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¿Y después del encierro? Lo que nos espera cuando se aplane la curva del coronavirus
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la vida no volverá a ser como antes del virus

¿Y después del encierro? Lo que nos espera cuando se aplane la curva del coronavirus

Todos los expertos consultados coinciden en que la batalla contra el coronavirus no finalizará cuando se levante el estado de alarma. Algunas medidas se mantendrán y se crearán otras totalmente nuevas

Foto: El Ejército, desplegado en el Aeropuerto del Prat para desinfectarlo de coronavirus. (EFE)
El Ejército, desplegado en el Aeropuerto del Prat para desinfectarlo de coronavirus. (EFE)

Resulta imposible saber cuánto tardaremos en disfrutar de otro fin de semana como el del 7 y 8 de marzo, el último antes del estado de alarma por el coronavirus. Las manifestaciones, los enjambres frente a los estadios de fútbol, los bares a rebosar… La escena de dos semanas atrás podría acabar tornando al sepia, convertida en el último instante de una forma de vida estrangulada por la pandemia del coronavirus. Algunas cosas no van a volver, de la misma manera que desde hace años es imposible subirse a un avión sin pasar por los controles de explosivos.

¿Pero qué nos espera cuando acabe el confinamiento? La duda es prácticamente imposible de resolver. Ni siquiera saben hacerlo quienes tendrán que definir las nuevas normas de convivencia para los próximos meses. En lo que sí están de acuerdo todas las personas consultadas (epidemiólogos, virólogos, políticos, economistas, expertos sanitarios, médicos, psicólogos...) es en una cosa: la batalla contra el Covid-19 no finalizará cuando se levante el estado de alarma y salgamos de casa. No se celebrará abrazándonos en las calles como si fuese la liberación de París. Se parecerá más al final abierto de una película de ciencia ficción.

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“Lo que la mayoría de nosotros no hemos entendido todavía, aunque lo haremos pronto, es que las cosas no van a volver a la normalidad dentro de unas semanas, ni siquiera unos meses. Algunas, de hecho, nunca lo harán”, escribía a finales de la semana pasada Gideon Lichfield, director de la 'MIT Technology Review'. En ese artículo, Lichfield fantasea con cines con butacas separadas por un metro de distancia, gimnasios donde se reservan las máquinas para no sudar hombro con hombro, compañías aéreas que te piden los datos de geolocalización antes de embarcar para asegurarse de que no has estado con ningún contagiado, edificios públicos y medios de transporte que leen tu temperatura corporal y tu historial médico o discotecas donde te obligan a ser inmune o estar vacunado antes de entrar...

La primera incertidumbre a despejar es saber qué ocurrirá con los contagios una vez que hayamos aplanado la curva. “El virus no desaparecerá por arte de magia. Hasta que no haya suficiente gente inmunizada para frenar el contagio rápido, el riesgo de un rebrote de la enfermedad seguirá existiendo”, asegura Salvador Macip, profesor de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya. Eso nos obligará a mantener activas muchas de las normas de distanciamiento social durante bastante tiempo. Para Estanislao Nistal Villán, virólogo y profesor de microbiología del CEU, el encierro podría durar cuatro o cinco semanas. “Cuando acabe”, incide, “lo normal es que la relajación de las medidas sea gradual. Habría que ver la conveniencia o no de abrir colegios, institutos y universidades, por ejemplo, como medida para tratar de reducir las trasmisiones en la comunidad”.

Las cosas no van a volver a la normalidad dentro de unas semanas, ni siquiera unos meses. Algunas, de hecho, nunca lo harán

La amenaza de otras epidemias (especialmente del SARS) estandarizó en muchos países asiáticos medidas que provocaban el asombro del viajero occidental: los escáneres de temperatura, el uso esporádico de mascarillas y las medidas sanitarias reforzadas... Todas ellas se convertirán previsiblemente en parte de nuestro día a día. Y tampoco bastarán. Nos acostumbraremos al uso de tecnología para detectar cuanto antes un nuevo brote —por ejemplo, geolocalizándonos a través de nuestros teléfonos móviles, como sucede ya en Corea del Sur—. Y se estandarizarán medidas que hoy todavía parecen futuristas. Una de ellas es identificar a las personas inmunes y darles un grado de libertad distinto al del resto.

¿Carnés de inmunidad?

