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Se busca doctor extracomunitario para ocupar la plaza que ningún español quiere
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YA EN SU CENTRO DE SALUD MÁS LEJANO

Se busca doctor extracomunitario para ocupar la plaza que ningún español quiere

Estos doctores extracomunitarios se instalan allí donde ningún médico español quiere trabajar. Podrían ser muchos más, pero hay cientos atascados en un cuello de botella burocrático

Foto: Ruiz Aponte, pasando consulta en Molina de Aragón. (A. V.)
Ruiz Aponte, pasando consulta en Molina de Aragón. (A. V.)

La España vaciada está sostenida ahora mismo por manos como las de José Antonio Ruiz Aponte, un cirujano venezolano de 62 años que aterrizó en España en 2012 y, ocho años más tarde, pasa consulta en el centro de salud de Molina de Aragón, el pueblo de Guadalajara que se ha convertido en la capital oficiosa de la Laponia española, una de las regiones con menos densidad de población de Europa.

Antes de eso, este médico con fuerte vocación rural ha deambulado por otras regiones despobladas de Asturias o Castilla y León.

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Diferentes diálogos pero mismo guion: lugares apartados donde los médicos españoles, por urbanitas o arraigados, nunca piden plaza. En las salas de espera abunda una población envejecida, dispersa y a menudo huraña con el extranjero, al que han tenido que acostumbrarse a la fuerza. Actualmente, de los nueve médicos del ambulatorio de Molina de Aragón, seis son extracomunitarios.

"Dewell, dominicano, Stéphane, de Haití, Fátima y yo, de Venezuela, Leo, de Colombia, Ivan, de Ucrania, Miguel, Jesús y Nieves, españoles", enumera el cirujano. "La mayoría de los españoles no vienen a estos sitios y los que vienen, o no tienen el MIR realizado —cuestión importante— o tienen mucha edad y rehúyen la presión asistencial".

Ruiz Aponte llegó a España con 55 años tras ejercer durante tres décadas en su país, pero todo su historial como médico quedó borrado al aterrizar. El venezolano se vio obligado a hacer el MIR y, tras él, competir por puestos y salarios de recién licenciado. Comenzó a encontrarse aquí y allá con hasta nueve compatriotas de su misma promoción e incluso con los profesores que les habían dado clase. Todos en su misma situación, trabajando en centros de salud rurales y otros destinos variopintos.

Cuando llegan a España, su currículo se resetea: "El presidente de la Sociedad de Urología de Venezuela está empleado haciendo psicotécnicos"

"El presidente de la Sociedad de Urología de Venezuela estaba empleado aquí haciendo psicotécnicos y buscando otro trabajo", recuerda.

¿Qué hace usted en el pueblo?

Los hijos de Ruiz Aponte decían de su padre que era un doctor de "monte y culebra", siempre pidiendo destinos apartados de las grandes aglomeraciones. "Me gusta el rural porque me permite ser médico: poder manejar el tiempo con mi paciente, no tener solo cinco minutos", explica a El Confidencial. "Y en una población con un promedio de edad tan alto, no puedes esperar que un abuelito de 80 se entere de todo en cinco minutos, ni él se merece que le des un mareo rápido".

Desde que entró en nuestro país quiso ser destinado al ámbito rural, para la residencia pidio Molina de Aragón y no se lo dieron. Lo más 'rural' que le ofrecieron fue Cabanillas del Campo, una ciudad dormitorio de 10.000 habitantes a cinco kilómetros de la capital alcarreña.

placeholder Molina de Aragón puede llegar a alcanzar los -10ºC en invierno. (EFE)
Molina de Aragón puede llegar a alcanzar los -10ºC en invierno. (EFE)

El primer obstáculo para los médicos extracomunitarios es que no se pueden ser hechos indefinidos ni ocupar puestos interinos, lo cual dificulta mucho el alquiler de una vivienda o la compra de un coche. Sin embargo, algunas regiones (Castilla y Leon, Asturias, Extremadura o la Comunidad Valenciana) modificaron esa norma y ofrecieron puestos indefinidos, así que allá que se fue Ruiz Aponte.

