De enfermera a jefa de la 'motosierra' DOGE: la elección de Musk envía un mensaje al mundo
Amy Gleason, quien ha estado vinculada al sector sanitario y tecnológico, es la persona al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de EEUU. Sus lazos con el círculo de Trump vienen de lejos
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La identidad de la persona al frente de DOGE, el Departamento de Eficiencia Gubernamental que Elon Musk está usando a modo de motosierra para poner patas arriba la burocracia y el gasto federal, ha sido un misterio en Estados Unidos durante semanas. Las excusas para evitar dicha revelación se han sucedido. "¿Quién está involucrado? ¿Quién está a cargo? ¿Quién les está dando instrucciones?", preguntaba esta semana la jueza Colleen Kollar-Kotelly a los abogados del gobierno en la audiencia que examinó el acceso de DOGE a millones de datos sensibles en el Departamento del Tesoro. Nadie respondió. Los abogados del Departamento de Justicia también fueron interrogados ante el tribunal, pero ni una palabra. "No voy a revelarlo", decía la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, a los periodistas. Ahora, ese nombre, por fin, se ha hecho público.
Quien está liderando los esfuerzos de DOGE, con Musk de supervisor en la sombra, es Amy Gleason, una enfermera cuya carrera ha estado vinculada al sector sanitario y tecnológico. Esta funcionaria de 53 años contribuyó durante la pandemia a la estrategia del país frente al Covid, liderando la creación de la base de datos nacional del virus. Su pasado también está estrechamente relacionado con el mundo de las startups y los fondos de inversión en biomedicina, pero los hilos que la conectan con Trump van más allá de eso.
Gleason trabajó desde 2018 hasta 2021 en el Servicio Digital de Estados Unidos, una agencia establecida en 2014 por el entonces presidente Barack Obama para modernizar los servicios gubernamentales y hacerlos más accesibles. Para conseguirlo se fichó a funcionarios públicos, ingenieros, diseñadores y expertos en políticas digitales, hasta un total de casi 250 empleados. Pero el 20 de enero de este año, cuando Trump asumió el cargo, firmó una orden ejecutiva para renombrar a ese Servicio Digital como DOGE: “El objetivo es el mismo: modernizar la tecnología federal para maximizar la eficiencia y la productividad”.
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Sin embargo, los pasos que se han tomado han ido mucho más allá de eso. Musk, el hombre más rico del mundo y ahora mano derecha del presidente Trump, ha distribuido ayudantes suyos por todo los resquicios del gobierno para acceder a bases de datos confidenciales, examinando uno a uno a los empleados federales e incluso triturando agencias enteras. Una "purga" en toda regla, como han denominado algunos medios de comunicación.
Este giro de 180 grados hizo que la antigua directora del Servicio Digital de Estados Unidos renunciara a su cargo. “Ha sido el mayor privilegio de mi vida, pero desafortunadamente, DOGE decidió despedir a una tercera parte de ellas la semana pasada. Estos recortes fueron miopes, mal informados e indiscriminados. El gobierno y el pueblo estadounidense saldrán mal parados”. El relevo lo cogió Gleason, quien fue presentada como una “nueva empleada” en los chats internos de la compañía, a pesar de que ya había trabajado allí. La Justicia pedía un nombre, y ahora Musk se lo ha dado, lo que demuestra su determinación de aupar a DOGE hasta el final de sus consecuencias.
Según una exclusiva de The New York Times, Gleason se reunió en enero con Steve Davis, un importante asistente de Musk, en el edificio de oficinas Eisenhower de Washington, donde se han establecido las oficinas de DOGE. Semanas más tarde, durante una reunión con su nuevo equipo, Gleason le decía a los empleados que deberían adoptar una mentalidad de “un solo equipo” y trabajar en estrecha colaboración con sus nuevos homólogos, incluidas docenas de jóvenes ingenieros y abogados que Musk reclutó para ayudarlo en su cruzada.
Estratega del Covid y pasado ‘tech’
El camino de Gleason difiere enormemente de algunos de los colosos del sector privado o de los ingenieros sabuesos de Musk en DOGE. Comenzó como enfermera de urgencias, según mencionó en un podcast de 2022: “Me centraba principalmente en los registros médicos electrónicos”. Más tarde cofundaría una empresa para ayudar a los pacientes con miositis juvenil, una enfermedad crónica autoinmune que causa debilidad muscular y que afecta a su hija. Gleason habló abiertamente de eso y de las deficiencias del sistema sanitario estadounidense frente a estas dolencias en una charla TED de 2020. Aquello le llevó a redirigir su carrera y desempeñarse como vicepresidenta de investigación en la Fundación Cure JM o a dirigir Care Sync, una empresa de telesalud con sede en Florida.
