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El científico que burló la censura en Berlín Oriental publicando secretos sobre radiación
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Ingenio para burlar el sistema de la RDA

El científico que burló la censura en Berlín Oriental publicando secretos sobre radiación

El físico Sebastian Pflugbeil escribía estudios clandestinos sobre los riesgos de la contaminación y de la industria nuclear que luego difundía en las iglesias

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“Estaba prohibido divulgar cualquier tipo de datos sobre problemas ambientales. Eran ‘top secret’”, cuenta a ‘Teknautas’ el físico alemán Sebastian Pflugbeil. Hoy retirado del mundo académico, aunque participante habitual en conferencias y eventos internacionales, Pflugbeil trabajaba como investigador en Berlín Oriental durante la Guerra Fría. Podría ser el caso de cualquier otro científico que vivió la censura de esta república soviética, pero su historia esconde un caso bastante especial.

Los científicos que, como él, vivían en la República Democrática Alemana (RDA) topaban con los límites que las autoridades imponían subrepticiamente. No había ningún tipo de prohibición explícita, pero tenían claro que una censura silenciosa estaba detrás de la inexistencia de estudios y datos. “No podías encontrar trabajos sobre contaminación en ninguna revista científica, ni publicarlos”, apunta Pflugbeil. Por eso, algunos de ellos, como el propio Plugbeil, decidieron elaborar ingeniosas tramas para burlar esa censura y colar información prohibida.

Foto: Submarino SSK ruso de la clase Kilo. (Foto: UKMoD)

Desde su fundación en 1949 y hasta la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 —cuyo trigésimo aniversario se cumple este sábado— y posterior reunificación alemana, la RDA se encontraba bajo dominio soviético. Como en la URSS, en el estado comunista teutón abundaban las normas no escritas y los secretos que a nadie convenía (ni interesaba) divulgar.

Los problemas de contaminación y los riesgos vinculados a la industria nuclear, asociada tanto al suministro de energía como a la fabricación de armas, eran dos asuntos tabúes para la comunidad científica. “Nadie se molestaba siquiera en estudiarlos. Algunos institutos de investigación llegaron incluso a cerrar porque dejaron de tener sentido”, señala el físico retirado, que hoy dirige la Sociedad para la Protección de la Radiación alemana.

Estudios clandestinos

Después de las detonaciones de las primeras bombas atómicas en 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, científicos y activistas a nivel mundial comenzaron a preocuparse e indagar sobre sus efectos. Fue el punto de partida también para las investigaciones de Pflugbeil, que por entonces trabajaba en el Instituto Central de Investigación Cardiovascular de la Academia de Ciencias de la RDA.

Gracias a que era miembro de esta institución, tenía acceso a su nutrida biblioteca, por donde pasaban libros y publicaciones internacionales. Y decidió divulgar esa información. “Pude hacer copias de trabajos sobre plantas nucleares, minería de uranio y sobre los problemas de la energía en general”, cuenta. A principios de los 80, ya existía un debate abierto sobre las armas atómicas en la Alemania del Oeste, bajo dominio de los Aliados. La información llegaba, aunque a cuenta gotas y filtrada, a la parte oriental del país gracias a los medios de comunicación occidentales.

El accidente de la central nuclear soviética de Chernóbil, ocurrido en 1986, marcó otro punto de inflexión. “Recabé la información que pude sobre sus efectos y comencé a dar charlas en las iglesias. Solo podíamos reunirnos y hablar de ello en casa o en las iglesias”, asegura Pflugbeil. Un año después de la catástrofe, el físico logró convencer a los líderes de la Iglesia Protestante para publicar un estudio sobre energía y medio ambiente. El documento, que elaboró junto con el matemático Joachim Listing, fue impreso y divulgado por la comunidad eclesiástica, que también lo firmaba.

placeholder Imagen de Sebastian Pflugbeil con los originales de los documentos elaborados sobre energía y medio ambiente y sobre minería de uranio.
Imagen de Sebastian Pflugbeil con los originales de los documentos elaborados sobre energía y medio ambiente y sobre minería de uranio.

