El gran aliado de Trump (y del Pentágono) que saca tajada con los aranceles
La llegada de futuros aranceles ha puesto patas arriba las cadenas de suministro de miles de empresas tecnológicas. Palantir quiere sacar tajada de todo este caos con un sistema de predicción de pérdidas enfocado a la industria
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Los aranceles no solo son un arma política, sino una enorme piedra en el zapato para las empresas que llevan décadas construyendo cuidadosamente sus cadenas de suministro. Estas estructuras comerciales, extremadamente complejas, abarcan desde la extracción de materias primas hasta el ensamblaje final del producto, muchas veces atravesando varios países y continentes. Y cualquier interferencia —como puede ser un arancel del 46%— se convierte en una ficha de dominó que hace tambalear todo el sistema. Desde la semana pasada, el presidente de EEUU, Donald Trump, está sacudiendo precisamente ese tablero del comercio internacional tanteando aranceles "recíprocos" a 60 países de cara a los próximos tres meses.
Una ofensiva económica que ahora fuerza a las empresas a rediseñar todo desde cero: desde cómo se aprovisionan, cómo gestionan sus inventarios, y cómo fijan el precio de lo que venden. Eso significa reestructurar sus cadenas de suministro de raíz, renegociar contratos y recalibrar logística. El problema es que esta transformación, que en condiciones normales requeriría años, ahora tiene que suceder en semanas. Y en medio de todo este jaleo, una empresa quiere hacerse con un pedazo del pastel: Palantir.
Esta compañía especializada en software de IA y big data se está posicionado como un pilar estratégico en este proceso de reinvención. Es ilustrativo que, mientras todos los índices de Wall Street se desplomaban tras el anuncio de los aranceles la semana pasada, sus acciones subían. En la última semana, se ha elevado nada menos que un 12%. Una señal clara de que los inversores ven en Palantir un comodín en tiempos difíciles. La clave está en que esta empresa, aunque famosa por sus sistemas de inteligencia militar, es también pionera en toda una serie de herramientas predictivas enfocadas a la industria y la cadena de suministros. Su propio CEO, Alex Karp, lo dejaba claro en una entrevista en febrero: "Nos encanta la disrupción, expone cosas que no funcionan. Habrá altibajos y lo que sea bueno para América será muy bueno para Palantir".
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De hecho, Karp acaba de publicar ahora un libro (La República Tecnológica) en el que analiza precisamente esa hermandad de Silicon Valley con el gobierno para innovar en industria y defensa. Palantir ha tejido una red de alianzas dentro de la nueva administración coqueteando con Trump en todo tipo de acuerdos. Ya ha asegurado más de 2.700 millones de dólares en contratos federales, incluyendo 1.300 millones del Pentágono. Y es una estrategia que va más allá del dinero, convirtiendo a la empresa en una puerta giratoria entre Silicon Valley y Washington. Eso la ha hecho convertirse en la mimada de Wall Street, siendo la empresa de mejor comportamiento en el S&P500 en 2024, con una subida del 500% desde enero de ese año, pese a caídas el mes pasado que coinciden con un amago del presidente de reducir el presupuesto militar.
¿Y qué ofrece Palantir en este caos comercial ? Su modelo de IA es básicamente un 'sistema nervioso' virtual que permite a las empresas reorganizar sus cadena de suministro en tiempo real y recalibrar sus previsiones financieras, operativas, logísticas y comerciales en situaciones como esta, donde la política afecta directamente a las decisiones empresariales. El secreto está en su motor Ontology que, gracias a tecnología de aprendizaje automático, es capaz de absorber todo el conocimiento de una empresa (sí, ese que suele estar enterrado en cientos de hojas de Excel de un empleado desconocido) y convertirlo en lógica operativa para actuar.
Imagina este escenario: una empresa de coches eléctricos se despierta con la noticia de que el acero, uno de sus materiales esenciales, acaba de ser gravado con un arancel del 25%. En lugar de llevarse las manos a la cabeza, convocar reuniones de urgencia o improvisar con los proveedores, su equipo puede usar la tecnología de Palantir para ver en cuestión de minutos qué productos se ven afectados, qué contratos entran en riesgo, cómo impacta esto en sus márgenes y qué líneas de producción necesitan atención inmediata. Luego, el sistema sugiere rutas alternativas de abastecimiento, escenarios de modificación de precios o incluso ajustes en la planificación de producción.
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"Desde la pandemia, el sector de la logística y la cadena de suministro vive en constante tensión, ahora afectada por guerras, bloqueos en los canales de Suez y Panamá e incluso por piratas hutíes en el Mar Rojo. Lo que han tenido que hacer las empresas para seguir operando es transformar sus estrategias tradicionales de "Just in time" a otras de "Just in case". Es decir, crear estructuras muy resilientes, flexibles y donde se puede replanificar todo sobre la marcha gracias al Big Data. El objetivo es adelantarse a los escenarios y prever lo que puede pasar. Ahora con los aranceles se ha hecho más que evidente lo necesario que es”, explica a El Confidencial Francisco Aranda Manzano, economista, experto en cadena de suministro y presidente de UNOLogística.
Lo que Palantir ahora está creando es justo lo que ya llevan tiempo aplicando los canales de distribución de todo el mundo en los últimos años y que ofrecen otras empresas como Salesforce o IBM, pero ahora con una inyección brutal de IA y el respaldo del gobierno. "Hay que tener en cuenta que, cuando hablamos de materias primas, en mucho bienes como móviles, coches o aviones, cada pieza viene de un sitio distinto en un momento adecuado. Las decisiones de los operadores logísticos ya no caben en un Excel como hace diez o doce años, ahora nos hemos convertido en tecnológicas que meten todas esas decisiones en la coctelera de la IA. Ya el pasado noviembre algunas empresas empezaron sobreabastecerse, previendo lo que se les venía encima. Otras han estado dividiendo su red logística en dos: una para el mercado chino y otro para el estadounidense, de manera que la política no resquebraje todo el sistema”, añade Manzano.