“Lo más razonable”, explica Nistal Villán, “sería empezar permitiendo la movilidad de las personas que ya están inmunizadas, pero para eso se necesita utilizar un test de diagnóstico para detectar anticuerpos frente al virus en nuestra sangre una vez pasada la enfermedad. Eso permitiría saber quién ha pasado la enfermedad con o sin síntomas”, dice. “Esa gente”, continúa, “ya tendría algo de inmunidad y no sería tan propagadora en caso de volverse a infectar o directamente no propagaría el virus. Con un kit de diagnóstico, esas personas podrían ser las primeras en disfrutar de algo más de libertad de movimientos”.

Foto: Un coche fúnebre, a las puertas del hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, uno de los principales focos de coronavirus en Madrid. (EFE)

Con todo, los expertos dan por hecho que estas medidas no serán suficientes. Y creen que confinamientos, parciales o totales, tendrán que volver. “Son la solución más efectiva, por desgracia. No vamos a tener una vacuna en meses y la única arma que tenemos es reducir los contagios a través de cuarentenas y aislamientos”, asegura Macip. Nistal Villán también tiene claro que el virus seguirá en circulación. “Podemos llegar a controlarlo para que no sature nuestro sistema sanitario, pero no creo que lleguemos a erradicarlo tan pronto”, subraya. “A lo mejor no será tan drástico como ahora, pero es posible que veamos nuestros movimientos limitados. No se puede descartar que la población de algunas zonas tenga que volver a encerrarse”.

La clave, aseguran los epidemiólogos, estará en mantener la tasa de transmisión del virus (R) por debajo de 1 para hacerlo compatible con la infraestructura sanitaria disponible. Si es así, podríamos alcanzar una vida relativamente normal en los próximos meses. Pero si aumenta, el Estado deberá volver a implementar las medidas restrictivas que ya conocemos: desde prohibir eventos masivos o pedir a la gente que trabaje desde casa hasta el cierre de colegios, universidades o restaurantes y, por último, el confinamiento de la población.

“Dependiendo de cómo evolucionen los casos, tendremos que actuar en consonancia, haciendo más estrictas o menos las políticas de aislamiento social”, escribía hace unos días Tomas Pueyo en su artículo "Un baile entre la economía y la sanidad”.

¿18 meses entrando y saliendo?

Otros, como el grupo de investigadores liderados por el epidemiólogo Neil Ferguson, son más pesimistas. En un trabajo publicado hace unos días por el Imperial College, los expertos aseguraban que la ausencia de una inmunidad de grupo nos obligará a aplicar “un distanciamiento social intermitente” durante los aproximadamente 18 meses que tardemos en desarrollar una vacuna. Al fin y al cabo, cuanto más exitosa sea la estrategia de supresión del virus en la actualidad, afirman los investigadores, más potente será la posterior epidemia. “Las políticas de supresión (...) se iniciarán cuando el números de casos confirmados en los pacientes de la ICU exceda cierto umbral”, recalcan. Como se ve en su gráfico, puede que haya que aplicar medidas de contención durante las dos terceras partes del tiempo que pase hasta que se desarrolle una vacuna.

placeholder Gráfico extraído del 'paper' del Imperial College en el que refleja los posibles repuntes del Covid-19 en los próximos meses.
Gráfico extraído del 'paper' del Imperial College en el que refleja los posibles repuntes del Covid-19 en los próximos meses.

Por su parte, un epidemiólogo del Ministerio de Ciencia y Universidades consultado opta por la cautela: “No se sabe en absoluto qué pasará. Primero aplanemos la curva y ya pensaremos qué haremos después. La población va a ir cambiando de un estado de susceptibles (con posibilidad de contagio) a un estado de inmunidad. Tenemos que ir poco a poco y asumir que después quizá debamos mantener el distanciamiento social”. En su opinión, con el coronavirus podría hacerse lo mismo que con la gripe: “Si sigue entre nosotros, habremos establecido los mecanismos para vigilarlo. Cuando supere un determinado umbral, podremos movilizar los mecanismos de control y la movilización de recursos”, afirma.

La sociedad se dividirá previsiblemente en grupos. En un extremo estarán los inmunes, que podrán disfrutar de casi total libertad. En el opuesto, las poblaciones de más riesgo, sometidas a restricciones o recomendaciones de aislamiento. “Como cada vez tendremos más información sobre la enfermedad, nos quedará más claro a quién tenemos que proteger”, explica un neumólogo que está en primera línea de la batalla y prefiere mantener el anonimato.

