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"La industria quiere banqueros y no científicos". Este físico de la RAE explica por qué es un error
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ENTREVISTA A JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ RON

"La industria quiere banqueros y no científicos". Este físico de la RAE explica por qué es un error

José Manuel Sánchez Ron es uno de los académicos que mejor ha sabido explicar la revolución de la física cuántica. Conversamos con él sobre los mayores problemas a los que se enfrentan las nuevas generaciones

Foto: José Manuel Sánchez Ron, físico y académico de la Real Academia Española. (Olmo Calvo)
José Manuel Sánchez Ron, físico y académico de la Real Academia Española. (Olmo Calvo)

Cuando a José Manuel Sánchez Ron (Madrid, 1949) se le pregunta qué hace un reputado físico a nivel mundial ocupando un puesto en la Real Academia Española, la máxima institución de estudio de nuestra lengua, no tiene tapujos en decir que separar las dos culturas, la humanística y la científica, es uno de los grandes errores de la sociedad: "Mientras que la primera nos ayuda a caminar por la vida de manera primaria, la segunda nos permite entender esa vida desde un punto de vista más ecuánime, más justo y menos afectado por mitos". Este físico, quien desempeñó el cargo de vicedirector de la institución durante ocho años, ha publicado más de 20 libros sobre la historia de la física, por los que ha recibido el premio Nacional de Ensayo y el Julián Marías.

Ahora se embarca en una ambiciosa misión con su nuevo libro Historia de la física cuántica: narrar la historia completa de uno de los campos científicos más complejos y trascendentales de la ciencia. Nos encontramos con él en el edificio clasicista de la RAE en Madrid. En una mesa de madera tallada bajo un chorro de luz cálida, rodeado de estanterías y olor a libro viejo, nos sentamos para conversar sobre la revolución cuántica, el menosprecio a España en ciencia, la ignorancia de Trump en este campo, las pseudociencias o por qué la industria prefiere banqueros y no científicos.

PREGUNTA. España tiene grandes científicos, pero a menudo se habla de fuga de cerebros. Ha mencionado en alguna ocasión que estamos perdiendo dos generaciones de científicos. Mientras España invierte 12,5 millones de euros en computación cuántica, Reino Unido apuesta más de 36 millones, el triple. ¿Es el presupuesto el mayor obstáculo al que se enfrenta el avance científico en nuestro país o es la cultura?

RESPUESTA. Creo que no solo es un problema de dinero, sino también de estabilidad y de respeto por la ciencia. Se crean muchas universidades privadas, pero las materias que se imparten ahí son sobre todo de economía y derecho, que son útiles y tienen un mercado. Eso no ocurre con la ciencia porque se mueve en un entorno industrial, que no es sensible ni plantea problemas que requieren de soluciones científicas. En España, los grandes negocios son la banca, Inditex, Telefónica… El mercado de posibilidades de trabajo para científicos de alto nivel es muy reducido porque aquí no se trata sólo de publicar y de ser mejor o más competitivo que el resto, sino que se trata de ser los primeros. Eso es lo que da las patentes y el prestigio. ¿Cuántos premios Nobel de Física han ganado personas cuya lengua materna es el español? Cero.

placeholder José Manuel Sánchez Ron, físico y académico de la Real Academia Española. (O. C.)
José Manuel Sánchez Ron, físico y académico de la Real Academia Española. (O. C.)

P. Se acostumbra a decir que los países más ricos son los que más invierten en ciencia, pero en realidad los países son más ricos porque invierten en ciencia. ¿Estaría de acuerdo en esa afirmación?

R. Estoy de acuerdo en las dos cosas. Creo que es una pescadilla que se muerde la cola. Además, esa situación atrae a personas que se han gastado el dinero en su educación en otros países. En neurociencia, uno de los científicos más prestigiosos y que convenció a Obama para desarrollar el proyecto BRAIN, que busca descifrar el mapa del cerebro y sus circuitos neuronales, es Rafael Yuste. Estudió en la Autónoma de Madrid, pero ahora tiene nacionalidad estadounidense. Lo importante es identificar al genio cuando se va a manifestar y conservarlo, no luego. Parece que la ciencia solo existe cuando hay elecciones y hay que poner algo en los programas electorales. ¿Pero luego quiénes de nuestros políticos hablan de ciencia, salvo si tienen la ocasión de echarse algo en cara?

