La región europea que amenaza con matar a la gallina de los huevos de oro de España
Noruega, Suecia, Finlandia o Dinamarca se han convertido en el destino predilecto de las grandes tecnológicas para desplegar sus centros de datos. Una tendencia que podría frustrar las aspiraciones económicas de España
Vista de los fiordos en Stokmarknes, Noruega. (Pexels)
En Nordfjordeid la vida siempre ha transcurrido con calma. Las montañas nevadas enmarcan el fiordo, los barcos pesqueros siguen entrando y saliendo del puerto y el silencio de los bosques apenas lo rompen los cencerros de las vacas. Pero desde hace unos meses, algo ha empezado a cambiar en este rincón del oeste de Noruega: cada mañana circulan camiones con letreros de Hewlett-Packard, AMD, Nvidia, Sigma2… Van y vienen cargados con servidores, equipos de refrigeración y kilómetros de cableado hacia las entrañas de las montañas circundantes, donde antaño funcionaba la industria minera. Bajo tierra, se está levantando una nueva ciudad invisible: túneles convertidos en enormes centros de datos.
La escena podría parecer anecdótica, pero en realidad es un reflejo de una tendencia que está redibujando el mapa tecnológico europeo. En los últimos tres años, el norte del continente se ha convertido en la nueva meca de los data centers. Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia concentran proyectos que, hasta hace poco, se hubieran dado por descontados en Fráncfort, Londres, Ámsterdam, París o Dublín, las llamadas ciudades FLAP-D, históricamente epicentro de la infraestructura digital europea.
Se estima que estos países vean una ralentización de la demanda de centros de datos, mientras que se prevé que se multiplique en sus vecinos del norte (tal y como puede apreciarse en la infografía de abajo). Lo mismo sucede en España. Aunque algunos países del sur experimentan un aumento de la demanda, problemas como los cuellos de botella en la red eléctrica o la escasez hídrica amenazan con matar la gallina de los huevos de oro de nuestro país, que en los últimos años se pensaba como punto de atracción de las grandes tecnológicas. Ahora son los fiordos, los bosques y los valles nórdicos los que están atrayendo a gigantes como Microsoft, Google, Apple, TikTok o OpenAI.
El giro es evidente si tenemos en cuenta que la inteligencia artificial ha multiplicado la demanda de capacidad de cómputo a un ritmo que deja pequeñas a las infraestructuras tradicionales. Entrenar modelos de IA exige cientos de miles de GPU funcionando en paralelo, lo que equivale a consumir la misma electricidad que ciudades enteras. El problema es que las grandes capitales tecnológicas de Europa han llegado a su límite: en Dublín, los centros de datos ya se comen casi el 80% de la electricidad disponible, y en Londres o Fráncfort rondan entre un tercio y la mitad. Y las compañías, presionadas por el calendario de la IA, no pueden esperar a que esos países solucionen sus deficiencias energéticas internas.
Ahí es donde entran en juego los países nórdicos. Noruega ofrece abundante energía hidroeléctrica y eólica, unos precios muy por debajo de la media europea, además de un clima frío que reduce los costes de refrigeración, estabilidad política, regulación favorable, infraestructura moderna y espacio. Suecia y Dinamarca han desarrollado redes eléctricas preparadas para absorber el crecimiento de los servicios en la nube, y Finlandia ha convertido su geografía en una ventaja: desde Kajaani, una ciudad que perdió su papel industrial tras el cierre de una planta de papel, hoy opera LUMI, una de los superordenadores más potentes del mundo, alimentado íntegramente con hidroeléctrica y capaz de calentar edificios cercanos con su calor residual.
