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Los tres 'jinetes del Apocalipsis' se alían para poner en órbita el escudo de oro de Trump
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CON MILES DE SATÉLITES ARMADOS

Los tres 'jinetes del Apocalipsis' se alían para poner en órbita el escudo de oro de Trump

EEUU ha ordenado el desarrollo de la 'Golden Dome', una barrera antimisiles similar a la 'Cúpula de Hierro' israelí, solo que esta desde el espacio. SpaceX, Palantir y Anduril quieren un pedazo del pastel

Foto: Prueba de lanzamiento de un misil balístico intercontinental en California. (EEUU)
Prueba de lanzamiento de un misil balístico intercontinental en California. (EEUU)

En uno de sus movimientos más controvertidos desde que volvió a la Casa Blanca, Donald Trump, ha resucitado un viejo sueño de la Guerra Fría con un nuevo nombre y una ambición desmedida: la Cúpula Dorada (Golden Dome, en inglés), un megaescudo antimisiles inspirado en la Cúpula de Hierro israelí (conocida como Iron Dome, en inglés). El 27 de enero, el republicano firmaba una orden ejecutiva donde citaba un ataque con misiles como "la amenaza más catastrófica que enfrenta Estados Unidos" y por ello solicitaba a las Fuerzas Armadas que realicen un estudio para la construcción de una versión estadounidense. Pero, mientras Israel intercepta de manera asidua proyectiles relativamente rudimentarios lanzados desde Gaza o el Líbano, la versión de Trump apunta mucho más alto: detener misiles balísticos intercontinentales en el espacio.

La propuesta, aún en pañales, ha atraído a los nombres más potentes (y políticamente conectados) del mundo tecnológico: SpaceX, Palantir y Anduril, algo así como los tres 'jinetes del Apocalipsis'. Estas tres tecnológicas llevan años intentando colarse en el corazón del Pentágono y la administración estadounidense a golpe de contratos militares millonarios. Su crecimiento ha sido explosivo, pero puede quedarse en calderilla comparado con la oportunidad que se les abre ahora con Trump en el poder. "Estamos haciendo que EEUU sea más letal, que nuestros adversarios teman cada vez más actuar en contra de nuestros intereses. Y nos enorgullecemos", se le escuchó en una ocasión al CEO de la segunda.

Elon Musk, Alex Karp y Palmer Luckey, todos grandes donantes y aliados del presidente, quieren parte del pastel y han mostrado su interés para diseñar el esqueleto de este hipotético sistema: alrededor de 1.000 satélites orbitando el planeta para detectar y rastrear lanzamientos, seguidos por 200 armados con misiles o láseres para derribarlos. Todo, por supuesto, made in America. Aunque es música para los oídos para los republicanos, las decisiones finales aún están lejos. De hecho, se han presentado más de 180 empresas, desde gigantes como Lockheed Martin y Boeing hasta startups de defensa como Epirus o Ursa Major para participar. Los contratos serán jugosos, económicamente hablando, y nadie quiere quedarse fuera.

placeholder El ejército estadounidense prueba su sistema de defensa antimisiles Aegis. (Comando de Defensa Espacial y de Misiles del Ejército de EEUU)
El ejército estadounidense prueba su sistema de defensa antimisiles Aegis. (Comando de Defensa Espacial y de Misiles del Ejército de EEUU)

Aunque no se espera que SpaceX participe en la militarización de los satélites, según fuentes consultadas por Reuters, la compañía ha sugerido algo que sí que no se veía venir: la posibilidad de que el gobierno no compre la tecnología, sino que se suscriba a ella. Como si se tratara de Netflix, el Pentágono pagaría una tarifa mensual por acceso a la "Cúpula". Este modelo agilizaría el despliegue, pero también dejaría al país alquilando su seguridad nacional. Mientras tanto, en el Congreso han empezado a sonar las alarmas. La demócrata Jeanne Shaheen ha presentado un proyecto de ley para impedir que empleados especiales del gobierno, como Musk, se hagan con contratos federales: "Cuando el hombre más rico del mundo diseña el sistema que él mismo venderá al Estado… hay algo que huele raro", ha declarado.

Si este tridente obtuviera un contrato para la Golden Dome, representaría un triunfo para Silicon Valley y un duro golpe para los contratistas tradicionales. "Desde el año pasado, Anduril y Palantir están promoviendo formar un nuevo consorcio de defensa de industrias no tradicionales, fomentando las nuevas tecnologías militares para conseguir contratos. Hay rumores de que EEUU está planeando reducir su flota de vehículos terrestres y gasto militar para precisamente acelerar esta reestructuración interna, para consolidar lo que será un nuevo Ejército del siglo XXI con sistemas tecnológicos punteros", explica a El Confidencial Guillermo Pulido, analista de defensa y autor del libro Guerra multidominio y mosaico.

