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El iPhone es cosa del pasado. Por qué su creador se ha aliado con OpenAI para matarlo
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QUEDA CARRETE, PERO HAY QUE PENSAR MÁS ALLÁ

El iPhone es cosa del pasado. Por qué su creador se ha aliado con OpenAI para matarlo

OpenAI ha fichado, talonario mediante, a Jony Ive, el que fuera gran pope de diseño de Apple. El objetivo crear el dispositivo perfecto para la inteligencia artificial y redefinir nuestra relación con la tecnología

Foto: Jony Ive, exjefe de diseño de Apple, junto a Sam Altman, CEO de OpenAI. (Craig McDean)
Jony Ive, exjefe de diseño de Apple, junto a Sam Altman, CEO de OpenAI. (Craig McDean)
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Después de que Google y Microsoft lo hayan hecho por todo lo alto, Apple celebra a partir de este lunes su conferencia anual de desarrolladores, la WWDC. Y todos los ojos estarán puestos, una vez más, en Cupertino para conocer las novedades de la multinacional en todo lo que respecta al software de sus dispositivos.

Especialmente, se espera que la firma de Tim Cook presente algún tipo de avance en lo que se refiere a la inteligencia artificial, una carrera en la que lleva retraso que no se puede ni ocultar ni negar, como ha quedado patente en los últimos dos años. Si la presión ya era bastante alta, en esta ocasión está por las nubes.

¿La razón? El matrimonio que han conformado Sam Altman, CEO de OpenAI, y Jony Ive, el que fuera el pope de diseño de la manzana. Ive fue el encargado de dar forma al primer iPod o al iPhone junto a Steve Jobs. También supervisó la creación del iPad, del Apple Watch o el rediseño de iOS en su día. Por tener voz, tuvo hasta voz en la conceptualización de la sede de la compañía, un edificio firmado por Norman Foster. Es decir, el diseño, una de las fortalezas de Apple, no puede ser entendido sin su figura.

La mediática unión con Altman persigue dar forma al dispositivo perfecto para la inteligencia artificial, un dispositivo que estaría llamado a destronar al smartphone como centro de la vida de cientos de millones de personas. Un dispositivo, por tanto, que podría matar el suculento negocio del iPhone, que se traduce en más de 200.000 millones de ingresos anuales para los californianos solo por las ventas de teléfonos. La cifra es aún mayor si se tiene en cuenta la parte de facturación de Servicios (casi 100.000 millones) que se genera en estos dispositivos.

Foto: Vista del prototipo de las gafas con Android Xr. (M. McLoughlin)

Ive dejó la compañía en 2019 y fundó su propia startup, LoveFrom. En esta aventura le apoyó la viuda de Jobs, Laurene Powell Jobs.

Durante un tiempo, tuvo a su exempresa como cliente, pero empezó a trabajar para otros como Airbnb. Hace unos meses, algunos medios especializados informaron de que había empezado a colaborar con Altman. El mes pasado, la noticia se confirmó con la compra de la división de hardware de LoveFrom, io, por 6.400 millones de dólares. El acuerdo de compraventa parecía tener un único objetivo: fichar a Ive para OpenAI, donde se ocupará del liderazgo creativo y de diseño… En definitiva, el mismo rol que ejecutaba en Apple.

placeholder Tim Cook y Jony Ive. (Reuters)
Tim Cook y Jony Ive. (Reuters)

Ahora la compañía aspira a materializar una vieja ambición de la industria tecnológica: dar un nuevo giro de tuerca a la forma en la que nos relacionamos con la tecnología. En una extensa entrevista ofrecida al Financial Times junto a Laurene Powell Jobs, Ive explicaba que tiene la sensación de que "la humanidad merece algo mejor" y que se siente "responsable" por algunas de las consecuencias negativas de la tecnología moderna, en referencia a algunos aspectos de los teléfonos inteligentes o las redes sociales.

"Tenemos mala relación con la tecnología"

"Muchos diríamos que tenemos una relación incómoda con la tecnología en este momento", llegó a afirmar, a la par que aseguraba que algunas de las consecuencias de la revolución de los smartphones "fueron involuntarias" y que se siente "culpable". "Cuando me mudé a Silicon Valley, vine porque se caracterizaba por personas que realmente entendían que su propósito era servir a la humanidad, inspirar a la gente y ayudarla a crear. Ahora mismo no siento lo mismo por este lugar", explicó.

