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Al asalto del fondo del mar: por qué ahora EEUU quiere ser el primer país en excavar allí
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"DRILL, BABY, DRILL"

Al asalto del fondo del mar: por qué ahora EEUU quiere ser el primer país en excavar allí

Las profundidades del océano están repletas de minerales cruciales para la fabricación de baterías. Su explotación ha estado vetada durante años, pero ahora Trump quiere ser el primero en excavar donde nadie lo ha hecho

Foto: Activistas protestan frente a una embarcación de exploración y extracción de minerales en aguas profundas. (Greenpeace)
Activistas protestan frente a una embarcación de exploración y extracción de minerales en aguas profundas. (Greenpeace)

En el abismo oceánico, en las oscuridades vírgenes bajo kilómetros de agua, extensos campos de rocas del tamaño de un puño, cubren el lecho marino. Cobre, níquel, cobalto, litio, grafito, manganeso… las profundidades rebosan minerales cruciales para la fabricación de baterías, indispensables para la supervivencia de sectores enteros de la industria tecnológica, como la de los coches eléctricos. Durante años, la minería en aguas profundas ha sido un tema casi tabú y su práctica ha estado vetada por la ONU. Sin embargo, a medida que crece el afán por controlar los sistemas de energía mundial y las materias primas, estos metales han convertido esta remota llanura submarina en un campo de batalla. Y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quiere estar en primera línea.

La Casa Blanca está ahora considerando aprobar una orden ejecutiva que agilizaría la tramitación de permisos para practicar este tipo de minería en aguas fuera de su jurisdicción. Trump está decidido a excavar donde antes nadie lo ha hecho. Llevar su famoso “Drill, baby, Drill” ("Perfora, nena, perfora") al fondo del mar y saltarse cualquier acuerdo internacional porque, de hacerlo, iría en contra de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Es algo que preocupa al resto de países y a multitud de expertos, que ven cómo las consecuencias medioambientales pueden ser devastadoras.

Esta Convención ha cobrado, desde hace décadas, un papel clave en la cruzada por explotar el fondo marino. El motivo es que minar está prohibido en aguas internacionales, que precisamente es donde se encuentran casi todos los recursos submarinos. Cada nación sólo controla sus propias zonas costeras (unos 370 kilómetros desde su costa). Más allá de eso, es la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (compuesta por 36 miembros, pero que EEUU nunca ha ratificado) la que tiene la facultad de decidir cuándo y dónde puede llevarse a cabo la minería. Y hasta ahora, y tras años de conversaciones, no ha formalizado ninguna directriz debido a diferencias no resueltas sobre los niveles aceptables de polvo, ruido y otros factores asociados a esta práctica.

placeholder Una embarcación de exploración y extracción de minerales en aguas profundas. (The Metals Company)
Una embarcación de exploración y extracción de minerales en aguas profundas. (The Metals Company)

Pero a Trump eso le da absolutamente igual. Ya ha mostrado su voluntad de desafiar las normas internacionales proponiendo que EEUU se apodere de Groenlandia o incluso de Canadá para aumentar su acceso a minerales críticos necesarios para impulsar la economía estadounidense. Esta nueva medida significaría también la última política económica basada en el pensamiento de "America First" ("América, primero"). De hecho, parte de la búsqueda de Trump de nuevas fuentes de recursos coincide con los esfuerzos por reducir el control de China sobre su producción y procesamiento, dado que Pekín ha comenzado a bloquear las exportaciones de minerales clave.

