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Por qué la de Beirut parecía una explosión nuclear: la 'nube de Wilson' es la culpable
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tiene su explicación científica

Por qué la de Beirut parecía una explosión nuclear: la 'nube de Wilson' es la culpable

Se trata de un fenómeno que no tiene lugar únicamente en las explosiones atómicas, pero sí es común en ellas: es consecuencia de la inestabilidad de Rayleigh-Taylor

Foto: A la izquierda, el ataque con bomba atómica sobre Hiroshima; a la derecha, la explosión accidental en el puerto de Beirut
A la izquierda, el ataque con bomba atómica sobre Hiroshima; a la derecha, la explosión accidental en el puerto de Beirut

Decenas de muertos, miles de heridos y un centenar de desaparecidos: la explosión que tuvo lugar en el puerto de Beirut y que ha dejado un cráter de unos 70 metros de radio y una estimación de daños económicos que oscila entre los 3.000 y los 5.000 millones de dólares no fue el ataque de una bomba nuclear, pero casi como si lo fuera. Precisamente el que pareciera una explosión nuclear fue lo que desató las especulaciones en un primer momento, pero detrás de la deflagración no hubo una bomba atómica como la de Hiroshima —cuyo ataque, por cierto, cumple hoy 75 años—, sino una gran cantidad de nitrato de amonio almacenado en el puerto de la capital de Líbano, epicentro de la explosión: el almacén había sido abandonado sin custodiar al menos unos seis años.

La razón de que se confundiera con una explosión nuclear la tiene un efecto denominado 'nube de Wilson', una nube con forma de hongo muy característica, aunque no exclusiva, en las de detonaciones atómicas. "Este tipo de nube aparece cuando la explosión produce un gas caliente que se eleva rápidamente", explica Mar Gómez, doctora en Física. Gómez, que además es responsable del área de Meteorología en Eltiempo.es, señala que lo que ocurre es que el aire que hay por encima "amortigua este gas caliente mientras intenta desplazarse y es literalmente empujado hacia abajo", movimiento que hace que tome esa forma tan distintiva, como si fuera una seta.

A su vez, este fenómeno también tiene su propia explicación científica, bajo el nombre de inestabilidad de Rayleigh-Taylor: es la interacción entre dos materiales, fluidos o gases, cuando uno de baja densidad empuja a otro de alta densidad, y es en este momento cuando se genera la denominada 'nube de Wilson'. Cuando una bomba atómica o una gran cantidad de explosivos —como ocurrió en el caso de Beirut— explotan en un entorno de aire húmedo la onda de choque generada da lugar a una rarefacción, es decir, una reducción de la densidad del aire que rodea la explosión pero no del que la contiene. Esto provoca que el aire se enfríe temporalmente, provocando la condensación de parte del vapor de agua contenido en él.

Las consecuencias de Hiroshima distan, no obstante, de las de la explosión de Beirut: en el primer bombardeo atómico (días después tuvo lugar el ataque de Estados Unidos contra Nagasaki) se estima que murieron unas 80.000 personas de manera inmediata, aunque se le suman muchas muertes relacionadas con la radiación derivada de la explosión. En el caso de Beirut, declarada zona catastrófica, por ahora se han confirmado más de 130 muertos y 5.000 heridos. Según explica Mar Gómez, las explosiones de nitrato de amonio son raras, aunque todos los que han ocurrido en la historia tienen un rasgo en común: que eran resultado de un incendio incontrolable.

Posibles trastornos pulmonares y cardiacos

El nitrato de amonio también es conocido como sal amónica del ácido nítrico, y tiene como principales propiedades su higroscopicidad —capacidad de absorber la humedad atmosférica— y la alta solubilidad en el agua. Una parte significaitva de la atmósfera está compuesta por nitrato de amonio, y también por sulfato de amonio; cuando éste se inhala o se tiene contacto con él puede provocar tos, dolor de cabeza o de garganta e irritación, tanto en los ojos como en la piel. Tal y como indica Gómez, está demostrado que los lugares con altas concentraciones de este tipo de partículas están estadísticamente relacionadas con el aumento de los trastornos pulmonares y cardiacos. También puede tener ciertos efectos si se ingiere, tal y como recoge Protección Civil en sus fichas toxicológicas, provocando náuseas, vómitos, dolor abdominal o diarrea, e incluso quemaduras químicas si se encuentra en alta concentración.

No obstante, a nivel atmosférico el nitrato de amonio es muy volátil: en las zonas más altas de la atmósfera el nitrato es una partícula o una gota; en un día cálido y cerca del suelo se divide en ácido nítrico y amoniaco, depositándose muy rápidamente en la superficie. Precisamente por eso sí puede tener ciertas consecuencias medioambientales: si el ácido nítrico se deposita en la tierra aporta nitrógeno y es un fertilizante para las plantas, pero también produce acidificación e intensifica la emisión de óxido nitroso. Las plantas sedientas de nitrógeno crecen muy rápido, desbancando a otras especies que crecen más lentas y produciendo una alteración en los ecosistemas.

Decenas de muertos, miles de heridos y un centenar de desaparecidos: la explosión que tuvo lugar en el puerto de Beirut y que ha dejado un cráter de unos 70 metros de radio y una estimación de daños económicos que oscila entre los 3.000 y los 5.000 millones de dólares no fue el ataque de una bomba nuclear, pero casi como si lo fuera. Precisamente el que pareciera una explosión nuclear fue lo que desató las especulaciones en un primer momento, pero detrás de la deflagración no hubo una bomba atómica como la de Hiroshima —cuyo ataque, por cierto, cumple hoy 75 años—, sino una gran cantidad de nitrato de amonio almacenado en el puerto de la capital de Líbano, epicentro de la explosión: el almacén había sido abandonado sin custodiar al menos unos seis años.

Bomba atómica Líbano
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