OpenAI acaba de dar el paso más contundente al anunciar que su gigantesco Proyecto Stargate europeo, un centro con 100.000 GPU Nvidia, no estará en Alemania ni en Reino Unido, sino en Narvik, al norte de Noruega. La inversión inicial es de 1.000 millones de dólares y la hoja de ruta apunta a una capacidad de 520 MW, con refrigeración líquida directa y reutilización del calor sobrante para proyectos locales. “Europa necesita más computación para aprovechar el potencial de la IA, y queremos contribuir a que eso suceda”, defendió Sam Altman, CEO de la compañía. "Noruega tiene una orgullosa trayectoria convirtiendo la energía limpia y renovable en valor industrial, impulsando industrias globales como la del aluminio y los fertilizantes... El norte de Noruega, con su excedente de energía limpia, capacidad disponible y preparación industrial, es la plataforma de lanzamiento ideal para esta transformación", afirmaba Øyvind Eriksen, presidente y CEO de Aker, empresa de servicios energéticos, que está liderando el proyecto junto con OpenAI.
El Confidencial visitó hace unos días la mina de Lefdal, en Noruega, donde ahora vive el Superordenador Olivia, desarrollado en conjunto por Sigma 2, la institución responsable de la computación en el país, Hewlett-Packard Enterprise y AMD. Entre las localidades de Måløy y Nordfjordeid y a sesenta metros bajo tierra, se erige hoy uno de los data centers más prometedores del país. Este enclave de más de 120.000 metros cuadrados repartidos entre diferentes niveles bajo una montaña que antes se usaba para la extracción del mineral Olivino, se ha reconvertido en un colosal centro de datos. Desde junio, alberga esta máquina, que posee una capacidad de cálculo sin precedentes para el país y que se espera que desempeñe un papel clave en la investigación basada en datos, especialmente en el desarrollo de modelos de IA dedicados a diferentes sectores, como la sanidad (con el desarrollo de nuevos fármacos) o el clima.
Su ubicación no es aleatoria. El nuevo centro de datos de Lefdal aprovecha la geografía y el clima de Noruega para ofrecer un modelo de sostenibilidad con el que soñarían otros países del centro y el sur del continente. "Somos el paraíso verde del mundo para la IA. Empresas como Mercedes-Benz o BNP Paribas ya han instalado aquí parte de su infraestructura y se espera que cada vez más compañías lo hagan", nos explicaba Mats Andersson, responsable de la gestión de Lefdal Mine Datacenter. Este centro de datos refrigera sus servidores con agua helada de un fiordo cercano. Luego, el agua caliente se envía a las instalaciones cercanas de Sjømatstaden, donde se aprovecha para la cría de salmón.
El centro de datos situado dentro de la mina de Lefdal, al noroeste de Noruega. (Sigma2)
El movimiento refuerza un fenómeno que se repite en la región. Microsoft ha puesto 3.200 millones sobre la mesa en Suecia para reforzar su capacidad en la nube e IA, además de casi 1.000 MW de energía renovable y programas de formación para 250.000 personas. Googleha abierto allí una nueva región de Google Cloud que elimina las trabas regulatorias sobre soberanía de datos. Apple, por su parte, opera en Dinamarca un centro 100% renovable para dar servicio a Siri, Maps o iCloud en toda Europa, con su propio parque solar y turbinas eólicas. Y TikTok levanta en Finlandiauna instalación de 1.000 millones de euros dentro de su Proyecto Clover, con el objetivo de convencer al Parlamento Europeo y a la Comisión Europea de que los datos de los usuarios europeos se quedan, literalmente, en Europa.
Los números explican la urgencia: según la consultora CBRE, la demanda energética de centros de datos en Europa pasará de 96 TWh en 2024 a 168 TWh en 2030 y 236 TWh en 2035, un aumento de casi el 150% en apenas diez años. El crecimiento de aquí a 2030, 72 TWh, será mayor que el de los vehículos eléctricos. Para satisfacer esta demanda y asegurar la competitividad de Europa, la UE ha lanzado iniciativas como "InvestAI", que pretenden movilizar 200.000 millones de euros en inversiones en IA y sus correspondientes instalaciones. Los expertos estiman que el auge de la IA podría incrementar el producto interior bruto (PIB) mundial anualmente en 0,5 puntos porcentuales entre 2025 y 2030, siempre que se implemente a tiempo la infraestructura necesaria.
"Nosotros ya lo teníamos todo y, sin embargo, estábamos mandando la energía y los datos a otros países. Nos dijimos, por qué no hacemos toda la infraestructura aquí y nos beneficiamos de nuestros sistemas. Ahora se está viendo que hemos tomado una buena decisión", apunta Andersson, quien ríe al admitir que "algunos dicen que lo que hacemos aquí es simplemente calentar agua".
