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De los pulmones a tu cerebro: estas son las secuelas del covid-19 incluso en casos leves
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El rastro que deja el virus en el cuerpo

De los pulmones a tu cerebro: estas son las secuelas del covid-19 incluso en casos leves

Problemas respiratorios, musculares, neurológicos y psicológicos preocupan a los médicos tras la salida del hospital, así que ya estudian cómo prevenirlos, seguirlos y tratarlos

Foto: Foto: EFE.
Foto: EFE.

Todavía es demasiado pronto para sacar conclusiones, pero entre los miles de pacientes que ya se han recuperado de covid-19, los médicos van descubriendo algunas secuelas. El tiempo irá diciendo si son más o menos graves, si tienen un carácter temporal o crónico y cómo evitarlas en el futuro. No obstante, superadas las primeras semanas de colapso hospitalario, diferentes especialistas se preparan ya para llamar a los pacientes que fueron dados de alta y evaluar su estado actual. No hay estudios, apenas se tienen los primeros datos, pero las observaciones clínicas mantienen en alerta a los expertos.

Preocupan especialmente los que han tenido que pasar por la UCI con una estancia más prolongada de lo habitual y los que han sufrido lesiones pulmonares más graves, pero lo cierto es que el coronavirus puede afectar a casi todos los órganos y, por lo tanto, dejar un amplio abanico de secuelas que apenas se han comenzado a estudiar: respiratorias, musculares, neurológicas, cardiológicas y renales, entre otras.

Foto: Un paciente de coronavirus, en Italia. (EFE)

Además, no solo se trata de problemas físicos: las especiales circunstancias que rodean la enfermedad pueden tener consecuencias psicológicas inéditas. En los hospitales, ya se piensa en el día después con dos objetivos: prevenir la posibilidad de que los pacientes se vayan a casa con problemas importantes y realizar un seguimiento de los que han sido dados de alta.

El síndrome pos-UCI

Los pacientes de covid-19 que han pasado por la UCI tienen todas las papeletas para sufrir el síndrome pos-UCI, descrito en 2012 por la Sociedad Americana de Cuidados Intensivos, que establece las secuelas que pueden sufrir pacientes tras pasar por estas unidades. Primero, por su prolongada estancia, ya que permanecen entre dos y tres semanas de media. Segundo, porque muchos necesitan ventilación mecánica prolongada. Y finalmente, porque se le administran muchos fármacos para que permanezcan dormidos mucho tiempo y relajantes musculares.

“Hay alteraciones de tipo funcional, porque al haber estado con un ventilador, pierden capacidad respiratoria; también tienen problemas motores, con muchas dificultades para realizar movimientos; sufren trastornos cognitivos, con alteraciones de la capacidad intelectual; y problemas psiquiátricos, con ansiedad, depresión y síndrome postraumático”, resume en declaraciones a Teknautas María Cruz Martín Delgado, responsable del Servicio de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario de Torrejón (Madrid) y especialista en este síndrome.

placeholder Una UCI en Murcia. (Foto: Reuters)
Una UCI en Murcia. (Foto: Reuters)

Estas secuelas no solo se detectan al alta, sino que “hay estudios que han demostrado que se perpetúan pasados seis meses o un año” en el caso de otras estancias en la UCI no relacionadas con la pandemia actual. De hecho, “los que han estado muy graves tardan tiempo en empezar a moverse y las consecuencias son las mismas que en otras enfermedades que requieren cuidados intensivos”, explica la experta, miembro de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC).

No obstante, hay varias características específicas en los pacientes de covid-19. Una de ellas es la disnea o dificultad en la respiración: “Esta falta de aire produce una sensación de agobio y mucha ansiedad”. Por otra parte, “el aislamiento hace que no reciban visitas, tienen menos contacto con sus familias y a la hora de recibir el alta esto produce alteraciones psiquiátricas. Hay pacientes muy deprimidos que no han tenido un apoyo básico, no han tenido contacto con su familia ni sabían lo que pasaba fuera”, añade.

