El día en el que el radar se convirtió en la pesadilla de un ejército de kamikazes: la batalla del golfo de Leyte
La Batalla del Golfo de Leyte fue el mayor choque de la Historia Aeronaval y marcó un punto de inflexión crucial en el teatro de operaciones del Pacífico. El radar jugaría un papel clave contra los kamikazes japoneses
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F808%2Fb51%2Ff8d%2F808b51f8d292cd46fe1e27e422f80f51.jpg)
La Batalla del Golfo de Leyte, librada entre el 23 y el 26 de octubre de 1944, marcó un punto de inflexión crucial en el teatro de operaciones del Pacífico. Este enfrentamiento formó parte de la campaña para liberar las islas Filipinas de la ocupación japonesa. En respuesta, la Armada Imperial Japonesa lanzó la Operación Sho-Go, una estrategia desesperada para repeler la invasión aliada.
Leyte constituyó la última oportunidad de la Marina Imperial Japonesa para revertir la situación en la Guerra del Pacífico. En este enfrentamiento, tanto EEUU como Japón protagonizaron un espectacular duelo con unidades de superficie que superaron los dos millones de toneladas de desplazamiento, nada menos, lo que convirtió a este combate en el mayor choque de la Historia Aeronaval. Y el radar jugó un papel clave.
Los primeros compases: aparecen los kamikazes
En el otoño de 1944, la fabricación aeronáutica japonesa seguía suministrando aviones en grandes cantidades, pero la calidad de los pilotos que quedaban disponibles era muy deficiente, lo que provocó un cambio en las tácticas japonesas. La pequeña fracción de los pilotos novatos que regresaban de una incursión y los pobres resultados que obtenían se combinaron para hacer que el vicealmirante Takijiro Ohnishi, el oficial de la aviación naval de mayor rango de la Armada, introdujera los pilotos suicidas, los llamados kamikazes.
Razonó que, dado que la mayoría de los aviadores no regresaban, las misiones suicidas mejorarían la probabilidad de que destruyeran al enemigo haciendo que estrellaran sus cargas de bombas contra los buques, una maniobra que requería mucha menos habilidad de vuelo que lanzar una bomba o un torpedo y que además provocaba un incendio debido a la gasolina transportada por el avión. También razonó que así evitarían morir en vano, lógica que dejó perplejas a las mentes occidentales. Esta relajación de los requisitos de entrenamiento de los kamikazes también invirtió la logística de la potencia aérea japonesa al proporcionar más pilotos que aviones. Esta decisión dio a la Guerra del Pacífico una nueva y aterradora dimensión.
La 7ª Flota estadounidense, al mando del vicealmirante Thomas C Kinkaid, debía situar a los soldados de MacArthur en tierra y proporcionar fuego de cobertura desde seis viejos acorazados y apoyo aéreo desde diez portaaviones de escolta. Por su parte, la 3ª Flota de William F. Halsey con sus diez portaaviones rápidos y seis acorazados rápidos estarían listos para contrarrestar a la Armada Imperial cuando intentara interferir. La acción japonesa comenzó en cuanto quedó claro que Leyte era el punto de invasión.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F833%2F6f4%2F0e0%2F8336f40e0be91b31da30c7617d50a237.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F833%2F6f4%2F0e0%2F8336f40e0be91b31da30c7617d50a237.jpg)
Dos fuerzas japonesas de acorazados y cruceros convergieron en el golfo de Leyte. Una, al mando del vicealmirante Shoji Nishimura, se aproximó desde el sur, para entrar en el golfo por el estrecho de Surigao; la otra, al mando del vicealmirante Takeo Kurita, que incluía los superacorazados Yamato y Musashi, debía atravesar el estrecho de San Bernadino desde el oeste y atacar los puntos de desembarco desde el norte. Estos últimos esperaban encontrarse con los buques de Halsey, de ahí la presencia de las unidades más potentes. Una tercera fuerza procedía de Japón, bajo el mando del vicealmirante Jisaburo Ozawa, con una flota formada por portaaviones inútiles que pretendían servir de cebo para apartar a Halsey de sus tareas de protección del desembarco.
