Es noticia
El hombre que 'habla' con los animales: "Decir que los perros no aman es ignorante"
  1. Tecnología
  2. Ciencia
carl safina, ecólogo y divulgador

El hombre que 'habla' con los animales: "Decir que los perros no aman es ignorante"

Este investigador de la Universidad de Stony Brook (EEUU) acaba de publicar en español su último libro, 'Mentes maravillosas', donde explica con ciencia qué piensan otros seres

Foto: Carl Safina. (safinacenter.org)
Carl Safina. (safinacenter.org)

Carl Safina (Nueva York, EEUU, 1955) ha dedicado su vida a estudiar el comportamiento de los animales. Qué comen, dónde viven, cómo se reproducen. Son las típicas preguntas que la ciencia busca contestar sobre otros seres vivos, pero la cuestión que más interesa a este ecólogo marino es saber 'quiénes' son. Para averiguarlo ha presenciado el amor de los elefantes en Kenia, escuchado la música de los lobos en Yellowstone y espiado la rica vida sexual de las orcas en Canadá. Saber si otros seres vivos sienten algo parecido a nosotros no es sencillo, hasta el punto de que el estudio del pensamiento animal se ha evitado durante décadas. Ahora, este investigador de la Universidad de Stony Brook publica en español su libro 'Mentes maravillosas', en el que plasma las experiencias de estos viajes. En Teknautas hemos hablado con él para saber un poco más sobre 'quiénes' son las criaturas con las que compartimos el planeta.

Foto: A los loris no les gustan las cosquillas

Incertidumbre, ansiedad, preocupación, dolor, miedo, terror, desafío, actitud defensiva o protectora, ira, desprecio, cólera, odio, desconfianza, decepción, consuelo, paciencia, persistencia, interés, afecto, sorpresa, felicidad, placer, alegría, euforia, tristeza, depresión, remordimiento, culpa, vergüenza, duelo, pavor, asombro, curiosidad, humor, guasa, ternura, lujuria, anhelo, amor, envidia, lealtad, compasión, altruismo, orgullo, vanidad, timidez, calma, alivio, asco, gratitud, repugnancia, esperanza, modestia, pesar, frustración, justicia. Son algunos de los sentimientos que enumera Safina en su libro, en el que se pregunta si es posible que sean exclusivos de los seres humanos.

La ciencia que estudia el comportamiento animal, la etología, es joven. Su nacimiento se remonta a mediados del siglo XX, cuando Konrad Lorenz, Niko Tinbergen y Karl von Frisch acabaron con cientos de años de tradiciones, fábulas y supersticiones: ni los cuervos eran aves de mal agüero ni las cigarras unas vagas. Para ello se dedicaron a observar con la mayor objetividad, sin opinar. La mente de otros seres vivos es insondable a nuestros ojos, así que tras siglos dando a los animales sentimientos que no tienen, comenzamos a negarles otros que sí poseen. Safina quiere acabar con este tabú.

Pregunta: Todo estudiante de etología aprende el primer día que debe evitar el antropomorfismo, el error de dotar a otras criaturas de pensamientos humanos. ¿Está obsoleta la idea de que los animales no sienten como nosotros?

Respuesta: Sí, aunque hay que tener cuidado porque ni un elefante tendrá todos nuestros pensamientos y emociones ni nosotros todos los suyos. Lo importante es que tenemos algunos en común porque hacemos cosas en común, como encontrar comida, orientarnos, saber con quién estamos, asustarnos de los peligros y estar unidos a nuestros hijos. No defiendo que otros animales tengan automáticamente sentimientos humanos, pero no hay motivo para que no puedan compartir unos cuantos con nosotros.

Es difícil trazar una línea cuando no sabes dónde está ni cómo es. No hay una separación nítida en la que los seres humanos son los únicos que pueden pensar y sentir y el resto de seres vivos no. Eso es incorrecto: todo está en un rango que va de más simple a más complejo.

Ser vegetariano es mejor, pero me preocupa más cómo viven los animales que si mueren, porque todos moriremos al final

P.: El problema es que puedo ver qué come un chimpancé o medir cuántas veces se aparea un pato, pero ¿cómo contestar de forma científica la pregunta de si los animales son conscientes?

R.: Primero tienes que definir consciencia, que desde un punto de vista neurobiológico significa que experimentas sensaciones. Pensar que animales con ojos, oídos y narices no pueden ver, oír y oler no es lógico ni científico. Por supuesto que son conscientes, por eso tienen órganos sensoriales, porque tienen sensaciones. Es muy obvio que pueden sentir miedo, ira, emoción… La única forma de decir que no sabes si son conscientes es decir que no sabes si otras personas lo son, porque la evidencia es exactamente la misma.

P.: ¿Todos ellos?

