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Nunca probarás estas fresas porque la UE no distingue edición genética de transgénicos
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Nunca probarás estas fresas porque la UE no distingue edición genética de transgénicos

La sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que somete la técnica CRISPR a una estricta regulación carece de sentido para los científicos especializados

Foto: Fresas editadas genéticamente con CRISPR en La Mayora (David Pose)
Fresas editadas genéticamente con CRISPR en La Mayora (David Pose)

Las fresas que se cultivan en estos invernaderos no van a llegar al plato de nadie. Son las instalaciones del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’, en Málaga, donde el grupo de investigación de David Posé estudia el proceso de maduración de esta popular fruta.

"Identificamos y caracterizamos los genes que regulan aspectos como el sabor, el aroma y la textura", afirma el experto en declaraciones a Teknatuas. Entre las técnicas que utilizan está la edición genética a través de la herramienta conocida como CRISPR/Cas9. De hecho, los científicos de este centro mixto del CSIC y la Universidad de Málaga están siendo pioneros, ya que hasta ahora sólo se había empleado en otra especie de fresa silvestre, pero no en la variedad comercial, que tiene un genoma muchísimo más complejo.

Foto: Viales con fagos (George Eliava Institute)

Su trabajo no ha cambiado desde la semana pasada, pero sí las expectativas que tenían de que tuviera una aplicación práctica: el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha equiparado la técnica de CRISPR a los transgénicos. En su interpretación de la Directiva 2001/18/EC sobre organismos modificados genéticamente (OMG), la corte obliga a someter cualquier variedad obtenida a través de ella a un complejo proceso antes de su aprobación.

David Posé y los colegas que trabajan en biología molecular de plantas se han llevado una tremenda decepción. La "evolución lógica" de su trabajo pasaría por aprovechar su investigación para mejorar las plantas, pero esa posibilidad se encuentra ahora con trabas casi insuperables ante esta decisión, que son incapaces de comprender desde el punto de vista científico.

Hasta ahora: mutagénesis OK, transgénicos no

La transgénesis consiste en introducir genes de otras especies en el ADN. Sin embargo, la edición genética actúa sobre el propio genoma con una técnica que consiste en cortar y pegar que da lugar a mutaciones y, por lo tanto, a nuevas variedades. Así que en realidad se parece mucho más a los pequeños cambios que ocurren en la naturaleza o la mutagénesis que se viene realizando desde los años 50, que consiste en lograr mutaciones de las plantas por medios químicos o por irradiación, a través de rayos X.

"En realidad, la mutagénesis produce mutaciones aleatorias que podrían afectar a otras partes del genoma que no controlamos, pero eso está admitido, no se ve que haya ningún problema. Pues bien, con CRISPR hacemos lo mismo pero de una forma mucho más precisa y controlada", apunta.

placeholder Debe saber bien, pero nunca lo sabremos (David Pose)
Debe saber bien, pero nunca lo sabremos (David Pose)

Aunque hay otros tipos de edición genética –nucleasas de dedos de zinc (ZFN, por sus siglas en inglés) y las TALEN–, las CRISPR son una revolución científica desde que en 2012 Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna publicaron su técnica para realizar cortes precisos en el genoma, basándose en los descubrimientos del español Francis Mojica. La efectividad, rapidez y sencillez con la que se puede hacer ha levantado grandes expectativas en biomedicina, pero también en la biología molecular relacionada con la agricultura y la ganadería.

Un triunfo ecologista

Ahora, esta sentencia, que responde a una solicitud del sindicato francés Confédération Paysanne sobre una nueva variedad de colza, es una victoria para los grupos ecologistas, que no las tenían todas consigo después de que en enero el Abogado General del TJUE, Michal Bobek, opinase que los organismos obtenidos por estas nuevas técnicas deberían estar exentos de las obligaciones de los transgénicos.

Para Ecovalia, asociación española que promueve la producción ecológica, la legislación europea "no exige como requisito la inserción de un gen de otra especie" para considerar que un cultivo es un OMG. "Tampoco es un factor determinante la posibilidad teórica de que el nuevo genoma resultante pueda darse de forma natural o mediante técnicas de mejora genética", opinan en un comunicado, sino que es "fundamental considerar el proceso o la técnica utilizada, en lugar de únicamente el producto final".