P. Ha dicho en alguna ocasión que en los países hispanohablantes no se produce mucha publicación en ciencia y eso se nota en la falta de léxico científico en español. Entonces llegaste tú para cambiar eso…

R. Es muy difícil imponer nuevas palabras a una sociedad. Nosotros las recogemos, las tratamos de depurar un poco, para que sean más adecuadas al genio y al estilo de nuestro idioma, pero la invasión de neologismos y sobre todo anglicismos, lo hace complicado. Uno anda por la calle en Madrid o cualquier ciudad española y gran parte de los carteles que ve están en inglés. No sirve de mucho luchar contra la dirección a la que va el mundo. Lo que es un hecho es que para que los científicos de cualquier rama progresen en su carrera, tienen que publicar en inglés.

P. Sí, pero en Estados Unidos, con la llegada de Donald Trump, el país ha empezado a recortar presupuesto en ciencia. Los académicos allí también han perdido la esperanza…

R. Es un error brutal por parte de Trump, porque una parte muy importante de la riqueza de EEUU proviene de la inmigración de cerebros. Tengo la esperanza de que esté cavando también su propia fosa con todo esto. Tampoco puedo entender que aplaudan ideas como ir a conquistar Groenlandia o de querer apoderarse de las tierras raras, mientras socavan la industria farmacéutica, las tecnologías físicas, químicas, médicas, y un largo etcétera. Están jugando con fuego.

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P. En un mundo cada vez más basado en la ciencia y la tecnología, resulta paradójico que las pseudociencias, el movimiento antivacunas y los negacionismos estén en auge. ¿Hasta qué punto la falta de cultura científica contribuye a su proliferación?

R. Tengo una visión crítica y realista de la humanidad. Sé que los seres humanos han producido música excelsa, literatura, ciencia, valores humanísticos, de justicia y eso es maravilloso. Pero también han creado la maldad, la torpeza y la ignorancia. Un ejemplo es el actual presidente norteamericano, que durante la pandemia dijo cosas que en otros países deberían haberle llevado a los tribunales. Aquí en España, los periódicos siguen publicando páginas sobre el Horóscopo. Lo que quiero decir es que la maldad es más corrosiva y se expande más que la bondad. Mientras la bondad ejemplifica, la maldad destruye y corroe. Hitler corrompió una parte muy importante de la sociedad alemana. Es algo que siempre ha existido, pero ahora la tecnología ha dado a estas personas un instrumento para difundir sus ideas. Es como la tinta de calamar, que va creciendo sobre una superficie. Las redes sociales, que yo no tengo ni tendré jamás, se han convertido en un escenario de insultos. La tecnología ha permitido que la gente pueda soltar su veneno. Y existe mucho veneno en muchas personas.

P. En un mundo saturado de información, ¿cómo puede un ciudadano diferenciar entre ciencia rigurosa y charlatanería?

R. La única solución está en la educación antes de la universidad. Ese espacio para mí es un lugar de formación de buenos profesionales. Pero lo importante, dónde se barajan las cartas de valores democráticos, respeto por la verdad y se suministran los instrumentos que permitan luego a esos niños y niñas poder pensar en el futuro, es en los colegios. Y luego en la necesidad de que los gobiernos promuevan una cultura que facilite, desarrolle, cultive y acoja todo eso. Yo siempre digo que tendremos que rebajar algo nuestros niveles de vida para defendernos, pero a lo que no se debe renunciar nunca es a la educación.

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José Manuel Sánchez Ron, físico y académico de la Real Academia Española. (O. C.)

P. Describe la historia de la física cuántica como una de las más difíciles de toda la ciencia, que es la que más le ha costado contar. ¿Por qué?

R. Estoy más convencido que nunca de que esta historia constituye el apartado de mayor dificultad por número de problemas y participantes implicados. Pero también por el período temporal que abarca, al igual que por la magnitud de las rupturas conceptuales que involucra con teorías y planteamientos filosóficos. Desde sus orígenes hasta el bosón de Higgs, la idea de la cuantización de la energía de Max Planck o aquella famosa frase de Einstein de que "Dios no juega a los dados", situar todos esos episodios en el contexto de los acontecimientos históricos y políticos, guerras y dictaduras no es sencillo, pero sí necesario: ellos definieron la imagen que tenemos de lo que somos y de nuestra relación con la naturaleza.

