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Trump quiere llenar EEUU de centros de datos para IA y cripto. Su idea: impulsarlos con carbón
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¿ES VIABLE O SÓLO NOSTALGIA?

Trump quiere llenar EEUU de centros de datos para IA y cripto. Su idea: impulsarlos con carbón

En su cruzada contra las energías renovables, Trump ha firmado una serie de órdenes ejecutivas destinadas a desenterrar, literal y simbólicamente, una industria que muchos ya daban por muerta. La pregunta es si tiene algún sentido

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, pronuncia un discurso junto a trabajadores de la industria del carbón en la Casa Blanca. (Reuters/Nathan Howard)
El presidente de EEUU, Donald Trump, pronuncia un discurso junto a trabajadores de la industria del carbón en la Casa Blanca. (Reuters/Nathan Howard)

Mientras los líderes de las principales tecnológicas pedían el pasado miércoles en el Congreso de EEUU más electricidad para alimentar la revolución de la inteligencia artificial, Donald Trump ya tenía lista su respuesta. Un día antes de la petición de Silicon Valley, el presidente apareció en la Casa Blanca rodeado de mineros con los cascos puestos, anunciando con bombo y platillo su nueva solución energética: más carbón. Mientras el mundo contenía la respiración por los aranceles, Trump firmó una serie de órdenes ejecutivas destinadas a desenterrar, literal y simbólicamente, a una industria que muchos ya daban por muerta.

Su propuesta no es otra que usar "carbón limpio y hermoso" (como lo llamó sin rubor) para alimentar los centros de datos que sostendrán el boom de la IA y las criptomonedas. "Este es un día muy importante para mí porque estamos recuperando una industria que fue abandonada a pesar de ser la mejor en términos de energía real", declaró. Resulta un giro bastante irónico que para construir la tecnología del futuro, las empresas tengan ahora que funcionar con la energía del pasado.

Entre las medidas que ha firmado el republicano se encuentran: abrir terrenos federales a la minería, flexibilizar regulaciones ambientales, declarar el carbón un "mineral crítico" y dar a las plantas de carbón una amnistía temporal para seguir lanzando al aire sustancias tóxicas como mercurio, arsénico o benceno. En total, la derogación de hasta 31 normas ambientales. Todo esto, dijo, para salvar empleos y "detener la Nueva Estafa Verde", apuntando sus dardos, como siempre, a Biden y Obama.

Pero, ¿por qué resucitar ahora el carbón? La clave está en que el apetito energético de la IA es prácticamente insaciable. Y las cifras lo confirman: según Bloomberg, el consumo eléctrico de los centros de datos en EEUU podría cuadruplicarse en cinco años. Estos monstruosos espacios llenos de servidores se atiborran de electricidad y de agua: un solo centro puede usar tanta de ambas como una ciudad de 50.000 habitantes. Por otro lado, la industria de las criptomonedas, que curiosamente fue el mayor donante corporativo a las campañas del republicano, es responsable de hasta el 2,3% de la demanda total de electricidad del país, aproximadamente el equivalente al estado de Virginia Occidental.

placeholder Panorámica de un centro de datos en Virgiinia, EEUU. (Reuters)
Panorámica de un centro de datos en Virgiinia, EEUU. (Reuters)

“Para sostener el auge de la IA necesitamos más electricidad, y la necesitamos ya”, gritaba el magnate al público. Un buen ejemplo del frenesí energético es que a xAI, la empresa de IA de su mano derecha Elon Musk, haya sido sorprendida hace unos días operando 35 generadores de gas natural en lugar de los 15 para los que tenía permiso. Y, mientras OpenAI, Google y otros gigantes tech invierten en nuclear (los de Pichai firmaron un acuerdo para comprar energía de reactores nucleares modulares pequeños), solar y hasta fusión, Trump prefiere volver a avivar las calderas a la antigua usanza.

En realidad, Trump ha sido un defensor del carbón durante toda su vida. Ya en su anterior mandato impulsó diferentes decretos para darle un empujón, intentando frenar el cierre de centrales térmicas, pero ha sido como nadar a contracorriente. El carbón lleva décadas en declive en EEUU. A medida que el país ha adoptado otras formas de energía limpia, su participación en el mix energético se ha desplomado del 50% en 2011 al 15% actual. De las 780 plantas de carbón activas en el año 2000, hoy solo quedan unas 400, y la mitad de ellas cerrará en las próximas décadas.

