Qué tienen en común Barcelona, el porno y TikTok: son la industria más rentable del mundo
El experto en historia de las drogas David T. Courtwright cuenta cómo las grandes empresas se han aprovechado de nuestro sistema de recompensa cerebral para hacer mucho dinero
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En 2009, el desarrollador estadounidense Loren Brichter inventó el pull-to-refresh. Es ese gesto al que nos hemos acostumbrado y que nos permite actualizar al instante la información de una página. Usted mismo puede hacerlo con la portada de este periódico: si desliza con el pulgar hacia abajo, aparecerá el icono de “cargando” y la pantalla ofrecerá nuevo contenido. Seguramente esté tan acostumbrado a hacerlo que no se dé cuenta de que lo hace.
Pero en 2017, Brichter empezó a cuestionarse si no habría creado un monstruo: “He pasado horas, semanas y meses preguntándome si mi invento ha tenido un impacto positivo en la sociedad”. Su intención primigenia no era que fuese adictivo, pero se dio cuenta de que había inventado una tragaperras. Este es uno de los ejemplos que utiliza David T. Courtwright, especialista en historia de las drogas y profesor emérito de la Universidad del Norte de Florida, en Capitalismo límbico (Yonki Books), un libro que traza una línea directa entre la nicotina mascada por los aborígenes hace milenios y el gesto instintivo que realizamos al sacar el móvil del bolsillo.
El profesor estadounidense, responsable de The Economics of Addiction, defiende que desde su aparición, el capitalismo ha intentado apelar a nuestro centro de recompensas del cerebro, convirtiéndonos en adictos y culpando a los usuarios del mal uso de estos productos. La industria más rentable y global del mundo que crece a pasos agigantados e incluye desde vicios evidentes como el tabaco, el alcohol o las drogas a otros emergentes como nuestros smartphones o el juego online, pasando por algunos insospechados como… Barcelona, gran ejemplo de que las ciudades también se han convertido en mecas del placer.
PREGUNTA. ¿Qué es el capitalismo límbico? ¿Puede darnos algún ejemplo?
RESPUESTA. El capitalismo límbico es un modelo de negocio en el que las industrias globales, a menudo con la ayuda de gobiernos cómplices y organizaciones criminales, animan al consumo excesivo de productos que proporcionan subidones de recompensas cerebrales. Los adictos son personas que consumen compulsivamente y de forma autodestructiva esos productos: se acercan o están dentro de un trastorno del espectro.
"Yo estudio el capitalismo límbico, pero los jóvenes lo viven cada día"
Los capitalistas límbicos necesitan a usuarios dependientes y diarios porque son de los que obtienen la mayor parte de sus beneficios. Y continuamente retuercen esos productos para potenciar esas recompensas cerebrales. Los cultivadores de cannabis en Europa y Norte América, por ejemplo, han desarrollado y promovido cepas de la droga con niveles muy elevados de THC.
P. La hormesis (algo que puede ser beneficioso y positivo en pequeñas cantidades, resulta perjudicial y negativo cuando supera determinado umbral) es clave en el capitalismo límbico, argumenta. La mayor parte de los productos que causan adicción son positivos en pequeñas cantidades. ¿Cuándo empiezan a convertirse en un problema?
R. El doctor Salvador Ruiz Blasco revivió una vez a un bebé que había nacido muerto soplándole humo de tabaco. El niño sobrevivió. Su nombre era Pablo Picasso. Paradójicamente, pequeñas dosis de sustancias tóxicas pueden salvar o mejorar vidas, como cuando los médicos utilizan digoxina para tratar insuficiencias cardíacas congestivas o administran opioides. El problema aparece cuando el consumo supera ese punto en el que el daño supera a los beneficios, a veces de manera letal. Piensa en los contemporáneos de Picasso (estoy pensando en Freud), que sufrían y morían de enfermedades causadas por el humo del tabaco, al que eran adictos.
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P. Escribe que el capitalismo límbico es socialmente regresivo, mientras que el capitalismo tiende a ser socialmente progresivo. ¿Amplía el capitalismo límbico nuestras desigualdades sociales?
R. El capitalismo es socialmente progresivo en el sentido de que los mercados libres distribuyen de manera eficiente bienes cotidianos como la harina o las herramientas. No quieres vivir en una ciudad cuyas tiendas estén controladas por el estado. Ni deberías querer vivir en una sociedad en la que el comercio con bienes y servicios potencialmente adictivos no esté regulado. La indiferencia o la complicidad del gobierno fomentan la adicción.
Las adicciones masivas refuerzan las fronteras de clase, dificultan la movilidad social y pueden hacer que sociedades enteras sean vulnerables a la explotación. Tan solo pregúntale a los chinos qué piensan del comercio de opio durante el siglo XIX.
