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Geriatra, profesión del futuro: España sólo tiene 850 para nueve millones de ancianos
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¿quién nos cuidará en el invierno demográfico?

Geriatra, profesión del futuro: España sólo tiene 850 para nueve millones de ancianos

La oferta de plazas en geriatría avanza mucho más lentamente que la bomba demográfica que pronto duplicará el número de mayores de 65 años en nuestro país

Foto: Mayores jugando a la petanca en un parque del centro de Madrid (Javier Barbancho / Reuters)
Mayores jugando a la petanca en un parque del centro de Madrid (Javier Barbancho / Reuters)

Los pasillos de esta parte del hospital están repletos de juguetes y actividades, pero no, no estamos en la planta pediátrica sino en el extremo contrario.

Para una persona de más de 80 años, estar ingresado en cama durante una o dos semanas puede ser devastador para su estado físico. Por ello las enfermeras del Hospital Central de la Cruz Roja San José y Santa Adela, en el centro de Madrid, insisten en levantarles y forzarles a realizar una mínima actividad de mantenimiento. Hay incluso una vieja máquina de coser Singer, pero sólo pensada para hacer girar su ruedecilla.

Foto: Foto: iStock.

Es la una de la tarde y las pacientes —todas son mujeres, la esperanza de vida en España es de 80 años para ellos y 85 para ellas, y eso, en una consulta geriátrica, marca la diferencia hasta el punto de que los hombres desaparecen— se amontonan alrededor de las bandejas del almuerzo. La puerta del comedor está entreabierta, pero en cuanto las señoras huelen visita se desviven por estirar el cuello y saludarnos.

"Lo mejor de este trabajo es que son superagradecidos", comenta Giovanna Cristofori, médico residente de geriatría en el hospital. "Quería algo que no fuera sólo medicina, y la verdad es que a quien le gusta la geriatría le gusta por todo lo demás".

A lo largo de nuestra vida, lo normal es ingresar en el hospital cuando has tenido mala suerte, pero eso ya no sirve a partir de los ochenta. Estas personas no han tenido una fatalidad, simplemente, su cuerpo se ha convertido, con el uso, en una máquina defectuosa.

placeholder Mujeres hacen ejercicios en una residencia de Peleas de Abajo (Susana Vera / Reuters)
Mujeres hacen ejercicios en una residencia de Peleas de Abajo (Susana Vera / Reuters)

Por ello, cualquiera de las enfermedades capaces de cambiar la vida a cualquier edad se convierten en secundarias, casi anecdóticas, con 85 años. En su reciente libro, 'Ser Mortal' (Galaxia Gutemberg, 2015) Atul Gawande, cirujano infantil y colaborador del 'New Yorker', se va a pasar una mañana con Jurgen Bludau, jefe de geriatría del centro donde trabajan ambos, el Brigham and Women's Hospital de Boston.

La primera paciente de la mañana se llamaba Jean Gavrille y tenía 85 años. La señora empezó a describir al médico un cuadro de dolor crónico de espalda, nudillos hinchados por la artritis, prótesis en las rodillas, hipertensión arterial, incontinencia urinaria, glaucoma y, como colofón, un nódulo en el pulmón que podría ser metastático. Para sorpresa de Gawande, el geriatra ordena a la paciente quitarse los zapatos y enseñarle los pies.

"Siempre hay que examinar los pies", le dijo Bludau. Ahí está todo. Se ve si el paciente es capaz de quitarse los zapatos por sí mismo, si los pies están limpios y las uñas cortadas, lo que revela sus prácticas higiénicas, o incluso, si la persona mantiene una vida activa o sedentaria. Todo ello sin necesidad de preguntar, sólo observando.

placeholder Hospital de la Cruz Roja San José y Santa Adela, en Madrid.
Hospital de la Cruz Roja San José y Santa Adela, en Madrid.

La gran historia de nuestro país en estos momentos está ocurriendo en lugares como éste. España envejece más y mejor que ningún país del mundo salvo Japón. Nuestra supervivencia está diez años por encima de otros países de nuestro entorno. Estudiamos el efecto que tendrá en las pensiones o en el empleo, pero hay otro factor: ¿tendremos manos suficientes para cuidarnos cuando, en 2050, una de cada cinco personas en España tenga más de ochenta años?

Hace unos días de la última convocatoria del MIR y Geriatría es una de las pocas especialidades médicas que gana en presencia este año, cuatro más que en 2017. Por primera vez, las plazas para geriatría han alcanzado el 1% del total (65 de 6513) lo cual no parece mucho dado que los mayores constituyen hoy en día el 40% de la demanda hospitalaria en el Sistema Nacional de Salud.