Si celebramos, y con sobrados motivos, hitos o logros del pasado como pueden ser la construcción de las pirámides de Egipto, del Coliseo de Roma o de las grandes catedrales, los escritos de Homero, de Cervantes o de Shakespeare, las pinturas de Leonardo o de Velázquez, ¿cómo no hacerlo con el desarrollo de la física cuántica, en el que intervinieron un numeroso grupo de mentes extraordinarias?

P. Su obra muestra cómo la física cuántica se ha desarrollado en paralelo con grandes acontecimientos históricos, políticos e incluso religiosos. ¿Hasta qué punto cree que estos factores externos han acelerado o ralentizado su avance?

R. Drásticamente. La Primera Guerra Mundial provocó un cisma. Los científicos alemanes y austríacos fueron marginados de las principales instituciones y sociedades. De hecho, hasta 1927, no se admitió a muchos físicos centroeuropeos. Estamos hablando de consejos que estaban dedicados a la física cuántica. ¿Cómo no iban a ir Sommerfeld o Schrödinger? No tenía ningún sentido y obstaculizó el progreso. Después, la Segunda Guerra Mundial, con el ascenso de Hitler, obligó a muchos distinguidos físicos de origen judío a emigrar, a abandonar a Alemania e instalarse en Gran Bretaña o EEUU, incluyendo a Einstein. De ellos nacería el proyecto Manhattan después de Pearl Harbor, y algunos de ellos acabaron ganando un Nobel. Los políticos se dieron cuenta de la utilidad de la ciencia y en particular de la física. El resultado es que instituciones como el MIT o Harvard, y muchos otros centros, hoy en día reciben dinero a espuertas.

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P. Muchos de ellos, como Max Planck, introdujeron sus teorías sin estar realmente convencido de su significado. ¿Cree que la historia de la ciencia está llena de avances que sus propios creadores consideraban provisionales o incluso erróneos?

R. Es el tiempo el que establece finalmente la corrección de cualquier teoría científica. En el caso de Max Planck, su mayor descubrimiento no se lo creyó en su momento. Cinco años después, en 1905, es Albert Einstein, todavía un empleado en la oficina de patentes de Berna, el que se lo cree. De hecho, lo desarrolla en uno de sus maravillosos artículos de ese año y por la hoja y media final (al aplicar esas ideas al efecto fotoeléctrico), le dan el Premio Nobel de 1921. A Max Planck se le atribuye una frase que considero apropiada en esta ocasión: "Una nueva teoría no se consolida porque la vieja generación se convenza, sino porque se mueren antes".

P. ¿Cree usted en Dios?

R. No. Creo que es una solución que se ha dado a muchas incógnitas, como a qué va a pasar después de que uno muera. Yo suelo decir “polvo de estrellas soy, polvo cósmico seré”. La gran pregunta para mí, a la que los humanos no somos capaces de responder, es la de cuál es el principio de todo, el Big Bang. Entiendo que algunas personas piensan en un ente, una idea o un Dios creador. Pero hay un defecto lógico en eso. Para explicar algo que no conocemos, su origen, recurrimos a algo cuyo origen tampoco conocemos. Y no hay nada que yo sepa que haya demostrado la existencia de ese Dios hasta ahora. Eso sí, hay muchos y muy buenos científicos que son creyentes. La realidad es tan compleja… El mundo se aleja tanto de nuestra capacidad de imaginar. Yo suelo decirle a mis alumnos: "La realidad es mucho más imaginativa que la mente más imaginativa de un humano".

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José Manuel Sánchez Ron, físico y académico de la Real Academia Española. (O. C.)

P. La física nos ha llevado a conceptos cada vez más abstractos y alejados de la intuición. ¿Cree que estamos en un punto donde la comprensión humana se queda corta para comprender la realidad última del cosmos?

R. Efectivamente, cada vez se va llegando paulatinamente a tener que recurrir a conceptos muy alejados. Por ejemplo, a la famosa teoría de las cuerdas, si es que se confirma alguna vez, que la realidad son vibraciones ultramicroscópicas en espacios de diferentes dimensiones. Lo que me maravilla es que, aunque estas teorías violenten de una manera tan radical nuestra manera de percibir el mundo, somos capaces de encontrar esas ideas. En el caso de la mecánica cuántica, nos lleva a consecuencias que nunca hubiéramos imaginado.