"Puedes tirar el alcohol y la droga, pero no puedes deshacerte del móvil"
P. La mayor parte de la gente se ha dado cuenta recientemente por primera vez de que son víctimas del capitalismo límbico, especialmente gracias a los smartphones, el doomscrolling, el comportamiento compulsivo relacionado con las pantallas… ¿Es el ejemplo más extendido de capitalismo límbico de la historia?
R. Depende de tu edad. Cuando hablo con gente más mayor de que el capitalismo límbico ha conducido a adicciones masivas, a menudo se acuerdan de los escándalos relacionados con el marketing de los cigarrillos u otras drogas. Dile lo mismo a una audiencia más joven y la conversación inmediatamente se centrará en los smartphones y las redes sociales. Los estudiantes captan la idea del capitalismo límbico digital antes de que tenga que explicarlo. Yo lo estudio. Ellos lo viven.
P. Al mismo tiempo, eso ha provocado que mucha gente tome conciencia del capitalismo límbico. ¿Cree que estamos en un punto de no retorno en lo que concierne a nuestra conciencia sobre esta clase de capitalismo?
R. Así es. El capitalismo límbico digital ha estado en marcha desde 1984, cuando equiparon con microprocesadores las tragaperras de los casinos. La comercialización de internet durante los años noventa dio vía libre a vicios como la pornografía. La gente se dio cuenta. Pero la tendencia terminó de despegar durante los dosmiles con la difusión de teléfonos móviles equipados con cámaras e internet, perfectos para la proliferación de las redes sociales.
P. Podemos vivir sin la mayoría de los productos del capitalismo límbico, pero ya no existe ningún mundo fuera de los smartphones. La mayoría de la gente no puede apagar su teléfono durante 16 horas al día porque dependemos de ellos para nuestros trabajos. ¿Así que qué podemos hacer como usuarios?
R. No demasiado, aunque existe un software que limita el uso. Algunos colegios limitan el tiempo de pantalla y prohíben los smartphones. No está claro cuánto durará: la inteligencia artificial está cada vez más integrada en la enseñanza.
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El problema, como bien dices, es que es casi imposible darle la espalda a la tecnología del smartphone. Puedes vaciar tus botellas de alcohol en el sumidero. Puedes tirar la droga por el retrete. Pero deshacerte de tu teléfono es complicarte el trabajo, cortar tus comunicaciones y hacerte más difícil viajar. Así que el nexo de tentación no desaparece.
P. Los adultos tienden a quejarse sobre el uso de la tecnología de sus hijos y adolescentes. Pero ¿no estamos olvidando que tampoco nosotros somos capaces de vivir sin mirar nuestros teléfonos? ¿Tendemos a pensar que los adictos son siempre los demás?
R. Por supuesto. Es un problema tan viejo como la Biblia: “¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, y no ves la viga en el tuyo propio?”
P. Uno de los debates más acuciantes en España concierne a los niños y su uso de smartphones. ¿Qué haría usted con sus propios hijos?
R. Los investigadores están de acuerdo en que cuanto antes y más a menudo el cerebro de un niño esté expuesto a sustancias y pasatiempos hiperestimulantes, más probable es que el comportamiento adictivo aparezca de mayores. La mejor estrategia parental es retrasar y limitar la exposición. Fácil de decir, pero difícil de hacer. Cuando mis hijos eran pequeños, en los ochenta y noventa, mi esposa y yo limitamos su uso de la televisión. O eso pensábamos. Años más tarde nos confesaron que en mitad de la noche se escapaban a una habitación que no usábamos en la parte de atrás de nuestra casa donde tenían una vieja televisión en blanco y negro. Veían películas, a saber cuáles a esas horas de la noche.
"El capitalismo límbico crea mecas del placer, no solo festivales, también ciudades"
Todas las familias tienen historias semejantes. Esa televisión se ha convertido en smartphones que se guardan debajo de la almohada. Históricamente, el patrón está claro: la tecnología sube el listón sin parar.
P. Vivimos en un mundo de placeres combinados, como los denomina. Es como un festival, donde no solo tienes música, sino también comida, alcohol, juegos, etc. Es cada vez más habitual que los restaurantes o las tiendas combinen placeres: se han convertido en un parque de atracciones. ¿Por qué nos resultan tan atractivos estos lugares?
R. Porque los entornos con placeres combinados son más satisfactorios que los placeres individuales. Los capitalistas límbicos son buenísimos diseñando mecas del placer. No solo festivales, sino ciudades enteras, Barcelona es un buen ejemplo. De nuevo, la tecnología ha jugado un papel fundamental. No puedes imaginar Barcelona en su forma presente (o con su volumen actual de turismo) sin la revolución del transporte de los siglos XIX y XX.
El capitalismo límbico tiene una historia más profunda, o quizá debería hablar de prehistoria. Se han estado añadiendo productos a nuestra tienda colectiva de placeres, vicios y adicciones desde la revolución neolítica. En los últimos 500 años, los progresos en este sentido se han incrementado exponencialmente. Nuestros cerebros evolutivamente no preparados están superados.