Foto: El sistema de la Cúpula de Hierra intercepta misiles lanzados desde Irán el pasado 1 de octubre. (Reuters/Amir Cohen)

El coste total de este escudo antimisiles podría alcanzar cientos de miles de millones de dólares. SpaceX ha estimado que sólo el trabajo preliminar de ingeniería y diseño para la capa de custodia de satélites costaría entre 6.000 y 10.000 millones de dólares, según las fuentes anteriormente mencionadas. Pero más allá de los conflictos éticos y las cifras astronómicas, surge una pregunta: ¿es técnicamente posible? Laura Grego, directora de investigación de la organización Union of Concerned Scientists, ha manifestado en varios comunicados y artículos de prensa que es una "mala idea, costosa y vulnerable": "Un sistema de este tipo podría verse desbordado por el lanzamiento simultáneo de múltiples armas, lo que elevaría el tamaño requerido de la defensa a un número muy elevado, potencialmente de decenas de miles de satélites".

La fantasía de una red impenetrable, como la que sugiere Trump, ha rondado durante décadas por los pasillos del Pentágono. Desde la Iniciativa de Defensa Estratégica de Reagan —la famosa "Guerra de las Galaxias"— EEUU ha gastado más de 400.000 millones de dólares en intentos por construir un escudo fiable contra misiles balísticos. Sin embargo, los resultados han sido modestos. Y aunque los tratados de control de armas florecieron después, la era actual es otra historia: Rusia y China están aumentando su arsenal nuclear, Corea del Norte sigue probando misiles como quien juega a los dardos, e India y Pakistán ya están en el club nuclear.

"Las guerras van a estar caracterizadas por una enorme cantidad de proyectiles que se van a lanzar las grandes potencias entre sí"

De hecho, EEUU ya cuenta con múltiples sistemas de defensa antimisiles para amenazas puntuales como Patriot o THAAD, entre otros. Estas armas se han probado en escenarios reales, como ataques iraníes contra Israel, que fueron repelidos por misiles estadounidenses lanzados desde destructores en el Mediterráneo. Pero todos estos sistemas fueron diseñados para intercepciones localizadas, no para defender un país entero de un ataque nuclear masivo. Trump, en su orden ejecutiva, no se equivoca al señalar que la amenaza actual es más compleja: misiles hipersónicos, vehículos de reentrada maniobrables (MaRV), armas que cambian de trayectoria en pleno vuelo. Incluso si SpaceX logra poner miles de satélites en órbita con armas láser o interceptores cinéticos, el tiempo de reacción, la logística de mantenimiento, los costes operativos y las vulnerabilidades siguen siendo grandes obstáculos.

placeholder El sistema de defensa aérea Cúpula de Hierro de Israel intercepta misiles lanzados desde la Franja de Gaza el 11 de octubre de 2023. (EFE)
El sistema de defensa aérea Cúpula de Hierro de Israel intercepta misiles lanzados desde la Franja de Gaza el 11 de octubre de 2023. (EFE)

Para Pulido, sin embargo, la viabilidad del proyecto no es descabellada: "Si piden láseres de rayos X al estilo Ronald Reagan, puede que no sea factible. Pero si piden otro tipo de defensa, es totalmente alcanzable técnicamente. Ya hemos visto en los intercambios entre Israel e Irán que la interceptación de misiles balísticos de largo alcance en el espacio es posible. Evidentemente, no es lo mismo derribar 100 o 200 que 1000 o 10.000 proyectiles, porque en un futuro las guerras van a estar caracterizadas por una enorme cantidad de proyectiles que se van a lanzar las grandes potencias entre sí".

Foto: Ilustración del Sky Sonic, el escudo antimisiles hipersónicos. (Rafael)

Pulido indica que, a pesar de lo que indican algunos analistas, el tamaño del país no es un factor tan crucial en estos casos. "Un misil de larga distancia intercontinental lo vas a tener que destruir en el espacio da igual que seas Israel y tengas un tamaño de 21.937 km² o seas EEUU y tengas uno de 9.826.675 Km². El misil ascenderá a unos 1.500 kilómetros de altura, dependiendo del tipo de proyectil y la trayectoria balística, y saldrá al comienzo del espacio exterior. Lo lógico es interceptarlo y derribarlo a mitad camino, a unos 800 kilómetros, con lo que estás defendiendo el area de influencia a la que esa ojiva podría llegar".