Su primer destino fue Asturias. Paradójicamente, esta comunidad es la sexta de España con más médicos por cada 100.000 habitantes. Pero, según se deduce de la experiencia del venezolano, la realidad no es tal y como se refleja en las estadísticas. "Si aquí faltan médicos, en Asturias es ho-rro-ro-so", exclama. "Nosotros nos quejamos aquí porque tenemos que cubrir a dos compañeros cuando se van de guardia, y si otro se pone malo o se va de vacaciones, son tres y a veces cuatro. A veces hasta cuatro. Ese 'a veces' de aquí es lo normal en Asturias: allí, cuando tienes suerte, faltan dos".

Si aquí en Guadalajara faltan médicos, en Asturias es ho-rro-ro-so

"La medicina en Asturias está centrada en el trabajo administrativo: el médico da citas, el médico da los botes del laboratorio... Todo para ahorrarse contratar más personal". Así que volvió a hacer la maleta, esta vez en dirección a la meseta. "Me ofrecieron lo mismo en Castilla y León: Negro, vente 'pacá' que estamos buscando médicos y te doy un contrato indefinido en interinidad".

El cuello de botella extracomunitario

Para que este cirujano rural pudiera acceder al MIR, fue imprescindible homologar su título. El examen en el que participó fue el último en celebrarse durante muchos años, dando paso a un largo desierto sin que los galenos extracomunitarios pudieran aspirar a regularizar su situación. A finales de 2019, se puso fin a siete años sin estos procesos, pero entre medias se ha ido formando una montaña de profesionales extranjeros que solo pueden ejercer como médicos eventuales y haciendo sustituciones. Otros han logrado homologar su título en Medicina pero no acreditar su especialidad, por lo que se vuelven a ver rebajados al nivel de médico raso.

"Pese a que el real decreto que regula esta homologación dice que se realizará un examen cada año, hemos estado desde 2012 sin ellos", explica Pablo Mejía, un traumatólogo colombiano que lleva 18 años trabajando como especialista en España sin el reconocimiento de su título oficial. "Estamos más de 1.000 especialistas trabajando sin título ahora mismo en España, tanto en la pública como en la privada, sin que hasta el momento hayamos podido encontrar una solución con la Administración", añade Mejía, quien preside la Asociación de Médicos Especialistas Extracomunitarios.

Según denuncian, la mera revisión de sus expedientes por parte de una comisión supone un proceso de cerca de dos años. Si algo se complica y les cuesta acreditar que poseen los años de formación básica de la especialidad, entran en un interminable y costoso galimatías jurídico. Es más sencillo, por tanto, echarse al monte en busca de plazas que no requieran el MIR. Todos estos profesionales pueden pasar años trabajando en un mismo centro, pero un día suena el teléfono y al siguiente, como pasó en Galicia hace unos meses, 40 médicos extranjeros se van a la calle sin rechistar.

Como también le pasó al propio Ruiz Aponte.

"Me la quitaron en Castilla y León, nos fuimos todos los extracomunitarios", explica. "La cosa es que hicieron una oferta pública de empleo, y es lógico, te tienen que quitar la plaza que ha sido escogida; pero resulta que nos sacaron de aquellos trabajos sin que nadie hubiera escogido la plaza y los que iban a decidir no decidieron, entonces nos volvieron a llamar. Ahora espérame".

Ninguno de ellos volvió. En España hay trabajo de sobra para quien se desplaza adonde nadie más quiere ir. El teléfono del venezolano volvió a sonar. Su tutora de la residencia en Guadalajara había sido ascendida y le ofrecía volver. Y esta vez, a su anhelada Laponia del Sur.

placeholder ¿Siguiente? La consulta del venezolano en Molina de Aragón. (A. V.)
¿Siguiente? La consulta del venezolano en Molina de Aragón. (A. V.)