Respiratorias: fibrosis pulmonar

Al margen de que los pacientes hayan pasado o no por la UCI, las secuelas físicas que más preocupan a los especialistas son las respiratorias. “En algunos pacientes, incluso antes de que se vayan a casa, ya estamos viendo que la inflamación pulmonar que han sufrido deriva en una fibrosis”, comenta Iván Moreno, internista y portavoz de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). Esta afección está provocada por la cicatrización de los pulmones, de manera que se genera un tejido más grueso y duro que ocasiona dificultades para respirar.

Según los primeros cálculos, hasta el 20% de los pacientes con síntomas respiratorios podrían padecer fibrosis pulmonar, incluyendo leves y moderados; pero se da por seguro que casi todas las personas que han pasado por la UCI debido al covid-19 sufrirán este problema en mayor o menor medida. Asimismo, es probable que los casos con menor sintomatología –a veces jóvenes asintomáticos que no parecían tener la enfermedad hasta que una radiografía revela que tienen neumonía–, no sufran tanta fibrosis, pero eso “es algo que aún tenemos que averiguar, así que estamos organizando consultas para ver la evolución al cabo de un mes o mes y medio”, apunta el especialista.

La enfermedad también provoca microtrombos que aumentan la presión de la circulación pulmonar

A su vez, la fibrosis puede provocar otros problemas respiratorios. “Hay pacientes que reciben el alta pero se tienen que ir con oxígeno. Nos da la impresión de que será solo de forma temporal, pero hay que verlo, porque podrían pasar meses hasta que se fueran recuperando de esta insuficiencia respiratoria”, apunta. Además, la enfermedad también provoca microtrombos que aumentan la presión de la circulación pulmonar, así que los especialistas no descartan que algunos pacientes desarrollen hipertensión pulmonar a largo plazo.

Musculares: "Hay que enseñarles a andar"

Tras superar la enfermedad, los pacientes notan una gran debilidad durante semanas, un cansancio o “astenia post viral” bastante generalizado. Sin embargo, los que han pasado por la UCI “salen con una pérdida de musculatura brutal y una gran descoordinación motora, como si hubieran desaprendido a andar”, comenta Moreno. Esta situación tiene que ver con la pérdida de masa muscular, pero también con la inflamación de los órganos. “Hay un daño inflamatorio destructivo que altera la unión entre los nervios y el músculo, una miopatía del paciente crítico en términos neurológicos”, comenta.

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Foto: EFE.

De hecho, “tenemos pacientes de unos 50 años que previamente estaban en un estado físico formidable, pero ahora salen con dificultades para andar y están teniendo que ir a centros de rehabilitación”. Los casos más leves son gente que simplemente siente una debilidad, pero en los más graves “les tenemos que enseñar a andar otra vez, es duro verlo”, asegura este especialista en medicina interna que trabaja en un hospital de Valencia.

Los expertos aún no saben si estos problemas musculares tienen más que ver con la prolongada estancia en la UCI o con la gravedad de la enfermedad, ya que ambos factores están estrechamente relacionados: quienes se encontraban en una peor situación han estado más tiempo en cuidados intensivos y, probablemente, han pasado por fuertes tratamientos con corticoides que producen una mayor atrofia muscular.

Neurológicas: muchas dudas

Estos problemas motores están muy relacionados con los neurológicos. Según Moreno, la afectación del sistema nervioso central está muy relacionada con los problemas vasculares que crea esta enfermedad: “La inflamación hace que la sangre se coagule más, pero en covid-19 ocurre en mayor medida de lo habitual y esto llega a provocar más ictus, que no dejan de ser un coágulo en una arteria cerebral. Obviamente, en este caso, las secuelas serían las de cualquier otro ictus y dependen sobre todo de la posibilidad de intervenir en las primeras horas”, señala.

Por otra parte, hay personas que muestran una encefalitis o inflamación cerebral, pero aún no se sabe si puede estar provocada directamente por el virus o si tiene que ver con la inflamación generalizada de otros órganos. “Hay muy pocos casos, pero no sabemos cómo van a evolucionar”, reconoce. Si fuesen por mal camino, “las encefalitis virales dejan secuelas a nivel cognitivo, pérdida de capacidades mentales y funcionamiento motor”, advierte.

