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Por qué hay 18.000 plantas de biogás en Europa y apenas 50 en España
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LASTRADAS POR EL IMPUESTO AL AUTOCONSUMO

Por qué hay 18.000 plantas de biogás en Europa y apenas 50 en España

La producción de energía eléctrica a partir de residuos agroganaderos es testimonial, pero el sector espera reactivarse para fabricar gas natural renovable que se podría inyectar a la red

Foto: Planta de biogás de Salamanca. (Enusa)
Planta de biogás de Salamanca. (Enusa)

La idea es aprovechar los residuos biodegradables de la agricultura y la ganadería para producir energía renovable y fertilizantes para el campo a la vez que se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Es decir, transformar lodos, estiércol, purines, restos de cosechas y de alimentos en electricidad y calor, evitando quemar combustibles fósiles y obteniendo un abono con lo que sobre.

Ese plan perfecto que plantean las plantas de biogás parece haber despegado en Europa. Hace una década apenas superaban las 6.000 y según el último informe de la European Biogas Association (EBA), que recoge datos hasta 2017, ya hay casi 18.000.

Foto: Uno de los coches del proyecto All-gas, frente a los esteros de Chiclana. (A.V.)

España no se ha subido a ese tren. Desde hace tiempo se ha estancado en apenas 50 instalaciones de este tipo, según los responsables de un sector lastrado por años de desincentivación del autoconsumo eléctrico, cambios de normativa e inseguridad jurídica.

El Real Decreto 661/2007 estableció tarifas reguladas para la venta de energía eléctrica que pretendían fomentar la creación de este tipo de plantas. Los productores iban a poder disfrutarlas hasta 15 años después de poner en marcha su negocio, pero la llegada de la crisis hizo que todo saltara por los aires. Nada más arrancar el Gobierno de Mariano Rajoy acabó con estos incentivos a través del Real Decreto 1/2012, la famosa moratoria a las renovables que dejó de primar las nuevas instalaciones. Después se redujeron los ingresos de las que ya estaban en marcha y, aunque siguen teniendo un régimen especial, su rentabilidad es escasa o inexistente.

“Si no hay primas ni tarifas especiales, el sector no es viable económicamente, porque no surgió como una energía renovable más, sino como una solución medioambiental, porque ofrece un tratamiento para la materia orgánica”, explica a Teknautas Francisco Repullo Almagro, presidente de la Asociación Española de Biogás (Aebig).

placeholder Cámaras de biogás. (Enusa)
Cámaras de biogás. (Enusa)

Hasta ahora, vertederos, depuradoras y centros de tratamiento de residuos sólidos urbanos han asumido casi toda la gestión de esa materia. No obstante, en los últimos meses se han abierto posibilidades de que las plantas de biogás tengan algún papel tras una serie de medidas que vuelven a favorecer el autoconsumo, eliminan las tasas de hidrocarburos para estas instalaciones y sobre todo fomentan la producción de biometano, es decir, el gas metano de origen biológico.

La “nueva ventana” del biometano

Los productores ya trabajan en ese nuevo planteamiento, que el biogás agroindustrial que se transforma en energía eléctrica deje paso a la producción de biometano para que sea inyectado directamente en la red de gas natural.

“El gas de origen fósil que se importa de Argelia tiene una riqueza en metano del 97% y el que producimos en las plantas de biogás está entre el 55 y el 60%. El resto es casi todo CO2, pero puede limpiarse hasta llegar hasta ese 97%. De hecho, cuando se hace no se distingue molecularmente del gas natural fósil”, señala el experto.

Por eso, las propias compañías de gas son las más interesadas en el desarrollo de esta “nueva ventana” que se abre en el sector. Además, aparte de incorporarse a la red, también podría utilizarse en los vehículos que funcionan con gas natural comprimido.

El interés de las empresas de gas

Mientras que en Europa hay cerca de 600 plantas de este tipo, los proyectos en España aún son testimoniales y todavía no hay ninguno conectado a la red, aunque se espera que esto ocurra próximamente. De momento, el problema es muy parecido al de la producción de electricidad: “Un metro cúbico de gas fósil es mucho más barato que la misma cantidad de biometano si sólo tenemos en cuenta su valor energético, así que tenemos que insistir en la necesidad de medir todos los costes y beneficios”, apunta Francisco Repullo.

Un metro cúbico de gas fósil es mucho más barato que la misma cantidad de biometano si sólo tenemos en cuenta su valor energético

Además, falta un sistema de certificación que garantice que el biometano procedente de estas plantas se inyecta correctamente a la red: “Tiene que haber una entidad que compruebe que se realiza en unas condiciones determinadas y todavía no está asignada, así que el sistema está en desarrollo”.

Aun así, el sector gasista está interesado y tirando del carro. “Europa apremia a la descarbonización y está claro que el sector del transporte y el agroganadero son los que más contaminan”, destaca el presidente de Aebig, así que “se va a exigir que el porcentaje de biometano sea cada vez alto en la mezcla con el gas fósil”.

Los vehículos en Suecia

Los expertos en biogás consideran que inevitablemente se establecerán obligaciones e incentivos económicos y que para algunas empresas también será una cuestión de imagen. “La hoja de ruta está clara y hay países muy avanzados. En el caso del gas comprimido, el 90% del que se utiliza en Suecia ya es renovable, los vehículos que lo llevan pueden aparcar gratis y si son taxis, tienen prioridad para acceder al aeropuerto”, según Francisco Repullo.

