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Hablar alto, gritar y cantar: cuanto más levantas la voz, más propagas el coronavirus
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controversia por los aerosoles

Hablar alto, gritar y cantar: cuanto más levantas la voz, más propagas el coronavirus

Esto ocurre especialmente en espacios cerrados, si es que los aerosoles tienen un papel relevante en la transmisión del covid, un debate que sigue abierto

Foto: Gritar o hablar alto ayuda en la propagación del virus. (Reuters)
Gritar o hablar alto ayuda en la propagación del virus. (Reuters)

Salimos de casa con nuestra mascarilla perfectamente puesta —obligatoria aunque no te cruces con nadie—, pero llegamos al bar, nos la quitamos con la excusa de que tenemos que beber o comer y podemos estar horas charlando con amigos a medio metro unos de otros. Además de hablar alto, reímos o llamamos a voces al camarero. ¿Hemos entendido bien cómo se transmite el virus que nos ha cambiado la vida?

La verdad es que no es fácil, porque los mensajes han sido confusos y hasta contradictorios. Los científicos aún no tienen todas las evidencias y no han alcanzado un consenso en muchos puntos. Y las instituciones van actualizando las normas y las recomendaciones sin razonar mucho los motivos de cara a la opinión pública. Así que al final gran parte de los ciudadanos trata de cumplir las obligaciones, pero no reparan en pequeños detalles que, dada la situación, pueden ser relevantes. ¿Importa mucho si al estar cerca de otras personas hablas alto o bajo, si gritas o si cantas?

Foto: Anabel Gil, Antonio Madejón y Christian Stephenson, CEO de Medusa19 UK. (Foto cedida)

A grandes rasgos, el coronavirus se puede propagar a través de tres vías: el contacto con superficies, las gotículas (pequeñas gotas que expulsamos al toser o al estornudar) y los aerosoles (gotas mucho más pequeñas que expulsamos con solo respirar o hablar y que quedan flotando más tiempo en el aire). A medida que se sabe más sobre el covid, los científicos tienden a darle cada vez menos importancia a la primera: los centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EEUU no descartan que podamos contagiarnos si tocamos un objeto que haya estado en contacto con el virus y luego nos llevamos la mano a la cara o la nariz, pero “no se cree que esta sea la forma principal de propagación”, aclaran.

Así que el contacto cercano entre personas sería la clave. Sin embargo, el debate está abierto entre quienes defienden que las gotículas son el principal medio de transporte que utiliza el virus y quienes creen que los aerosoles tienen un papel más importante. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha defendido la primera postura desde el principio, pero una carta de 239 expertos de todo el mundo, publicada en julio en ‘Clinical Infectious Diseases’, comenzó a cambiar las cosas e hizo rectificar tímidamente al organismo de la ONU.

El debate está abierto entre quienes defienden que las gotículas son el principal medio de transporte del virus y quienes creen que son los aerosoles

La distinción es importante, porque si el virus solo viaja en pequeñas gotas de saliva, haría falta un contacto muy cercano con un infectado —en teoría, caen al suelo a una distancia corta—, pero si va en gotitas tan diminutas como para ser consideras aerosoles (menos de cinco micras o milésimas de milímetro), se puede quedar suspendido en el aire y facilitar el contagio, sobre todo en lugares cerrados. Sin embargo, la discusión se mantiene: hace pocos días, 329 expertos replicaban en la misma revista que esa transmisión aérea no ha sido demostrada y que, en cualquier caso, podría no tener mucha importancia para la propagación de la pandemia.

Emitir 50 veces más partículas

En cualquier caso, el problema de los aerosoles puede ser más complejo de lo que parece. En su dispersión, podría ser decisiva la actividad que estemos realizando, según el investigador José Luis Jiménez, químico de la Universidad de Colorado en Boulder. “Al respirar, estás emitiendo partículas de tu saliva o del fluido respiratorio, de la tráquea y de los pulmones. Si hablas, emites 10 veces más. Si gritas o cantas, 50 veces más”, explica a Teknautas desde EEUU. “Si estás infectado, estas partículas llevan el virus y, al no ser muy pesadas, se quedan flotando igual que el humo, que también es un aerosol”, añade. Esas cifras proceden de estudios anteriores sobre el comportamiento general de los aerosoles y también de experimentos más actuales y específicos sobre el SARS-CoV-2, aunque algunos aún no han sido revisados por pares.

Foto: Dos jóvenes transportan una tabla de 'paddle surf' en Valencia. (EFE)

“Si gritas más, es más fácil que se propaguen las gotitas, pero también salen muchos más aerosoles porque vibran más las cuerdas vocales y una mayor proporción del fluido respiratorio se convierte en aerosoles”, comenta Jiménez. Así, bares, karaokes y cualquier lugar cerrado en el que haya mucha conversación y poca ventilación pueden propiciar los contagios, sobre todo si no se utiliza mascarilla o hay algún motivo para quitársela.

Al contrario, puede haber situaciones, como compartir cama o viajar en transporte público, en que la probabilidad de contagio sea muy reducida a pesar de que la cercanía pueda hacer pensar lo contrario. “Hemos estudiado algunos de los metros de España y del mundo y la posibilidad es baja, porque la gente no habla, lleva mascarilla y la ventilación es buena”, asegura.

