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Así se tumban satélites, redes y drones: la guerra electrónica a las puertas de Europa
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LA CONTIENDA SILENCIOSA

Así se tumban satélites, redes y drones: la guerra electrónica a las puertas de Europa

La guerra moderna ya no solo se libra con fuego, sino también con satélites, inteligencia artificial, interferencias y señales manipuladas. Europa lleva años rezagada en el desarrollo de estas capacidades y ahora quiere revertirlo

Foto: Un militar se comunica a través de un sistema de radio. (Reuters)
Un militar se comunica a través de un sistema de radio. (Reuters)

Un convoy militar avanza por la fría estepa siberiana. El cielo está despejado y varios drones hacen de avanzadilla, patrullando desde arriba. Todo parece en orden. Pero, de pronto, los sistemas de comunicación dejan de funcionar, los GPS se desvían, los drones pierden enlace y aterrizan donde no deben. La operación queda neutralizada y sus altos mandos confundidos. Sin necesidad de balas ni explosiones, el adversario ha tomado el control del espectro electromagnético. Esa escena, habitual en los conflictos recientes, es cada vez más representativa del nuevo terreno de la guerra. Desde el comienzo del conflicto en Ucrania, el control de las radiofrecuencias ha demostrado ser tan importante como la artillería. Rusia comenzó el conflicto hackeando routers y bloqueando satélites. Ucrania respondió con técnicas de señuelo cibernético, drones kamikaze con IA y herramientas de spoofing (enviar señales falsas al enemigo para confundir o engañar sus sistemas electrónicos).

En los conflictos actuales, ya no se trata solo de proteger las propias comunicaciones, sino de limitar —o anular— las del enemigo. Y no es raro ver casos de misiles que fallan su objetivo porque han sido engañados o de tropas que se mueven libremente porque no han sido detectadas, ya que los sistemas de geolocalización han sido inutilizados. Cegar y ensordecer al enemigo ha demostrado ser clave en la contienda. Y el día en el que uno de los bandos no pueda comunicarse sobre el terreno, no pueda volar un dron, no pueda ver ni oír ni guiar un misil, ese día la guerra termina. No porque se haya atacado primero, sino porque se ha desconectado antes.

placeholder Captura de una herramienta de software comercializada por Integrasys para la detección de aviones. (Integrasys)
Captura de una herramienta de software comercializada por Integrasys para la detección de aviones. (Integrasys)

Durante décadas, Europa externalizó buena parte de estas capacidades a sus socios transatlánticos. La superioridad tecnológica de EEUU en materia espacial y de ciberseguridad se presumió como una garantía. Pero la guerra en Ucrania, y más recientemente las tensiones entre Israel e Irán, han forzado a la Unión Europea a reconsiderar esa dependencia. Y por primera vez en décadas, la UE discute en serio cómo recuperar esas capacidades estratégicas. Se ha dado cuenta de que sin soberanía tecnológica en inteligencia y telecomunicaciones, no hay defensa autónoma posible.

Esa necesidad está reconfigurando el mapa industrial europeo. Países como Francia, Alemania o Suecia han acelerado la inversión en sistemas de guerra electrónica, inteligencia de señales (SIGINT), manipulación y protección satelital. Grandes empresas como Thales, Saab o Hensoldt lideran esa transformación, pero también están surgiendo empresas más pequeñas y startups capaces de ofrecer soluciones rápidas, interoperables y centradas en software. En medio de todo este fenómeno se erige una empresa española llamada Integrasys, que ha comenzado a cerrar contratos con agencias de inteligencia de diferentes países como EEUU, Italia, o Francia.

Foto: Recreación de los nanosatélites en órbita de 5G de Sateliot. (Sateliot)

Fundada por antiguos ingenieros de Hewlett-Packard y dirigida hoy por Álvaro Sánchez, se ha convertido en uno de los referentes europeos en tecnología de defensa electromagnética. Desde su sede en Madrid y su centro de innovación en Luxemburgo, desarrolla software para supervisar, analizar y contrarrestar interferencias durante el combate en tiempo real. Con sus herramientas, no se destruye al adversario, simplemente se le deja ciego. "No me voy a la guerra solo con el escudo", dice Sánchez a El Confidencial. "Estas capacidades ofensivas te sirven de disuasión. Cuando todo falla, quien controla el espectro controla la guerra. Al final, se trata de poder paralizar al enemigo lanzar un solo misil. Nosotros logramos lo que se conoce como soft-kill. Nadie muere, pero el enemigo se queda fuera de juego", añade.

placeholder Álvaro Sánchez, CEO de Integrasys.
Álvaro Sánchez, CEO de Integrasys.