La cuestión es si las pocas plantas de biogás españolas, preparadas inicialmente para producir energía eléctrica, podrían adaptarse a la fabricación de biometano ahora que esta posibilidad parece mucho más atractiva. “Técnicamente, no hay ningún problema, se trataría de sustituir el motor generador de electricidad por el equipamiento que permite limpiar el gas; pero hay que tener en cuenta que muchos no han amortizado la primera opción y tienen sus ingresos planificados”, señala.

placeholder Instalaciones de biogás en Salamanca. (Enusa)
Instalaciones de biogás en Salamanca. (Enusa)

En esa tesitura se encuentra la planta de biogás de Emgrisa en Salamanca, que quiere sumarse a la producción de biometano. “Tenemos en estudio el sistema de depuración del gas para poder inyectarlo a la red”, comenta José Luis Girón, ingeniero de proyectos y responsable de la instalación. Ni siquiera les frena el hecho de no tener cerca la red de gas para conectar su producción, ya que el sistema de transporte consistiría en una fina tubería.

En cualquier caso, no piensan renunciar a la producción de electricidad. Emgrisa, que pertenece al Grupo Enusa, tenía previsto construir cuatro plantas de biogás, pero la moratoria de 2012 dinamitó la idea y sólo se materializó la primera, que sobrevive “con la rentabilidad justa”.

Mucho más caro que el gas argelino

Sus responsables calculan que el coste del biometano puede ser seis veces superior al del gas procedente de Argelia, de manera que resultaría imprescindible algún tipo de primas o tarifas especiales para que esta nueva vía de negocio pueda consolidarse en España.

“Al hablar de ayudas a las energías renovables, se partía de la premisa de que tanto la eólica como la solar fueran bajando sus costes, pero en el caso del biogás es imposible”, de manera que faltan inversores en este sector y las entidades financieras tampoco lo respaldan.

Los paneles solares y los aerogeneradores son mucho más atractivos porque, además de ofrecer más ingresos, exigen una menor dedicación, ya que no hay que preocuparse por suministrar materias primas ni deshacerse de los residuos después.

Economía circular

Por eso, José Luis Girón considera que hay que tener en cuenta que este sector cumple otras funciones dentro de la llamada economía circular: recoge residuos, los valoriza como energía, evita emisiones y, además, produce abono para los agricultores.

Cada comunidad autónoma decide qué residuos se pueden utilizar, no existe un criterio unificado. En este caso, dos granjas cercanas les suministran purines y estiércoles; y también reciben desechos agrícolas: subproductos de una azucarera, polvo de tabaco y polvo de cereal. Una vez que el material es digerido para producir gas, aún quedan restos que se pueden aplicar al campo como fertilizante.

placeholder Interior de la planta de biogás. (Enusa)
Interior de la planta de biogás. (Enusa)

“Trabajamos con gente que son tanto agricultores como ganaderos, así que nos traen purines y se llevan abono. La idea es contribuir al desarrollo rural”, indica José Luis Girón, pero no se muestra muy optimista. “Es difícil que este sector despegue. La única forma de reactivarlo es que la administración obligue a que se realice una trazabilidad de los residuos agroganaderos, a gestionarlos para que fuesen a parar a instalaciones de tratamiento”, opina. Una opción son las plantas de compostaje, pero esa “vía seca” no es adecuada para los purines y los lodos, que podrían aprovecharse mejor en las de biogás, según este experto.

El modelo alemán no es exportable

Según los datos de la European Biogas Association, Alemania superó ya hace tiempo las 10.000 plantas de biogás. La pregunta es qué tiene de diferente su modelo y por qué no se ha copiado. “Consiste en cultivar maíz y meterlo directamente en la planta, porque se pagaba bien, pero ya ha cambiado la normativa y de todas formas no es deseable competir con la industria alimentaria”, asegura Francisco Repullo.

Por eso cree que el caso alemán no es exportable. Lo que sí tienen otros países es un sistema de incentivos a la producción en función de la inversión, la potencia instalada o la energía que se produce. En el caso del biometano, Francia es la gran referencia.

Si aquí hubiese incentivos, tenemos un potencial increíble, sobre todo porque somos líderes en porcino

“Si aquí hubiese incentivos, tenemos un potencial increíble, sobre todo porque somos líderes en porcino, el tercer productor mundial, así que tenemos residuos para aburrir y la necesidad de hacer algo con ellos”, destaca el presidente de Aebig.

Pero de momento la realidad es que una planta de biogás es un negocio arriesgado y faltan muchos cabos por atar para hacer que el sector despegue y se coloque al nivel de otros países europeos. “Tampoco hay conciencia medioambiental”, apunta el responsable de la planta salmantina, “aquí el eslogan ‘quien contamina paga’ no nos va mucho”.

La idea es aprovechar los residuos biodegradables de la agricultura y la ganadería para producir energía renovable y fertilizantes para el campo a la vez que se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Es decir, transformar lodos, estiércol, purines, restos de cosechas y de alimentos en electricidad y calor, evitando quemar combustibles fósiles y obteniendo un abono con lo que sobre.

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