Powell Jobs apoyó estas tesis de Ive refiriéndose a la ansiedad en jóvenes y al aumento de necesidades de atención de salud mental. "Nos hemos desviado. Ciertamente, la tecnología no fue diseñada para ese resultado".

Pero, ¿en qué se van a traducir estas declaraciones de buenas intenciones? ¿Qué se sabe del dispositivo? En el vídeo donde se anunció el acuerdo, Altman explicó brevemente que había podido probar un prototipo desarrollado por Ive. No dudó en describirlo como "la pieza de tecnología más genial que el mundo haya visto jamás". Eso es poner el listón alto, aunque es cierto que el gerifalte de OpenAI ha sido muchas veces señalado por tender a exagerar y abusar de hipérboles en sus declaraciones públicas sobre asuntos como la inteligencia artificial general. No se puede obviar que, a diferencia de otros pesos pesados como Demis Hassabis (Google DeepMind), Mustafa Suleyman (Microsoft) o Yann LeCun (Meta), Altman no proviene del mundo académico y científico, sino que su perfil es empresarial.

placeholder El CEO de OpenAI, Sam Altman. (Reuters)
El CEO de OpenAI, Sam Altman. (Reuters)

A pesar de que la información oficial brilla aún por su ausencia, ya se han producido filtraciones que dan idea de por dónde pueden ir los tiros. Ming-Chi Kuo, analista internacional que tiene un largo historial de exclusivas en lo que se refiere a la cadena de suministro de firmas como Apple, afirmó hace unos días que las conversaciones con proveedores apuntan a que la fabricación en masa del dispositivo podría empezar en 2027. Otros detalles que desveló es que este iPhone de la IA sería tan compacto como un iPod Shuffle y que no tendría pantalla. Podría llevarse colgado al cuello o colocarse en la ropa con un clip, como ocurría, en este último caso, con la versión mini del reproductor de Apple.

The Wall Street Journal también reveló algunos detalles adicionales, describiendo este invento como el tercer dispositivo principal del usuario, después del ordenador y el móvil. El rotativo económico explicó que el aparato sería capaz de entender y ser consciente del entorno y la vida del usuario. Esto es posible gracias a las capacidades multimodales que, en los dos últimos años, han demostrado los grandes modelos de lenguaje que dan vida a inventos como ChatGPT y que les permite entender texto, pero también fotos, vídeo en tiempo real o audio. Por tanto, se puede colegir que el dispositivo tendrá una cámara, micrófonos y altavoces.

Igual esto de entender el mundo que nos rodea te suena familiar. Igual has oído hablar del Project Astra, que Google presentó hace doce meses. Se trata de un plan para crear un asistente universal que funcione en aparatos como móviles o gafas inteligentes y que nos pueda ayudar en múltiples aspectos de la vida cotidiana.

Desde recordar dónde hemos dejado algo, hasta hacer una foto a una pantalla para comprender el código fuente de un desarrollo, traducir un cartel en japonés o decirnos por qué la monstera del salón está agonizando.

En el pasado I/O, la compañía mostró un vídeo donde un joven trataba de arreglar una bici charlando con este asistente. La herramienta era capaz de identificar problemas en la cadena, darle instrucciones, buscar información en internet e incluso llamar a una tienda para ver si había repuestos.

Aquí hay dos elementos clave. Por un lado, los agentes de IA. Ya no tendremos chatbots que escriban o generen lo que les pidamos, sino que tendrán capacidades de ejecutar acciones para completar una misión.

Y, más importante, nos comunicaremos con ellos por voz. Si lo que preparan Altman e Ive no tiene pantalla, la interfaz será hablada. Algo que lleva persiguiendo Silicon Valley la última década con ahínco, desde que Amazon lanzase Alexa y sus Echo al mercado. Cualquiera que haya tenido en casa un altavoz con este asistente u otro como Assistant o Siri sabrá que la relación no era fluida porque, básicamente, la tecnología no estaba preparada para entender el lenguaje natural. Algo que cambia por completo gracias a la inteligencia artificial.

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Lo de reducir la dependencia de las pantallas tampoco es estrictamente nuevo. Primero la industria lo intentó con los relojes inteligentes, un sidecar del smartphone donde consultar la información mínima. Más recientemente, con los anillos inteligentes, un producto que cubre la parte de bienestar y monitorización de los smartwatches, librando al usuario de la tiranía de las notificaciones y demás. De momento, es algo de nicho.

