinión, sino porque la situación va siendo diferente y se podrá ir desescalando en muchas cosas”, añade.

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Aunque el estado de alarma tenía fecha de caducidad desde hace tiempo, las imágenes del pasado fin de semana han supuesto una conmoción para gran parte de la sociedad. Al margen del debate sobre las decisiones políticas, las resoluciones judiciales relacionadas con la validez de las distintas medidas o la responsabilidad individual de los ciudadanos, los epidemiólogos se preguntan cuál será el impacto del nuevo escenario ahora que íbamos por el buen camino, con una aceleración de las vacunaciones y unos contagios en línea descendente desde hace semanas.

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