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La incógnita de la vacuna del coronavirus aún por resolver: su efectividad en gente mayor
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el envejecimiento del sistema inmunitario

La incógnita de la vacuna del coronavirus aún por resolver: su efectividad en gente mayor

El envejecimiento explica por qué la respuesta inmune no es eficaz y abre incógnitas acerca de la capacidad de las futuras vacunas de proteger a la población más vulnerable

Foto: Una cortina permite a familias volver a abrazar ancianos en un asilo de Sao Paulo. (EFE)
Una cortina permite a familias volver a abrazar ancianos en un asilo de Sao Paulo. (EFE)
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Las personas mayores son las grandes víctimas del covid, las que engrosan las cifras de hospitalizaciones, estancias en las UCI y fallecimientos. Los casos graves de esta enfermedad tienen que ver mucho con las patologías de base, como la hipertensión o la diabetes, que aparecen con más frecuencia en edades más avanzadas. Sin embargo, otra parte de la explicación está en el deterioro del sistema inmunitario, más débil a medida que pasan los años, hasta el punto de que, en lugar de luchar contra el virus invasor, acaba atacando los órganos que debería defender.

Al conocer la importancia de este factor, los expertos se plantean una duda de cara al futuro próximo en la lucha contra la pandemia: ¿funcionarán las vacunas que se están desarrollando, precisamente, en el colectivo que más las va a necesitar? Vacunar consiste en poner en alerta al sistema inmune, pero la norma general dice que la protección suele ser menor para las personas mayores. ¿Qué pasará con el coronavirus?

Foto: Un trabajador, en el laboratorio de alta seguridad en el Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid. (EFE)

Hace pocos días, la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) publicaba un estudio sobre las características de los pacientes españoles que han sido hospitalizados, un amplísimo ‘retrato robot’ que incluye a más 15.000 personas que pasaron por 150 hospitales de todo el país hasta el pasado 30 de junio y que corrobora con datos el perfil de enfermo grave que los médicos ya habían observado. La principal conclusión de este análisis recogido en la ‘Revista Clínica Española’ es que estas cifras “confirman una estrecha relación entre la edad avanzada y la mortalidad”.

Aunque este Registro SEMI-COVID-19 incluye pacientes de casi todas las edades, entre 18 y 102 años, la mediana de edad de los ingresos está en los 69,4. La tasa de mortalidad llegó al 21%, con un marcado incremento con la edad (entre 50 y 59 años es de un 4,7%; entre 60 y 69 años, del 10,5%; entre 70 y 79 años, del 26,9%; y para los 80 o más años se eleva al 46%).

Los expertos explican que el problema del sistema inmunitario en las personas mayores es doble. El primer factor es que está envejecido: es lo que se conoce como inmunosenescencia. Los linfocitos T que deben protegernos maduran en los órganos linfoides primarios, el timo y la médula ósea, pero estos se van deteriorando con el paso de los años. Los órganos linfoides secundarios, como el bazo y los ganglios linfáticos, son los encargados de iniciar la respuesta inmune específica, pero tampoco funcionan igual que en una persona joven. Así que la capacidad para renovar las defensas se ve reducida.

Al mismo tiempo, el segundo factor es que sufren una inflamación asociada al envejecimiento que es leve pero permanente. En inglés se utiliza el término ‘inflammaging’, fruto de la combinación de ‘inflammation’ (inflamación) y ‘aging’ (envejecimiento), para indicar la conexión entre estos dos procesos. Una situación como la que provoca la infección por SARS-CoV-2 hace que a la larga el proceso inflamatorio sea más fuerte y al final se produzca una mayor gravedad de la enfermedad.

“En el ser humano hay mucha variabilidad, pero en general el sistema inmunitario envejece de forma semejante en todos los sujetos, va perdiendo capacidad de respuesta y tiene un grado de inflamación”, resume para Teknautas Marcos López Hoyos, jefe del Servicio de Inmunología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla y presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI). De hecho, “hay patologías inflamatorias directamente relacionadas con la edad, algunos tipos de afectación vascular inflamatoria típicos de pacientes con más de 60 años que no se producen por ningún mecanismo infeccioso”.

Investigadores del University College de Londres (UCL) han publicado recientemente un artículo en la revista ‘Science’ que revisa lo que se sabe sobre esta cuestión en relación al coronavirus. Las evidencias indican que un sistema inmunitario envejecido agrava la enfermedad y probablemente es el responsable de gran parte de la mortalidad porque reacciona de forma exagerada. Los investigadores señalan algunos de los mecanismos por los que esto sucede. Así, aunque la inflamación basal en una persona anciana sea leve, acaba provocando una cascada de reacciones que llevan a una inflamación grave.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Por ejemplo, la presencia de células senescentes o envejecidas, que también son proinflamatorias, parece estar ligada a ese problema. Aunque existen unas células llamadas NK encargadas de eliminar a las senescentes, es probable que la inflamación de base las inhiba, impidiendo que realicen su función. El resultado es que se suman muchos factores que acaban provocando una gran inflamación grave y la destrucción de los tejidos, especialmente los del pulmón.