La gran tarea de poner en órbita una flota de armamento

La Cúpula de Hierro israelí fue originalmente diseñada para atacar los proyectiles casi primitivos que se lanzaban a lo largo de las fronteras, pero se ha modernizado silenciosamente en los últimos años para enfrentar misiles de largo alcance, salvas con docenas de cohetes, enjambres de drones e incluso metralla que se dirige hacia las ciudades como resultado de intercepciones exitosas. Una sola batería en el norte de Israel resistió los bombardeos de cientos de misiles y drones de Hezbolá en cuestión de minutos. Un mes después del inicio del conflicto, los hutíes dispararon un misil balístico de diseño iraní, las defensas del país dispusieron de unos diez minutos desde el lanzamiento hasta el impacto previsto en Eilat, a más de 1.777 kilómetros de distancia. El cohete nunca llegó tan lejos. Mientras volaba sobre la Línea de Kármán, que marca la frontera del espacio exterior, un misil interceptor Arrow estadounidense lo impactó. Fue el primer combate espacial.

placeholder Vista de dos baterías del sistema antimisiles Cúpula de Hierro posicionada en la meridional ciudad de Ashkelon, Israel. (EFE)
Vista de dos baterías del sistema antimisiles Cúpula de Hierro posicionada en la meridional ciudad de Ashkelon, Israel. (EFE)

"Es más difícil darle a una ojiva desde tierra a 1.000 kilómetros que tener directamente en el espacio un satélite con proyectiles. Lo que sí es difícil técnicamente es poner una enorme cantidad de armas en órbita. Si, por ejemplo, te disparan desde China y tus satélites con proyectiles antimisiles están en el Polo Sur, no les va a dar tiempo para llegar. Para que en un lugar de la bóveda terrestre haya satélites pasando continuamente, vas a requerir de una flota muy grande", señala el experto sobre los planes de Trump.

Preguntado por qué tipo de satélites formarían esta flota, Pulido explica que estamos hablando de una arquitectura basada en varias capas de custodia para detectar a los lanzadores en tierra: "Una capa de seguimiento de los proyectiles enemigos a medida que van ascendiendo y llegando al espacio exterior. Una con los proyectiles para derribarlo desde el espacio. Y otra capa destinada a las telecomunicaciones para transportar los datos. Vamos, una gran malla de satélites. En los años 80, cuando se hicieron los primeros estudios, eso suponía un coste prohibitivo, pero SpaceX está consiguiendo bajar muchísimo el precio. La pregunta es cómo realizarán las tareas de mantenimiento y supervisión de estos aparatos".

Foto: Misil Arrow 3. (IAI)

Tampoco está claro qué armamento portarían esos satélites y lo que costarían. Los misiles Arrow 3 que ha usado Israel para interceptar cuestan la friolera de tres millones de dólares. En un intento por reducir drásticamente los costes, el país afirma haber invertido más de 1.000 millones en investigación de armamento láser. El Iron Beam israelí de 100 kilovatios utiliza ráfagas de luz para derribar drones. Aun así tienen grandes desventajas, como que su uso repetido requiere una batería de gran capacidad: "Que los satélties portaran láseres sería el plan más disruptivo, pero tendrían que dar con una fórmula para poder manejar tanta cantidad de energía sin que chamusques el satélite en los disparos. Reagan llegó a hablar de rayos X, con energía nuclear, pero eso es una utopía incluso hoy en día", comenta Pulido.

Por último, hay quien sugiere que el plan de Trump no está diseñado para construirse de manera literal, sino para usarse como herramienta de negociación. Un farol estratégico, como el que Reagan también utilizó en los años 80 para forzar a la URSS a gastar más, o sentarse a negociar. Sin embargo, incluso como táctica diplomática, esta versión moderna del escudo espacial tiene un coste alto: puede desatar una nueva carrera armamentista, complicar las alianzas existentes, y desviar miles de millones de dólares de amenazas más plausibles hacia un proyecto cuyas probabilidades de éxito aún no están del todo claras.

En uno de sus movimientos más controvertidos desde que volvió a la Casa Blanca, Donald Trump, ha resucitado un viejo sueño de la Guerra Fría con un nuevo nombre y una ambición desmedida: la Cúpula Dorada (Golden Dome, en inglés), un megaescudo antimisiles inspirado en la Cúpula de Hierro israelí (conocida como Iron Dome, en inglés). El 27 de enero, el republicano firmaba una orden ejecutiva donde citaba un ataque con misiles como "la amenaza más catastrófica que enfrenta Estados Unidos" y por ello solicitaba a las Fuerzas Armadas que realicen un estudio para la construcción de una versión estadounidense. Pero, mientras Israel intercepta de manera asidua proyectiles relativamente rudimentarios lanzados desde Gaza o el Líbano, la versión de Trump apunta mucho más alto: detener misiles balísticos intercontinentales en el espacio.

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