P. ¿Hay alguna pregunta sobre la naturaleza del universo o el ser humano que le quite el sueño por las noches?

R. Sí, y me moriré sin tener ni idea de cuál fue el origen de todo. Algunos han pensado que el universo ha existido siempre, pero eso tampoco me consolaría. Es algo que me perturba y a la vez me molesta, porque yo creo que a partir de la idea del Big Bang se puede explicar todo, la aparición de la vida, y muchas más cosas. Saber que me iré sin conocer la respuesta, realmente me apena.

P. La inteligencia artificial, por ejemplo, es algo que sí ha llegado a conocer. Aunque Linus Torvalds, creador de Linux, dice que la IA es “90% marketing y 10% realidad”, mientras que en la computación cuántica ocurre lo contrario: es 90% revolución y 10% marketing. Sin embargo, todo el mundo conoce los chatbots de IA, pero pocos entienden qué es la computación cuántica. ¿Falta divulgación o simplemente es un campo aún demasiado abstracto?

R. Una de las palabras de moda ahora son los algoritmos, pero si preguntamos a la inmensa mayoría de personas, no tiene ni idea de qué representan o cómo se construyen. El sabio universal no existe, ni la persona que esté informada de todo. La computación cuántica parece que avanza muy rápido, pero no está tan cerca como para aplicarse a gran escala. Creo que llegará antes que otras de las grandes esperanzas blancas de la humanidad, que es la fusión. Un método de obtener energía limpia y mucho más abundante que la que sostiene a través de la fisión. Hasta ahora sólo ha funcionado a efectos prácticos en la bomba de hidrógeno, o sea, energía descontrolada. Pero controlarla, aunque hay programas como el ITER europeo, está resultando muy difícil de aprovechar industrialmente.

P. La física cuántica permitió la creación del transistor, base de nuestra sociedad digital. ¿Cree que la segunda revolución cuántica tendrá un impacto similar o incluso mayor? Como la llegada de un "internet cuántico"...

R. No creo que nada sea comparable con la invención del transistor en cuanto a efectos. Los circuitos integrados han cambiado la vida en absolutamente todo. El entrelazamiento cuántico nos asegurará comunicaciones más seguras, pero ¿cómo sería nuestra vida ahora sin los transistores, sin los circuitos integrados? Están en todas las cosas: hornos, microondas, coches, ordenadores, lavadoras, neveras... Creo que no ha habido nada en la historia de la humanidad que haya cambiado de forma tan importante nuestras vidas.

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José Manuel Sánchez Ron, físico y académico de la Real Academia Española. (O. C.)

P. Algunos expertos comparan el estado actual de la computación cuántica con los primeros días de la informática clásica, cuando los ordenadores ocupaban habitaciones enteras. Empresas como IBM o Google ya dicen haber conseguido la supremacía cuántica. ¿Cuándo crees que los ordenadores cuánticos serán vistos como algo normal?

R. Diría que entre los próximos diez y 20 años podrían tener la presencia que tienen ahora los ordenadores clásicos. Y creo que influirán mucho en la explosión del mundo de la información. El problema es que estamos ya manejando niveles de información que incluso nos superan. La buena noticia es que las máquinas, la inteligencia artificial, que se basa también en manipulación de información, computación clásica y computación cuántica e identificar patrones, será capaz de demostrar teoremas, conjeturas que han desafiado a la historia de la matemática durante siglos. La física cuántica violenta a nuestra manera de percibir, pero una máquina o un robot quizás podría explotar de una manera más natural ese mundo cuántico y llegar a soluciones cómo por qué existe el universo.

P. La inteligencia artificial ha reabierto debates éticos y filosóficos. ¿Nos llevará al desempleo masivo o lo contrario?

R. Todo parece indicar que el mercado de trabajo se verá muy afectado. Ya sé que los optimistas suelen decir que cuando llegó la revolución industrial también afectó al mercado de trabajo. Pero de los luditas, esos que se opusieron a que se introdujeran las máquinas de hilar, ya nadie se acuerda. Pienso que se crearán nuevos puestos de trabajo necesarios. ¿Pero cuántos? Se han hecho estimaciones que van en la dirección opuesta.