Un ingrediente esencial para las baterías

En medio de toda esta historia hay una empresa que quiere ser la principal protagonista, The Metals Company. Si su nombre no te suena, es crucial ubicarla para entender bien los entresijos e intereses por remover ahora, y de la noche a la mañana, el fondo marino. Esta empresa canadiense está respaldada por la metalúrgica Glencore y otros gigantes de la industria y, desde hace años, está detrás de los preciados minerales. Ha invertido cientos de millones de dólares sólo en trabajos exploratorios para saber dónde se encuentran, esperando a que a algún señor encorbatado se le ocurra dar luz verde a esta práctica controvertida. Y entonces llegó Trump… al que han empezado a susurrar al oído con la esperanza de que, en su guerra contra las protecciones ambientales y su nuevo anhelo por “perforar, perforar y perforar”, EEUU se vuelva su nuevo aliado.

placeholder El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firma una orden ejecutiva en el Despacho Oval. (Reuters)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firma una orden ejecutiva en el Despacho Oval. (Reuters)

"La importancia de estos materiales viene fijada por tres factores: la importancia para la tecnología, los riesgos de suministro y la dificultad para ser sustituidos. A EEUU le interesan todos, pero especialmente los necesarios para la tecnología militar y ahora que está Musk, los esenciales para los coches eléctricos. Independientemente de que los necesiten y de que sean escasos, está el componente de que al tenerlos tú, se los quitas a la competencia”, explica a El Confidencial Juan Llamas, experto en minerales y catedrático de Geoquímica y Química Ambiental de la Universidad Politécnica de Madrid.

Como cabía esperar, los rumores no han sido bien recibidos por el resto de países. De hecho, más de 30 naciones lo han rechazado de raíz y argumentado que aún no hay pruebas suficientes de que la minería pueda llevarse a cabo sin causar daños inaceptables al medio ambiente. Incluso países como China, India, Polonia y Noruega, que han apoyado históricamente el inicio de esta práctica a escala industrial, se oponen a la propuesta de The Metals Company a EEUU. "Están cruzando una línea peligrosa al coquetear con una violación del derecho internacional y una perturbación del multilateralismo", señalaba Emma Wilson, responsable de políticas de la Coalición para la Conservación de las Profundidades.

Se estima que los yacimientos submarinos entre Hawái y México, conocidos como la Zona de Fractura Clarion-Clipperton (de un tamaño similar al de Estados Unidos) contienen seis veces más cobalto y tres veces más níquel que las reservas terrestres. Y, además, millones de repositorios de cobre, zinc, plata, oro y tierras raras: materiales esenciales para la construcción de componentes energéticos y eléctricos utilizados por casi la totalidad de los consumidores.

La producción de tecnologías como las turbinas eólicas, los paneles solares, las baterías de los coches eléctricos y las redes eléctricas, por decir algunas, también requieren diferentes tipos y cantidades de cobalto. Las tierras raras, por otro lado, se utilizan en la producción de equipo militar y armas, así como en móviles, discos duros, luces LED, televisores o incluso aviones. Se estima que la demanda mundial de algunos de estos minerales podría aumentar hasta un 400% en las próximas décadas, a medida que el mundo aumenta su dependencia de la energía limpia y de más productos tecnológicos como chips avanzados.

"Estos nódulos polimetálicos son un agregado de determinados metales y materias primas importantísimas, no sólo ya para los vehículos eléctricos, sino porque el cobre, por ejemplo, es fundamental en la tecnología moderna al ser el conductor por excelencia. Poder encontrar un recurso en el fondo del mar que puedes explotar de una manera más o menos fácil, es tentador. Eso, para un país como EEUU, le permite no tener que depender de terceros países para importar ese cobre, fósforo, manganeso o níquel. Lo que Trump está haciendo, tanto con esto como con el intento de convenio de tierras raras en Ucrania, es acaparar materias primas que sabe que son esenciales para su industria. Al final, toda la lectura que se puede hacer a este asunto es la de proteger sus intereses industriales y comerciales”, señala a este diario Nahum Chazarra, geólogo, investigador y divulgador del impacto de las materias primas.