OpenAI ha decidido transitar un camino diferente al de Google, Meta y Apple. No quiere gafas inteligentes, algo en lo que están trabajando las tres empresas mencionadas. El buscador más famoso de internet presentó hace un par de semanas Android XR, una segunda oportunidad para sus malogradas Glasses. La empresa antes conocida como Facebook se ha asociado con Ray-Ban y lleva millones de dispositivos vendidos. Y la manzana, que apostó mucho por los cascos al estilo Vision Pro, estaría preparando sus propias gafas, que podrían ver la luz en 2026.

Hay otros en este camino

Altman e Ive no están solos tampoco en esta misión. Otras empresas lo están intentando. En Estados Unidos ha surgido un pequeño enjambre de startups que proponen broches, colgantes o llaveros que escuchan todo en una reunión o en una conferencia y luego son capaces, gracias a la IA, de sacarte conclusiones o un resumen para que consultes en tu ordenador o tu móvil.

Algunos ya han tropezado o incluso tirado la toalla. El fracaso más sonado fue el de Humane AI, startup fundada por exempleados de Apple. Lo que ellos planteaban era un broche equipado con una inteligencia artificial. En este caso, sí había pantalla. Una que se proyectaba sobre la palma de la mano del usuario, que navegaba por ella mediante gestos. La idea, que pudimos probar en el MWC en 2024, fracasó estrepitosamente y los restos del naufragio empresarial fueron adquiridos por HP.

placeholder Vista del Pin AI Humane. (M. McLoughlin)
Vista del Pin AI Humane. (M. McLoughlin)

Quien sí sobrevive es Rabbit, que hace un año dio mucho que hablar por el R1, un pequeño dispositivo de acompañamiento que se vendía como un compañero de IA para nuestro día a día, capaz de describir el mundo que nos rodeaba o incluso pedir un Uber. Aunque pasó con más pena que gloria después de toda la expectación que levantaron, todavía sobreviven y están preparando una nueva versión.

El aparato de Rabbit sí tenía pantalla, pero no jugaba un papel central. Muchos creen que esto es el futuro de la electrónica personal. Desde Carl Pei, cofundador de OnePlus y fundador de Nothing, hasta Eddy Cue, uno de los pesos pesados de Apple, que llegó a decir que en diez años quizá nadie necesite un iPhone.

Las pantallas juegan un papel central a día de hoy porque, además de permitirnos interactuar con el contenido multimedia, son nuestra única vía para utilizar las aplicaciones. ¿Qué pasaría si una IA pudiese recibir órdenes de "haz esto" o "aquello" y ejecutar las acciones necesarias para cumplir la petición? Que nos bastaría tener un micrófono o una caja blanca donde escribir lo que queramos.

Apple y el dilema de Netflix

Ese parece que sigue siendo el reto central de OpenAI: convencer a un mundo que funciona con pantallas de que hay otra manera de relacionarse con la tecnología que no sean los móviles. Y esto supone una presión añadida para Apple, que ya tenía que ponerse las pilas en todo lo que se refiere a inteligencia artificial. Aquí lo que se ha puesto en marcha es la carrera por saber qué dispositivo va a desplazar a los smartphones, y ellos son el máximo exponente de ese negocio. Es algo similar a lo que el buscador de Google ha sufrido desde que ChatGPT entró en escena. Obviamente son negocios multimillonarios cuya inercia va a durar años, pero se tienen que preparar para la siguiente ola.

En el fondo, lo que se está jugando aquí recuerda al dilema de Netflix: ser el pionero que revoluciona una industria solo para acabar encadenado a su propio éxito en el streaming. Apple reinventó el teléfono y lo convirtió en el centro de gravedad de nuestras vidas. Pero ahora, ese mismo invento podría estar lastrando su capacidad de adaptarse al próximo salto. Porque lo que proponen Altman e Ive no es simplemente otro gadget, sino la posibilidad de prescindir de los dispositivos tal y como los conocemos. Una capa tecnológica invisible, que se funde con el entorno y responde a nuestra voz, nuestros gestos o nuestro contexto, sin pantallas ni aplicaciones. En esa visión, la electrónica personal ya no se llevaría en el bolsillo: simplemente estaría ahí. Y el verdadero reto para Apple no es solo llegar a tiempo, sino atreverse a matar al iPhone antes de que lo haga otro.

Después de que Google y Microsoft lo hayan hecho por todo lo alto, Apple celebra a partir de este lunes su conferencia anual de desarrolladores, la WWDC. Y todos los ojos estarán puestos, una vez más, en Cupertino para conocer las novedades de la multinacional en todo lo que respecta al software de sus dispositivos.

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