Musk se cobra sus favores a Trump antes de irse. Qué hay detrás de su negocio más ruinoso
El magnate ha dado su apoyo al presidente para obtener beneficios para sus empresas. Un contrato para su compañía de construcción de túneles vuelve a desatar las preocupaciones sobre los conflictos de interés
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Desde que Elon Musk dio un paso al frente y decidió alinearse con Donald Trump, convirtiéndose en uno de sus principales activos —tanto mediática como financieramente— de su campaña electoral, la pregunta que flotaba en el aire estaba clara. Desde diferentes puntos se preguntaban cómo iba a acabar cobrándose todos estos favores en caso de que el republicano llegase por segunda vez al Despacho Oval.
Aunque de cara al público este matrimonio se presentó como una unión motivada por postulados ideológicos, como la guerra contra la ideología woke o el deseo de adelgazar la administración para lograr la reducción del gasto público, no tardó en verse que había otros intereses detrás y que el sudafricano quería lograr prebendas para sus empresas. Y parece que ahora va a apretar el acelerador en la que podría ser la recta final de su papel como asesor de Trump. Hace unos días, anunció que reduciría el tiempo que dedica al polémico Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), limitándolo a uno o dos días por semana, para centrarse en la gestión de Tesla, que atraviesa uno de los momentos más delicados de su existencia. Algo que muchos achacan a su implicación política.
La última muestra de esto la ha protagonizado uno de los negocios más desconocidos y también más decepcionantes del magnate. Hablamos de The Boring Company, la empresa que Musk fundó hace casi una década con el fin de construir redes de túneles subterráneos para descongestionar ciudades como Los Ángeles o Chicago.
La idea parecía muy prometedora en la primera demostración pública que hizo en 2017. El magnate enseñó una suerte de patín que era capaz de bajar un coche de la superficie y llevarlo por dentro del túnel a una velocidad de más de 200 kilómetros por hora. Algo que podría permitir cruzar de punta a punta una gran ciudad en unos pocos minutos. Un año después hizo una segunda exhibición, mucho más rudimentaria, donde el Tesla viajaba sobre raíles y no alcanzaba la velocidad inicialmente prometida. Aquello no fue óbice para que muchas ciudades se interesasen por The Boring Company e iniciasen conversaciones en múltiples puntos de EEUU. Pero, a la hora de la verdad, solo uno de estos contactos resultó fructífero: el de Las Vegas.
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Allí se planteó una red de túneles a lo largo de toda la ciudad para facilitar la movilidad de los turistas y de los asistentes a las diferentes ferias y congresos que allí se celebran a lo largo del año. A día de hoy, solo dos pequeños tramos se han materializado: uno que conecta las diferentes partes del centro de convenciones de Las Vegas y otro que enlaza este recinto con un hotel cercano.
El resultado y la experiencia son muy diferentes a lo que se prometió en su momento, tal como pudo comprobar este diario. No existe automatización alguna. Los Teslas son manejados por humanos y, como mucho, se desplazan a 50 kilómetros por hora. Las críticas no tardaron en aflorar y muchos expertos señalaron la poca eficiencia del sistema. El magnate prometió algo así como reinventar la M-30 y, en realidad, acabó con un tren de la bruja para el divertimento de los congresistas, que pueden ahorrarse un paseo de 10 o 15 minutos.
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Pues bien, Elon Musk parece haber encontrado ahora una oportunidad para que las tuneladoras de The Boring Company vuelvan a girar y funcionar. The New York Times informó esta semana de que la Agencia Federal del Ferrocarril ha contratado a la compañía para colaborar y participar en un proyecto de Amtrak, la red nacional interurbana de trenes de pasajeros estadounidense.
Concretamente, para construir un túnel que conecte Washington con Baltimore y Virginia. La razón para recurrir a esta empresa de Musk, según indica el rotativo, es evitar que el proyecto dispare su presupuesto de los 6.000 millones inicialmente previstos hasta los 8.000. Lo llamativo es que tanto Musk como pesos pesados del cuadro republicano como JD Vance o Ted Cruz habían criticado estos proyectos por beneficiar a los estados del noreste del país. Esas quejas no se han vuelto a repetir.
The Boring Company igual recibe otro jugoso contrato en las próximas semanas. Pero fuera de Estados Unidos. Concretamente, en Arabia Saudi. Musk fue uno de los integrantes de la comitiva que Trump se llevó al país. El empresario tuvo la oportunidad de presentar al príncipe heredero, Bin Salman, su conglomerado de negocios. Cerró un jugoso acuerdo para Starlink, el servicio de telelecomunicación satelital de SpaceX. Pero también el compromiso de las autoridades del Golfo Pérsico para avanzar en proyectos de túneles en Riad similares a los de Las Vegas.
