Necesitaba instalar una cámara de seguridad en casa. Me bastó con usar un viejo móvil
Convertir tu antiguo teléfono en una cámara de vigilancia es tan fácil como instalar una de estas aplicaciones
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-Eso ha sido un rabipelao- dijo el vecino señalando la bolsa de basura hecha trizas y su contenido desparramado por la acera. Las zarigüeyas, o rabipelaos, como se las conoce popularmente en algunos sitios, son el equivalente latino de los mapaches. Como sus primos del norte, son sospechosas habituales a la hora de esclarecer casos de escarbar basura, pero no son ni mucho menos las únicas. Perfectamente podía haber sido un gato, un perro callejero, o incluso algún ave. Fuera lo que fuera, era la tercera vez que algo se dedicaba a despanzurrar la bolsa de la basura delante de mi casa, y me estaba empezando a hartar de tener que limpiar el desastre justo antes de salir.
Para añadir insulto al agravio, ese algo también estaba dañando las plantas que tanto me había costado cultivar vía app. No contento con ello, el intruso se comía el pienso de la perra que dejábamos en el patio trasero, y se cagaba asidua y alegremente por todo el jardín. A esas alturas yo ya había decidido cazar al culpable con las manos en la masa, y para eso necesitaba una cámara de seguridad.
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El problema es que… no tenía ni malditas las ganas de gastar un dinero extra en una cámara de seguridad. No es que tenga nada en contra de las cámaras de vigilancia domésticas. Simplemente ocurre que vivo en una urbanización cerrada, el coche siempre duerme en garaje o delante de casa, y el vecindario es extremadamente tranquilo. En otras palabras, no tengo uso que dar a una cámara de vigilancia más allá de descubrir qué animalito se come el pienso de Manchita y enreda en la basura, y no se si el caso es tan grave como para merecer el desembolso.
Pese a todo, me encontraba ya viendo cámaras en Internet y acariciando el botón de comprar cuando, de repente, recordé uno de los viejos móviles que crían polvo en un cajón. Tenía que haber una manera de usarlo como cámara de vigilancia. Resultó que no hay una manera, sino muchas. Todo depende de cuáles sean tus necesidades y tu presupuesto.
Dos móviles, una sola cámara
Las aplicaciones que convierten un móvil en una cámara de vigilancia son muy simples de configurar. Para ello basta con instalar la app en dos móviles. Uno (el viejo) es el que hará las veces de cámara. El otro hace las veces de pantalla remota del primero. Para que el tinglado funcione basta con registrarse con el mismo correo electrónico en los dos dispositivos y que ambos tengan una conexión a Internet (no tiene por qué ser la misma).
Alfred Camera se ajusta perfectamente a esa descripción que acabas de leer y es, probablemente, la app más popular en su categoría. Dispone de una versión de pago que amplía considerablemente sus funciones y añade extras como grabaciones más largas, vídeo en alta resolución, o poder ver remotamente las grabaciones cuando se activa el detector de movimiento. Por fortuna, la versión gratuita se puede usar de forma indefinida a cambio de vivir con algunas limitaciones, y de ver anuncios de vez en cuando. Incluso con los recortes de la versión básica, Alfred cuenta con detección de movimiento que activa una breve grabación, y nos permite ver lo que ha hecho saltar la alarma descargando los vídeos. Esta es, actualmente, la mayor queja de los usuarios. Hasta hace un año, la versión básica permitía ver los vídeos de eventos directamente desde la propia app. Ahora esa función queda reservada a la versión de pago.
La versión pro de Alfred Camera añade funciones muy interesantes como nuevos escenarios de activación. Podemos, por ejemplo, hacer que se active automáticamente la grabación cuando una persona determinada cuya cara hemos identificado previamente abandona el campo visual de la cámara. Hasta podemos activar un evento de grabación cuando deja de haber movimiento. Este último supuesto parece un poco absurdo, pero es especialmente útil a la hora de usar la app como monitor de impresión 3D, porque detecta el momento en el que la impresora se ha detenido, normalmente por un atasco, por quedarse sin filamento, o por algún otro problema técnico.
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Suscribirse a Alfred Pro cuesta 6,99 euros al mes, pero si pagamos por todo un año obtenemos un jugoso descuento que deja la cuota en 32,99 euros (2,74€ al mes). La compañía también vende una sencilla cámara IP diseñada para usar con la app que cuesta 45 euros. Sus mayores ventajas sobre usar el móvil son que puede grabar de forma local en tarjetas MicroSD, y que opera igualmente de noche.
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Visory es otra app de cámara de vigilancia para iOS y Android. Su mayor inconveniente es que solo es gratuita durante tres días. Para usarla a partir de ahí hay que pagar una suscripción de 4,99€ al mes o 29,99€ al año). Si la menciono es porque, a pesar de su precio, me parece la más completa de las que he probado. No es solo que Visory convierta un móvil viejo en una cámara de vigilancia. También puede hacer eso mismo con una webcam, o con la cámara integrada de un portátil. De hecho controla múltiples cámaras y hasta sirve como centro de control para cámaras IP convencionales, lo que lo convierte en una potente herramienta de vigilancia capaz de gestionar varias cámaras diferentes de forma simultánea. Como guinda al pastel, podemos elegir entre diferentes métodos de conexión (Bluetooth, wifi, 5G…) y entre diferentes procedimientos para proteger nuestra red de cámara desde una simple contraseña hasta cifrado completo de extremo a extremo.