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P. El capitalismo límbico tiende a culpar a la gente por sus errores, no a los productos. ¿Deberíamos cambiar nuestro foco de atención?
R. Sí. Hay que presentar atención a los productos y a su marketing. Mientras que puede ser cierto que algunas personas pueden ser más susceptibles a la adicción que otras, el sistema en sí mismo está diseñado para favorecer los excesos.
Cada vez que veas un mensaje tipo “si tienes un problema con el juego, llama a este número para buscar ayuda”, deberías verlo como un truco de relaciones públicas. Está diseñado para llamar la atención sobre un puñado de individuos implícitamente “defectuosos” antes que la proliferación de loterías, casinos y apps de juego, que son los verdaderos culpables.
P. Putin y otros autoritarios populistas se han remangado contra las adicciones y el capitalismo límbico. ¿Deberíamos imitarlos? ¿Están situándose en una mejor posición para afrontar el futuro?
R. Las medidas que hacen que los vicios comercializados sean más caros, difíciles de acceder y menos atractivos, pagan grandes dividendos en salud pública, algo que Putin hizo bien en perseguir, ya que los rusos estaban bebiendo y fumando hasta matarse. Históricamente, sin embargo, los autoritarios no han tenido el monopolio de dichas reformas, que han sido apoyadas por todo el espectro político. Piensa en el tabaco. No declinó en la Unión Soviética o en la República Popular China, sino en las democracias occidentales.
"La gente puede reconocer que es adicta, pero no va a pedir nuevas leyes"
P. ¿Cómo se considera en lo referente a las acciones que deberíamos tomar, un prohibicionista o un progresista?
R. Es una falsa distinción, que utilizan los capitalistas límbicos para presentar a sus enemigos como puritanos o acosadores. Los prohibicionistas eran originariamente progresistas, gente que quería que los gobiernos y las organizaciones internacionales interviniesen contra las formas dañinas de comercio capitalista e imperialista. A menudo perseguían una regulación estricta del “tráfico” en lugar de prohibir el alcohol y las drogas, sus principales objetivos. Las leyes y los tratados sobre narcóticos, por ejemplo, limitaban el comercio a usos científicos y médicos.
Favorezco las reglas (la mayoría) que hacen los negocios más difíciles y menos rentables para los capitalistas límbicos. Las reglas no tienen por qué ser prohibicionistas. Las limitaciones del uso de internet para menores es un ejemplo de restricciones que no llegan a la prohibición absoluta.
P. ¿No somos todos parte de este capitalismo límbico, también como productores o creadores de contenido? Por ejemplo, cuando subimos algo a redes sociales o publicamos artículos como este para llamar la atención del lector, ¿no somos parte también del problema y no solo víctimas?
R. Es verdad que toda la creación de contenido implica una demanda sobre el tiempo de los demás. No es verdad que todo el contenido sea necesaria o igualmente dañino. Una hora al día leyendo buen periodismo no es lo mismo que jugando a Grand Theft Auto VI. Como la propia adicción, hay grados y variedades de perder el tiempo.
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P. Mucha gente se siente por primera vez como adictos, gracias a los móviles. ¿Cree que sería más fácil implementar medidas que no estarían bien vistas si no tuviésemos esa conciencia?
R. Una pregunta interesante. La gente puede reconocer que de alguna forma son adictos a las distracciones digitales, pero eso no significa necesariamente que favorezcan más regulaciones y prohibiciones. La controversia en EEUU sobre la prohibición de TikTok sugiere lo opuesto. Los bebedores que se unen a Alcohólicos Anónimos suelen hablar de “tocar fondo”. No veo ninguna evidencia de que los adictos a los smartphones y las redes sociales sientan que han tocado fondo. O que estén pidiendo regulaciones más estrictas para limitar el acceso. Las preocupaciones de seguridad son otro asunto. Tienen un mayor apoyo.
P. ¿Hay algo que no le haya preguntado y que quiera añadir?
R. La historia ofrece razones para la esperanza. Hace 50 años, España era el paraíso de los fumadores, y desde entonces el consumo se ha reducido, como en el resto del mundo. Los capitalistas límbicos no siempre ganan. Es posible que el panorama regulatorio del capitalismo límbico digital sea muy diferente dentro de una década o dos.
En 2009, el desarrollador estadounidense Loren Brichter inventó el pull-to-refresh. Es ese gesto al que nos hemos acostumbrado y que nos permite actualizar al instante la información de una página. Usted mismo puede hacerlo con la portada de este periódico: si desliza con el pulgar hacia abajo, aparecerá el icono de “cargando” y la pantalla ofrecerá nuevo contenido. Seguramente esté tan acostumbrado a hacerlo que no se dé cuenta de que lo hace.