He encontrado una manera de utilizar la IA para crear imágenes sin vender mi alma
Hay formas de usar Midjourney, Dall-E, o Stable Diffusion para ayudarte en tu trabajo y no arruinar tu carrera como artista
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"Bienvenido a la sección. Está terminantemente prohibido usar cliparts. Si necesitas un dibujo, lo dibujas". Cuando aterricé en la sección de infografía del periódico era un mozalbete de 19 años y no entendía del todo por qué mi flamante jefe me estaba dando aquella bienvenida tan poco cálida. "Pero si es mucho más fácil usar un clipart…", rumiaba yo para mis adentros mientras me guiaba hasta el puesto del becario de arte entre el laberinto de mesas, impresoras, y café de máquina. —Te metes en una página de cliparts, buscas el que necesitas y lo importas a Freehand...— En la Universidad lo hacíamos continuamente y a todo el mundo le parecía estupendo.
Dependiendo de la edad que tengas, quizá no sepas ni de qué demonios estoy hablando. No te culpo. Eran los tiempos de Yahoo, del IRC, del Netscape Navigator, del QuarkXpress, y de una cosa mágica que los periodistas se susurraban medio en secreto por los pasillos. "Google… se llama...", dijo bajando la voz. "Buscas cualquier cosa en Internet y te la encuentra en segundos… Flipante..."
Los clipart eran dibujos libres de derechos que podías usar para tus proyectos. Fueron los responsables de que, durante varias décadas, millones de carteles de aviso en copisterías y supermercados de barrio de todo el mundo tuvieran el mismo hombrecito hecho con cuatro trazos junto a un texto generalmente impreso en Comic Sans. Hoy en día, los clipart se llaman arte generado por IA, y pese al cambio de nombre, son una solución exactamente igual de cutre.
Han pasado más de 30 años desde aquel primer encuentro admonitorio con mi jefe, pero el pecado capital del denominado arte generativo es exactamente el mismo que el de los clipart: la vagancia. La cosa va de escribir lo que quieres en una computadora, y que esta te escupa una imagen bonita, sin apenas esfuerzo, y sin tener tú ni la más remota idea de las técnicas de dibujo o fotografía necesarias para producir esa imagen por ti mismo. A ese proceso ahora lo llaman "escribir prompts" y vivimos en un mundo tan surrealista que hasta hay gente que se proclama experta en la materia. "¡Hola!, me llamo Carlos y soy experto en prompts de arte generativo". Uno no puede evitar pensar en aquella fabulosa escena de Futurama en la que un robot antidisturbios procedía a darle un manguerazo al individuo respondiendo: "Usted es experto en chorradas".
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Hasta aquí probablemente estés pensando que este artículo es el típico caso de señor mayor gritándole a nube. Sí, y no. Efectivamente, soy un señor mayor, pero soy un señor mayor que lleva tres décadas ejerciendo primero como infografista y diseñador gráfico freelance, y más tarde como director de arte; y este señor ahora usa modelos de IA generativa. La clave está en usarlos para ayudarte a crear arte sin torpedear tu formación como artista por el camino, ni vender tu alma a Sam Altman. De eso es de lo que va precisamente este artículo.
Soy consciente, por cierto, de que hay un encendido debate legal en torno a los chatbots generativos y su fea costumbre de entrenar sus modelos a partir de imágenes protegidas por derechos de autor. Lamentablemente, ese es un debate que excede las intenciones de este texto. Baste decir que me parece necesaria una regulación urgente al respecto. Un primer paso que ayudaría mucho es obligar a las empresas que gestionan modelos de IA a incorporar en las imágenes que fabrican una marca de agua que dijera "generado por IA", pero supongo que entonces perderían gran parte de su atractivo. La cosa va de vender suscripciones, no de poner un espejo delante de sus usuarios.
