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¿Por qué las morsas se están suicidando? La respuesta al enigma podría estar en Valencia
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UNO DE LOS ANIMALES MARINOS MÁS INTRIGANTES

¿Por qué las morsas se están suicidando? La respuesta al enigma podría estar en Valencia

A diferencia de los delfines, que acuden a las playas a interactuar con el ser humano, la ciencia no sabe casi nada de las morsas. En Valencia, un equipo vierte luz sobre esta enigmática especie

Foto: Ferrero junto a la morsa Petrushka (Oceanogràfic)
Ferrero junto a la morsa Petrushka (Oceanogràfic)

Para mucha gente, recluir a un animal de una tonelada acostumbrado a vivir en el Ártico dentro de un edificio de Santiago Calatrava podría resultar una crueldad excesiva, pero a veces la ciencia requiere de sacrificios como este para resolver un caso intrigante que afecta a una especie vulnerable de mamífero marino. El particular edificio que nos ocupa fue diseñado, además, por Félix Candela.

El año pasado, Netflix estrenó un documental llamado 'Our Planet' que contenía una escena escalofriante. La bióloga Sophie Lanfear había escuchado historias de que en una pequeña isla rusa, docenas de morsas estaban trepando una colina y arrojándose por un precipicio. Se encaminaron hacia allí. Al llegar, se estremecieron al contemplar la estampa de estos mamíferos semiacuáticos acercándose al borde y dejándose caer. No estaban preparados para el 'shock'. En el documental, Lanfear aparece con lágrimas en los ojos. "Es lo peor que he grabado nunca", dijo uno de los cámaras.

Muchos plantearon hipótesis, desde el efecto de la contaminación al cambio climático, pero ningún científico en ningún lugar del mundo ha sabido, de momento, ofrecer una explicación a lo que parecía un suicidio masivo. Porque de las morsas, por desgracia, se conoce aún muy poco.

Lo que se va descubriendo es, sin embargo, fascinante. Son cognitivamente muy avanzadas, gregarias, sociales y capaces de escucharnos en nuestra longitud de onda. Las crías pueden pasar hasta cinco años acompañadas de su madre, y cuando una morsa va a cazar, solo le deja su vástago a otra en la que confíe. Cuando uno piensa en el animal marino más inteligente, inmediatamente viene a la mente el delfín, pero las morsas no se quedan atrás en habilidades sociales... Es solo que apenas están estudiadas.

Foto: Los investigadores consiguieron su objetivo esperando al tiburón de seis branquias a casi 600 metros de profundidad (Foto: YouTube)

Para conseguir que eso cambie, Diana Ferrero, cuidadora y entrenadora de mamíferos marinos, llega cada mañana al Oceanogràfic de Valencia. En total, son siete las personas que, junto con ella, se encargan de los tres ejemplares de morsa que llegaron en 2003 al centro, que en los últimos tres años ha emprendido un viaje para convertirse en un centro de investigación y no solo de espectáculo.

"A mí, la inteligencia de las morsas me ha sorprendido, yo había trabajado dentro de los pinnípedos con focas y con leones marinos, y las morsas son otra historia. A nivel cognitivo, a nivel social, es una pasada de especie", explica a este periódico. "Creo que es más desconocida por la accesibilidad de la especie, delfines hay en muchas zonas del mundo, pero las morsas están mucho más aisladas".

Dado que las morsas duermen hasta más allá de las 11, lo primero que hacen es prepararles el desayuno. Cada una de ellas come entre 20 y 22 kilos de pescado al día.

Tartas de hielo con pescado, cubitos de hielo con mejillones, juguetes rellenos... Todo lo que le gusta a la morsa sirve para reforzar

Así que, además de los habituales cubos con arenques o mejillones, los cuidadores preparan lo que ellos conocen como 'fiesta', alimentos que entretengan a los animales y les sirvan para reforzar comportamientos positivos: "Tartas de hielo con pescado, cubitos de hielo con mejillones, juguetes rellenos... Todo lo que le gusta al animal sirve para reforzar", explica Ferrero a El Confidencial. "La clave es tener un montón de variabilidad en el enriquecimiento".

Para hidratar a las morsas, también preparan trozos de gelatina con distintas formas o colores. Hoy, tienen aspecto de beicon.

placeholder Una de las morsas contempla a una visitante. (Oceanogràfic)
Una de las morsas contempla a una visitante. (Oceanogràfic)

En el Oceanogràfic, la temperatura del agua para las morsas está a 14,5ºC, unos 12 más que en el Polo Norte. Eso hace que también necesiten menos ingesta calórica para apuntalar su capa de grasa. Cada una de ellas tiene su dieta medida al milímetro, para evitar que su peso esté por encima o por debajo de lo debido, pero se compone habitualmente de capelín, arenque, mejillón, bacaladilla y calamar.

Cuando las morsas, que suelen dormir juntas y agrupadas, se levantan, están habitualmente rodeadas de excrementos, que deben limpiar. Además, realizan una inspección visual de los animales para comprobar que no les pase nada malo. A partir de ahí, comienzan las sesiones. "Podemos hacerlas cada 10 minutos, cada media hora... Ellas no saben cuándo vamos a ir ni con qué las vamos a sorprender en esas sesiones", explica la cuidadora. "Ellas establecen distintas relaciones con cada entrenador, y para determinadas sesiones de entrenamiento nos viene bien saber qué cuidador tiene una relación más estrecha con cada animal, porque eso va a facilitar más el proceso de aprendizaje. Todos trabajamos con todas, pero eso se nota".

placeholder Buenos días, princesa. (A. V.)
Buenos días, princesa. (A. V.)

