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Radiografía de la científica española: entre el techo de cristal y la falta de visibilidad
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día de la mujer y la niña en la ciencia

Radiografía de la científica española: entre el techo de cristal y la falta de visibilidad

Pese a que hay más mujeres que hombres en determinados ámbitos de la investigación, el género masculino acapara las citas académicas y los principales cargos de responsabilidad

Foto: Una científica trabaja en el laboratorio. (iStock)
Una científica trabaja en el laboratorio. (iStock)

La máquina de chimenea portátil podría considerarse la primera patente registrada a nombre de una mujer en España. La beneficiaria fue Francisca Jaquinet, una francesa afincada en Madrid que atribuyó el invento a su difunto marido para obtener un privilegio en 1826 que permitía la comercialización en exclusiva durante cinco años de una rudimentaria estufa doméstica capaz de "colocarse en cualquier lugar". Ya fuera un homenaje póstumo o una forma de evadir el férreo contro moral de la época, la historia de las científicas españolas ha evolucionado en paralelo a la empancipación de un tabú de cuya herencia se dibujan nuevos retos a día de hoy.

España cuenta con 119 investigadores entre los más influyentes del mundo, según el análisis que anualmente elabora el organismo Clarivate Analytics en función del del número de citas referenciadas durante la última década. De ellos, apenas 17 son mujeres. El requisito fundamental para entrar en el registro es que el número de atribuciones supere el 1% en uno de los 21 campos de estudio tomados en cosideración, si bien la quinta edición del análisis incluye una nueva categoría con 2.000 autores de gran impacto en varias ramas de la ciencia pero sin el número suficiente de citas en un ámbito concreto.

A este último grupo pertenecen autoridades como Dolores Corella, catedrática de la Universitat de València pionera en el desarrollo de nanosensores con aplicaciones en la tecnología de los alimentos y la medicina; la directora del Registro de Cáncer de Granada, María José Sánchez Pérez; o la jefa de Hepatología y Medicina Interna del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, María Buti. En el mismo centro médico desarrolla su labor Enriqueta Felip, al frente del Servicio de Oncología Médica Torácica.

En el campo de la ingeniería destacan Luisa F. Cabeza, que centra su trabajo en el medio agroambiental y Pilar Gayán, componente del CSIC cuyas líneas de investigación se centran en la generación de energía y la 'captura' de gases contaminantes. El organismo estatal también cuenta con la representación de Marta Sevilla en lo que respecta al ámbito energético —pese a que aparece entre quienes están en la lista por un mérito transversal—, al tiempo que puede presumir de las menciones a Montserrat Vilà, que desde la Estación Biológica de Doñana realiza una inestimable aportación a la conservación de los ecosistemas.

Una de las que no aparece en la lista es María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) que trabajó estrechamente con Carol Greider, ganadora del Premio Nobel de Medicina en 2009 por el descubrimiento de la telomerasa. A su juicio, la desigualdad radica en un "sesgo inconsciente" que se reproduce gracias a la predominancia de hombres en los puestos de responsabilidad —pese a que "hay más mujeres en biomedicina"—. En cualquier caso, apuesta por la conciliación laboral como mejor antídoto: "Tiene que cambiar el estereotipo de la mujer que ejerce un poder de forma masculina".

"Es normal que las chicas no quieran ser científicas porque no ven científicas en los libros de texto", resalta Clara Benedí, doctoranda de la Sociedad Española de Óptica, que pide "reenfocar el currículum educativo de ciencias en primaria y secundaria para fomentar el interés por descubrir y aprender". "A partir de los seis o siete años las niñas empiezan a asociar la inteligencia como una cualidad de los niños y durante los estudios en el instituto es difícil encontrar referentes de mujeres científicas, por lo que las alumnas no se ven a sí mismas como posibles científicas. Yo misma, en el momento de elegir carrera, no me consideraba lo suficientemente inteligente como para estudiar Físicas”.

En la etapa temprana de la investigación, más de la mitad de profesionales son mujeres, pero la balanza se desequilibra hasta el 25% entre quienes terminan la tesis doctoral y ejercen como profesoras, de acuerdo a Susana Marcos, directora del Laboratorio de Óptica Visual y Biofotónica del CSIC. Aunque medidas como establecer cuotas "suelen ser bastante controvertidas" al principio porque "a ninguna mujer le gusta pensar que ha conseguido algo por el hecho de serlo" tienen "un efecto normalizador" que acaba convirtiéndose en "tendencia". Pone como ejemplo la designación de Rosa Menéndez como directora de la agencia estatal: "Desde su llegada hay muchas más mujeres que dirigen centros científicos".

En la etapa temprana de la investigación, más de la mitad son mujeres, pero el porcentaje cae hasta el 25% entre quienes terminan la tesis doctoral

La aportación de la mujer a la ciencia encuentra otra losa en los medios de comunicación. Apenas una cuarta parte de los investigadores citados en la prensa son mujeres, según un estudio sobre la visibilidad de las científicas españolas elaborado por el Grupo de Estudios Avanzados de Comunicación (GEAC) de la Universidad Rey Juan Carlos y publicado por la Fundación Antoni Esteve. De hecho, las fuentes científicas masculinas citadas triplican en número a las femeninas. No en vano, las redactoras tienden a citar a las científicas con más frecuencia, hasta tal punto que el 34% de las fuentes científicas de sus textos son femeninas, en contraste con el 20% de las consultadas por los redactores.

Partiendo de que las mujeres representan el 39% de la plantilla del sistema nacional de I+D, su participación en posiciones de responsabilidad sigue siendo minoritaria: en la esfera académica, el género femenino sólo ocupa el 21% de las cátedras, el 10% de los cargos de rector y el 21% de los puestos directivos de las instituciones de investigación; mientras que en los organismos públicos de investigación, apenas supone el 25% de la categoría más alta.

La máquina de chimenea portátil podría considerarse la primera patente registrada a nombre de una mujer en España. La beneficiaria fue Francisca Jaquinet, una francesa afincada en Madrid que atribuyó el invento a su difunto marido para obtener un privilegio en 1826 que permitía la comercialización en exclusiva durante cinco años de una rudimentaria estufa doméstica capaz de "colocarse en cualquier lugar". Ya fuera un homenaje póstumo o una forma de evadir el férreo contro moral de la época, la historia de las científicas españolas ha evolucionado en paralelo a la empancipación de un tabú de cuya herencia se dibujan nuevos retos a día de hoy.

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