R.: Es innegable que muchos de ellos lo son, pero debemos tener cuidado porque los animales van desde las esponjas y las medusas hasta las ballenas y los elefantes. Los pensamientos de una orca y las emociones de un simio serán más similares a los nuestros que los de un caracol o un pez. Pero una sardina es probablemente capaz de sentir un miedo similar al nuestro porque también tiene la necesidad de alejarse del peligro.

Los animales con sistemas nerviosos como el nuestro, es decir, todos los vertebrados, parecen responder a estímulos sensoriales y tienen la misma arquitectura nerviosa que nosotros. En otros que responden de forma simple al tacto o a la luz, como insectos y gusanos, es difícil de saber con la información de la que disponemos ahora. ¿Sienten o responden de forma mecánica como un sensor de detección de movimiento? Las últimas investigaciones sobre abejas muestran que aprenden y reconocen caras individuales de otros miembros de la colonia. Es complicado, y aunque comparten algunas sustancias químicas responsables del humor en el cerebro humano, no diría con tanta seguridad que un escarabajo tiene sentimientos como lo diría de un perro o un mono.

P.: Lo que me gusta de 'Mentes maravillosas' es que utiliza la ciencia para colocarse entre los que afirman religiosamente que los animales sienten como los humanos y los que niegan dicha posibilidad.

R.: La ciencia se basa en evidencia. Necesitas estar abierto a la evidencia: si tu perro actúa como si te quisiera debes aceptar la posibilidad de que te quiera, porque su sistema nervioso y su comportamiento sugieren que lo hace. Tiene una razón para quererte: es un lobo domesticado, y los lobos tienen vínculos muy profundos con su propia familia, por lo que tenían esa capacidad miles de años antes de su domesticación. Decir que un perro no puede sentir amor no es científico, es ignorante.

No creo que sea una coincidencia que las pacíficas sociedades de elefantes y orcas sean matriarcados

P.: ¿Sucede lo mismo con la inteligencia animal?

R.: Hay diferentes formas de ser listo y resolver problemas. ¿Es más inteligente saber tocar el violín o hacer ciencia? Si los perros diseñaran los experimentos pensarían que somos estúpidos porque no podemos distinguir gente por su olor y nosotros creemos que son estúpidos porque no reaccionan al espejo, que no huele a nada y por lo tanto no les interesa. Los medimos frente a nosotros y, como no son nosotros, no salen bien parados. Pero si vas a su mundo y te preguntas qué necesita un elefante para sobrevivir 60 años a sequías y depredadores... ves que obviamente saben mucho.

P.: Si no somos los únicos que sentimos y pensamos, ¿qué nos diferencia del resto de animales?

R.: Somos el animal extremo. Otros seres vivos muestran algo de compasión o pueden ser destructivos; el ser humano puede ser el más compasivo, el más creativo, el más destructivo, el más cruel, el que se comunica con mayor detalle… todo al mismo tiempo. Cogemos lo que hacen otras criaturas y lo llevamos al extremo, desde muy bueno a muy malo. Por ejemplo el odio es muy raro en otros animales pero es muy común en los seres humanos. El desprecio por uno mismo y el suicidio, sin embargo, podrían ser exclusivos de nosotros.

P.: ¿Qué hay de la moral?

R.: Algunos animales muestran signos de moral. Lobos, ballenas, elefantes y muchos primates viven en grupos en los que saben quiénes son y conocen su papel. Por ejemplo, los lobos muchas veces atacan a otros de otras familias, pero son pacíficos, cooperativos y comprensivos con los de su grupo.

P.: No odian, son pacíficos... Da la impresión de que los animales son mejores que las personas cuando también pueden ser horribles, como los chimpancés.

R.: Esos somos nosotros, chimpancés con armas automáticas. No olvidemos que en el siglo XX gente civilizada mató a 100 millones de otras personas civilizadas. Por el contrario, si observas a los elefantes durante unas pocas semanas como hice yo, empiezas a pensar que sería muy agradable ser un elefante. Son muy pacíficos, se preocupan por los demás, cuidan los unos de los otros… Tanto ellos como su sociedad parecen muy agradables. Los animales sienten, pero nosotros lo hacemos a una escala mucho mayor.

Somos el animal extremo. Más compasivos, más creativos, más crueles, más destructivos. El odio es muy raro en otros seres vivos

P.: ¿Por qué no somos más elefantes y menos chimpancés?

R.: Los machos chimpancés son muy violentos con otros porque quieren estatus, que está siempre relacionado con la posibilidad de aparearse. El resto tiene que ver con grupos luchando contra otros por comida y territorio, como también hacen los lobos. Nosotros hacemos todo eso y además luchamos por cosas irracionales como la religión y la ideología, otro aspecto único de los seres humanos.

P.: Me parece muy curioso que sociedades tan pacíficas como las de los elefantes y las orcas sean matriarcados. ¿Casualidad?