Hay muchos problemas de deglución porque llevan muchos días con un tubo en la garganta y tienen que volver a aprender a tragar

En el caso específico de las UCI, según la intensivista del Hospital de Torrejón, los pacientes suelen presentar déficit de atención y ven alteradas sus capacidades de comunicación. En muchos casos, recuperar algunas funciones básicas va a requerir cierto entrenamiento. Por ejemplo, “hay muchos problemas de deglución porque llevan muchos días con un tubo en la garganta y tienen que volver a aprender a tragar los alimentos”.

Cardiacas y renales: menor preocupación

El coronavirus también ataca al corazón y a las arterias, pero los especialistas no están viendo tantas secuelas cardiovasculares. Aunque en covid-19 se registran cuadros graves de miocarditis o inflamación del músculo cardiaco, la recuperación es favorable. No obstante, “es pronto”, advierte Moreno, “habrá que ver cómo es la recuperación de la función cardiaca en los pacientes muy críticos”.

Una de las claves para entender por qué SARS-CoV-2 ataca al corazón o a los pulmones es porque en estos órganos abunda la proteína ACE2, el receptor que utiliza el virus para entrar en las células. Lo mismo ocurre en el caso de los riñones y, de hecho, también hay algunos problemas renales entre los enfermos de covid-19, pero son poco frecuentes. No obstante, “el riñón tiene muchas funciones y hay casos excepcionales de pacientes con un deterioro importante en la fase aguda de la enfermedad que tardan en recuperarse, así que tenemos que estar atentos a la evolución en los próximos meses”. En principio, parece descartarse que los pacientes que han pasado por una enfermedad leve o moderada vayan a tener este tipo de problemas más adelante.

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Foto: Reuters.

Del mismo modo, hay otros problemas que parecen secundarios, pero que pueden tener una gran repercusión en la calidad de vida de los pacientes y cuya evolución aún no está aclarada. Por ejemplo, la pérdida de olfato y gusto (anosmia y ageusia, respectivamente) se suele recuperar en una semana o quince días, pero los médicos comienzan a comprobar que no siempre es así. Ya en otras enfermedades respiratorias, como catarros y gripes, una proporción muy pequeña de pacientes se queda sin estos sentidos de forma permanente. “Esto es muy raro, pero con covid-19 estamos viendo muchos más casos que se prolongan”, apunta Moreno. La señal de alarma estaría entre las tres y las cuatro semanas: más allá de ese umbral, convendría consultar con un otorrino, puesto que hay tratamientos efectivos.

Psicológicas: todo cambia

Más allá de las consecuencias físicas, las especiales circunstancias que rodean a la pandemia hacen que las secuelas psicológicas también sean, en parte, una incógnita. Moreno califica un aspecto de este problema como ‘hospitalitis’: pacientes con sensación de fragilidad que se asustan al tener que volver a casa, porque tienen una sensación de desprotección y angustia. Sin embargo, nunca se había producido tras situaciones tan traumáticas como las actuales: pacientes hospitalizados durante semanas que ni siquiera pueden recibir la visita de sus familiares o ver un rostro humano entre el personal sanitario, oculto por las mascarillas.

Algún caso casi recuerda la película ‘Good Bye, Lenin!’: “He visto el caso de un paciente que ingresó en UCI a finales de febrero y que se despertó a mitad de abril con un país totalmente cambiado. Este tipo de situaciones requieren un trabajo psicológico para volver a contactar con la realidad”, asegura.

Ahora van a ser los cuidadores de los enfermos y tenemos que ver cómo van a gestionar la situación

En ese sentido, María Cruz Martín Delgado explica que también está descrito un “síndrome pos-UCI de las familias”, pero la novedad en covid-19 es, precisamente, ni siquiera han podido acompañar a sus seres queridos ni acercarse al hospital, solo han estado pendientes del teléfono. “Ahora van a ser los cuidadores principales de los enfermos y desde el punto de vista de la salud mental tenemos que ver cómo van a gestionar la situación”, asegura.

