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Por qué los sorteos por apellidos para las oposiciones son un 'tongo', según la ciencia
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Por qué los sorteos por apellidos para las oposiciones son un 'tongo', según la ciencia

Un informe de matemáticos españoles pide erradicar por completo este sistema, que no ofrece las mismas probabilidades a todos los participantes

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Decir que las administraciones públicas discriminan a los ciudadanos en función de sus apellidos suena un poco fuerte, pero hay casos en los que ocurre y se puede demostrar matemáticamente. Algunas convocatorias públicas utilizan el sorteo como fórmula para otorgar plazas o realizar determinados procedimientos, pero cuando se hace en función de los apellidos el azar no les da a todos los participantes las mismas probabilidades.

El sistema consiste en elaborar una lista con los candidatos por orden alfabético y elegir una letra por sorteo. A partir de la primera persona que tenga un apellido con esa inicial se empieza a contar. Los ejemplos en los que se utiliza este método son muy variados. Así se elige el orden de participación en ciertas partes de oposiciones en algunas comunidades autónomas, por ejemplo, la exposición oral a la que se someten los candidatos a ocupar un puesto de profesor o las pruebas físicas de futuros policías.

Foto: (Montaje: G. C.)

Es posible que en estos casos la importancia en el resultado final sea menor, pero hay otras situaciones determinantes para la vida de las personas que se eligen directamente por sorteo, como la adjudicación de plazas en centros escolares e incluso la selección de personal en algunas administraciones y los beneficiarios de una beca si al concurrir por méritos se ha producido un empate.

¿Qué tiene de injusto utilizar el sorteo por apellidos? Un informe que acaba de dar a conocer la Real Sociedad Matemática Española (RSME) denuncia el problema: la distribución de los apellidos no es uniforme para las 27 letras del abecedario. Hay muchos que empiezan por M y muy pocos por Y, por ejemplo, y esto altera las probabilidades que tiene cada una de las personas implicadas.

placeholder Varias profesoras momentos antes de examinarse para optar a una de las 30.562 plazas de funcionarios docentes que se ofertaron en España este verano. (EFE)
Varias profesoras momentos antes de examinarse para optar a una de las 30.562 plazas de funcionarios docentes que se ofertaron en España este verano. (EFE)

“Dentro de una misma letra va a haber importantes diferencias. Imaginemos que en un sorteo sale la letra G. Si la lista de admitidos o seleccionados corre desde la G hasta la M, siempre estará por delante un Martínez que un Muñoz. También un Ramírez tendrá más opciones en cualquier sorteo que un Ribera, como yo, y yo tendré más que un Rubio”, explica a Teknautas Juan Miguel Ribera, miembro de la RSME.

Casos extremos: la plaza imposible

El informe de los matemáticos alerta de que incluso “hay casos extremos en los que determinadas personas tendrían garantizado obtener la plaza, y otras no la podrían conseguir, independientemente del resultado del sorteo”. Cuando sólo están en juego 10 puestos y hay 12 Martínez en la lista, es imposible que Muñoz sea elegido a pesar de que salga su letra.

La escasez de puestos agrava la injusticia. “Cuantas menos plazas haya, menos posibilidades tendrá un Muñoz. Si sólo hay dos puestos y por delante tiene un Martínez y un Mínguez, su probabilidad será nula”, añade el matemático.

Un caso real que en su día fue denunciado por arquitectos era el de la adjudicación de peritajes en Madrid por este sistema. Si no se realizaban más de 2.000, era imposible que le tocase a un perito llamado Guzmán, puesto que había más apellidos con la G que esa cifra.

Para tratar de corregir esta situación, algunos sorteos optan por incluir dos letras del apellido o incluso por sortear la primera letra del primero y la primera del segundo. Sin embargo, los candidatos siguen sin tener las mismas opciones. Un Garicano va a quedar por detrás de todos los García en todos los sorteos incluso si se incluyen tres letras.

placeholder Un total de 116.000 aspirantes en toda España se presentaron al examen de las oposiciones en Correos para obtener uno de los 2.295 empleos fijos. (EFE)
Un total de 116.000 aspirantes en toda España se presentaron al examen de las oposiciones en Correos para obtener uno de los 2.295 empleos fijos. (EFE)

Para colmo, en algunos sorteos que tienen en cuenta las dos primeras letras, no se reemplaza la letra que ya ha salido. “Imaginemos que la primera letra que sale es la L y se sortea la segunda sin que la L vuelva a entrar en juego, sería imposible que saliera alguien apellidado Llanos”, comenta Ribera, que pertenece a la Comisión de Jóvenes de la RSME, que ha elaborado el informe.