Foto: Gideon Rachman. (Fotografía cedida)

“La población de más riesgo”, incide Nistal Villán, “debería seguir estando aislada durante un tiempo. Personas mayores, residencias, personas hipertensas, con enfermedades cardiovasculares, con insuficiencia respiratoria… A estos se les debería seguir recomendando quedarse en casa y se debería tener un extremado cuidado con las personas encargadas de su cuidado y atención sanitaria, fijando la prioridad en su diagnóstico. Quizá no se les obligue a permanecer aislados, pero sí se debería hacer una recomendación seria de aislamiento hasta que se controle la situación”. ¿Se podrá visitar una residencia de ancianos con todos los nietos? ¿Podrá volver a la oficina una persona hipertensa o con problemas respiratorios graves? “Probablemente con muchas restricciones. Pero desde luego no como antes de la epidemia, al menos hasta que no demos con una solución”, concreta el neumólogo.

Hospitales de Covid-19

En los países que quieran reducir al mínimo el número de víctimas, los sistemas sanitarios tendrán que adaptarse y transformarse en los próximos meses. En muchos de ellos, se abrirán centros médicos en los que se trate exclusivamente a pacientes contagiados con Covid-19. “En otras epidemias se crearon hospitales específicos para dichas enfermedades”, recuerda Macip. “El Hospital del Mar de Barcelona, por ejemplo, se creó para aislar a los enfermos de tifus. Y lo han hecho en China esta vez. En España, ahora mismo no creo que sea necesario, pero podría cambiar en el futuro”.

Nistal Villán incide en que nuestra vida en los próximos meses estará siempre determinada por la capacidad del sistema sanitario para absorber los contagios. “Si los hospitales no pueden atender a todos los pacientes que requieran asistencia, se deberá incrementar el número de camas, de facultativos, de personal de enfermería y personal de apoyo… Pero tiene que fortalecerse entero, porque si falla una pieza de la cadena, todo falla”.

Para saber el alcance del virus y sus consecuencias a largo plazo, los expertos intentarán descifrar cuanto antes si el Covid-19 se va a estacionalizar. “Los virus respiratorios tienen un comportamiento estacional. Si el coronavirus lo tiene también, es muy posible que tenga un nuevo repunte en otoño/invierno y haya otra curva epidémica”, reconoce el epidemiólogo consultado del Ministerio de Ciencia. Por su parte, Nistal cree que lo esperable es que el Covid-19 se vuelva estacional e infecte “solamente” a personas que no tengan ninguna inmunidad, igual que en la mayoría de los casos de coronavirus circulantes. Al fin y al cabo, algunas gripes actuales son virus que en su día fueron letales.

Foto: Pedro Sánchez, junto a Charles Michel y Ursula von der Leyen.

“El virus de la gripe de 1918 en su día mató entre 40 y 50 millones de personas, de ellas se ha calculado que murieron 300.000 de una población de alrededor de 20 millones de personas en España”, afirma Nistal. El virus de la gripe española, además, fue mucho más mortífero en su segunda oleada en otoño.

El impacto que todos estos cambios tendrán a medio y largo plazo sobre nuestra forma de vida es tan imposible de predecir como las consecuencias sociales y económicas. “Es posible que esta crisis provoque cambios en la manera de socializar que todavía no podemos ni imaginar”, dice Ana Lucas, psicóloga y especialista en ansiedad. “Es previsible esperar que haya un impacto cultural, un cambio que afecte sobre todo a la manera de relacionarnos. Los españoles nos tocamos y socializamos mucho y nos vamos a tener que acostumbrar a tocarnos menos. Por decir algo. Es posible que con el tiempo algunos de los hábitos sociales se recuperen, pero nos va a llevar mucho tiempo”.

Muchas personas estarán pensando que ellas no serán capaces de cumplir medidas de confinamiento o distanciamiento social durante un largo periodo de tiempo. Pero como afirmaba al 'Washington Post' Natalie Dean, bioestadística de la Universidad de Florida, nuestra actitud irá cambiando conforme veamos cómo empeora la situación en los hospitales y nuestros familiares o amigos fallecen por el coronavirus. “Siendo honestos, con lo que tenemos por delante es muy temprano para preguntarse: ¿cuánto tiempo podremos estar así?”, aseguraba Dean. “Es como preguntar a un bombero cuándo te podrás mudar a casa de nuevo mientras tu edificio sigue en llamas”.

Resulta imposible saber cuánto tardaremos en disfrutar de otro fin de semana como el del 7 y 8 de marzo, el último antes del estado de alarma por el coronavirus. Las manifestaciones, los enjambres frente a los estadios de fútbol, los bares a rebosar… La escena de dos semanas atrás podría acabar tornando al sepia, convertida en el último instante de una forma de vida estrangulada por la pandemia del coronavirus. Algunas cosas no van a volver, de la misma manera que desde hace años es imposible subirse a un avión sin pasar por los controles de explosivos.

Síndrome respiratorio agudo severo (SARS) Ministerio de Ciencia
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