Estas sesiones mezclan la investigación científica que se hace de estos animales con otros programas de estimulación, como un protocolo de enriquecimiento ambiental. "Necesitan un grado de estimulación física y mental elevado", añade Ferrero. "La mental se la damos a través del entrenamiento, de pequeños retos que les ponemos cada día y luego para reproducir conductas naturales como la alimentación: ellas van forrajeando por el fondo arenoso con las vibrisas, levantan la arena, expulsan agua a presión y luego tienen una capacidad de succión muy grande, todos esos comportamientos necesitan reproducirlos aquí también a diario".

Para lograrlo, les introducen alimentos en objetos o juguetes, alrededor de un 30% de la comida es transformada o colocada de esta forma para obligar a las morsas a buscarla, como ocurre en la vida fuera del acuario. En el Ártico, estos animales usan sus bigotes —de un material comparable a brotes de bambú— para rastrillar el fondo marino y encontrar comida que aspirar, habitualmente moluscos bivalvos como mejillones o almejas.

placeholder Algunos de los juguetes, construidos en un material especial, para las morsas (A. V.)
Algunos de los juguetes, construidos en un material especial, para las morsas (A. V.)

Hoy, además, Tani, Nino y Petru tienen estudio científico.

En la cúpula

Alicia Borque, investigadora en el centro, quiere entender mejor el metabolismo de estos animales, de los que se conoce tan poco. "Con las morsas, estamos haciendo ahora cosas que nunca se han hecho en el mundo", explica esta bióloga, "estudiar cómo funciona todo su sistema pulmonar y cómo se engrana con el resto de sistemas, por ejemplo el circulatorio, para que estos mamíferos marinos aguanten la respiración debajo del agua durante tanto tiempo".

Esto serviría, entre otras cosas, para ver cómo afectan las enfermedades al sistema respiratorio de estos animales, porque en cetáceos, por ejemplo, es una de las mayores causas de mortalidad. Cuando se hallan delfines varados en las playas, a la mayoría se les encuentran afecciones del sistema respiratorio. Borque emplea técnicas espirométricas para conocer las funciones basales de las morsas.

placeholder La bióloga comprueba los niveles de O2 y CO2 de la respiración de Petrushka. (A. V.)
La bióloga comprueba los niveles de O2 y CO2 de la respiración de Petrushka. (A. V.)

"Con nuestros equipos, podemos calcular el metabolismo de los animales, es decir, cuánto les cuesta hacer una determinada actividad", explica. "Eso es una gran incógnita, cuánta energía invierten no solo en bucear y cazar sino en preservar su temperatura en los climas fríos donde viven, y es de las cosas que estamos estudiando aquí".

Su última novedad es emplear una novedosa cúpula, desarrollada en el propio centro, para poder medir el metabolismo de las morsas desde el mismo momento en que asoman la cabeza por la superficie. Para hacer esto, claro está, necesitan que Ferrero y los otros cuidadores entrenen a los animales previamente para que hagan lo que los científicos demandan: que entren en la piscina, buceen durante tres minutos y saquen la cabeza por la cúpula, donde deberán aguantar durante otros cuantos minutos.

"Cuando empezamos, solo lográbamos tenerlas ahí durante dos segundos", dice la entrenadora. "Ya vamos por siete minutos".

placeholder La morsa, con la cabeza dentro de la cúpula. (A. V.)
La morsa, con la cabeza dentro de la cúpula. (A. V.)

La cúpula está conectada a un tubo largo de aspiración que, a su vez, está conectado a un analizador de gases que mide, por cada respiración del animal, cuánto oxígeno está cogiendo y cuánto dióxido de carbono está devolviendo.

¿Cómo se relaciona todo esto con la muerte de centenares de morsas en el Ártico ruso? Pues, principalmente, porque sabemos que allí el entorno está cambiando. Las causas están claras, pero todavía desconocemos las consecuencias y si esas imágenes del documental se deben a alguna de ellas.

"En el Ártico, la capa de hielo está desapareciendo por el cambio climático", explica Borque. "Las morsas suelen vivir en los bordes de ese hielo, porque justo debajo de ese perímetro están las zonas más ricas en comida". Pero dado que ese hielo, especialmente en verano, se empieza a retraer, esto obliga a las morsas a moverse a zonas nuevas y de más profundidad. "Por lo que no sabemos si van a ser capaces de adaptarse a una forma distinta de invertir su energía".

En el Ártico, la capa de hielo está desapareciendo por el cambio climático y las morsas suelen vivir en los bordes de ese hielo

De momento, están descubriendo que la energía invertida por una morsa cuando bucea bajo el agua no es muy diferente a cuando está estática. Aquí, las condiciones están absolutamente medidas para Tanya, Ninotchka y Petrushka.

Carecen de la incertidumbre y el estrés de las morsas salvajes que se suicidaron en Rusia, pero todo experimento científico que pretenda salvar esas morsas necesitará un grupo de control. Reproducible y replicable, como este.

Para mucha gente, recluir a un animal de una tonelada acostumbrado a vivir en el Ártico dentro de un edificio de Santiago Calatrava podría resultar una crueldad excesiva, pero a veces la ciencia requiere de sacrificios como este para resolver un caso intrigante que afecta a una especie vulnerable de mamífero marino. El particular edificio que nos ocupa fue diseñado, además, por Félix Candela.

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