Cómo el rival más prometedor de Tesla se ha salvado de la 'quema' gracias a Amazon
Mientras el sector automotriz de eléctricos atraviesa nubarrones y los inversores se retiran, Rivian se aferra al gigante de 'e-commerce' para resistir esta tormenta. El resultado es una flota de vehículos de reparto
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En un mercado donde las empresas de coches eléctricos caen como fichas de dominó y los inversores huyen en estampida, Rivian se está aferrando con uñas y dientes a un salvavidas conocido: Amazon. La startup automotriz, que ha visto cómo sus acciones se desplomaban y sus planes de producción se tambaleaban, sigue siendo, paradójicamente, una pieza clave en la ambiciosa estrategia del gigante del e-commerce para electrificar sus operaciones logísticas.
El Confidencial se ha subido al volante de la última prueba de esta alianza en un evento celebrado en Dortmund (Alemania) donde Amazon ha desplegado su artillería pesada en el campo de la logística, una nueva flota que incluye desde bicis eléctricas hasta camiones de 40 toneladas de cero emisiones. Pero el plato fuerte ha sido una furgoneta eléctrica diseñada a medida por Rivian que, aunque ya lleva un tiempo rodando por las calles de EEUU, ha aterrizado hace poco en Europa y llegará pronto a España.
Los de Bezos se han comprometido a invertir más de 1.000 millones de euros en cinco años para transformar su red de transporte europea. Pero mientras Amazon despliega su músculo logístico verde, Rivian lucha por no desmoronarse. Nacida como la gran promesa del sector eléctrico —llegó a ser valorada por algunos analistas como el "próximo Tesla"—, hoy navega en aguas turbulentas: deuda, problemas para cumplir entregas, solo una planta operativa, encarecimiento de sus modelos, y una sangría de inversores como Ford y Tiger Global, que se han deshecho de millones de acciones. Su producción se ha reducido drásticamente, y el lanzamiento de su segunda fábrica se ha retrasado.
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Aun así, Amazon se mantiene firme en que las furgonetas EDV (Electric Delivery Van, en inglés) de Rivian representan una mejora en la experiencia del reparto y está haciendo de ellas su caballo de batalla. Una de las principales fortalezas de las que te das cuenta nada más montarte en esta bestia eléctrica es que está equipada con una navegación integrada que no solo muestra rutas, sino que las optimiza según factores en tiempo real como el tráfico o las condiciones climáticas. Esto está perfectamente enlazado con el sistema de entrega. Gracias a un sistema de códigos QR, desde las rutas de entrega hasta la organización de paquetes se cargan directamente en el vehículo, lo que elimina la necesidad de depender del móvil para la navegación. Esto no solo conserva batería, sino que también permite al conductor centrarse plenamente en la ruta sin distracciones.
Llama la atención que las puertas del vehículo, tanto la principal como la de carga, se bloquean y desbloquean automáticamente al detectar la proximidad del llavero, eliminando pasos innecesarios. La puerta que separa la cabina de la zona de carga, es eléctrica y se abre sola al llegar al punto de entrega, facilitando una transición rápida y segura entre el interior del vehículo y la entrega del paquete. Además, bloquea automáticamente las puertas traseras cuando el llavero se aleja, evitando el riesgo de robos mientras el conductor se encuentra repartiendo.
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Es importante tener en cuenta que las flotas de reparto suelen operar con rutas fijas y tienen acceso a su propia infraestructura de carga, lo que les permite evitar buena parte de los problemas relacionados con la autonomía que afectan a los conductores particulares de eléctricos. Sin embargo, hay una limitación notable: el tamaño. La de Rivian es más pequeña que las grandes furgonetas utilizadas por FedEx y UPS, lo que la hace menos adecuada para el transporte de cargas más pesadas o voluminosas. Esto no es un problema para la entrega de productos ligeros, como los de Amazon, pero sí podría ser un obstáculo si Rivian desea expandirse a otros tipos de logística.
Evitar caer en el "valle de la muerte"
Rivian despegó como un cohete durante sus inicios en 2009. Su primer modelo, la futurista RT1, generó mucha expectación con un diseño rompedor. Prensa e inversores cayeron rendidos. Algunos, como el banco Mizuho llegaron a pronosticar que la compañía valdría 1.000 de dólares. Pero no todos compraron ese optimismo, sobre todo porque se trataba de una startup sin experiencia industrial que ya cotizaba como un gigante. Luca de Meo, CEO de Renault, lo resumió con sorna: “Una empresa que no ha vendido ni un coche vale tres veces más que nosotros”.