Según datos extraídos del INE, el 12,23% de los españoles tiene un apellido que comienza por M; el 11,22%, uno que empieza por G; y el 9,17%, por C. En cambio, sólo hay un 0,13% de personas con apellidos cuya inicial es la K, un 0,11% con la W y aún menos con X (0,03%).

La lista no corre igual

Esto afecta de varias maneras, no sólo a quienes están dentro de la misma letra, sino también a los de letras próximas. Si hay pocas plazas en juego y nos apellidamos Navarro, aunque salga una letra tan cercana como la M, vamos a tener pocas opciones de estar entre los agraciados. En cambio, si somos Zambrano es probable que lo logremos aunque la letra que haya salido sea muy anterior, por ejemplo, la T, ya que la lista correrá por varias de las letras menos frecuentes (U, V, W, X, Y).

“El ejemplo más común y el que afecta a más gente es la adjudicación de plazas escolares”, destaca. Ocurre o ha ocurrido hasta ahora en Madrid (que ha modificado la norma el pasado curso), en Asturias y en Castilla y León. También en la selección de personal de la Xunta de Galicia.

A los matemáticos les llama especialmente la atención que una entidad que fomenta la cultura científica, como es la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), haya utilizado este sistema para adjudicar plazas en los Campus Científicos de Verano, una actividad para jóvenes de la ESO y Bachillerato, cayendo así en el anumerismo, es decir, en la incapacidad “de manejar cómodamente los conceptos fundamentales de número y azar”, según lo definió el matemático y divulgador John Allen Paulos en el libro ‘El nombre anumérico.

placeholder El ejemplo más común del problema de estos sorteos, y el que afecta a más gente, es la adjudicación de plazas escolares. (EFE)
El ejemplo más común del problema de estos sorteos, y el que afecta a más gente, es la adjudicación de plazas escolares. (EFE)

Está claro que un sorteo sólo es justo cuando todos los participantes parten con la misma probabilidad de éxito, por eso el informe sirve de denuncia a un problema provocado por la falta de una mínima cultura matemática. “Nos hemos encontrado muchos casos últimamente y nos preocupa, porque supone restar probabilidades a algunas personas e incluso anular las de otras”, denuncia Ribera.

Los expertos han advertido de esta injusticia reiteradamente, por ejemplo, en un artículo publicado en la revista especializada SUMA por José Antonio Pérez Porcel. También en un estudio exhaustivo de Ramiro Martínez Pinilla publicado en la revista TEMat, que mostraba matemáticamente las diferencias de probabilidad que provoca este sistema y lo hacía simulando una gran cantidad de sorteos con datos reales de la población española a partir de la información del INE.

Además se han esforzado por difundir el problema y hacerlo llegar a las administraciones. Por eso, no entienden que el sorteo por apellidos siga siendo una opción habitual y menos teniendo en cuenta que la alternativa es obvia y simple: “Haces un listado con todos los nombres y a cada nombre le asignas un número. Si el sorteo se hace de forma aleatoria, tendrás las mismas opciones te apellides de una forma o de otra”.

Es tan obvio que la auténtica sorpresa es que no se esté aplicando”, señala Ribera, “es una solución sencilla para un problema que nos parece muy grave, porque ahora mismo no todo el mundo tiene las mismas oportunidades ante solicitudes de becas o de escolarización”.

Decir que las administraciones públicas discriminan a los ciudadanos en función de sus apellidos suena un poco fuerte, pero hay casos en los que ocurre y se puede demostrar matemáticamente. Algunas convocatorias públicas utilizan el sorteo como fórmula para otorgar plazas o realizar determinados procedimientos, pero cuando se hace en función de los apellidos el azar no les da a todos los participantes las mismas probabilidades.

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