Tus dedos o tus bitcoins: la oleada de torturas y secuestros que aterroriza a los criptomillonarios
Dedos cercenados, palizas, torturas, secuestros… Los empresarios de la industria de las criptomonedas están sufriendo una inédita oleada de violencia por parte de delincuentes que van detrás de sus carteras millonarias
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"¡Ayuda! ¡Llamad a la Policía!". Gritos de horror y llantos de desesperación se escuchan en el corazón de París, a plena luz del día. Tres hombres encapuchados tiran con fuerza del brazo de una joven mientras su padre la agarra por la cintura. La sangre brota de su cabeza mientras uno de los agresores le golpea con lo que parece una llave inglesa. Pero este no cede ni tiene la más mínima intención de dejar ir a su hija. El forcejeo continúa durante largos segundos hasta que un vecino se arma de valor y acude a protegerles armado con un extintor. Finalmente, los asaltantes se dan por vencido, se suben a una furgoneta y huyen. La víctima es el director ejecutivo de Paymium, una plataforma francesa de intercambio de criptomonedas, y su hija.
Este secuestro frustrado es sólo el último episodio de una salvaje oleada de casos en los últimos meses en los que delincuentes emplean la violencia extrema para extorsionar a criptomillonarios y robar sus fortunas. Las víctimas son secuestradas y torturadas a golpes hasta que revelan todas las credenciales de sus cuentas. En algunos casos, se les han amputado los dedos o amenazado con arrancarles los genitales. En todos se emplean herramientas para infligir dolor y coaccionar. La tendencia ha llegado a España, donde hace unos meses torturaron a dos emprendedores arrancándoles las uñas en Cullera tras haber sido seducidos por dos prostitutas para acudir a una supuesta fiesta privada que en realidad era una trampa.
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Con el valor del bitcoin subiendo como la espuma durante el último año, el hackeo ha sido durante mucho tiempo el principal riesgo para las grandes fortunas cripto. Para evitarlo, los inversores han optado cada vez más por dispositivos físicos para desconectar sus billeteras digitales, lo que dificulta el robo remoto. Eso es precisamente lo que también les ha convertido en un blanco perfecto. Este temor se ha intensificado aún más después de que la plataforma de intercambio de criptomonedas Coinbase revelara que hasta 97.000 clientes han sufrido el robo de su información personal, incluyendo direcciones e instantáneas de saldo. Según ha apuntado la compañía, los datos probablemente fueron robados por empleados sobornados.
Hasta la fecha se han documentado más de 20 incidentes en todo el mundo solo este 2025. Cinco de ellos han tenido lugar en Francia, lo que ha llevado incluso al ministro del Interior francés, Bruno Retailleau, a reunirse con los principales directores de empresas de criptomonedas para diseñar un plan con nuevas medidas de seguridad.
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Aquellos ‘criptobros’ que eran muy activos en redes sociales y presumían de sus ganancias han comenzado a cerrar sus cuentas y borrar los mensajes en los que alardeaban o daban demasiada información sobre sus casos de éxito. Killian Desnos, un influencer de póker y otros juegos de azar online conocido en YouTube y Twitch, se vio involucrado en un caso en el que varios hombres se hicieron pasar por repartidores de Amazon y llamaron al timbre de la casa de sus padres en un pequeño pueblo del noroeste de Francia. Los retuvieron y enviaron al streamer un vídeo en el que se le pedía un rescate mientras apuntaban con una pistola a su padre. "Presumir en internet no era buena idea; ahora me doy cuenta", escribió Desnos en X unos días más tarde.
Más aterrador es el caso de David Balland, uno de los cofundadores de Ledger, un hardware para almacenar cripto, quien también fue secuestrado a punta de pistola de madrugada en enero. En cuestión de horas, sus socios recibieron un mensaje del cabecilla de la trama exigiendo un rescate de 10 millones de euros en el que se incluía un vídeo de los secuestradores cortándole un dedo a Balland. Tras enviar un millón de euros para ganar tiempo, la Policía consiguió rastrear la ubicación de la casa a partir de las imágenes. "Hemos vivido una violencia inimaginable", relató en X, donde cambió la descripción en su perfil a "Dedos: 9/10".
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Uno de los principales motivos por los que los usuarios de criptodivisas se han convertido en los objetivos de este tipo de delincuencia es que las redes de blockchain como bitcoin y ethereum permiten la transferencia de tokens de forma instantánea y anónima. Eso quiere decir que si alguien revela sus credenciales de acceso, su cuenta puede vaciarse en cuestión de segundos con pocas posibilidades de recuperación.
En cambio, en los servicios bancarios tradicionales, las cuentas pueden ser congeladas o incautadas por las autoridades, en muchos casos pudiéndose recuperar la totalidad o parte del dinero. "Ese es uno de los principios sobre los que se fundaron las cripto: la autocustodia. Es lo equivalente a meter dinero debajo de tu colchón", mencionaba en este artículo de Wired Adam Healy, exmarine estadounidense y CEO de Station 70, una empresa de ciberseguridad centrada en criptodivisas, quien afirma haber recibido un notable aumento de la demanda de sus servicios en los últimos meses.