"Así es como volví. No estoy indefinido pero me ofrecieron el rural, que era lo que yo quería", cuenta."Cuando por fin me la dieron, me decían 'mira, Negro, por fin te dieron Molina de Aragón' y yo me encendía: ¡tuve yo que irme por ahí antes de que me la dieran!".

La vida rural

Para un médico de Molina de Aragón, el trabajo no termina en los límites del término municipal. En un 'desierto demográfico' como este —la densidad de población de la comarca es de 2,5 habitantes por kilómetro cuadrado— resulta perentorio coger el coche y desplazarse a aldeas con apenas un puñado de personas. Aragoncillo, Torremochuela, Rillo de Gallo, Canales de Molina, Anchuela del Pedregal, Tordelpalo, Hombrados...

Los estudios dicen que muchos de estos lugares están próximos a desaparecer. Ruiz Aponte dice que están ya muertos hace tiempo. "Hay pueblos que no conozco: no hay nadie".

Foto: Aldea abandonada en la provincia de Lugo. (EFE)

"Esos pueblos están de nombre, algunos me dicen que viven en Pradilla o Torremochuela pero es mentira, viven aquí, allí solo están empadronados", revela. "Hay muchísimos pueblos en los que no está el 99% de los que dicen que están, y lo sé porque cuando llaman para una urgencia los del centro me dicen: 'No, no, está aquí". Nunca se guía por la dirección que aparece en el sistema sino por la que le dice el personal. Buena parte de ellos solo viven allí 15 días durante el verano.

A veces le llaman de urgencia para ir a esos pueblos. "En uno de ellos vivían solo dos hermanos y la pareja de uno de ellos, en otro una abuela con dos hijos y otros tres señores. La primera vez que fui a Anchuela del Pedregal vi a ocho personas y al volver me dijeron: '¿Has visto a ocho? Pues ya los has visto a todos".

¿Has ido a Anchuela del Pedregal y has visto a ocho? Pues ya los has visto a todos

Se nota que, en esas expediciones, es cuando realmente disfruta. Va a ver a personas mayores que pasan solas días enteros sin cruzarse con nadie, mucho más en invierno. La práctica clínica implica no solo valorar el incidente, sino el contexto en que se desarrolla. Para algunos, la soledad es letal, pero para otros la alternativa podría ser peor. "A algunos hay que dejarlos en su entorno y en esa soledad, no tiene sentido mandarlos a una residencia, solo necesitan una cuidadora entrenada", porque a menudo se encuentra viejos cuidando a viejos, donde uno de ellos es el enfermo, el otro el cuidador, y Ruiz Aponte se pregunta, "¿pero aquí quién cuida a quién?".

Los cuidadores y cuidadoras también son, por cierto, casi todos extranjeros.

¿Hay soluciones a este problema?

En próximos días, el Ministerio de Sanidad hará públicos los resultados del examen MIR celebrado el pasado 25 de enero. De aquí saldrán 7.512 plazas, una cifra mayor que en 2019 pero, para mucha gente, insuficiente para compensar las bajas por jubilación.

"Nuestra propuesta era incrementar en 2.500 las plazas al año, hasta las 10.000", dice a este periódico Carlos Rus, presidente de ASPE, la patronal de la sanidad privada española. "Y por otro lado dar salida de una forma más eficiente a los médicos que están solicitando la homologación para poder trabajar en España", unos 3.000 según sus últimos datos.

A los hospitales privados les interesa contratar este tipo de perfiles. Por las limitaciones que impone Sanidad a la hora de que los MIR puedan hacer su residencia, solo 150 médicos al año acaban haciéndola en un centro privado. "De cara a la pública y en el ámbito rural, sería interesante hacer agrupaciones de centros dispersos por los que los residentes puedan rotar; hay comunidades como Asturias o Cantabria que se beneficiarían mucho", añade Rus.

Desde su consulta en Molina de Aragón, Ruiz Aponte coincide en el diagnóstico: "Tienen que orientar mejor la contratación del personal extracomunitario, primero porque lo necesitan", dice. "La cantidad de médicos que produce España no es suficiente con las necesidades existentes, y lo que no puede ser es que teniendo esa presión asistencial no aceleres ese proceso".

