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Trump exige ya un nuevo Air Force One, pero está creando un gran problema de seguridad
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Un nuevo frente para Elon Musk

Trump exige ya un nuevo Air Force One, pero está creando un gran problema de seguridad

Donald Trump exige acelerar la renovación del avión presidencial. Sin embargo, los sobrecostes, los problemas técnicos y la delicada situación de Boeing están convirtiendo el proyecto en un fiasco

Foto: El Air Force One en el aeropuerto de Michigan. (Reuters)
El Air Force One en el aeropuerto de Michigan. (Reuters)
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El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca es un terremoto que se está sintiendo en todo el mundo. Pero también en EEUU y en un programa que, aparentemente, no tendría que verse afectado en absoluto: el nuevo avión presidencial, el mítico Air Force One. La maqueta del aparato tuvo un lugar especial en la ceremonia de posesión de Trump. Es todo un símbolo. Y él lo sabe. Trump exige ahora acelerar la renovación del avión, pero lo que tal vez no sospechaba es que se ha metido en un serio galimatías de seguridad aeronáutica.

La fuerza aérea estadounidense comenzó los planes para sustituir a la pareja de Boeing VC-25A en servicio hace ya más de 10 años. Sin embargo, el programa está atascado y Trump se ha puesto como objetivo recibirlo antes de que concluya su segundo mandato en 2029. Para ello, le ha pedido incluso a Elon Musk que se encargue de agilizarlo. Por si fuera poco, el presidente estadounidense no solo quiere ser quien estrene el avión, sino que además lo quiere hacer sustituyendo el esquema de color actual por otro más ‘clásico’.

A día de hoy, Estados Unidos dispone de dos aviones Boeing VC-25A -donde V hace referencia a VIP y C a cargo-, los cuales operan desde la base aérea Andrews en Maryland, a unos 17 km en línea recta al sureste de la Casa Blanca. Estos aparatos, que derivan del Boeing 747-200B y portan las matrículas 28000 y 29000, tienen más de 30 años a sus espaldas. A pesar de las sucesivas remodelaciones y modernizaciones, la USAF comenzó a buscarles sustituto en 2009 con la idea de que entrase en servicio un primer avión en 2017 y otros dos en 2019 y 2021, respectivamente.

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En la notificación publicada en 2009, la USAF valoró tanto la opción estadounidense, el Boeing 747-8, como la opción europea, el Airbus A380-800. Sin embargo, EADS confirmó que no iba a presentarse, ya que no era rentable ensamblar tres aviones en Estados Unidos. Así, quedaba un único candidato, el Boeing 747-8i, la última iteración de ‘la reina de los cielos’.

Por tanto, en 2015 se confirmó este modelo como la opción escogida por la USAF, recibiendo Boeing el siguiente año los primeros contratos. Con objeto de reducir el importe del programa, la fuerza aérea decidió adquirir dos Boeing 747-8i, que iban a ser para la difunta aerolínea rusa Transaero, pero que tras su desaparición habían quedado almacenados en el desierto de Mojave en Arizona.

placeholder Uno de los VC-25A en tierra mientras el otro se encuentra en aproximación final a la base aérea de Hickam en Hawái. Fuente. (USAF)
Uno de los VC-25A en tierra mientras el otro se encuentra en aproximación final a la base aérea de Hickam en Hawái. Fuente. (USAF)

De esta manera, en 2018, la Casa Blanca anunció la compra de los dos aviones por el abultadísimo importe de 3.900 millones de dólares para convertirlos en VC-25B, los nuevos aviones presidenciales cuya entrada en servicio estaba prevista para 2024. Dicha conversión incluye la adaptación del interior y el exterior de la aeronave. Destaca la introducción de sistemas de telecomunicaciones militares, sistemas de contramedidas, etcétera. Así como los despachos, salas de reuniones, zona para briefing de prensa…

Poco tiempo después, en 2020, comenzaron los trabajos en las instalaciones de Boeing en San Antonio (Texas). Sin embargo, dos años después, el periódico The Wall Street Journal se hizo eco de irregularidades en el proceso, entre las que se citaban la aparición de botellas de minibar de tequila en los aviones, así como el uso de gatos hidráulicos para elevar la aeronave que no estaban certificados.

Por si fuera poco, a tenor de un reciente artículo publicado por el digital The War Zone, Boeing ha perdido unos dos mil millones de dólares en el programa. El tipo de contrato fue de precio fijo, esto es, el fabricante debe asumir cualquier sobrecoste, algo habitual en derivados de aviones -como los de repostaje en vuelo-, ya que no son programas con gran riesgo tecnológico. Dicho de otra forma, se parte de un aparato civil y después se modifica con arreglo a las necesidades del cliente. El coste de los ejemplares se espera que ascienda hasta los casi 5.000 millones de dólares.

placeholder Trump, a bordo del Air Foce One en una imagen reciente. (Reuters)
Trump, a bordo del Air Foce One en una imagen reciente. (Reuters)

La situación es tan delicada que, según Breaking Defense, la Fuerza Aérea estaba trabajando todavía, a mediados de diciembre del año pasado, en validar el calendario de entregas. De hecho, no se espera que sean recibidos antes de 2029. Una vez más, Boeing está demostrando una grave falta de cultura empresarial y, sobre todo, de cultura de seguridad. El último clavo ha sido la aparición de grietas en elementos estructurales principales de los aviones cisterna KC-46.