El primer enfrentamiento naval de importancia se produjo durante la noche del 24 al 25 de octubre de 1944, dando lugar a la Batalla del Estrecho de Surigao. Aquí, el uso del radar ilustra cómo habían cambiado las tácticas de enfrentamiento en 1944. El radar estadounidense disponía de pantallas panorámicas de presentación de datos (PPI), que mostraban imágenes claras del entorno de los buques. Por su parte, los barcos japoneses tenían radar, pero no estaban dotados de pantallas PPI, una seria desventaja en las angostas aguas con multitud de islas, costas irregulares y llenas de buques que se movían rápidamente.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F9e0%2F4c1%2F7eb%2F9e04c17eb86bdf2ebce99c02fdfabb6d.jpg)
Prevenidos, los estadounidenses tenían líneas de acorazados y cruceros en lo alto del Estrecho, impidiendo la entrada al Golfo de Leyte. La fuerza de EEUU era mayor, y la superioridad de su radar la hizo abrumadora y despachó rápidamente a los buques de Nishimura en Surigao. Tres de los acorazados estadounidenses tenían el radar de control de tiro Mark 8, un equipo de 3 GHz que se había diseñado en lo Bell Labs y que funcionó a la perfección proporcionando información muy precisa del entorno. Los otros tres tenían un FC de 750 MHz y tuvieron dificultades para ordenar la información confusa de sus pantallas de radar, debido a que conservaban antiguos visores Scope-A.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F386%2Feb3%2Fa50%2F386eb3a50d78a02109310899aa6923fa.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F386%2Feb3%2Fa50%2F386eb3a50d78a02109310899aa6923fa.jpg)
El radar terrestre en el desembarco de Leyte
En Leyte se utilizó masivamente uno de los mejores equipos de guía de armas antiaéreas, el SCR-584. Gracias a él, las unidades de Artillería Antiaérea estadouinidenses derribaron más de 300 aviones durante las primeras semanas. Fue el ejemplo más asombroso de fuego antiaéreo visto en el Pacífico y provocó la admiración del general MacArthur. También se utilizó el AN/TPS-2, que fue uno de los radares más avanzados que tuvieron los estadounidenses en 1944: un equipo portátil de 400 MHz diseñado y producido por General Electric con un peso total de 300 kg, capaz de observar un bombardero a 100 km de distancia y que se ponía en funcionamiento en 20 min.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F684%2Fa3e%2Fd67%2F684a3ed6799abda78cfb1d6eb136f564.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F684%2Fa3e%2Fd67%2F684a3ed6799abda78cfb1d6eb136f564.jpg)
Los problemas del radar frente a los kamikazes
Cuando los ataques aéreos comenzaron a provenir de kamikazes, a partir del 25 de octubre, las deficiencias de la defensa antiaérea se pusieron de manifiesto. Los Laboratorios Bell habían reconocido las limitaciones del radar Mark 12 de guía de armas antiaéreas en el seguimiento de aviones que volaban bajo, que era el caso específico de los kamikazes y diseñaron un equipo de 10 GHz para montar junto a él, dotado de una antena vertical estrecha, el Mark 22.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F987%2F3d2%2F382%2F9873d2382af05cafd4307d219b1ac551.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F987%2F3d2%2F382%2F9873d2382af05cafd4307d219b1ac551.jpg)
El radar antiaéreo no era el único problema de la Armada. El radar SK de los portaaviones podía asegurar una alerta de 30 a 40 minutos antes de que llegaran las formaciones hostiles japonesas. Esta advertencia era el seguro de vida del portaaviones, porque permitía eliminar la variada colección de explosivos y gasolina que había sobre y bajo la delgada cubierta de vuelo. Las bombas podían impactar, pero los portaaviones estadounidenses no se convertían en infiernos flotantes, como ocurrió con los desprevenidos japoneses en Midway. Este uso del radar funcionó bastante bien en los combates entre los portaaviones y los aviones en la primera fase de la Batalla del Golfo de Leyte, pero cuando los ataques aéreos se producían casi a cualquier hora del día con sólo unos minutos de aviso, no era posible que los buques mantuvieran sus cubiertas libres de gasolina y explosivos y el 24 de octubre el portaaviones ligero USS Princeton (CVL-23) sufrió el temido destino y se convirtió en un armatoste en llamas. La seguridad del dominio aéreo estadounidense que se había forjado a principios de año y coronado en la batalla del Mar de Filipinas estaba cada vez más comprometida.
El tifón Cobra
Las cosas empeoraron con la invasión de Luzón, la principal isla de Filipinas. Mientras que la 3ª Flota se preparaba en diciembre de 1944 para apoyar los desembarcos en Luzón, sufrió toda la furia de un tifón, lo que hizo que el radar SG fuera aún más querido por los marinos. Cuando se desató la tormenta, la flota intentaba repostar y la relativa proximidad de los buques entre sí se convirtió en un gran peligro, agravado cuando a veces la visibilidad se reducía a menos de la distancia del puente a la proa y cuando algunos buques pequeños perdían la capacidad de gobierno. Durante esas horas del día 18 de diciembre, los operadores de los SG se esforzaron por mantener las posiciones de la flota y evitar las colisiones. Tres destructores naufragaron, se perdieron 146 aviones y murieron 790 hombres.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fd43%2F1ba%2Fa80%2Fd431baa801f72a5ac73863a4d870fc9d.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fd43%2F1ba%2Fa80%2Fd431baa801f72a5ac73863a4d870fc9d.jpg)
En total, en el transcurso de la batalla Japón perdió el 45% de su tonelaje, es decir, 306.000 toneladas. Estados Unidos, por su parte, perdió 37.000 toneladas, el 3%. Sin embargo, no se trató de una victoria o una derrota total, ya que, a pesar de la superioridad estadounidense, una parte de la flota japonesa consiguió salvarse. En todo caso, y tras la conquista de las Filipinas, las fuerzas estadounidenses aislaron a los japoneses que aún estaban en la mayor parte de Indonesia −cerca de un millón de soldados− de las fuerzas niponas en Japón y Manchuria. Más grave aún para el esfuerzo de guerra japonés fue que el suministro de petróleo desde las posesiones holandesas quedó definitivamente interrumpido.
La Batalla del Golfo de Leyte, librada entre el 23 y el 26 de octubre de 1944, marcó un punto de inflexión crucial en el teatro de operaciones del Pacífico. Este enfrentamiento formó parte de la campaña para liberar las islas Filipinas de la ocupación japonesa. En respuesta, la Armada Imperial Japonesa lanzó la Operación Sho-Go, una estrategia desesperada para repeler la invasión aliada.