Colas y caos médico: el problema que puede disparar los casos de coronavirus de Wuhan
Muchos en China no solo temen la infección porque les puede matar: también les preocupa caer enfermos y sobrevivir, por el elevado precio que puede suponer su ingreso en un hospital
Un dato: el 60% de los ciudadanos chinos gasta el 60% de sus ahorros en los últimos 28 días de su vida. La razón hay que buscarla en las facturas médicas. Porque, aunque la seguridad social del gigante asiático se extiende rápido y cubre ya al 90% de sus 1.400 millones de habitantes, el modelo que rige su funcionamiento es el del copago. Y, por regla general, el máximo cubierto en el tratamiento de las enfermedades es del 80%. En el caso de las dolencias más graves, y sobre todo entre la población con menos recursos, ese 20% restante puede provocar la bancarrota del paciente. Y de su familia.
[Última hora del coronavirus de China]
Buen ejemplo de ello es un hombre apellidado Liu que a finales de 2018 ingresó en un hospital público de Wuhan con un infarto de miocardio y una arteria coronaria bloqueada. En 79 días, la factura de los procedimientos y del tratamiento a que fue sometido ascendió a 1,6 millones de yuanes (207.000 euros). En Estados Unidos, esa cantidad habría sido todavía mucho más abultada, pero en un país que acaba de superar la barrera de los 10.000 dólares de renta media, incluso el 20% de esa suma puede resultar imposible de afrontar. “La prioridad era salvar su vida. Incluso antes de las operaciones, estábamos preparados para pagar mucho dinero, pero nunca pensamos que fuese a ser tan caro”, declaró su hija al 'Diario del Pueblo'. “El precio se ajusta a la normativa”, se defendió un médico.
En esta coyuntura, y ante la epidemia del virus de Wuhan que ha infectado ya a más gente en China que el SARS, muchos no solo temen la infección porque les puede matar: también les preocupa caer enfermos y sobrevivir, por el elevado precio que puede tener su ingreso. Así que el Gobierno chino ha sido rápido a la hora de afirmar que correrá con todos los gastos del tratamiento de quienes desarrollen la enfermedad. El seguro, además, pagará por adelantado y reduciendo al mínimo el papeleo. Es una medida destinada a tranquilizar a la población en el aspecto económico, y también una inteligente decisión política: la legitimidad del Partido Comunista al frente del país depende de su capacidad para proporcionar bienestar a la población.
Claro que sorprende que un país que blande la hoz y el martillo no haya adoptado la sanidad universal. “Se puede decir que, a ese respecto, Europa es más comunista. Pero hay que tener en cuenta varias peculiaridades de China: en primer lugar, que aún es un país en vías de desarrollo; en segundo lugar, que cuenta con una población de 1.400 millones, y en tercer lugar, que las cotizaciones y la recaudación vía impuestos son todavía muy inferiores a las de los países desarrollados”, explica un médico del hospital de Ruijin, en Shanghái, que prefiere mantenerse en el anonimato.
Cualquiera que acceda a este centro médico ‘triple A’ —como se clasifica a los mejores del país— puede pensar que se encuentra en Europa o en Estados Unidos. Es moderno, limpio y cuenta con los últimos avances tecnológicos en medicina. Se nota que China destina ya más de seis billones de yuanes (780.000 millones de euros) a sanidad, según datos del Banco Mundial. Es casi el 5% del PIB, cuatro puntos porcentuales menos que España y menos de una tercera parte de lo que gasta Estados Unidos. Son 550 euros por persona.
Pero el hospital de Ruijin sorprende también por otra cosa: está atestado de gente. “En gran medida, eso se debe a que mucha gente de otras ciudades viaja hasta aquí para recibir mejores cuidados. Es uno de los problemas que se derivan de las grandes desigualdades que hay entre el ámbito rural y el urbano. Las inversiones en Sanidad son también muy diferentes”, añade el cardiólogo.
Esa brecha ha quedado patente con la epidemia del coronavirus 2019 nCoV. Aunque Wuhan es una megalópolis de 11 millones de habitantes y está considerada la capital económica del centro de China, el sistema sanitario se ha visto desbordado por la epidemia. Seguramente, habría sucedido lo mismo en cualquier otro país del mundo en una situación similar, pero la gran población del gigante asiático exacerba sus consecuencias. En las redes sociales, se han visto largas colas de pacientes que buscan tratamiento en hospitales que se han quedado sin camas, personal agotado incapaz de contener el llanto y falta de material médico. Los sanitarios llegaron a rechazar pacientes porque no tenían dónde meterlos.