El ‘desbocado’ incremento de costes y que Boeing no tenga todavía un calendario de entregas claro y conciso ha provocado un gran cabreo al presidente estadounidense. Por ello, está poniendo ‘toda la carne en el asador’ enviando a Elon Musk para ver cómo pueden acortar los plazos. Así, el presidente de Boeing, Kelly Ortberg, declaró a mediados de febrero que ya les estaba ayudando con la definición de requisitos, acelerando el proceso.

Algunas posibles soluciones ya han salido a la luz y no son demasiado esperanzadoras desde la óptica de la seguridad. Por un lado, se ha planteado la opción de ‘relajar’ las habilitaciones personales de seguridad que requieren los trabajadores encargados de modificar los aviones y, por otro lado, reducir el tiempo de pruebas en vuelo una vez se terminen de construir.

Ambas opciones plantean serias dudas, ya que la materia con la que trabajan los operarios es altamente sensible y, reducir el número de pruebas en vuelo antes de la entrega pone en riesgo la detección de fallos. Por lo que es probable que el cliente devuelva el producto y alargue, aún más, la ‘penitencia’.

placeholder Un E-4 Nightwatch en un 'simulador' de pulsos electromagnéticos para ensayos. (USAF)
Un E-4 Nightwatch en un 'simulador' de pulsos electromagnéticos para ensayos. (USAF)

En programas de este tipo, es evidente que el problema no es fabricar el avión en sí, sino la integración de los avanzados sistemas de comunicaciones y de autoprotección que se han de instalar. No hay que olvidar que el avión presidencial debe estar preparado para soportar los efectos de los pulsos electromagnéticos provocados por las detonaciones nucleares y que también debe poder defenderse frente a misiles antiaéreos, así como otras amenazas. Y, cómo no, disponer de una suite de comunicaciones a la altura.

Estos factores, junto con los problemas que está arrastrando Boeing de cultura empresarial y de seguridad aeronáutica, ponen en jaque el programa... y la paciencia de Donald Trump.

Su desesperación ha llegado a tal punto, que ha considerado la adquisición de un Boeing 747-8 que estuvo en servicio con la familia real catarí como posible solución interina. Evidentemente, el avión seguiría precisando de modificaciones para introducir los sistemas de comunicaciones y autoprotección.

Boeing VC-25: Una fortaleza volante

Como es de esperar, los Boeing VC-25A, actualmente, y los VC-25B en el futuro están pensados para operar como si fueran una auténtica Casa Blanca ‘volante’. Por lo que cuentan con sistemas redundantes de mando y control, así como una permanencia en vuelo aumentada. No obstante, a diferencia de los E-4B Nightwatch -avión que emplea el secretario de defensa y centro aerotransportado de operaciones-, no se conoce que tengan capacidad para reabastecimiento en vuelo.

Un ejemplo claro de esto fue el ataque terrorista del 11 de septiembre. Aquel fatídico día, se decidió que no había ningún sitio ‘seguro’ en Estados Unidos por lo que se cerró el espacio aéreo y se embarcó al presidente en uno de los VC-25A para que permaneciera en el aire todo el tiempo necesario hasta que se calmaran las aguas en tierra. Fue el único avión en vuelo, junto con su inseparable escolta.

placeholder El expresidente George W Bush a bordo del VC-25 el fatídico 11 de septiembre de 2001. (USAF)
El expresidente George W Bush a bordo del VC-25 el fatídico 11 de septiembre de 2001. (USAF)

Hay que recordar que ‘Air Force One’ es el indicativo de radio para comunicarse con las torres de control empleado por el avión cuando se encuentra a bordo el presidente. En caso contrario, estas aeronaves emplean otros indicativos como ‘SAM’ seguido de varios números. SAM es el acrónimo de Special Air Mission. Así, el empleo de AF1 no está ligado al avión, sino al hecho de si el presidente se encuentra a bordo. Por su parte, el Cuerpo de Marines se encarga de su traslado en distancias ‘cortas’ con helicópteros Sickorsky VH-3 Sea King -en proceso de sustitución por el VH-92-, siendo su indicativo ‘MARINE ONE’.

En el apartado técnico, el 747-8i -plataforma en la que se basará el VC-25B-, presenta una longitud de 76,25 m, una altura de 19,35 m y una envergadura de 68,45 m. Está propulsado por cuatro motores GEnx con más de 290 kN de empuje que le permiten lograr una velocidad de casi 960 km/h y un alcance de hasta 14320 km. Asimismo, dichas aeronaves no disponen de armamento, pero sí están dotadas con contramedidas electrónicas y láser.

Es evidente que Trump tiene pensado volar en el nuevo Boeing VC-25B antes de que se agote su mandato. Sin embargo, los retrasos provocados por la empresa aeronáutica pueden provocar que no se cumplan los deseos del nuevo presidente. ¿Logrará la relajación de requisitos y la ayuda de Musk el objetivo de Trump?

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca es un terremoto que se está sintiendo en todo el mundo. Pero también en EEUU y en un programa que, aparentemente, no tendría que verse afectado en absoluto: el nuevo avión presidencial, el mítico Air Force One. La maqueta del aparato tuvo un lugar especial en la ceremonia de posesión de Trump. Es todo un símbolo. Y él lo sabe. Trump exige ahora acelerar la renovación del avión, pero lo que tal vez no sospechaba es que se ha metido en un serio galimatías de seguridad aeronáutica.

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