R.: No creo que sea una coincidencia. Hay un buen experimento natural de qué pasaría si los chimpancés estuvieran dirigidos por las hembras: los bonobos. No tienen estas peleas ni estas guerras.

P.: Hemos hablado de amor, odio, afecto, envidia y lealtad, cuando en España algunos todavía no tienen claro si el toro sufre dolor durante la corrida...

R.: No entiendo cómo alguien podría pensar que el toro no siente dolor. No tiene sentido: actúa como si lo hiciera, su sistema nervioso y su comportamiento indican que sufre. Es algo muy cruel.

P.: Llegado este punto, ¿tienen razón los vegetarianos?

R.: Me preocupa más cómo viven los animales que si mueren, porque todos moriremos al final. El problema es que nuestras granjas modernas son lugares industriales donde los animales viven fatal, peor de lo que mueren. No compro carne que venga de esos sitios ni quiero apoyarlos, pero sí pesco de vez en cuando y si me sirven carne en otra casa no me gusta ser tiquismiquis. Ser vegano o vegetariano es mejor, aunque no es perfecto porque todo lo que crezca en un campo de cultivo usa un terreno que antes era el hogar de animales y plantas salvajes. Es algo artificial: sacar un pez del océano no daña al sitio donde crece, pero la agricultura sí daña una pequeña parte de terreno.

Mucha de la investigación que se hace con animales no es necesaria

P.: ¿Qué opinas de la investigación con animales?

R.: No estoy en contra, pero mucha de la investigación que se hace con animales no es importante ni necesaria; otra ha resultado en descubrimientos muy importantes para la medicina. El sufrimiento animal debe ser evitado. Es muy interesante que probemos cosméticos con ellos para ver si sienten dolor y luego nos preguntemos si son conscientes y pueden experimentar algo. No tiene sentido. Sabemos que sufren y les hacemos sufrir para ver si produciría daño a un humano. Debemos pensar más sobre estas cosas de lo que lo hacemos.

P.: ¿Y de los zoológicos?

R.: Son como las granjas: hay mejores y peores y no estoy en contra si se preocupan y dedican dinero a la conservación. Sí me opongo a tener orcas porque su vida en cautividad es siempre miserable: en libertad nadan 100 kilómetros al día y las familias están juntas durante 80 años. No puedes replicar eso y quizá tampoco en el caso de los delfines. En cuanto a los simios, sí es posible construir recintos bastante grandes y mantener grupos sociales y dejar que se muevan y hagan ejercicio. Lo que pasa es que se tiene que hacer muy bien y en muchos sitios no es así.

P.: Vale, los elefantes tienen sentimientos, pero ¿por qué debería importarnos?

R.: Nuestra tendencia a ignorar el sufrimiento es uno de los motivos por los que hay tanto sufrimiento humano hoy. Si cuidáramos mejor a los animales cuidaríamos también mejor de la gente. Pregúntate qué tipo de persona quieres ser, qué humanidad quieres ¿Deberíamos ser un grupo de animales que no se preocupa por el dolor o ser algo mejor que eso? ¿Deberíamos ser el animal que intenta evitar el sufrimiento y no infringirlo? En caso afirmativo eso incluye ser amable con todas las cosas vivas capaces de experimentarlo.

"Los elefantes mueren, como todos. Para los elefantes, algunos animales más, no da igual quién ha muerto. Por eso se los considera animales 'quién'. La importancia de la memoria, el aprendizaje y el liderazgo explica que los individuos sean importantes. Así, una muerte también es importante para los supervivientes. En una ocasión, un investigador ocultó un altavoz en un matorral y reprodujo una grabación de un elefante que estaba muerto. La familia se volvió loca, llamaba y buscaba sin cesar. La hija del elefante fallecido estuvo llamándolo durante días. Los investigadores jamás volvieron a hacer algo así". 'Mentes maravillosas', capítulo 9.

Carl Safina (Nueva York, EEUU, 1955) ha dedicado su vida a estudiar el comportamiento de los animales. Qué comen, dónde viven, cómo se reproducen. Son las típicas preguntas que la ciencia busca contestar sobre otros seres vivos, pero la cuestión que más interesa a este ecólogo marino es saber 'quiénes' son. Para averiguarlo ha presenciado el amor de los elefantes en Kenia, escuchado la música de los lobos en Yellowstone y espiado la rica vida sexual de las orcas en Canadá. Saber si otros seres vivos sienten algo parecido a nosotros no es sencillo, hasta el punto de que el estudio del pensamiento animal se ha evitado durante décadas. Ahora, este investigador de la Universidad de Stony Brook publica en español su libro 'Mentes maravillosas', en el que plasma las experiencias de estos viajes. En Teknautas hemos hablado con él para saber un poco más sobre 'quiénes' son las criaturas con las que compartimos el planeta.

Biología Ecología Ciencia Noadex
El redactor recomienda