La Casa Blanca como concesionario
Pero esta no es ni mucho menos la primera vez que al empresario y director de la oficina de eficiencia gubernamental, más conocida como DOGE, se le acusa de utilizar su posición para favorecer a algunas de sus compañías. La lista es larga, pero el momento que quizá más haya dado que hablar fue aquel en el que Donald J. Trump accedió a convertir la Casa Blanca en un enorme concesionario de Tesla.
Con una puesta en escena completamente surrealista, el presidente trató de echar un capote al fabricante de coches eléctricos, cuyas ventas se habían desplomado tanto en EEUU como en Europa tras el apoyo del CEO de la compañía al republicano. Trump, que posó junto a Musk al volante de uno de sus vehículos, aseguró que se haría con uno de los Teslas, pagando el precio completo, sin ningún tipo de beneficio ni descuento.
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"No se puede castigar a nadie por ser un patriota", aseguró el mandatario, que hizo oídos sordos ante las preguntas de la prensa sobre el posible conflicto de intereses que suponía montar una promoción así en la residencia gubernamental.
Más allá de este episodio, Musk ha conseguido que Trump apruebe ciertos cambios que benefician a Tesla en la pelea por desplegar sus robotaxis. La administración ha rebajado los requisitos de notificación de accidentes, relajado algunas exigencias de seguridad y está tratando de unificar una norma federal única, reemplazando el mosaico de regulaciones estatales.
No hay que olvidar que, a diferencia de Waymo y otras compañías que quieren operar flotas de coches autónomos, Tesla apuesta por un sistema basado únicamente en la visión por ordenador, enseñando a sus vehículos a conducir solo con las imágenes que recogen las cámaras.
Que Musk tenga que recibir el visto bueno de un solo regulador y no de decenas de ellos facilitaría competir contra otras compañías
Este enfoque, si bien es más económico y permitiría un despliegue más veloz, suscita más dudas entre los expertos, que creen que puede ser más inseguro en el corto y en el medio plazo. Que Musk tenga que recibir el visto bueno de un solo regulador y no de decenas de ellos facilitaría competir contra otras compañías que actualmente ya están operando comercialmente sus servicios.
Pero si hay una compañía que parece que va a recoger los frutos de esta sociedad es SpaceX. La firma de exploración espacial ya era, al final del mandato de Biden, una de las principales concesionarias de contratos públicos. A finales de 2024, recibió 3.800 millones de dólares, en su mayoría provenientes tanto del Pentágono como de la NASA. Esa cantidad parece que se va a multiplicar sustancialmente este curso. Tanto la agencia espacial como la FAA, el regulador aeroportuario, tienen que resolver cuatro licitaciones para la construcción de plataformas de despegue, así como diversos lotes de lanzamientos en 2025. Todo apunta a que SpaceX será la agraciada.
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Esto ha generado reacciones diversas. Los que apoyan a Musk defienden la supremacía técnica sobre otros competidores como Blue Origin o Boeing. Sin embargo, los que denuncian un evidente conflicto de intereses señalan que, como DOGE ha laminado los recursos de los órganos federales encargados de investigar estas posibles irregularidades, es imposible saber si estos contratos han sido adjudicados de manera ética o no.
"Nunca sabremos si realmente ganaría todos estos premios porque todas las oficinas destinadas a prevenir la corrupción han sido decapitadas o desfinanciadas", aseguraron los responsables de Project on Government Oversight, una ONG dedicada al control de la actividad y el gasto institucional.
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Musk quiere utilizar su privilegiado acceso a las palancas del poder estadounidense para beneficiar especialmente a Starlink. Lleva meses presionando para conseguir más espectro radioeléctrico. Algo que le ha llevado a confrontar directamente con algunas de las grandes telecos estadounidenses como AT&T o Verizon.
La Agencia Federal de Comunicaciones (FCC) ya aprobó a finales de marzo una de estas adjudicaciones, y no se descarta que ocurran más en los próximos meses. Trump ha colocado en la FCC a Brendan Carr, que en el pasado se ha mostrado admirador y partidario de Musk.
Desde que Elon Musk dio un paso al frente y decidió alinearse con Donald Trump, convirtiéndose en uno de sus principales activos —tanto mediática como financieramente— de su campaña electoral, la pregunta que flotaba en el aire estaba clara. Desde diferentes puntos se preguntaban cómo iba a acabar cobrándose todos estos favores en caso de que el republicano llegase por segunda vez al Despacho Oval.