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La realidad detrás de la surrealista oferta de Elon Musk para comprar OpenAI
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TRAMPANTOJO DE MUSK

La realidad detrás de la surrealista oferta de Elon Musk para comprar OpenAI

El magnate dice que es por salvaguardar la seguridad de la inteligencia artificial y el código abierto. En realidad, esta maniobra no es más que una macedonia de intereses personales y ansias por torpedear los planes de Sam Altman

Foto: Elon Musk, junto al presidente de EEUU Donald Trump. (Reuters)
Elon Musk, junto al presidente de EEUU Donald Trump. (Reuters)
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Elon Musk lleva días centrando la atención con todo lo que ha hecho a los mandos de DOGE, las siglas por las que se identifica ese pseudoministerio de la eficiencia que le ha otorgado Donald Trump con el objetivo de adelgazar al máximo la administración estadounidense.

Pero este lunes dejó de lado esta motosierra institucional para empuñar un palo y colocarlo en las ruedas de uno de sus enemigos confesos, Sam Altman. El palo en las ruedas es la oferta de compra de 97.400 millones de dólares que ha preparado Musk para hacerse con OpenAI.

Una operación de compra que, prospere o no, puede acabar siendo un dolor de cabeza para el mandamás de la empresa de moda, que tiene en su hoja de ruta convertir esta sociedad en una empresa tradicional al uso y abandonar de una vez por todas su condición de compañía sin ánimo de lucro. ¿La razón para este movimiento? Apretar el acelerador del desarrollo de la inteligencia artificial, dejando cosas como la ética o la seguridad en segundo plano.

Foto: File photo: inauguration ceremony for trump's second presidential term

La noticia de la oferta, publicada por el Wall Street Journal, dio paso a un cruce de publicaciones entre Musk y Altamn en sus perfiles de la red social X. “No, pero nos ofrecemos a comprar Twitter por 9.740 millones si quieres”, escribió el CEO de OpenAI a modo de puya. En su respuesta, el de Tesla no anduvo con cuidado, optó por dejar la ironía de lado y llamó directamente “estafador” al CEO de OpenAI.

Marc Toberoff, abogado de Musk, fue el encargado de dar detalles sobre la operación que están cocinando. Los 97.400 millones no saldrían íntegramente del bolsillo del empresario sudafricano, sino que ha reunido a un grupo de inversores que le apoyen. El objetivo de comprar OpenAI, según el letrado, “es restablecer OpenAI como una fuerza del bien centrada en la seguridad y el código abierto”. Si la operación cristaliza, los planes pasan por fusionar OpenAI y xAI, la empresa que Musk ha montado para abordar estos menesteres.

Las palabras de Toberoff describen la cara visible de una operación que, como muchas de las cosas que hace Musk, tiene una cara oculta. Un reverso lleno de medias verdades, contradicciones, hipocresía y muchas cuentas pendientes entre dos de las personas más influyentes en la industria tecnológica a día de hoy. Estas son las claves de una oferta con la que el magnate busca presionar a su rival.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, junto al consejero delegado de Oracle, Larry Ellison, el CEO de Softbank, Masayoshi Son, y el CEO de OpenAI, Sam Altman. (Reuters)

Dos gallos para el corral de OpenAI

La enemistad de Musk y Altman no es nada nueva. Cada cierto tiempo dan muestras de que sigue extremadamente viva. El pique parece haber ido a más desde que Altman apareció como socio preferente de Trump en el proyecto Stargate. Un día el CEO de Tesla le llama “estafador” y otro día el de OpenAI se refiere a él como un matón. Pero, ¿cuál es el origen de esta enemistad? El control de una empresa clave para el desarrollo y manejo de algo que promete ser tan decisivo desde el punto de vista económico y social como la inteligencia artificial.

El empresario de origen sudafricano fue uno de los primeros miembros de la compañía, que surgió como una fundación sin ánimo de lucro que pretendía poner los beneficios de esta tecnología al servicio de toda la humanidad y que no fuese controlada por los gigantes de Silicon Valley, como ha pasado con otras cosas como las redes sociales o las búsquedas de internet.

placeholder Sam Altman (Kim Jong-Hi)
Sam Altman (Kim Jong-Hi)

En 2018, Musk abandonó la fundación. Lo hizo asegurando que OpenAI se había desviado de su propósito original y que Sam Altman representaba la faceta más comercial y menos altruista de la organización. Esta tesis cobró fuerza con el paso del tiempo con episodios como la enorme inyección de capital que hizo Microsoft en OpenAI.

Regularmente, el empresario criticaba la dirección y la gestión de la empresa. Pero su campaña fue a más con la crisis desatada por el despido de ida y vuelta de Sam Altman. El directivo aprovechó este episodio para moldear el consejo directivo a su medida y así allanar el camino para imponer su visión aceleracionista en la compañía, con decisiones como cambiar su naturaleza y abandonar el formato de organización sin ánimo de lucro.