Es una especialidad joven, se ofreció por primera vez en 1978 y el Hospital de la Cruz Roja es, de alguna manera, la cuna de la Geriatría en España. "Hemos formado a cerca de 200 MIR, casi todos los jefes de servicio de geriatría en España han salido de aquí", explica a Teknautas Javier Gómez Pavón, jefe de unidad de este hospital madrileño. También han recibido, en los dos últimos años, el premio al mejor residente en geriatría.

"Es una de las especialidades que más va a crecer", dice Gómez Pavón, "hoy por hoy, de hecho el paro en geriatría es bajo y si necesitas contratar un geriatra para un trabajo temporal, te cuesta".

En Madrid, grandes hospitales como 12 de Octubre o Puerta de Hierro no contaron con una unidad de Geriatría hasta, literalmente, antes de ayer

Pero no todos comparten esta visión. Regiones como Andalucía o País Vasco no creen aún necesario contar con especialistas geriátricos en su sanidad pública y suplen esta tarea con médicos internistas o de atención primaria. En Madrid, grandes hospitales como el 12 de Octubre o el Puerta de Hierro no contaron con una unidad de Geriatría hasta, literalmente, antes de ayer. En resumen, tenemos unos 850 geriatras (entre la pública y la privada) para atender a casi nueve millones de ancianos, cantidad que se duplicará en los próximos años.

Sequía de geriatras en todas partes

Cada vez que hay una nueva convocatoria del MIR abundan los siguientes anuncios: "Buscamos médicos que quieran especializarse en geriatría para ejercer la profesión como adjuntos o hacer la residencia en Alemania". Pagan más de 1.750 euros al mes por hacer la residencia y ni siquiera hace falta haber hecho el MIR.

Esto va a más, no sólo por la proyección demográfica sino por cómo serán —cómo seremos— los ancianos del futuro.

Mis abuelas, por ejemplo, viven ambas en Peñarroya-Pueblonuevo, un municipio cordobés de unos once mil habitantes. Dado que ambas vienen de familias con bastantes hermanos e hijos, ninguna de las dos vive sola pese a haber enviudado. En las ciudades no, pero en los pueblos españoles aún se lleva que los mayores vivan con alguno de los hijos, habitualmente aquel que no contrajo matrimonio, y que a su vez acababa heredando la vivienda familiar como pago a su sacrificio.

Antes, por cada anciano que había en una residencia vivían cuatro en sus casas, cuidados por la propia familia

Esta tendencia está cambiando rápidamente en España y en todos los países desarrollados. "Se está notando mucho en la consulta, creo que es algo que va con la sociedad", dice Gómez Pavón, "antes, por cada anciano que había en una residencia vivían cuatro en sus casas, cuidados por la propia familia". Ahora, ese porcentaje se está desplomando en favor de las residencias. Es normal. La generación de mis padres pasó a tener dos hijos como máximo, educados para salir del pueblo, encontrar un trabajo en la ciudad y formar una familia allí donde el viento les llevara, pero en cualquier caso siempre lejos del núcleo familiar. ¿Quién cuidará de ellos cuando tengan ochenta? ¿Y quién cuidará de nosotros?

Los españoles estamos, por lo general, mandando a nuestros padres a una residencia. A nadie le gusta decirlo en voz alta, pero los datos están ahí.

Por primera vez se ha producido un 'sorpasso' y, desde mediados de 2016, ya hay más asalariados cuidando ancianos en el sector privado que en el público.

Qué hace realmente un geriatra

La gran moraleja de la historia de Gawande es que el geriatra no se encarga tanto de curar como de preservar. Y la mayor amenaza de un octogenario no es un cáncer de pulmón, sino caerse al suelo un día en la cocina, ese momento a partir del cual una persona pasa de ser independiente a dependiente y todo su mundo se tambalea.

"No sólo te centras en la enfermedad sino también en la esfera cognitiva, funcional o social del paciente", explica Blanca Garmendia, residente de tercer año en el Hospital de la Cruz Roja. "Intentamos reducir la polifarmacia, especialmente cuando tienen más de cinco fármacos, algo que ocurren con casi todos los pacientes". Las geriatras hacen recomendaciones y retiran medicamentos prescritos hace mucho tiempo pero que nadie más ha revisado.

Tanto Cristofori como Garmendia reconocen que la geriatría no era realmente su primera opción, pero que no se arrepienten ni un segundo de haber escogido la especialidad. La mayoría de sus compañeras son jóvenes, es una de las especialidades con la edad media más baja. Y la colaboración con profesionales de otro tipo es constante.

"Casi todos los geriatras tenemos bastante pasión por lo que hacemos", dice Cristofori, "trabajas con mucha gente: enfermeras, auxiliares, trabajadores sociales... el geriatra solo no puede hacer prácticamente nada". Y mucho menos cuando está en tan franca minoría.

Los pasillos de esta parte del hospital están repletos de juguetes y actividades, pero no, no estamos en la planta pediátrica sino en el extremo contrario.

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