¿Se ven aquí en el futuro?

La Administración, a todos los niveles, es consciente del precario equilibrio en el que se sostiene la sanidad rural. Los más de nueve millones de españoles que viven en pueblos de menos de 10.000 habitantes, también. Los planes son muchos —repartir pulseras de aviso o crear redes de vecinos voluntarios que atiendan las urgencias hasta que llegue el médico—, pero el déficit de médicos sigue sobre la mesa pese a los planes de incentivos para médicos "en centros de dificil cobertura". Pero el dinero no lo es todo.

A Ruiz Aponte, por ejemplo, le aflige no poder seguir desde Molina de Aragón su desarrollo como médico. "A mí me gusta mucho estudiar y me preocupa el esfuerzo para mantenerme. Aquí no dan facilidades, por ejemplo, ayer hubo una charla sobre el coronavirus, pero había que ir a Guadalajara. Con los medios actuales, ¿por qué no preparan un vídeo en 'streaming' o una actividad? Estoy haciendo un curso 'online' en geriatría, ¿pero hasta cuándo voy a estar invirtiendo en eso, a qué precio?".

placeholder El médico venezolano, en su consulta. (A. V.)
El médico venezolano, en su consulta. (A. V.)

Dice que en algún momento se mudará a Guadalajara capital, sobre todo pensando en sus hijos, también médicos, actualmente repartidos por Latinoamérica y que se plantean venir. Hasta entonces, el venezolano seguirá con sus expediciones a aldeas que se desvanecen, con sus guardias, seguirá un tiempo más viendo cómo, con la llegada del calor, regresan los lugareños exiliados a sus orígenes y a pedirle recetas, pese a saber —perfectamente bien— que no pueden hacer eso en otra comunidad autónoma.

En estos tiempos que corren, solamente los ancianos enraizados en la comarca le otorgan, a él y a sus compañeros, esa autoridad antigua de 'médico del pueblo'. "Eso ha cambiado mucho, los madrileños o los catalanes que vienen al pueblo se creen que los que estamos aquí somos todos paletos, que el médico es de última fila, que nunca ha estudiado y casi que vino con guayuco".

"A lo que sí nos tenemos que enfrentar los médicos extracomunitarios es al racismo, a la xenofobia: un médico español es don Juan, nosotros somos Paco, Pedro, Luis", sentencia. "Como una señora, que en abril del año pasado nos dijo que teníamos aquí una 'merienda de colores' y que a ver a quién le mandaban: yo le dije a mi jefe que salvo extrema necesidad me negaba a ir, que si podía ir otro médico, que fuera: no voy a un sitio donde me maltratan".

Pero, sobre todo, seguirá padeciendo a diario las consultas a ancianos a los que en realidad no les pasa nada.

Hay un chiste en el que dos señoras se encuentran en la sala de espera del médico y una le pregunta a la otra, "oye, ¿por qué no viniste ayer?", y esta le responde, "es que estuve enferma". Ese chascarrillo es la realidad que Ruiz Aponte vive a diario en Molina de Aragón, o más bien el drama: el médico lo único que acaba tratando a menudo es la soledad en que viven esas personas que han hecho de la visita al médico una forma de socialización.

Los extracomunitarios nos tenemos que enfrentar al racismo: un médico español es don Juan, nosotros somos Paco, Pedro o Luis

El gran problema de que estos centros de salud rurales en toda España estén sostenidos por médicos extracomunitarios es, por supuesto, qué pasará cuando algún día se marchen.

La España vaciada está sostenida ahora mismo por manos como las de José Antonio Ruiz Aponte, un cirujano venezolano de 62 años que aterrizó en España en 2012 y, ocho años más tarde, pasa consulta en el centro de salud de Molina de Aragón, el pueblo de Guadalajara que se ha convertido en la capital oficiosa de la Laponia española, una de las regiones con menos densidad de población de Europa.