“Fue una gran oportunidad porque no podíamos venderlo en librerías ni editarlo por los medios habituales. Los científicos necesitábamos una licencia si queríamos publicar un estudio de más de dos páginas”, dice Pflugbeil. El trabajo recogía previsiones de suministro y demanda energética y un análisis de la situación y potencial de diferentes formas de energía, desde la nuclear a la térmica, pasando por las fuentes renovables, todavía poco exploradas.

Contaminación del aire y eficiencia energética

Además de recoger información sobre las centrales nucleares, las instalaciones de enriquecimiento de combustible y de la minería de uranio en la RDA y otros países, el documento trataba otros problemas como la contaminación asociada a las centrales térmicas de carbón de Alemania Oriental. “Eran muy viejas y liberaban gran cantidad de gases y partículas a la atmósfera. No había dinero suficiente para comprar filtros modernos ni dispositivos para extraer el dióxido de azufre”, señala Pflugbeil.

También hablaban de eficiencia energética. “Los edificios tenían instalaciones antiguas de calefacción central sin termostatos. La única manera de regular la temperatura era abrir las ventanas”, indica el científico retirado.

Junto con otro amigo, el activista Michael Beleites (muy presente en los movimientos ecologistas de Alemania Oriental), Pflugbeil elaboró un segundo documento sobre minería de uranio. Combinaron la información recabada por Beleites, que vivía en una zona de extracción, y la contenida en los pocos estudios que pudo consultar el físico. “En la RDA no había literatura científica sobre la extracción de uranio. Era secreto”, dice.

Escribieron unas pocas copias a máquina en su propia casa. “No supimos cómo ocurrió, pero al día siguiente los Stasi [agentes del Ministerio para la Seguridad del Estado, el servicio de inteligencia de la RDA] ya conocían su existencia”, cuenta el científico alemán.

placeholder Manifestación contra la Stasi (15 de enero de 1990). (Fuente: Robert-Havemann-Gesellschaft/Rolf Walter)
Manifestación contra la Stasi (15 de enero de 1990). (Fuente: Robert-Havemann-Gesellschaft/Rolf Walter)

Pero las autoridades no pudieron parar su difusión. “Llegó a manos de medios de comunicación occidentales y provocó que el Gobierno, varios expertos y las autoridades de energía atómica de Alemania Oriental tuvieran que buscar argumentos para rebatirlo”, prosigue Pflugbeil. De todas formas, asegura, tuvieron suerte de que la revolución que desembocó en la reunificación llegara poco después. “Si hubieran tenido más tiempo, seguramente nos habrían parado los pies”, advierte.

La caída del muro el 9 de noviembre de 1989 se tradujo también en cambios en el sistema de investigación teutón. Seis meses después, investigadores y los ministros de ciencia de Alemania Occidental y Oriental (Heinz Riesenhuber y Frank Terpe, respectivamente) se reunieron en una cumbre científica en Bonn para discutir sobre el futuro de la ciencia en el estado reunificado. Los principios de esta cumbre se incluyeron en el Tratado de Unificación alemán, que entró en vigor en octubre de 1990.

Sebastian Pflugbeil fundó el movimiento político Nuevo Foro poco antes del colapso de la RDA y, por un breve periodo de tiempo, ejerció de ministro sin cartera durante el gobierno de transición de Alemania Oriental.

“Estaba prohibido divulgar cualquier tipo de datos sobre problemas ambientales. Eran ‘top secret’”, cuenta a ‘Teknautas’ el físico alemán Sebastian Pflugbeil. Hoy retirado del mundo académico, aunque participante habitual en conferencias y eventos internacionales, Pflugbeil trabajaba como investigador en Berlín Oriental durante la Guerra Fría. Podría ser el caso de cualquier otro científico que vivió la censura de esta república soviética, pero su historia esconde un caso bastante especial.

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