Arte final no final
Ahora mismo hay decenas de chatbots capaces de generar imágenes (sean fotos, ilustraciones o archivos vectoriales) a partir de descripciones de texto. Probablemente, hayas oído hablar de Dall-E, un modelo generativo de imágenes de OpenAI que anda por su tercera versión y que puedes usar desde la misma app de ChatGPT con una limitación de tres imágenes por día. Si este límite te molesta, te gustará saber que algunas plataformas como Microsoft Designer permiten más usos gratuitos de Dall-E 3. Otro de las chatbots generativos más grandes y conocidos es Midjourney, que también ofrece algunos usos gratuitos (previo registro), pero cuyos planes ilimitados comienzan en 10 dólares al mes.
Si buscas una plataforma desde la que generar imágenes de forma gratuita, la mejor opción ilimitada ahora mismo es Stable Diffusion. Playground es otra buena opción que funciona sobre el mismo modelo, y permite hasta 500 imágenes diarias (las modificaciones a una primera imagen también cuentan). Su interfaz guiada es ideal para novatos absolutos. Además, cuenta con modalidades de pago que añaden funciones y generan dibujos más rápido.
Lexica y Craiyon también son muy amistosas con los principantes. Craiyon, de hecho, ni siquiera requiere que te registres. Leonardo es otra buena plataforma que tiene el aliciente de permitir al usuario crear sus propios modelos generativos personalizados, y hay plataformas como OpenArt que usan varios modelos de lenguaje simultáneamente para afinar sus resultados. Hasta Adobe se ha subido al carro de la generación de imágenes por IA con Firefly.
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Si lo que te pone es la generación de vídeo, el referente también es de OpenAI, y se llama Sora, pero hay otros modelos interesantes como Runway, LTX Studio, o Synthesia, que está especializado en crear avatares humanos tipo presentador de TV. Algunos de los modelos generativos de imágenes arriba mencionados también generan vídeo o animan dibujos. La fiebre de las IA generativas es tan elevada que hasta han nacido plataformas como Rodin o Meshy que generan modelos 3D a partir de texto.
Pero ya va, un momento… ¿No habíamos quedado en que las IA generativas son el demonio? Aquí es donde saco la pluma y el pergamino con olor a azufre, porque todo depende de la letra pequeña y del uso que le vayas a dar.
Decía el bueno del Gañán que el arte es una forma de expresar lo que los humanos, a lo largo de la historia, han tenido en la mollera. Es una forma de dar salida a todo eso. Los modelos generativos simplemente han brindado al común de los mortales la posibilidad de fabricar una imagen resultona, sin el engorro de tener que hacerse con los años de conocimiento técnico que hacen falta para que luzca convincente y no el garabato hecho por un niño chico. La idea de poder poner en una pantalla lo que tenemos en la cabeza con solo describirlo sucintamente ha cautivado a propios y extraños hasta el punto de que ahora es normal que los amigos que no habían usado Photoshop en su vida nos manden memes de fabricación casera hechos con ChatGPT. No hay absolutamente nada de malo en esto. El problema surge cuando pretendes usar ese contenido generado por IA como arte final para vendérselo a alguien, ahorrarte el contratar a un artista real (si eres una empresa), o basar tu incipiente carrera artística imaginaria en el uso de chatbots (si eres un artista).
Escribir una lista de los elementos que imaginas para que un algoritmo los dibuje no te convierte en artista de la misma manera que meter una lista de ingredientes en una Thermomix para que te haga un arroz con bogavante no te convierte en cocinero, ni mucho menos te capacita para trabajar en un restaurante.
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El problema es aún más grave cuando la gente pretende equiparar el arte generativo con el arte real hecho por un profesional real de carne y hueso. Y no, no solo es una cuestión de competencia desleal o de quitar trabajo a los ilustradores. Los que usan IA de esta manera no solo están cavando la tumba de muchos artistas profesionales legítimos. Además, están cavando la de su propia carrera profesional. Trataré de explicar esto un poco más.
Los modelos de lenguaje actuales son ya lo bastante buenos como para no mostrar manos con seis dedos, pero hay fallos técnicos que son mucho más difíciles de detectar para un espectador general, pero que saltan inmediatamente a la vista para uno cualificado. Los errores anatómicos, de perspectiva, de encuadre, o de iluminación, por ejemplo, siguen estando a la orden del día en todos los chatbots generativos. Hasta en cosas tan simples como un logotipo, las IA cometen fallos de primero de carrera de bellas artes que hacen el logo muy poco viable a menos que lo corrijas. Y para corregirlo, primero tienes que saber dónde está el fallo.