Y mientras la Unión Europea habla de triplicar la capacidad de centros de datos en cinco a siete años, los nórdicos ya están preparados para absorber ese salto. "Conforme la IA vaya demandando más computación, vamos a necesitar estar preparados con máquinas que puedan procesar esa ingente cantidad de datos de manera eficiente", señala a este diario Damian Déclat, responsable general de IA en Hewlett-Packard Enterprise para Europa y Latinoamérica.
La disponibilidad de capacidad de red se ha convertido en un factor decisivo para las decisiones de inversión, a menudo más importante que otros aspectos como el coste del terreno o los marcos regulatorios. Una red bien planificada promueve la actividad económica y atrae inversión, mientras que una red inadecuada puede ser un obstáculo. España se enfrenta a este dilema.
Centro de datos de Meta en Lulea, Suecia. (Meta)
La nube en España amenaza con tormenta
En los últimos años, grandes tecnológicas han apostado por instalar sus infraestructuras en nuestro país. El potencial está ahí: abundante energía renovable (sobre todo solar), una posición geográfica privilegiada y un mercado en crecimiento. Tras muchos años ignorada por las grandes fuerzas vivas de la industria, que apostaban principalmente por suelo británico y centroeuropeo, España se ha convertido en un imán para estas inversiones millonarias. En ese grupo entran Google, Amazon, IBM, Meta, Microsoft y Oracle.
La fotografía es radicalmente diferente a la de hace un lustro. A día de hoy, cuatro de los cinco mayores proveedores cloud (un mercado que mueve más de 400.000 millones de dólares en 2025) han hecho de España un mercado de referencia. Hace cinco años nadie la eligió con este fin. Un ejemplo es el megacomplejo que levantará Meta en Talavera de La Reina. Seis edificios y dos millones de metros cuadrados para albergar el nuevo centro de datos en suelo europeo. 1.000 millones de inversiones, un millar de empleos durante la construcción y 250 puestos de alta cualificación una vez se ponga en marcha.
Sin embargo, hay un cuello de botella que amenaza con echarlo todo por tierra: la red eléctrica. Según Spain DC, el 83% ya está saturada. Solo en 2024, esta limitación provocó la pérdida de inversiones valoradas en 60.000 millones de euros. El problema no está en la generación, sino en la incapacidad de la red para canalizar la electricidad hacia donde se necesita. "No tenemos un problema de generación. Hay energía suficiente; lo que falla es la red. Estamos operando la economía del siglo XXI con infraestructuras del siglo XX", resumía Begoña Villacís, directora ejecutiva de la asociación.
Por otro lado, está la disponibilidad de recursos, como el agua, que tampoco sobra en España. Hace poco, este diario se hacía eco de la decisión del gobierno de preparar una normativa para exigir a las tecnológicas que construyan estos edificios en nuestro país una gestión eficiente de electricidad y de recursos hídricos. Si no cumplen y tiene una factura disparada, estas empresas podrían quedarse incluso sin la posibilidad de enchufarse a la red. Pero el reloj corre. "Estamos ante una oportunidad histórica. Dentro de diez años se sabrá perfectamente quién hizo los deberes y quién no", concluía la expolítica. En Nordfjordeid, podemos decir de primera mano que están en ello.
En Nordfjordeid la vida siempre ha transcurrido con calma. Las montañas nevadas enmarcan el fiordo, los barcos pesqueros siguen entrando y saliendo del puerto y el silencio de los bosques apenas lo rompen los cencerros de las vacas. Pero desde hace unos meses, algo ha empezado a cambiar en este rincón del oeste de Noruega: cada mañana circulan camiones con letreros de Hewlett-Packard, AMD, Nvidia, Sigma2… Van y vienen cargados con servidores, equipos de refrigeración y kilómetros de cableado hacia las entrañas de las montañas circundantes, donde antaño funcionaba la industria minera. Bajo tierra, se está levantando una nueva ciudad invisible: túneles convertidos en enormes centros de datos.