Integrasys ha trabajado con la OTAN, la Agencia Espacial Europea (ESA), la Fuerza Espacial de EEUU y el Ministerio de Defensa de Ucrania. Sus soluciones se han desplegado en conflictos reales en escenarios como Corea del Sur o el Báltico y estos incluyen sistemas que combinan inteligencia artificial, análisis de señales y jamming (emitir señales de radiofrecuencia para saturar los receptores del enemigo, algo así como ponerte a gritar al lado de alguien que está hablando) para crear una ventaja operativa.

Aunque más del 90% de sus ingresos provienen del exterior, la compañía defiende la tesis de que Europa, y en particular España, debe reforzar su autonomía en este campo. “No solo para reducir vulnerabilidades externas, sino para garantizar que sus operaciones —civiles y militares— puedan mantenerse frente a interferencias cada vez más sofisticadas”, señala Sánchez. El espacio, de hecho, ya se considera un frente activo. Sabotajes como el del satélite KA-SAT al inicio de la invasión rusa han evidenciado la fragilidad de los sistemas orbitales. Ya no basta con subirlos allá arriba: hay que protegerlos y detectar amenazas.

Foto: Sistema de guerra electrónica sobre ruedas Krashuka perteneciente al Ejército de Tierra de la Federación Rusa. (Wikimedia)

Integrasys no está sola: en Europa, compañías como Hensoldt (Alemania) desarrollan sistemas Kalaetron de guerra electrónica aérea y radares de alerta temprana. En Suiza, Swissto12 fabrica sistemas de posicionamiento GPS para satélites. Y gigantes como SAAB, Terma o Rohde & Schwarz mantienen programas en SIGINT, COMINT (recopilación y análisis de información de comunicaciones), jamming y cifrado avanzado. Al otro lado del Atlántico, firmas americanas como Raytheon, BAE Systems o Lockheed Martin dominan el sector EW (Electronic Warfare) incluyendo capacidades IA para la guerra de espectro. Esta carrera tecnológica ha impulsado un mercado global que superó los 10.000 millones en 2023, y podría duplicarse para 2028.

placeholder Captura de una herramienta de software comercializada por Integrasys para la detección de embarcaciones. (Integrasys)
Captura de una herramienta de software comercializada por Integrasys para la detección de embarcaciones. (Integrasys)

Y, sin embargo, Europa sigue sin una estrategia común. Los fondos comunitarios incluyen partidas para reforzar la “autonomía estratégica digital”, pero pocos países han traducido esos compromisos en programas específicos de guerra electrónica. La mayoría de las iniciativas son nacionales, descoordinadas y con presupuestos limitados. España, por ejemplo, dedica menos del 2% de su gasto militar a capacidades operativas en inteligencia y telecomunicaciones. Ahora, el continente debate elevar el gasto en Defensa hasta el 5% del PIB.

El desafío es complejo y ya ni siquiera es sólo tecnológico. Europa ha demostrado que cuenta con el conocimiento, el tejido industrial y el capital humano necesarios para desarrollar capacidades avanzadas en guerra electrónica. El reto sería el de dotar de prioridad a estas tecnologías dentro de una defensa común. Ya se ha visto que quien logra controlar el entorno electromagnético no solo gana ventajas operativas en un conflicto, también obtiene capacidad de anticipación, la columna de cualquier guerra. Esa diferencia —entre actuar a tiempo o llegar tarde— puede ser la punta de lanza de Europa.

Un convoy militar avanza por la fría estepa siberiana. El cielo está despejado y varios drones hacen de avanzadilla, patrullando desde arriba. Todo parece en orden. Pero, de pronto, los sistemas de comunicación dejan de funcionar, los GPS se desvían, los drones pierden enlace y aterrizan donde no deben. La operación queda neutralizada y sus altos mandos confundidos. Sin necesidad de balas ni explosiones, el adversario ha tomado el control del espectro electromagnético. Esa escena, habitual en los conflictos recientes, es cada vez más representativa del nuevo terreno de la guerra. Desde el comienzo del conflicto en Ucrania, el control de las radiofrecuencias ha demostrado ser tan importante como la artillería. Rusia comenzó el conflicto hackeando routers y bloqueando satélites. Ucrania respondió con técnicas de señuelo cibernético, drones kamikaze con IA y herramientas de spoofing (enviar señales falsas al enemigo para confundir o engañar sus sistemas electrónicos).

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