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"Los recursos son finitos, es una realidad contra la que también tenemos que estar preparados. Y ya no es solamente que algún día vayan a acabarse, sino que a veces hay recursos que, con la tecnología existente, no son lo suficientemente rentables como nos gustaría. Hay reservas de petróleo que no se explotan hasta que no ha subido demasiado el precio porque la extracción te puede salir más cara. Es otro de los umbrales por los que se decide qué se explota, dónde y cuándo. Ahora estos minerales bajo el mar son tan valiosos que parece que ha llegado la hora de repensar esas barreras legales", añade.

La otra cara de la minería bajo el mar

Si bien el interés comercial ha existido durante décadas, los recientes avances han hecho posible la explotación de estas zonas mediante el envío de vehículos. En el caso de los nódulos polimetálicos, éstos recolectarían los depósitos de forma similar a un tractor que ara un campo, junto con las capas superiores de sedimentos. Los materiales recolectados se transportarían por tubería a un buque en la superficie para su procesamiento, y cualquier residuo, como sedimentos y otros materiales orgánicos, se bombearía de vuelta a la columna de agua. El problema es que, si bien antes se creía que las profundidades marinas estaban desprovistas de vida, ahora sabemos que son el espacio habitable más grande del planeta y hogar de una impresionante variedad de vida. Solo en la Zona Clarion-Clipperton, se han descubierto más de 5.000 especies.

placeholder Extracción de nódulos polimetálicos en el fondo del océano. (NOAA)
Extracción de nódulos polimetálicos en el fondo del océano. (NOAA)

De hecho, según algunas investigaciones, existe una alta probabilidad de que los organismos con menor movilidad mueran por contacto directo con equipos mineros pesados ​​desplegados, o que se asfixien por las columnas de sedimentos que estas máquinas generarían. Las aguas residuales mineras calientes también podrían matar la vida marina por sobrecalentamiento y envenenamiento. Incluso, otros estudios sugieren que se produciría un estruendo lo suficientemente fuerte, como para perjudicar la alimentación y la reproducción de las especies.

Foto: Vista de la costa canaria. (EFE)

El año pasado, un grupo de científicos publicó un estudio en la revista Nature Geoscience que sugería la existencia de algo conocido como "oxígeno oscuro" en el abismo del océano. Todavía no saben con certeza cómo se produce, pero planteaba la hipótesis de que los nódulos polimetálicos ricos en minerales podrían producir suficiente carga eléctrica para dividir el agua de mar, liberando oxígeno mediante electrólisis, un fenómeno que podría afectar a la vida marina. Es irónico que esta investigación fue financiada en parte por The Metals Company, que posteriormente repudió los hallazgos, alegando que los métodos científicos eran "defectuosos".

"Toda explotación tiene un coste. En este caso el medioambiental es brutal. No podemos prescindir de las materias primas, pero obviamente hay que hacerlo con garantías. Cuando extraes estos materiales, hay una alta probabilidad de que se liberen composiciones de plomo, un elemento tóxico. Y una vez tú entras a trabajar en el fondo del mar, bajando allí maquinaria, estás alterando un lugar donde viven muchos organismos, enturbiando las aguas y machacando sus aparatos auditivos. Son lugares que han permanecido inalterables durante millones de años. Y los podemos acabar destruyendo no por necesidad, sino por esa ansia desmedida de acaparar materias primas”, concluye el experto.

En el abismo oceánico, en las oscuridades vírgenes bajo kilómetros de agua, extensos campos de rocas del tamaño de un puño, cubren el lecho marino. Cobre, níquel, cobalto, litio, grafito, manganeso… las profundidades rebosan minerales cruciales para la fabricación de baterías, indispensables para la supervivencia de sectores enteros de la industria tecnológica, como la de los coches eléctricos. Durante años, la minería en aguas profundas ha sido un tema casi tabú y su práctica ha estado vetada por la ONU. Sin embargo, a medida que crece el afán por controlar los sistemas de energía mundial y las materias primas, estos metales han convertido esta remota llanura submarina en un campo de batalla. Y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quiere estar en primera línea.

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