No obstante, la distinción entre los espacios abiertos y cerrados es fundamental. Para que se entienda, de nuevo, recurre a la metáfora del humo: “Si un día estás fuera y hace mucho viento, ves que el humo se va muy deprisa; y si estás en una habitación pequeña sin ventilación, el humo se acumula. Si estás cerca de un fumador, recibes mucho humo en la cara; pero si estás lejos, no te llega”, explica.

Puede haber situaciones en que la probabilidad de contagio sea muy reducida a pesar de que la cercanía pueda hacer pensar lo contrario

Jiménez solo utiliza esta analogía para explicar de forma gráfica el comportamiento de los aerosoles, ya que en principio —aclara— el virus no viaja con el humo. En ese sentido, las restricciones al tabaco aprobadas en España se justificarían porque “para fumar hay que quitarse la mascarilla y al expulsar el humo se respira más fuerte”, pero no porque el coronavirus pueda acoplarse a las partículas que lo componen.

Otra cuestión esencial es el tiempo de exposición necesario para infectarse. Según datos de los rastreos de contactos de los CDC, “tendrías que estar hablando con alguien durante 15 minutos sin respetar la distancia para llegar a contagiarte”. Aun así, es poco probable que suceda en el exterior, mientras que en el interior depende de las condiciones de ventilación, pero también del tipo de conversación. “Si en un bar la música está muy fuerte y la gente está gritando para oírse o cantando en un karaoke, es como si en vez de fumarse un cigarro estuvieran fumando 20 a la vez”, afirma Jiménez.

El acto de cantar ha estado en el punto de mira de los epidemiólogos desde el inicio de la pandemia, ya que hay eventos de ‘supercontagio’ que aparecen claramente asociados. El más famoso, documentado por los CDC, es el del coro de una iglesia de Mount Vernon, en el estado de Washington (EEUU), que se reunió el 10 de marzo durante dos horas y media. Solo estaba infectado uno de sus miembros, que en aquel momento pensaba que tenía un resfriado, pero esa reunión fue suficiente para que enfermaran 53 de los 61 asistentes (posteriormente, tres de ellos fueron hospitalizados y dos murieron).

¿Por qué persiste la controversia científica?

A pesar de todo, la OMS, los CDC y gran parte de los expertos del mundo siguen pensando que la vía de transmisión principal del coronavirus deben ser las gotas de saliva que no se mantienen en el aire. “Pensaban que los aerosoles no son importantes y no le han prestado atención”, opina el profesor de la Universidad de Colorado, que fue uno de los promotores de la carta publicada en julio. De hecho, “hay frases que escribí yo mismo”, asegura.

Las razones de este rechazo podrían tener que ver con la historia de la investigación en el campo de las enfermedades infecciosas. En el siglo XIX, predominaba la idea de que el origen de las enfermedades era el mismo, un efluvio relacionado con cualquier tipo de contaminación que se transmitía por el aire. Esta concepción cambió radicalmente con el descubrimiento de bacterias y virus, verdaderos causantes de las patologías, de manera que se descartó la vía aérea para cualquier contagio si el contacto no era muy estrecho.

La OMS, los CDC y gran parte de los expertos del mundo siguen pensando que la vía de transmisión principal deben ser las gotas de saliva

Sin embargo, a lo largo del siglo XX, “se demostró que la tuberculosis o el sarampión se transmiten así”, señala Jiménez. En el caso de la gripe y de las otras epidemias recientes de coronavirus (SARS y MERS), también hay investigaciones que apuntan a la transmisión por aerosoles, “al menos parcialmente”, pero la OMS no lo ha admitido. “Sería un cambio de paradigma demasiado grande, así que hay una resistencia irracional”, opina. El hecho de que gran parte de los defensores de esta teoría procedan de otros campos del conocimiento, desde la química a la ingeniería, no parece que esté ayudando a su aceptación, según el investigador de la Universidad de Colorado.

Aun así, su equipo trabaja en varios frentes para lograr evidencias científicas y para desarrollar métodos que puedan ayudar en esta situación. Por ejemplo, una de las propuestas en las que trabajan es estimar la necesidad de ventilación en un local. Para ello, bares, restaurantes y escuelas podrían adquirir medidores de CO₂, que valen unos 150 euros, ya que “te dicen cuánto aire expirado por otras personas hay en ese espacio”. En un exterior hay 400 partes por millón (ppm), en un sitio cerrado pero bien ventilado, podrían contabilizarse 600, pero en un sitio mal ventilado, puede haber hasta 5.000 ppm. Aunque el CO₂ no tiene nada que ver con el coronavirus, esta medición ofrecería una idea del riesgo de contagio que hay en un espacio determinado.

Salimos de casa con nuestra mascarilla perfectamente puesta —obligatoria aunque no te cruces con nadie—, pero llegamos al bar, nos la quitamos con la excusa de que tenemos que beber o comer y podemos estar horas charlando con amigos a medio metro unos de otros. Además de hablar alto, reímos o llamamos a voces al camarero. ¿Hemos entendido bien cómo se transmite el virus que nos ha cambiado la vida?

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