Por eso, se muestran muy satisfechos con la decisión de la corte europea, apelando al "principio de precaución" para "asegurar que no se perjudica al medio ambiente y a las personas, exponiéndolas a estos organismos modificados".

La ausencia de una decisión política

En el Centro de Investigación Agrigenómica (CRAG) de Barcelona también trabajan en la edición genética de cultivos de gran interés comercial, como el arroz, el tomate y el melón, aunque no tienen fines aplicados. "Nuestro objetivo es entender funciones básicas, saber si un determinado gen es responsable de ciertas características", explica Josep María Casacuberta.

Hasta hace pocas semanas este experto era vicepresidente del panel de organismos modificados genéticamente de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), así que conoce bien la cuestión. "El problema principal es que, después de más de diez años de discusiones, en lugar de legislar sobre la base del conocimiento científico, Europa evita tomar una decisión política y deja el asunto en manos de un tribunal que lo único que puede hacer es interpretar las leyes", asegura.

placeholder No, tampoco podrás probar estas fresas (D.P.)
No, tampoco podrás probar estas fresas (D.P.)

La Directiva europea sobre OMG data de 2001 y a su vez está basada en prácticas, conocimientos y decisiones de los años 90. "Estamos hablando de la prehistoria de la biología molecular, ha habido un cambio radical y si tuviéramos que hacer leyes hoy en día, todo sería diferente", afirma el científico del CRAG.

Sin embargo, la actual coyuntura hace inviable cualquier cambio por una cuestión de intereses nacionales. Aunque hace años que algunos países se muestran favorables a realizar cambios, como Reino Unido y Países Bajos, otros lo impiden, condicionados por grupos de presión muy fuertes. "Éste es el gran tema de los ecologistas franceses. Mientras que en otros países su batalla se centra más en la energía nuclear, por ejemplo, Francia depende de ella casi por completo, así que ni lo plantean, su batalla está en mantener una agricultura más tradicional", opina Casacuberta.

La hipocresía de Europa

El caso es que la decisión pone las mismas trabas a los productos editados genéticamente que a los transgénicos, lo que en la práctica hace casi imposible su cultivo y comercialización. De hecho, el único transgénico aprobado para su cultivo en la Unión Europea es el maíz Bt, modificado para protegerlo de la plaga de insectos conocidos como taladros, y eso ocurrió hace 20 años.

Sin embargo, la EFSA "ha aprobado decenas de productos para su importación, que se traen en grandes cantidades destinados al consumo animal", lo cual es una enorme hipocresía, según el investigador del CRAG, aparte de que "nos hace dependientes de países como Estados Unidos y Argentina".

Sólo para grandes empresas y grandes cultivos

Esto tendrá consecuencias empresariales muy claras: "Sólo las grandes compañías, que ya controlan los transgénicos, pueden permitirse financiar los costosos procesos que permitirían aprobar una planta editada con CRISPR y esperar no menos de 10 años para conseguirlo".

En su opinión, ahí se da otra paradoja en esta cuestión: si una de las principales críticas a los transgénicos es que están controlados por multinacionales, pero con la equiparación de estas otras técnicas aumentará el problema. "Es una de las consecuencias más dañinas, porque a las grandes empresas sólo les interesan grandes cultivos como el maíz y la soja, mientras que CRISPR es una técnica más barata y más versátil, que podría utilizarse para mejorar productos hortícolas y cultivos a escala más reducida, así que perderemos un potencial muy interesante", comenta.

placeholder Ni mucho menos éstas, también de La Mayora (D.P.)
Ni mucho menos éstas, también de La Mayora (D.P.)

Si la edición genética no tiene posibilidades de ser aplicada, la financiación de la investigación básica descenderá, "como ya pasa con los transgénicos". Así, "se acaba con el interés que han mostrado pequeñas empresas de semillas", una posibilidad que "era incipiente en España" y que ahora "sería suicida", cree Casacuberta, porque no hay posibilidad de que retorne la inversión.

En su opinión, se está pidiendo a las universidades y a los organismos públicos de investigación que refuercen la transferencia de conocimiento hacia el sector productivo y, a la vez, se les impide hacerlo con este tipo de decisiones.