Si usamos un móvil viejo, podemos usar nuestro móvil habitual para ver lo que el viejo graba, o establecerlo como cámara independiente, en cuyo caso simplemente grabará lo que ocurra cuando detecte movimiento. Cierra la ronda de alternativas a Alfred una app llamada ZoomOn. Se trata de una opción muy similar a Visory. También tiene un plazo de prueba de tres días a partir del cual es necesaria una suscripción de 29,99 euros al año.
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Cámaras desde el PC
Existen algunas aplicaciones que en lugar de instalarse en dos móviles, se instalan solo en el móvil viejo, y después se accede a este mediante un software para PC. Es el caso de DroidCam, que puede instalarse en Windows y Linux como software independiente, o funcionar como plugin de OBS Studio (uno de los mejores programas de captura y grabación de pantalla que conozco). IVCam es una alternativa muy similar.
En ambos casos existen ciertas limitaciones, La principal es que tanto el móvil como el PC deben estar conectados a la misma red wifi. El enlace entre ambos no siempre funciona, y no es raro que haya que configurarlo manualmente introduciendo la IP del dispositivo (la app te guía para que no tengas que buscarla). Si todo va bien, y consigues conectar ambos dispositivos, puedes incluso acceder a lo que la cámara del móvil retransmite entrando en su dirección IP desde el navegador (siempre dentro de la misma red wifi). DroidCam e IVCam son una buena opción si no necesitas consultar la cámara de vigilancia desde el móvil.
Independientemente de la app que elijamos, convertir el móvil viejo en una cámara de vigilancia tiene dos requisitos prácticamente imposibles de evitar. El primero es contar con un trípode o algún tipo de soporte para el móvil. Un soporte flexible tipo Gorillapod es ideal, aunque hay que asegurarse de que trae pinza específica para móviles, no un tornillo para cámaras. Si no queremos gastar mucho, un simple palo para selfies con soporte de pie puede hacer las veces. Sin uno de estos accesorios, orientar el móvil para que vigile el rincón que queremos puede ser toda una aventura.
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El segundo requisito es menos problemático: el móvil debe estar enchufado a su cargador. Aunque casi todas las apps que convierten el teléfono en cámara tratan de consumir lo mínimo posible, grabar vídeo es una tarea que consume batería muy rápido. Si aspiramos a tener la cámara funcionando 24 horas vamos a tener que conectarla a la corriente tarde o temprano.
Finalmente está el tema de la humedad. Si vamos a grabar en exteriores no solo hay que tener en cuenta no solo la posibilidad de lluvia. Una simple helada matutina puede acabar hasta con el móvil más aguerrido. Una opción es poner el terminal tras una ventana, pero los reflejos no siempre lo hacen sencillo.
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Todos estos problemas, por supuesto, se solucionan con una buena cámara de vigilancia dedicada. En Internet hay literalmente decenas de estos dispositivos, la mayor parte de marcas ignotas. Mi recomendación, sin embargo, es optar por la cámara de Google Nest (segunda generación), o por la Ring Stick Up Cam. Ambas funcionan con batería, por lo que eliminan el engorro de tirar cable para su instalación. Además cuentan con la ventaja de funcionar bajo los ecosistemas de Google Home y Alexa. La letra pequeña, pr supuesto, es que necesitas tener ya en casa alguna de estas plataformas para poder conectar la cámara, pero si pretendes instalar un sistema de vigilancia permanente son la mejor opción.
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Tras unos días probando todas estas aplicaciones pude descubrir al animal responsable de rebuscar en la basura y ni siquiera me hizo falta la cámara. Era un zamuro o buitre negro americano. Suena exótico, pero es un carroñero tan común por estas tierras como los cuervos en Europa. Lo pillé con las manos en la masa una mañana que salí de casa más temprano de lo habitual, pero quedaba el misterio del comensal misterioso. Tras unos días probando con el móvil en diferentes lugares, Alfred me permitió descubrír al sinvergüenza que se comía el pienso de la perra. Resulta que no era una zarigüeya después de todo. Mi hija no tardó en ponerle su propio cuenco y una caja de arena. Ahora ha convertido la cocina en base de operaciones para sus incursiones por toda la urbanización, pero el pobre no sabe que ya tiene agendada su cita con el veterinario.
Su nombre es Salem.
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-Eso ha sido un rabipelao- dijo el vecino señalando la bolsa de basura hecha trizas y su contenido desparramado por la acera. Las zarigüeyas, o rabipelaos, como se las conoce popularmente en algunos sitios, son el equivalente latino de los mapaches. Como sus primos del norte, son sospechosas habituales a la hora de esclarecer casos de escarbar basura, pero no son ni mucho menos las únicas. Perfectamente podía haber sido un gato, un perro callejero, o incluso algún ave. Fuera lo que fuera, era la tercera vez que algo se dedicaba a despanzurrar la bolsa de la basura delante de mi casa, y me estaba empezando a hartar de tener que limpiar el desastre justo antes de salir.