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Y entonces llegó el golpe de realidad. Pese al ruido inicial, Rivian no logró cumplir sus promesas. A los pocos meses de empezar 2022, ya había recortado sus previsiones de producción a la mitad. Los problemas se acumulaban: solo contaban con una planta operativa en Illinois (EEUU) y la escasez global de materiales no ayudaba. Encima, subieron los precios: su pickup saltó de 67.500 a 79.000 dólares, y su SUV, de 70.000 a 84.000. Elon Musk le lanzó un dado en X: "Hacer una camioneta cara es fácil. Lo difícil es que sea asequible".
Rivian, como muchas otras startups del sector, está atrapada en el "valle de la muerte", como han denominado algunos analistas económicos: esa fase crítica donde se quema efectivo a un ritmo salvaje sin que lleguen ingresos suficientes para sobrevivir. Una barrera mortal que ya ha sepultado a decenas de automotrices eléctricas prometedoras. Las que aún respiran, como Lucid Motors, lo hacen con pérdidas millonarias: Rivian arrastra más de 22.000 millones en números rojos y el déficit no para de crecer. Y Ford, solo en su división de eléctricos, suma más de 10.500 millones en pérdidas.
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La razón de fondo es estructural. Montar una marca de coches eléctricos desde cero es casi suicida: necesitas fábricas, baterías, software, infraestructura de carga, acuerdos logísticos, proveedores… todo antes de vender una sola unidad. Es decir, la inversión inicial es tan desorbitada que muchas se hunden antes de siquiera despegar. Tesla tardó diez años en salir del túnel, y eso que fue pionera. Hoy, el contexto es mucho más hostil, con las empresas chinas desembarcando en Europa y EEUU. Y a todo eso se le suma la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, quien ha convertido al eléctrico en su nuevo enemigo. Ha prometido eliminar subsidios, créditos fiscales y regulaciones climáticas con tal de resucitar el motor de combustión. Incluso ha propuesto borrar de un plumazo los incentivos de 7.500 dólares por coche eléctrico. Tesla, claro, ha sido el principal damnificado.
Bezos lleva años obsesionado con competir con Elon Musk. Después de años haciéndolo en el espacio, en los rankings de riqueza y en las licitaciones de la NASA, el fundador de Amazon parece haber encontrado otra motivación: comerle la tostada a Musk con su misma receta y en su propio terreno. Hace unas semanas nos hacíamos eco de cómo el millonario está aupando a otra startup que recuerda a Rivian en sus inicios y que ha volado bajo el radar desde 2022, Slate Auto.
Quiere romper el mercado eléctrico con un modelo similar al Cybertruck, pero biplaza y radicalmente asequible (sólo 20.000 dólares). Y consciente de ese campo de minas, Slate está apostando por algo diferente: no sólo fabricar coches a precio de derribo, sino también construir una línea de accesorios y productos paralelos para mejorar los márgenes de beneficio: desde ropa y merchandising hasta elementos para personalizar el vehículo (altavoces, puertos USB, arneses para perros y un sinfín de cachivaches más).
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Mientras casi todas las nuevas marcas de eléctricos han intentado emular a Tesla (empezar con vehículos premium, vender pocos pero caros, y luego pasar al gran público), Slate apunta al consumidor medio desde el principio: el cliente compra barato y luego ya mejora el coche a su ritmo. ¿Y cómo lo van a pagar? De momento, ya levantaron al menos 111 millones de dólares en una ronda Serie A, y cerraron una Serie B a finales de 2023, con inversores como Mark Walter (dueño de los LA Dodgers) y Thomas Tull, uno de los aliados más cercanos de Bezos.
Es el momento perfecto para Bezos, sobre todo en un contexto en el que Tesla intenta salir del lodazal político y financiero en el que su CEO se ha metido. Su cercanía con la ultraderecha alemana, sus posturas antiinmigración y su papel como zar de DOGE bajo la administración Trump lo han vuelto un blanco perfecto. Las protestas contra Tesla se han vuelto más virulentas, y el mercado empieza a castigar: en Europa, las ventas de la marca han caído un 70% en lo que va de 2025. Sea Rivian o Slate, la apuesta de Bezos por la movilidad eléctrica se está reforzando. Cómo les va a salir la jugada es una pregunta que veremos próximamente.
En un mercado donde las empresas de coches eléctricos caen como fichas de dominó y los inversores huyen en estampida, Rivian se está aferrando con uñas y dientes a un salvavidas conocido: Amazon. La startup automotriz, que ha visto cómo sus acciones se desplomaban y sus planes de producción se tambaleaban, sigue siendo, paradójicamente, una pieza clave en la ambiciosa estrategia del gigante del e-commerce para electrificar sus operaciones logísticas.