Los últimos del cobre: estos son los condenados a un internet a pedales en la España de 2025
En mayo llega, ahora sí de forma definitiva, el fin del ADSL en nuestro país. Pero aún quedan miles de hogares para los que esta opción es la única alternativa tener acceso a internet de banda ancha
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Hay unos 140 vecinos de Valdelinares, en Teruel, que comparten un problema diario con 199 residentes de Madrid o 2 de Cieza, Murcia. Esparcidos por España, estos hogares tienen en común sus dolores de cabeza cada vez que hacen videollamadas, sus angustias para teletrabajar o la imposibilidad de ver series en máxima calidad. Puede que incluso lo pasen mal a la hora de pedir una cita médica o consultar Instagram. Todos ellos forman parte del grupo, cada vez más reducido, pero aún existente, de españoles condenados a tener una conexión alámbrica a internet que va a pedales. O quizá ya ni siquiera tengan esa opción.
El próximo 25 de mayo es la fecha apuntada para el cese definitivo de la tecnología ADSL en nuestro país. Una defunción acordada entre Telefónica y la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC) que pondrá fin a unos 25 años de conexión a internet por cobre. También supondrá el adiós a la telefonía fija que aprovechaba este mismo soporte. Sin embargo, es muy probable que no sea la primera vez que lees sobre el fin de todo esto, porque su muerte se ha ido retrasando en los últimos años. El motivo para esta larga angustia es tan sencillo que no sería raro que se vuelva a repetir: aún quedan muchos españoles que dependen del cobre. El cerco se ha ido estrechando y ya no llegan ni a 100.000 los que mantienen una tarifa ADSL, pero tampoco hay una alternativa clara para ellos.
"Es una situación difícil. Es verdad que hay que relativizar y ver que somos un país puntero en conectividad, pero quedan unos pequeños reductos que es lo que ahora hay que ver cómo cubrimos, porque todos tenemos derecho a una buena conexión", cuenta Ignacio Martín, CEO de Fibritel, un operador de telecomunicaciones especializado precisamente en estos agujeros negros de conexión lenta. "Nosotros hemos encontrado una oportunidad en esas zonas rurales y de la España más despoblada que está interesada en tener un acceso a internet a la altura de la del resto del país. Pero obviamente ni nosotros nos atrevemos a dar una fecha en la que todo el mundo pueda gozar de conexión por fibra óptica porque es casi imposible saberlo", añade.
Nuestro país es un ejemplo en Europa en este asunto. La transición de la banda ancha más lenta como el ADSL a la rápida o ultrarápida que ofrece la fibra óptica nos coloca entre los que mejor acceso a la red tienen, pero por el camino se han ido quedando hogares que no tienen acceso a este tipo de tecnología por diversos motivos, sobre todo porque hacérselo llegar de momento no ha sido rentable para los operadores. Según los datos del Ministerio para la Transformación Digital, el total de estos hogares sin a banda ancha con velocidades superiores a 100 Mbps rondaba los 81.000 en septiembre de 2024. Y hay casos que han dado mucho que hablar, como el del casco histórico de Vitoria, Burgos, San Sebastián o algún barrio de la propia capital nacional española.
En los últimos años, ese número de rezagados se ha ido reduciendo tanto con inversión privada como con iniciativas públicas, pero la transición total parece tarea casi imposible. En 2024, con el primer apagón del ADSL (se cerraron más de 3.000 centrales de cobre y en mayo se cerrarán las 659 que quedan operativas) fueron muchos los vecinos que empezaron sus propias protestas para conseguir las mejoras al ver que de la noche a la mañana se quedaban sin red fija, pero la lista de puntos sin buen acceso sigue siendo larga.
El pueblo más afectado, si comparamos la cantidad de hogares sin acceso con el total de inmuebles, es Valdelinares, en Teruel, seguido de Pálmaces de Jadraque, en Guadalajara, y Clarés de Ribota, en Zaragoza. Pero no se libra casi ningún municipio. En la ciudad de Madrid quedan 199 hogares en esa situación, en Barcelona 52 y en Murcia casi 700.
Empresas como Fibritel llevan las cifras más allá. Aseguran que aunque más de 15 millones de hogares y empresas en España ya disfrutan de conexión a Internet mediante fibra óptica y 1,5 millones cuentan con tecnología HFC (Híbrido Fibra Coaxial), cerca de 500.000 inmuebles no tienen cobertura de banda ancha ultrarápida, a los que se suma los que quedan con tarifa de ADSL (calculan unas 45.000 cuentas activas).