También a ocupar el puesto de directora de producto en dos startups de atención médica centradas en poblaciones vulnerables y desatendidas, Russell Street Ventures y Main Street Health. Ambas habían sido fundadas por Brad Smith, un ejecutivo del sector sanitario que había trabajado estrechamente con el yerno de Trump, Jared Kushner, en la estrategia de respuesta al Covid. Así nació una relación laboral con el equipo del republicano que llevó a Gleason a formar parte del Grupo de Trabajo sobre el Coronavirus de la Casa Blanca debido a su experiencia en tecnología. No solo encabezó los esfuerzos tecnológicos para el plan federal durante la pandemia, sino que trabajó en la recogida de información de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). A finales del año pasado, Smith comenzó a asesorar a Musk en su nueva misión de recortar costes y, finalmente, incorporó a las conversaciones sobre DOGE a Gleason.
La administración federal, en el caos absoluto
Pero su llegada a esta "nueva" agencia no ha sido nada fácil. DOGE ha ido generando enfrentamientos y desafíos legales desde que comenzó su cruzada por reducir gasto y podar la fuerza laboral gubernamental, en parte porque sus empleados, muchos de los cuales son totales desconocidos, supuestamente están accediendo a datos e información confidenciales del gobierno. La iniciativa ya ha acabado de un plumazo con 20.000 trabajadores, mientras que otros 75.000 han aceptado indemnizaciones para irse.
Ayer mismo trascendía que 21 personas que trabajaban para la misma DOGE han presentado su renuncia porque no están dispuestas a utilizar su experiencia técnica para desmantelar servicios públicos críticos: “No utilizaremos nuestras habilidades como tecnólogos para comprometer los sistemas centrales del gobierno o poner en peligro los datos sensibles de los estadounidenses”, escribieron en una carta. Los trabajadores, que incluyen científicos de datos, gerentes de producto o al jefe de división de TI, eran en realidad empleados del Servicio Digital de EEUU antes de que Musk se hiciera cargo y la rebautizara como DOGE en honor a su memecoin preferida.
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“Cualquiera que piense que las protestas, las demandas y la guerra legal disuadirán al presidente Trump, debe haber estado durmiendo bajo una piedra durante los últimos años”, señalaba la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt. Estos autodespidos se suman a la iniciativa de Musk de enviar a todos los empleados del gobierno un correo electrónico, pidiéndoles que resuman todo lo que han estado haciendo en los últimos días para comprobar si realmente son productivos e imprescindibles. "Se les dará otra oportunidad, a discreción del presidente. Si no responden una segunda vez, serán despedidos", decía Musk en una publicación en X.
El anuncio no solo causó revuelo, sino una confusión e incertidumbre masiva que poco a poco fue extendiéndose por todas las agencias federales, con algunas instruyendo a los trabajadores a cumplir la orden y otras no. Las del área de seguridad nacional, por ejemplo, les dijeron sus empleados que no respondieran. Incluso algunos leales a Trump, como Kash Patel, el nuevo jefe del FBI, permaneció en su posición de que se abstuvieran de contestar. El Departamento de Salud aconsejó a los empleados que, si optaban por responder, no debían mencionar medicamentos o contratos específicos: "Adapte su respuesta en consecuencia". Como sea, la tasa de respuesta fue increíblemente alta, lo que sugiere que, en medio de este caos de contradicciones, decidieron cumplir para evitar la posibilidad de perder sus empleos. Como Musk decía a grito limpio desde el escenario en uno de sus últimos discursos: "¡Es la motosierra de la burocracia!".
La identidad de la persona al frente de DOGE, el Departamento de Eficiencia Gubernamental que Elon Musk está usando a modo de motosierra para poner patas arriba la burocracia y el gasto federal, ha sido un misterio en Estados Unidos durante semanas. Las excusas para evitar dicha revelación se han sucedido. "¿Quién está involucrado? ¿Quién está a cargo? ¿Quién les está dando instrucciones?", preguntaba esta semana la jueza Colleen Kollar-Kotelly a los abogados del gobierno en la audiencia que examinó el acceso de DOGE a millones de datos sensibles en el Departamento del Tesoro. Nadie respondió. Los abogados del Departamento de Justicia también fueron interrogados ante el tribunal, pero ni una palabra. "No voy a revelarlo", decía la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, a los periodistas. Ahora, ese nombre, por fin, se ha hecho público.