Foto: Vista exterior de un concesionario de Tesla. (Getty)

Aun así, Trump cree que el carbón es la forma de energía “más duradera, segura, potente y barata que existe”. Se equivoca por partida doble. Primero, en lo ambiental. El carbón es el combustible fósil más contaminante del planeta. Emite más dióxido de carbono por kilovatio-hora que cualquier otro, además de dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y partículas finas. Su quema causa diversos problemas ambientales y de salud, desde la lluvia ácida y el ozono hasta enfermedades cardíacas y posiblemente el párkinson. También libera mercurio al medio ambiente, donde se acumula en peces y otros animales, llegando finalmente a los humanos que los consumen. No es baladí, el envenenamiento por mercurio reduce el coeficiente intelectual y causa defectos de nacimiento.

A nivel global, el carbón es responsable de aproximadamente el 40% de las emisiones industriales de CO₂. Volver a él no solo contradice los esfuerzos por frenar el cambio climático, sino que plantea un dilema ético para la propia industria tecnológica, que lleva años haciendo bandera de la energía limpia. Algunos empresarios como Sam Altman, CEO de OpenAI, están invirtiendo en energía solar, nuclear y tecnologías de captura de carbono para alimentar precisamente los centros de datos que necesitan para desarrollar sus productos.

placeholder La central eléctrica de carbón Harrison, propiedad de FirstEnergy, en Virginia, EEUU. (EFE)
La central eléctrica de carbón Harrison, propiedad de FirstEnergy, en Virginia, EEUU. (EFE)

Segundo, en lo económico. El carbón tampoco es barato. Las plantas activas podrían sobrevivir unos años más, pero no demasiados, y están en desventaja frente a la energía solar y eólica, que hoy son más económicas y pueden instalarse con mayor rapidez. El carbón, por el contrario, necesita infraestructura costosa, mantenimiento constante y tiene que convencer a inversores que ya lo ven como una apuesta del pasado. La última gran planta de carbón construida en EEUU entró en funcionamiento en 2013. Hoy, esas instalaciones tienen una media de 45 años de antigüedad. Reabrir las cerradas es inviable (por su deterioro) y construir nuevas sería más caro incluso que las plantas de gas.

De hecho, según S&P Global, extender la vida de todas las plantas de carbón que aún operan en EEUU reduciría en el mejor de los casos entre un 6% y un 10% el total de energía que el país necesitará para 2040. Y eso en el escenario más optimista. Esa es sólo una diminuta fracción de la energía necesaria para alimentar a los centros de datos. Es decir, muchas de esas plantas son tan viejas que mantenerlas en funcionamiento costaría más de lo que producirían.

Foto: Vista aérea de un centro de datos de Amazon. (EFE/Jim Lo Scalzo)

"La administración Trump está anclada en el pasado, intentando que el consumidor pague más por la energía de ayer. En cambio, debería estar haciendo todo lo posible por construir la red eléctrica del mañana. ¿Qué sigue? ¿Un mandato que obligue a los estadounidenses a desplazarse en carruajes tirado por caballos?”, ironizó Kit Kennedy, director general de energía del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales, en un comunicado el martes.

La maniobra de Trump en realidad tiene más peso simbólico que base práctica. Lo que el republicano está haciendo es rescatar una industria moribunda que sirve como estandarte ideológico: rechaza las energías renovables, alineándose con su escepticismo climático. El carbón, hoy, no puede ofrecer ni el volumen ni el precio ni la rapidez que exige el crecimiento de la IA. Más que una estrategia energética, el plan de Trump resulta una forma de añoranza por el pasado, una nostalgia por otros tiempos que lleva exhibiendo desde que llegó a la Casa Blanca. En pleno 2025, apostar por el carbón para alimentar los centros de datos sería una de las mayores ironías tecnológicas de todos los tiempos: regresar a una tecnología del siglo XVIII para impulsar la del siglo XXI.

Mientras los líderes de las principales tecnológicas pedían el pasado miércoles en el Congreso de EEUU más electricidad para alimentar la revolución de la inteligencia artificial, Donald Trump ya tenía lista su respuesta. Un día antes de la petición de Silicon Valley, el presidente apareció en la Casa Blanca rodeado de mineros con los cascos puestos, anunciando con bombo y platillo su nueva solución energética: más carbón. Mientras el mundo contenía la respiración por los aranceles, Trump firmó una serie de órdenes ejecutivas destinadas a desenterrar, literal y simbólicamente, a una industria que muchos ya daban por muerta.

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