En mi opinión, lo más disruptivo será la alianza de la robótica con la IA. Eso sí que inundará todos los campos: la medicina, la atención de personas, la industria, todo tipo de servicios. ¿Cuáles serán las consecuencias sociales o de valores de la humanidad? Es algo sobre lo que no solo habrá que reflexionar, sino actuar. Yo defiendo el valor de la ciencia, pero cuidado, la ciencia no se puede convertir en nuestro nuevo Dios. La utilidad, los usos de la ciencia deberían ser controlados y decididos en sociedades democráticas. Lo que pasa es que en la diversidad de escenarios políticos y sociales estamos viendo que en lugar de progresar en una dirección de valores comunes, democráticos, está ocurriendo lo contrario. Pasó en el caso de la Rusia de Putin, y ahora en Estados Unidos con Trump.

P. Ahora incluso se habla mucho de transhumanismo y la posibilidad de mejorar nuestras capacidades biológicas con tecnología. ¿Es el próximo paso en la evolución?

R. Lo que sé es que mientras que la evolución a la manera de Darwin requería generaciones y mucho tiempo, ahora tenemos ya los instrumentos. Pero lo que más me preocupa es que solo algunos grupos sociales se vean beneficiados de las técnicas de ingeniería genética. En principio cabe pensar que serán los que más dinero tengan, y eso es un nuevo tipo de eugenesia. La eugenesia, para mí, es una lacra terrible de la humanidad que deberíamos destruir. El problema será establecer castas con capacidades intelectuales y físicas a las que la mayor parte de la humanidad no puede acceder. Por eso habría que controlar muy bien las implicaciones, aunque entiendo que es un tema difícil y, además, delicado.

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José Manuel Sánchez Ron, físico y académico de la Real Academia Española. (O. C.)

P. Sobre las implicaciones se habla cada vez más en Silicon Valley. De hecho, las empresas más punteras han empezado a contratar a filósofos, sociólogos e incluso psicólogos. Alguien que pare un momento y diga, vamos a reflexionar sobre lo que estamos haciendo y qué impacto puede tener en la sociedad.

R. Totalmente. El problema es que si alguien como Elon Musk contrata a estas personas, a la hora de tomar decisiones, lo más probable es que mire la cuenta de resultados y no las recomendaciones. Está bien, pero todo se verá en la atención que las industrias presten a estas personas. Imagínate que esos grupos de pensadores llegan a la conclusión (y probablemente sea razonable) de que hay que poner un alto a la capacidad de desarrollar porque eso nos va a conducir a una serie de problemas. ¿Va Google o Amazon a dejar de construir computadores cuánticos? Lo dudo. La industria quiere banqueros y no científicos.

P. La tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad para comprender sus implicaciones éticas y sociales. Dado que la física cuántica ha sido clave en la transformación del mundo, ¿cómo podemos prepararnos para los desafíos que traerá la revolución que viene?

R. Yo siempre he dicho que información no es igual a conocimiento. Cuando voy en metro o autobús, me detengo a mirar a las personas, que están pendientes de sus teléfonos, viendo anuncios de ropa, jugando a videojuegos. Caminan por la calle prestando atención a lo que dice el mapa sin ver lo que tienen delante. Esta eclosión de la información, lo que es una alienación del pensar independiente, del valorar y el juzgar, es peligroso. ¿Cómo se combate? Con cultura. La verdad es que soy pesimista sobre el futuro. ¿Cómo vamos a reaccionar cuando las cosas se pongan realmente mal? Porque vivimos una sociedad de derechos, pero no de deberes. Lo estamos viendo ahora, cuando surgen problemas de verdad.

Cuando a José Manuel Sánchez Ron (Madrid, 1949) se le pregunta qué hace un reputado físico a nivel mundial ocupando un puesto en la Real Academia Española, la máxima institución de estudio de nuestra lengua, no tiene tapujos en decir que separar las dos culturas, la humanística y la científica, es uno de los grandes errores de la sociedad: "Mientras que la primera nos ayuda a caminar por la vida de manera primaria, la segunda nos permite entender esa vida desde un punto de vista más ecuánime, más justo y menos afectado por mitos". Este físico, quien desempeñó el cargo de vicedirector de la institución durante ocho años, ha publicado más de 20 libros sobre la historia de la física, por los que ha recibido el premio Nacional de Ensayo y el Julián Marías.

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