Los escalofriantes casos de los chalés de Cullera y Málaga
En nuestro país, la Guardia Civil ya sabe lo que se hace cuando les avisan de un caso de este calibre, pues sucesos similares llevan produciéndose con más frecuencia en el último lustro. Una de las primeras historias conocidas fue la de uno de los fundadores de Tuenti, Zaryn Dentzel, quien describió en una entrevista con este diario lo que vivió la noche en la que lo retuvieron durante horas en su domicilio de Madrid para intentar hacerse con 500 bitcoins (45 millones de euros) que guardaba en una cartera digital. Todo comenzó con un WhatsApp: "Soy amiga de Sofía, estoy con mi prima, me ha dicho que eres un tío guay y si quieres vamos las dos y te follamos por 200€". Así le engañaron para acceder a su vivienda, rociarle con spray de pimienta y enrollarle en una alfombra mientras le golpeaban y gritaban para que les diera su acceso: "Te vamos a rajar desde los huevos al cuello". La Policía Nacional les detuvo tras casi un año de pesquisas y cada uno de los autores pactó una condena de 9 años de cárcel.
Con un modus operandi similar, otro mensaje de WhatsApp, empezó una noche de pesadilla para dos jóvenes que fueron torturados en Cullera hace unos meses tras haber acudido a una fiesta privada trampa. A uno de ellos llegaron a arrancarle las uñas y lo enviaron a la UCI antes de hacerle transferir (por medio de un brutal dolor físico) 107.207 dólares a sus cuentas. La fiesta, que incluía a dos prostitutas y una villa de lujo exclusiva, era un señuelo que el grupo de delincuentes usó para seducir a las víctimas. De madrugada y con alto contenido de alcohol en el cuerpo, cuatro encapuchados irrumpieron violentamente, les redujeron y maniataron pies y manos con bridas. Golpes, cortes y hasta el uso de unos alicates y un sargento de apriete les sirvieron para amedrentar a sus víctimas de tal forma que acabaron soltando toda la información.
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La suerte quiso que otro amigo que no acudió a la fiesta empezara a olerse algo raro y llamara a la Policía, que acabó localizando el chalé donde se produjeron las torturas. Cuando llegaron los secuestradores habían huido, pero en la casa permanecía un compinche de la banda que tenía como misión limpiar la sangre y recoger todas las pruebas de lo sucedido, lo que les llevó al resto de autores. Durante esa misma mañana, fueron localizados en las afueras de Cullera, malheridos, los dos jóvenes.
Las vacaciones de los ejecutivos adinerados de la industria parecen haberse convertido en la excusa perfecta para que los ciberdelincuentes consigan atraerles a la boca del lobo mediante triquiñuelas, como lo ocurrido el verano pasado en Málaga, donde un inversor sirio afincado en Dubái aterrizó para pasar un fin de semana soleado lejos del estrés de su empresa, pero lo que vivió se convirtió en la situación más tensa de toda su vida.
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Según pudo saber este diario, contactó con un conocido de Emiratos Árabes para preguntarle si conocía a alguien en la zona que pudiese hacerle de anfitrión y mostrarle sitios de interés y establecimientos de ocio. El empresario recibió una ubicación que le llevaría a un chalé de tres plantas, pero allí no había ninguna fiesta. Lo que se encontró al llegar fue a un grupo de hombres encapuchados que lo retuvieron con tal de limpiarle una cartera valorada en 1,3 millones de euros. Un despiste de los captores posibilitó a la víctima el envío de una foto del exterior de la vivienda, tomada a través de una ventana. Esa imagen permitió a la Policía dar con el paradero del empresario. En el lugar, los agentes hallaron dos armas de fuego (una provista con un silenciador) y una habitación acondicionada con plásticos, sierras, un traje EPI, y unas tijeras de podar.
Con el tiempo, el sector 'cripto' ha ido implementando más medidas de seguridad para reducir el riesgo que conlleva la autocustodia, incluyendo métodos que requieren la firma de varias personas para que se realice cualquier transacción. Otros, más radicales, implican dividir las claves de los monederos en varios fragmentos, cada uno escondido en diferentes localizaciones alrededor del mundo. Pero incluso los procedimientos más elaborados flojean cuando se trata de un secuestro o una tortura. Como decía Healy: "Ahora hay muchas más capas de seguridad que hace cinco o diez años. Pero al final del día, y con una pistola en la sien, el secuestrador te tiene a su merced".
"¡Ayuda! ¡Llamad a la Policía!". Gritos de horror y llantos de desesperación se escuchan en el corazón de París, a plena luz del día. Tres hombres encapuchados tiran con fuerza del brazo de una joven mientras su padre la agarra por la cintura. La sangre brota de su cabeza mientras uno de los agresores le golpea con lo que parece una llave inglesa. Pero este no cede ni tiene la más mínima intención de dejar ir a su hija. El forcejeo continúa durante largos segundos hasta que un vecino se arma de valor y acude a protegerles armado con un extintor. Finalmente, los asaltantes se dan por vencido, se suben a una furgoneta y huyen. La víctima es el director ejecutivo de Paymium, una plataforma francesa de intercambio de criptomonedas, y su hija.