También en casos leves

Los expertos vinculan la posibilidad de tener secuelas a la gravedad de la enfermedad, pero están convencidos de que también puede haberlas en casos leves. "El otro día, vimos a un paciente que se había fracturado la mandíbula. No tenía síntomas, pero por protocolo, el radiólogo le hizo el TAC en el tórax y resulta que tenía una neumonía. Así que, con pacientes que incluso asintomáticos están teniendo inflamación en el pulmón, es muy probable que haya secuelas incluso entre gente que no sabe que ha tenido la enfermedad", relata.

No obstante, la infección viral en sí misma no desencadena las consecuencias más graves, que se deben más bien a la respuesta autoinmune: las defensas reaccionan de forma exagerada y provocan la inflamación. Sin embargo, “eso sucede en el corto plazo”, advierte Moreno, “pero también es posible que las defensas queden alteradas a largo plazo y más adelante veamos vasculitis, fenómenos autoinmunes, procesos articulares autoinmunes tipo lupus o artritis reumatoide”.

Por todo esto, los especialistas tratan de evitar las secuelas ya desde los cuidados hospitalarios. Por ejemplo, “hay que intentar reducir la sedación en cuanto sea posible y disminuir los días de ventilación mecánica”, comenta la intensivista. Entre las alteraciones prevenibles y tratables en la UCI también está el llamado delirium: “Les ocurre a muchos pacientes cuando se despiertan, porque están agitados y no saben lo que ha pasado y, a partir de ahí, les cuesta centrar la atención”.

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Foto: Reuters.

Según Martín Delgado, que forma parte del proyecto HUCI (Humanizando los Cuidados Intensivos), un aspecto muy importante es empezar la rehabilitación de forma precoz, tanto motora como respiratoria. “En cuanto los pacientes empiezan a estar mínimamente estables, tenemos que comenzar a trabajar de forma multidisciplinar con los fisioterapeutas para reducir las secuelas ya desde la UCI y esa rehabilitación tiene que seguir durante el resto de la hospitalización”, asegura. La rehabilitación cognitiva es más compleja y, de hecho, “aún tiene que desarrollarse más en nuestros hospitales”, porque es fundamental “reeducar la capacidad mental”.

Todas estas labores están siendo mucho más difíciles de lo habitual en el caso de los pacientes de covid-19 por las medidas de protección establecidas para esta enfermedad, y sobre todo lo fueron al principio: “Los primeros pacientes fueron dados de alta en una situación de colapso del sistema, cuando estábamos dedicándonos al 100% a que los pacientes no fallecieran”.

Tras recibir el alta, el reto es organizar un sistema de seguimiento que permita sacar conclusiones de las secuelas que deja el covid-19. “Somos de los primeros países, junto con Italia, que nos hemos encontrado con este reto y lo mismo pasa a la hora de organizar el seguimiento”, apunta Moreno, “tendremos que hacer pruebas respiratorias, renales y TAC para la fibrosis pulmonar. Hay que revisar bien todos los aspectos y veremos a qué pacientes les quedan secuelas crónicas”, añade.

Y en ese reto jugará un papel importante la Atención Primaria. “Los médicos de cabecera pueden detectar síntomas. Si no se atribuyen a secuelas, pueden pasar desapercibidos o confundirse con otras patologías y tratarse de forma inadecuada”, advierte Martín Delgado.

Todavía es demasiado pronto para sacar conclusiones, pero entre los miles de pacientes que ya se han recuperado de covid-19, los médicos van descubriendo algunas secuelas. El tiempo irá diciendo si son más o menos graves, si tienen un carácter temporal o crónico y cómo evitarlas en el futuro. No obstante, superadas las primeras semanas de colapso hospitalario, diferentes especialistas se preparan ya para llamar a los pacientes que fueron dados de alta y evaluar su estado actual. No hay estudios, apenas se tienen los primeros datos, pero las observaciones clínicas mantienen en alerta a los expertos.

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