Frete a este problema, “una posible estrategia pasa por bloquear la inflamación basal de los pacientes”, explica López Hoyos. De hecho, es lo que se hace con corticoides como la dexametasona, “uno de los fármacos que se ha impuesto en la práctica clínica a la hora de tratar a pacientes de coronavirus”. Un estudio publicado en junio en ‘The New England Journal of Medicine’ indicó que reduce la mortalidad en los casos graves que necesitan oxígeno y ventilación mecánica. Por primera vez se demostraba con datos que un fármaco evitaba muertes en pacientes con coronavirus, así que la OMS pasó a recomendarlo y algunos países lo han incorporado oficialmente a su arsenal terapéutico contra la covid.

La incógnita de las vacunas

Sin embargo, más allá de los tratamientos, a los inmunólogos les inquieta otra cuestión relacionada con la debilidad del sistema inmunitario en personas de edad avanzada: la posibilidad de que las futuras vacunas, cuyos primeros ensayos clínicos parecen ir por buen camino, sean poco o nada efectivas en población mayor. “Eso es lo que no sabemos”, reconoce el presidente de la SEI, “porque a día de hoy solo han reclutado a gente en edad adulta hasta los 55 años”.

Los resultados publicados hasta ahora por parte de los científicos de Moderna (EEUU), la Universidad de Oxford o los proyectos chinos más avanzados corresponden a la fase 1 y a la fase 2, pero es en la fase 3 cuando ya se incluyen a miles de personas de todas las edades. “Ahora es cuando van a comprobar lo que ocurre en población de edad extrema, tanto niños como ancianos, así que veremos si realmente son efectivas en los mayores, si inducen una memoria inmunológica”, apunta el experto. No obstante, antes de llegar a esa última fase de los ensayos los científicos ya pueden obtener algunas pistas a través de los modelos animales en los que se prueba si los candidatos a vacuna son inmunogénicos, ya que pueden incluir ratones en edad avanzada. Aun así, no hay garantías de que los resultados en estos modelos se puedan extrapolar al ser humano.

Es posible que algunas vacunas de las que se están desarrollando sean más adecuadas que otras para las personas mayores. “En buena lógica, las basadas en adenovirus tendrían que funcionar en gente mayor, pero hay que comprobarlo”, señala López Hoyos. De entre las más avanzadas, tanto la de Oxford como la de la compañía china CanSino han optado por proyectos basados en la versión debilitada de un adenovirus, pero no así la de Moderna, que se elabora a partir de material genético del propio virus, el ARN.

Hacia una inmunización imperfecta

En cualquier caso, “la respuesta a las vacunas en personas ancianas es más deficiente por definición, eso ya lo sabemos”, pero el hecho de que no otorguen una protección perfecta no quiere decir que no sean recomendables. El mejor ejemplo es el de la gripe: “Es una enfermedad que mata a mucha gente cada año, así que la vacunación está indicada para personas mayores por su riesgo clínico y les protege bastante. Aunque no produzca una inmunización total, la sintomatología que van a tener será más leve”.

Incluso en pacientes que sufren algún tipo de inmunodeficiencia, el sistema inmunitario se estimula con las vacunas y puede reaccionar frente a las infecciones. “Aunque no consigas una respuesta completa, siempre hay un cierto grado de activación y, por lo tanto, un aumento de la protección”, destaca el inmunólogo.

placeholder Una pareja de ancianos se protege con mascarillas mientras descansan en un banco en Mahón. (EFE)
Una pareja de ancianos se protege con mascarillas mientras descansan en un banco en Mahón. (EFE)

Muy relacionado con esto, los expertos manejan cada vez más el concepto de “inmunidad entrenada”, que es relativamente novedoso. “Ya no se trata de activar una respuesta adaptativa y específica frente a un patógeno en concreto, sino de incentivar la respuesta inmune innata”, explica. Aunque el sistema no tenga memoria para reconocer a un invasor en concreto, puede ser estimulado con otro microorganismo.

De hecho, varios países tienen en marcha ensayos clínicos para comprobar si la vacuna BCG, que se emplea desde hace un siglo contra la tuberculosis, puede ofrecer algún tipo de protección contra el coronavirus. Incluso, según una teoría, la diferente incidencia de la pandemia en unos países y otros podría explicarse en parte por sus políticas sanitarias, de manera que quienes vacunan de forma generalizada a su población frente a la tuberculosis se pueden haber visto menos afectados, una idea que aún no ha sido demostrada más allá de cierta correlación epidemiológica.

Las personas mayores son las grandes víctimas del covid, las que engrosan las cifras de hospitalizaciones, estancias en las UCI y fallecimientos. Los casos graves de esta enfermedad tienen que ver mucho con las patologías de base, como la hipertensión o la diabetes, que aparecen con más frecuencia en edades más avanzadas. Sin embargo, otra parte de la explicación está en el deterioro del sistema inmunitario, más débil a medida que pasan los años, hasta el punto de que, en lugar de luchar contra el virus invasor, acaba atacando los órganos que debería defender.

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