Los números llaman la atención, sobre todo por lo interiorizado que tenemos la conexión de más de 100 Mbps (y bastante más) que ofrece la fibra óptica, pero lo peor, como se ve por los lugares que lideran el ránking, está en las zonas rurales. Allí, la inversión para colocar la fibra óptica no es demasiado rentable para las grandes compañías y se ha dejado notar en todo este tiempo.
Iniciativas como la de Fibritel, que han visto en estos espacios un lugar en el que hacer negocio sin tener que pelear con los gigantes, buscan alternativas para rentabilizar estas apuestas. "Es un trabajo micro, de ir casa por casa, ayuntamiento por ayuntamiento y empresa por empresa. Plantear tu idea, ver cómo se tiene que hacer la inversión y convencer a muchos de que es una buena idea. Pero bueno, hay que valorar que en España aparecen este tipo de oportunidades empresariales y eso ya de por sí habla bien de nuestro país", cuenta Martín.
Satélite, radio y mucha inversión sin retorno
En su caso, la alternativa que ofrecen es la de una intervención personalizada para que el coste sea menor. "Sobre todo a los negocios les ofrecemos un despliegue de fibra ad-hoc, que resulta más económico cuando se trata de polígonos industriales rurales y que en muchas ocasiones utiliza canales preexistentes que reducen los costos significativamente", cuenta Martín. "También trabajamos con operadores neutros que en muchos casos son los que hablan con la administración y montan la infraestructura que nosotros luego comercializamos", añade.
Sin embargo, no son los únicos con nuevas ideas en este sentido. La salida de Telefónica de todos estos entornos ha agudizado el ingenio y muchos se han lanzado a cubrir este espacio. Por ejemplo, está la llegada del internet satelital, sobre todo del famoso Starlink de Elon Musk, que ha dado oportunidades a muchos de estos entornos y otros tantos operadores ofrecen una opción denominada WiMAX (Worldwide Interoperability for Microwave Access) es una tecnología de conexión a internet inalámbrica que utiliza ondas de radio. También queda la opción de la conexión inalámbrica con 4G o 5G.
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El problema de muchas de estas soluciones es que sus velocidades pueden ser limitadas y no servir para cierto tipo de usuarios. WiMAX, por ejemplo, puede ofrecer hasta 70 Mbps de velocidad, muy por debajo de las promesas de la fibra. Starlink ofrece mejores opciones, con hasta 300 Mbps, pero ninguno gana al cable óptico tanto por prestaciones como por latencia.
Ante la situación, multitud de ayuntamientos han tenido que tomar las riendas y empezar a negociar directamente con las operadoras e instaladores para evitar los apagones, aunque no está siendo fácil. Vitoria, por ejemplo, es un caso paradigmático de este problema. Su centro histórico está protegido y limita mucho las posibilidades de colocar la fibra. Sus residentes llevan años en un tira y afloja por conseguir mejoras en su conexión porque en 2022 el ADSL desapareció de la ciudad y desde entonces han tenido que buscar mil alternativas para no quedarse sin cobertura. Pues hasta este 2025 no se ha dado una solución definitiva.
Hace un mes, se hizo público que el casco histórico contará con fibra en un futuro cercano, pero no se han concretado fechas. Hay unos 300 edificios afectados y el gobierno municipal ha reservado 150.000 euros para instalar cajas de registro en los portales que quedaron sin acceso a banda ancha. Eso sí, el tramo final, del portal a la vivienda o comercio, deberá ser costeado por los propietarios. Viendo los tiempos, es probable que llegue antes el fin definitivo del ADSL que la fibra a algún edificio del centro de la capital vasca.
Hay unos 140 vecinos de Valdelinares, en Teruel, que comparten un problema diario con 199 residentes de Madrid o 2 de Cieza, Murcia. Esparcidos por España, estos hogares tienen en común sus dolores de cabeza cada vez que hacen videollamadas, sus angustias para teletrabajar o la imposibilidad de ver series en máxima calidad. Puede que incluso lo pasen mal a la hora de pedir una cita médica o consultar Instagram. Todos ellos forman parte del grupo, cada vez más reducido, pero aún existente, de españoles condenados a tener una conexión alámbrica a internet que va a pedales. O quizá ya ni siquiera tengan esa opción.