Si eres artista o pretendes serlo, basar tu trabajo en contenido generado por IA no solo te priva de la formación artística convencional que vas a necesitar adquirir de cara al futuro, te guste o no. Además, corres el riesgo de dar por buenos los fallos que la IA comete. Eso por no mencionar que (al menos en mi experiencia) el uso de prompts desconecta completamente el proceso de creación de las emociones que hacen que queramos crearlo en primer lugar. Me cuesta mucho imaginar a Van Gogh tecleando: —Haz las pinceladas más gordas, que hoy estoy muy enfadado— en lugar de acuchillar el lienzo con saña como lo hacía.
Si eres artista o pretendes serlo, basar tu trabajo en contenido generado por IA no solo te priva de la formación artística convencional
Uno de los bulos más extendidos sobre el arte es que para ser artista necesitas un talento innato y que, si no lo tienes, no puedes hacer nada para adquirirlo. Es mentira. Lo único que hace falta son dos cosas. La primera es tener inquietud, que es una manera bonita de decir que hay que estar un poco roto por dentro, y esa condición la cumplimos todos en 2025.
La segunda es tener constancia. Los grandes artistas que conozco (mi jefe es uno de ellos) lo son porque han trabajado como burros durante miles de horas para afinar su técnica. Sudar tinta intentando dibujar una mano, gritarle al papel en blanco, o llorar desconsoladamente encima de la tableta con Procreate a las tres de la mañana por un deadline que se nos ha ido de las manos, es parte de la llama que forja a un artista. El proceso creativo es lo que nos hace humanos, y recurrir a una máquina para que haga arte por nosotros no me parece muy diferente de recurrir a un robot para que tenga sexo por nosotros porque hemos caído tan bajo que no solo ya hemos reconocido que no sabemos hacerlo bien. Es que ni siquiera queremos molestarnos en aprender. Ese, y no otro, es el verdadero problema al que se enfrentan las nuevas generaciones de artistas con el tema de la IA.
Hacer que la IA trabaje para nosotros
¿Hay alguna forma de usar bien una tecnología que parece diseñada para sustituirnos completamente? Sí, tan solo hay que incorporarla a nuestro flujo de trabajo, pero siendo nosotros los que aprendemos de nuestros errores, no el algoritmo. La gran ventaja de las IA es que son extremadamente competentes en hacer tareas que para un humano pueden ser tediosas o estresantes. El mejor ejemplo de esto es la edición fotográfica. Hace apenas diez años, eliminar a una persona de una foto era una labor ardua que requería pulso, y no poco conocimiento de los pinceles en Photoshop. Hoy es tan sencillo como decirle a la IA que elimine el elemento por nosotros y rellene el vacío generando contenido que case con lo que hay alrededor. Cuestión de dos o tres clics.
La mayor parte de modelos de IA no solo generan imágenes. También son capaces de editarlas. Esa función no solo permite corregir elementos o ajustar los tonos. También es una potente herramienta para mejorar fotos propias de forma rápida. Firefly, que es la IA integrada en Adobe Creative Cloud, ya hace cosas tan interesantes como generar bocetos o pinceles a partir de texto. También permite generar texturas para rellenos y archivos vectoriales que luego podemos editar cómodamente en lugar de tener que empezar de cero. La cosa va de hacer que la IA haga el trabajo sucio, técnico y duro, no el creativo.
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La versión web de Canva es otra potente plataforma de edición de imágenes en la que podemos hacer cosas por simple diversión como cambiarnos el pelo o ponernos un casco de vikingo. Pero ese mismo sistema también sirve para probar modificaciones rápidamente para después hacer los ajustes definitivos nosotros mismos. Nightcafe es otra plataforma de IA capaz de facilitar tareas como eliminar fondos o corregir caras de una foto que subamos desde nuestro equipo.