El golpe a las cadenas de suministro 'outsource'
Durante décadas, la externalización de la fabricación ha dotado de competitividad a las tecnológicas. Esta fórmula incentivó cadenas de suministro tan dispersas que muchas de las principales empresas ni fabrican directamente sus productos en territorio nacional. En lugar de eso, mudan gran parte de su producción a países con bajos costes laborales, acceso a materias primas, o simplemente porque tienen la infraestructura y el conocimiento técnico que en EEUU escasea o sería más caro desarrollar. Así, pudieron centrarse en lo que consideraban más valioso: el diseño, la innovación y el marketing. Pero ese pensamiento ahora podría venirse abajo.
Tomemos como ejemplo a Apple, la joya de la corona del sector tech. Aunque es una empresa teóricamente "Made in USA", el iPhone (su producto estrella) es el resultado de una orquesta de componentes y ensamblaje alrededor de todo el planeta. El 90% de los iPhones se ensamblan en China. Los chips provienen de Taiwán (TSMC), los sensores de cámaras llegan de Japón o Corea del Sur, las baterías de Vietnam, y los materiales más básicos —como el litio o el cobalto— se extraen de minas en África o Sudamérica. Incluso los imanes de tierras raras, esenciales para los motores de vibración y altavoces, dependen de China, que controla más del 70% del procesamiento de estos materiales.
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Cuando se impusieron aranceles a China en 2018, Apple ya intentó diversificar su cadena: llevó parte del ensamblaje de iPads y AirPods a Vietnam, y comenzó una transición para fabricar iPhones en India. Pero ahora, con el regreso de una política comercial agresiva que también grava a Vietnam e India de manera notable, queda claro que no hay refugio arancelario. El plan que costó miles de millones y más de cinco años en implementación, podría quedar desfasado de la noche a la mañana. Los analistas sugieren que solo los nuevos aranceles aumentarán los costes operativos de Apple en unos 8.500 millones de dólares anuales, una cifra que, si se traslada al consumidor, podría encarecer mucho los precios de los dispositivos. ¿Soluciones? Producir más en EEUU. Pero como dijo el propio Tim Cook, CEO de la compañía, en una conferencia en 2017: "En EEUU podrías tener una reunión de ingenieros manufactureros y no estoy seguro de que pudiéramos llenar la sala. En China, se podrían llenar varios campos de fútbol".
El problema empieza en el origen: las materias primas. Un ejemplo claro es el del litio, clave para baterías en smartphones, tablets, coches eléctricos, etc. Aunque EEUU tiene algunas reservas, la mayor parte del litio que se utiliza globalmente se extrae en Australia, Chile y Argentina, y se procesa principalmente en China. Lo mismo ocurre con el cobalto, el grafito sintético, el níquel, o el estaño. Son minerales estratégicos cuya demanda no deja de aumentar y cuya oferta está en manos de muy pocos países. Si estos se ven involucrados en guerras comerciales como estamos viendo ahora, toda la cadena industrial peligra.
"Las tecnológicas empezaron a abandonar China hace unos años para mudarse a otros países como Singapur, Vietnam, Filipinas, India o Tailandia. Esto lo que obliga es a una readaptación de las cadenas de suministro que tendrán que reordenarse de forma paulatina. Los efectos que va a tener todo esto son la deslocalización de centros de producción, aumento de los costes de los productos comercializados, impacto en la inflación y, por tanto, en los consumidores", comenta el experto.
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Microsoft, por ejemplo, aunque no depende tanto de hardware como Apple, ha externalizado parte de la fabricación de sus dispositivos Surface o consolas Xbox. Además, está sumida en la construcción de enormes centros de datos que requieren toneladas de acero, cobre, semiconductores y equipos eléctricos, muchos de los cuales se producen en países ahora afectados por la política arancelaria. Es evidente que un sobrecoste ralentizaría la expansión de estas infraestructuras. Lo mismo ocurre con Google, que también fabrica sus Pixel, Nest y Chromebooks fuera de EEUU y depende de proveedores asiáticos para muchas de sus piezas. Incluso Tesla, aunque tiene una planta en Texas, importa una gran cantidad de sus celdas de baterías de Asia.
Podríamos decir que estamos ante una tormenta perfecta y ahora las empresas deben elegir entre absorber el golpe cuando llegue (perdiendo rentabilidad), trasladarlo al cliente (perdiendo cuota de mercado) o prepararse para rediseñar toda su cadena de suministro (que ya hemos visto que es complejísimo). La tercera vía es la más difícil, pero las empresas que sobrevivan a este terremoto serán aquellas que ya estén invirtiendo en tecnología de optimización de su cadena, como la que quiere rentabilizar Palantir. Quién iba a decirnos que hasta la logística mundial iba a depender de la IA.
Los aranceles no solo son un arma política, sino una enorme piedra en el zapato para las empresas que llevan décadas construyendo cuidadosamente sus cadenas de suministro. Estas estructuras comerciales, extremadamente complejas, abarcan desde la extracción de materias primas hasta el ensamblaje final del producto, muchas veces atravesando varios países y continentes. Y cualquier interferencia —como puede ser un arancel del 46%— se convierte en una ficha de dominó que hace tambalear todo el sistema. Desde la semana pasada, el presidente de EEUU, Donald Trump, está sacudiendo precisamente ese tablero del comercio internacional tanteando aranceles "recíprocos" a 60 países de cara a los próximos tres meses.