Uno de los grandes afectados de aquel terremoto corporativo fue Ilya Sutskever. El científico jefe y cofundador de OpenAI fue quien, en un primer momento, lideró la mayoría para cesar a Altman, aunque luego, al ver la sublevación de sus compañeros, decidió dar marcha atrás. Aunque no hubo consecuencias inmediatas y se le puso al frente del equipo de seguridad, Sutskever no tardó en marcharse. Su dimisión dio pistas sobre la motivación: la empresa había relegado la seguridad a un papel secundario.

Musk no ha dudado en utilizar a esta figura para atizar a su enemigo. En una entrevista reciente en la que le preguntaron por el origen de su enemistad con Larry Page, cofundador de Google, el magnate aseguró que esta se produjo cuando OpenAI y los de Mountain View pugnaron por su fichaje. En su respuesta, aprovechó para decir que el mérito real de ChatGPT y otros desarrollos de la compañía es de Sutskever y no de Altman.

Una de las cosas que ha hecho Musk ha sido recurrir a la vía judicial. Y en ese proceso quedó al descubierto una de sus grandes contradicciones. La compañía le acusó de ser el primero que quiso cambiar a un modelo de empresa tradicional y absorber OpenAI para que fuese parte de Tesla. Para probarlo, presentó varios correos y comunicaciones internas. Fagocitar todo ese conocimiento habría servido al empresario para acelerar y cumplir una de sus mayores promesas incumplidas: el sistema de autoconducción total de sus coches. También habría sido la hormona del crecimiento para la robótica, una de sus próximas metas empresariales.

No es un momento casual

El momento en el que los planes de Musk han salido a la luz no ha sido casual. Hace unos días, la jueza que debe decidir sobre una de sus denuncias rechazó imponer una orden de bloqueo judicial contra la conversión de OpenAI, lo que supuso un jarro de agua fría para sus planes. Plantear una operación de compra es simplemente una nueva forma de torpedear el proceso.

No es la primera vez que utiliza un golpe de efecto para ganar tiempo a su favor. Ya ocurrió hace dos años cuando suscribió y promocionó una carta firmada por cientos de científicos e investigadores que pedía suspender los desarrollos relacionados con la IA durante medio año. Pasado el tiempo, ha quedado claro que, en realidad, el interés de Musk era un intento de ganar tiempo para engancharse a una carrera en la que partía en clara desventaja frente a OpenAI, Google o Microsoft.

Otra de las cosas que se puede poner en solfa son las declaraciones de Musk en boca de Toberoff sobre su motivación para mantener OpenAI centrada en el “código abierto y la seguridad”. El principal producto que ha puesto en circulación hasta la fecha Elon Musk ha sido Grok, la IA que ha instalado en X. Las críticas han ido desde la falta de transparencia sobre su entrenamiento y funcionamiento, hasta los sesgos y falta de neutralidad. Otra de las cosas que han señalado los expertos es que mucho del contenido generado por Grok contiene elementos de desinformación u ofensivos. Su capacidad para crear imágenes hiperrealistas ha levantado también preocupaciones sobre la privacidad y el uso no autorizado de derechos de imagen, especialmente cuando se trata de figuras públicas. Estos antecedentes dan pie a pensar que lo último que preocupa a Musk es crear una inteligencia artificial ética.

placeholder Altman y Sutskever, en una foto de archivo. Foto: Reuters.
Altman y Sutskever, en una foto de archivo. Foto: Reuters.

Aunque la oferta no prospere, solo con ponerla sobre la mesa puede dificultar las cosas a Altman. Este directivo se enfrenta a un delicado encaje de bolillos financiero para poner fin a la bicefalia que gobierna OpenAI. Ahora mismo, la parte sin ánimo de lucro gobierna y controla la parte comercial, una sociedad llamada OpenAI LP, cuyo principal objetivo es facilitar la firma de contratos, así como la búsqueda de financiación y la venta de participaciones. Surgió en 2019 para hacer frente a una necesidad imperiosa: conseguir capital para pagar el inmenso coste de sus desarrollos. A través de este vehículo empresarial se ha articulado la entrada de Microsoft y otros accionistas.

Con esta fórmula, OpenAI ha conseguido el suficiente capital como para alcanzar una valoración de 260.000 millones de dólares. La hoja de ruta pasa por que la fundación se quede con una cuarta parte del negocio resultante, es decir, con casi 65.000 millones de dólares. A pesar de tener una participación del 25%, estaría en minoría. Al poner una cantidad mucho mayor, Musk puede lograr que Altman tenga que afrontar una negociación mucho más delicada y que le obligue a buscar todavía más fondos y dar entrada a nuevos inversores o aumentar el peso de los actuales. No hay que olvidar que debe casar estos intereses con los de su principal mecenas hasta hace dos telediarios, Microsoft. Algo que también llega en un momento crucial, el del acercamiento de OpenAI a Softbank. El palo a la rueda de OpenAI está echado, ahora solo falta ver cómo Altman lo esquiva.

Elon Musk lleva días centrando la atención con todo lo que ha hecho a los mandos de DOGE, las siglas por las que se identifica ese pseudoministerio de la eficiencia que le ha otorgado Donald Trump con el objetivo de adelgazar al máximo la administración estadounidense.

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