En el mundo de las IA generativas hay plataformas tan específicas como ventajosas. LetsEnhance, por ejemplo, permite aumentar la nitidez de una imagen desenfocada al más puro estilo Blade Runner. Si lo tuyo es el diseño de interiores, Archisketch permite recrear diseños a partir de planos.
Petalica Paint sirve para limpiar bocetos que hayamos hecho a lápiz y colorearlos en diferentes estilos, de manera que podemos crear una paleta de colores para después trabajar en la tableta de dibujo con la seguridad de haber visualizado previamente lo que queremos. Los modelos de IA generativa también son muy rápidos cambiando cosas como el encuadre o la iluminación. Cómo decíamos arriba, no siempre lo hacen del todo bien, pero es una manera de visualizar pruebas muy rápidamente. Subir una ilustración y decirle al chatbot que nos la haga de noche no nos va a entregar una versión nocturna que podamos usar como arte final, pero probablemente nos inspire para dar con la versión que queremos.
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A nivel de vídeo, Descript es una plataforma de edición por IA que funciona con prompts de texto. Es tan potente que puede alterar el fondo, eliminar ruidos en la pista de audio, o corregir nuestra mirada para que apunte directamente a cámara. Hasta puede hacernos hablar en otro idioma, añadir subtítulos o eliminar esos...eeeeehhm... latiguillos tan habituales que cometemos al hablar.
Editar estas cosas manualmente es un infierno. Dejarlas en manos de la IA hace que nos ahorremos tiempo y energía para centrarlo en cosas infinitamente más importantes, como escribir un buen guion o cuidar mejor los encuadres cuando grabamos. Invideo es otra plataforma generativa de vídeo que cuenta con jugosas herramientas como añadido de voces en off o traducción. Si necesitas editar vídeo de forma rápida y no tienes tiempo para hacer todo manualmente en Adobe Premiere, no puedo dejar de recomendar Wondershare Filmora. Es una suite de pago (desde 49 dólares al año), pero la cantidad de automatismos por IA que trae es espectacular.
Las IAs generativas, en definitiva, no van a acabar con el arte, del mismo modo que los McDonalds no acabaron con las hamburgueserías. Ambos simplemente convivirán. Para los artistas, de hecho, las IA son una valiosa herramienta en las que apoyarnos para agilizar procesos cuando el volumen de trabajo es excesivo, que suele ser casi siempre. Siempre y cuando, claro está, no sea la única herramienta de su repertorio.
Entiendo el enfado de muchos artistas ante el intrusismo de una legión de zánganos que confunden el ser artista con estar mínimamente alfabetizado y ser capaz de describir objetos con frases cortas. Eso por no mencionar las empresas que deciden ahorrarse los dineros de contratar a un artista real sacrificando el contenido de calidad por imágenes sin originalidad y cuyo estilo huele a IA a kilómetros. El panorama no es halagüeño, pero nos queda el consuelo de que las IA vienen y van, o peor, se hacen de pago. Las técnicas aprendidas con los años permanecen. Para fotógrafos, ilustradores o diseñadores, las IA generativas no son más que un nuevo pincel. Solo hay que aprender a usarlo. Algunos ya han decidido que es el único pincel que quieren aprender a usar en su vida. Mejor que vayan rezando para que en la próxima entrevista de trabajo no les hagan dibujar con solo un lápiz y un papel. Esa fue precisamente la prueba que tuve que superar para entrar en mi primer trabajo. No dejaban usar cliparts.
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"Bienvenido a la sección. Está terminantemente prohibido usar cliparts. Si necesitas un dibujo, lo dibujas". Cuando aterricé en la sección de infografía del periódico era un mozalbete de 19 años y no entendía del todo por qué mi flamante jefe me estaba dando aquella bienvenida tan poco cálida. "Pero si es mucho más fácil usar un clipart…", rumiaba yo para mis adentros mientras me guiaba hasta el puesto del becario de arte entre el laberinto de mesas, impresoras, y café de máquina. —Te metes en una página de cliparts, buscas el que necesitas y lo importas a Freehand...— En la Universidad lo hacíamos continuamente y a todo el mundo le parecía estupendo.