"Europa no aprende"

"Lo que ocurre es que Europa no aprende", sentencia Lluis Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) y gran experto en CRISPR. Desde su punto de vista, se está aplicando de forma incorrecta el principio de precaución que tanto invocan los ecologistas. "Se está llevando al absurdo. Después de 30 años generando y comercializando organismos modificados genéticamente no hemos encontrado problemas para la salud ni para el medio ambiente. Científicamente, deberíamos admitir que el riesgo no existe, pero en lugar de eso lo que se pide es comprobar la inexistencia absoluta del riesgo y eso es imposible".

Nada que ver con lo que ocurre en Estados Unidos, donde ya hace más de dos años que se aprobaron unos champiñones que no ennegrecen modificados por CRISPR. "No cometieron nuestro error original, que es pretender regular el proceso y no el producto final, ellos piden que lo que se ponga a disposición del consumidor no sea tóxico para la salud y que sea seguro para el medio ambiente. Pero que nadie piense que allí se puede hacer cualquier cosa, tardaron 19 años en aprobar los salmones transgénicos", comenta.

Precisamente, en el ámbito de las modificaciones genéticas animales, algunos creen que el Brexit puede ser la oportunidad de que el Reino Unido se libre de los férreos controles europeos y acabe comercializando carne de cerdo modificada con CRISPR para que esté libre de enfermedades como el síndrome reproductivo y respiratorio porcino, un proyecto ya muy avanzado.

3.000 variedades con mutagénesis

Para el investigador del CNB-CSIC el colmo es el "contrasentido" de que la mutagénesis esté exenta de los controles que sí tendrá que pasar la edición genética. "La mutagénesis es un procedimiento al azar; se utilizan centenares de miles de semillas y la irradiación provoca cortes en su genoma que se reparan bien, mal o regular, dando lugar a mutaciones; después se siembran y se analiza si la planta crece más rápido, si da más grano o si es resistente a la salinidad", explica.

Y así han llegado a nuestros supermercados 3.000 variedades de frutas y hortalizas en las últimas décadas. La legislación las considera organismos modificados genéticamente pero, aunque pueden tener otras alteraciones cromosómicas, las exime de una regulación estricta. En cambio, la edición genética tendrá que superar pruebas casi imposibles a pesar de que se trata de cortes selectivos y precisos que no provocan otras modificaciones salvo el efecto esperado.

En realidad, la sentencia del TJUE también abre la puerta a que cada país, de forma independiente, pueda imponer normas sobre los organismos modificados por mutagénesis, pero los expertos no creen que se vayan a meter en ese follón teniendo en cuenta los miles de productos ya aprobados y el hecho de que en un mercado común ese tipo de decisiones particulares tendría poco sentido.

¿Una llamada a la picaresca?

No obstante, hay otro aspecto que puede ser fuente de nuevos conflictos. Mientras que los transgénicos pueden ser identificados como tal con una técnica específica, es muy difícil distinguir un organismo modificado por mutagénesis de otro editado genéticamente. Si lo primero está permitido pero es más complejo y lo segundo tiene muchas trabas pero es sencillo y barato de realizar, ¿podría una empresa hacer trampas y decir que tiene una planta obtenida por mutagénesis cuando la ha desarrollado con CRISPR? La sentencia, al menos, "llama a picaresca", indica Montoliu.

En su opinión, la decisión no afectará directamente a los investigadores como tal, ya que pueden seguir trabajando en este tema al igual que lo hacen con organismos transgénicos, para adquirir nuevos conocimientos. En cualquier caso, "estamos perdiendo el tren, la cuestión es si nos creemos la innovación o no".

En Málaga, David Posé sigue con sus fresas en el invernadero mientras reflexiona sobre cómo se verán afectadas la investigación y las empresas interesadas en obtener nuevas variedades y sobre "la torpeza de Europa" en este asunto. "Creo que es cuestión de tiempo que la ciencia se ponga por encima de otros intereses, me parece que hay muchas paranoias y poco rigor científico", señala.

A la espera de que le publiquen un artículo sobre fresas modificadas con CRISPR en una revista científica, sabe que los papeles hablarán de los resultados de un trabajo que, de momento, nadie se llevará a la boca.

Las fresas que se cultivan en estos invernaderos no van a llegar al plato de nadie. Son las instalaciones del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’, en Málaga, donde el grupo de investigación de David Posé estudia el proceso de maduración de esta popular fruta.

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