Tras el decreto de cuarentena en la mayor parte de la provincia de Hubei, epicentro del virus, China ha sacado la artillería pesada para contrarrestar las críticas. Las autoridades han despachado a 6.000 médicos y enfermeros procedentes de todo el país, cuyas despedidas de sus familiares han enternecido a la población, y la capital, Wuhan, ha logrado sumar 5.000 camas en sus centros de salud. Por si fuese poco, los próximos días 2 y 5 deberían estar acabados los dos hospitales exprés de 1.000 camas que se están construyendo —y cuyos trabajos se pueden seguir en tiempo real ‘online’—. La segunda potencia mundial saca músculo para demostrar a la población y al mundo que se toma en serio la situación y, sobre todo, que tiene capacidad para hacer frente al virus.
No obstante, las críticas por la tardanza en actuar llueven desde los cuatro puntos cardinales, y el propio alcalde de Wuhan, Zhou Xianwang, se ha ofrecido a dimitir por ello. “No hemos actuado correctamente en esta epidemia. Creo que nuestra capacidad para hacer frente a una crisis como esta debe mejorar”, afirmó en una inusual y sorprendente entrevista televisiva en el principal canal de la cadena estatal CCTV.
Pero Zhou también afirmó que, si en un principio se ocultó la información, fue porque su Administración local necesitaba autorización del Gobierno central para hacerlo. Esos días de opacidad fueron clave para la propagación del coronavirus, ya que cinco millones de personas abandonaron Wuhan antes de que la ciudad se cerrase.
En cualquier caso, la China de hoy tiene poco que ver con la que encaró la epidemia de SARS entre 2002 y 2004. Ya no es la fábrica del ‘todo a cien’, sino que es capaz de producir todo tipo de material médico avanzado. No en vano, los 'kits' para las pruebas que permiten confirmar si un paciente está infectado por el 2019 nCoV se fabrican en el noreste del país. También es el segundo país del mundo que más invierte en I+D, y los científicos chinos se han sumado a los estadounidenses en el desarrollo contrarreloj de una vacuna. El martes, un equipo de la Universidad de Hong Kong anunció que ya la ha producido, aunque advirtió de que los ensayos —primero en animales, luego en personas— podrían alargarse hasta un año.
Mucho más larga será la transformación que vive el sector sanitario en China, y que seguramente aprenderá varias lecciones de lo que sucede estas semanas. “Hay que lograr más recursos y distribuirlos de forma más uniforme”, afirmó Wu Jinglei, director de la Comisión Municipal de Sanidad y Planificación Familiar de Shanghái. También es importante, incidió, la formación de un personal cualificado que esté distribuido por todo el territorio, porque en muchas zonas rurales los sanitarios no cuentan con los conocimientos necesarios. De hecho, el 10% ni siquiera tiene el título universitario.
Y luego está la financiación de los hospitales, que dependen en exceso de una venta de fármacos que incita al exceso en la medicación. “La reforma sanitaria tiene que estar centrada en los intereses de la población, no en las necesidades económicas de los hospitales”, sentencia Wu. En la situación actual, afortunadamente, el Gobierno chino ha entendido que, como expresó el propio presidente del país, Xi Jinping, en su reunión con el director general de la Organización Mundial de la Salud, la respuesta debe responder también a los intereses sanitarios del mundo y no a campañas de 'marketing' político.
Un dato: el 60% de los ciudadanos chinos gasta el 60% de sus ahorros en los últimos 28 días de su vida. La razón hay que buscarla en las facturas médicas. Porque, aunque la seguridad social del gigante asiático se extiende rápido y cubre ya al 90% de sus 1.400 millones de habitantes, el modelo que rige su funcionamiento es el del copago. Y, por regla general, el máximo cubierto en el tratamiento de las enfermedades es del 80%. En el caso de las dolencias más graves, y sobre todo entre la población con menos recursos, ese 20% restante puede provocar la bancarrota del paciente. Y de su familia.
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