10 días con el teléfono más bestia de Honor: acostumbrarse a esto no tiene que ser bueno
El nuevo Magic7 Pro aterriza en el mercado con un despliegue de cualidades abrumador. Pero, ¿justifica tanta tecnología su elevado precio?
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Hay un veterano directivo de la industria de la telefonía en España que repite hasta la extenuación ese mantra de que la carrera por las mejoras tecnológicas había perdido sentido porque “el smartphone como tal ya está inventado”. Aunque el hombre repita la matraca una y otra vez, lo cierto es que no le falta razón. Hemos llegado a un punto en el que los teléfonos se sienten en su gran mayoría copias unos de otros, especialmente dentro de una gama media tan saturada que abruma.
Quizás por eso y porque los precios tienden a seguir subiendo, muchas marcas están empezando a apostar con fuerza de nuevo por la gama alta, un segmento en el que, al menos de momento, existe algo más de margen (a golpe de bolsillo, claro) para la innovación y las mejoras algo más locas.
Y justo ahí es donde podríamos encajar el nuevo Honor Magic7 Pro. Este smartphone de la firma asiática, desligada de Huawei desde hace ya unos pocos años, acaba de aterrizar en las tiendas haciendo gala de rendimiento, diseño y mucho (muchísimo) sabor a IA. El combo es arrollador pero a cambio tienes que pagar una etiqueta que de nuevo se coloca en las cuatro cifras. ¿Merece la pena desenfundar la cartera para hacerte con el buque insignia de la casa?
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Todo músculo y diseño
El Magic7 Pro bebe mucho de su antecesor, el Magic6 Pro, a nivel de diseño. De nuevo estamos ante un teléfono al que es difícil ponerle pegas a nivel de construcción, con un cuerpo que se siente sólido en la mano (es capaz de resistir temperaturas extremas, de hecho), de buen acabado y con un módulo de cámaras trasero que roba casi todo el protagonismo. El aspecto es elegante y visualmente atractivo, aunque también es cierto que este dibujo empieza a sentirse algo repetitivo. Aún con ello Honor se esfuerza en darle su toque especial con una espalda cuyo efecto recuerda a los reflejos del nácar, en este caso en color gris.
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La pulsación de sus botones laterales es firme y cómoda y en general el agarre se siente bien, gracias a sus bordes planos. La pantalla, de fantástica visualización y súper resistente a las caídas, por cierto, es de tipo OLED, con un tamaño de 6,8 pulgadas, resolución Full HD y un brillo máximo imponente, de 5.000 nits. Eso se traduce en que vas a tener muy poco problemas en exteriores a la hora de visualizarla, aunque no es ni mucho menos lo más especial de este panel.
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Y es que Honor parece estar bastante concienciada con el cuidado de nuestra vista e incorpora varias funcionalidades, ligadas también a su software, claro, destinadas a cuidar la salud de nuestros ojos. En sus ajustes podrás de esta manera acceder a las opciones que la marca engloba dentro de la sección Pantalla con modo lectura, y en las que tienes la posibilidad de elegir si quieres que la temperatura de color se ajuste en función de la hora del amanecer y atardecer, para no interferir en el sueño. No solo eso.
También puedes activar el desenfoque miope (sí, como las gafas) para aliviar el estado refractivo de los ojos, aplicar un filtro de luz azul y ajustar el brillo de pantalla según la luz ambiental. Dado que me paso el día delante de un PC, te mentiría si te dijera que he notado algún cambio en mi bienestar ocular usando estas prestaciones, pero era de recibo comentarte por aquí de su existencia.
Internamente el teléfono apuesta por el chip de moda. El Snapdragon 8 Elite de Qualcomm se está encargando de alimentar los nuevos teléfonos de la temporada y el tope de gama de Honor no podía quedarse fuera. La experiencia en ese sentido era de esperar: junto a los 12 GB de RAM que trae la unidad que he probado, el smartphone se siente potente y fluido, capaz de ejecutar todo tipo de tareas, ya sean más o menos exigentes. Faltaría a la verdad si no dijera que me he encontrado en algún momento con cierto problema de respuesta (como es el hecho de querer hacer clic sobre un botón en pantalla y que no responda), pero lo achaco más a un fallo de implementación de su capa de usuario que a las capacidades de respuesta del panel o del propio sistema.
La IA, de nuevo, centro de todo
De nada sirve tanta potencia si luego no sabemos aprovecharla. Para sacarle todo el jugo, Honor ha apostado en su Magic7 Pro por Android 15, aderezo por la capa MagicOS. Esta interfaz de usuario se apoya en la inteligencia artificial para intentar destacar mientras nos plantea un entorno que a estas alturas ya te resultará muy familiar por lo parecido que es a otras interfaces de terminales asiáticos. La presencia de blotware sigue siendo una realidad -aunque no es de las peores, todo hay que decirlo-, con muchas aplicaciones y funciones a medio instalar.
En cuanto a la IA, encontramos de todo un poco. Desde la app Gemini de Google, para una interacción directa con ella, a una buena cantidad de herramientas destinadas a facilitar la vida al usuario (traductor instantáneo, resumen de textos, etc.). En ese sentido, me ha gustado especialmente Magic Portal, una prestación que te permite rodear objetos que aparecen en pantalla con el nudillo y a partir de ahí, publicarlo en redes sociales, copiarlo a notas o buscarlos en internet, entre otras posibilidades. La herramienta es fluida, intuitiva y, lo más importante de todo, útil en ciertas circunstancias.
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Las capacidades inteligentes también se extienden a la fotografía, por lo que es un buen momento para que hablemos de las prestaciones de captura de este teléfono. El Magic7 Pro cuenta con tres cámaras: una Falcon Super Dinámica -no me mires así, es el nombre que le han puesto- de 50 megapíxeles, una Ultra Gran Angular de 50 MP y un teleobjetivo de 200 MP (con zoom óptico de 3x y zoom digital 100x).
Con semejante combinación, el smartphone logra ofrecernos imágenes bastante atractivas y muy en la línea de lo esperado para un equipo de gama alta. Su cámara principal dispara imágenes con una buena consistencia de color, balance de blancos y bastante buena definición. Quizás sature a veces ligeramente los colores aunque su interfaz ofrece tres películas de revelado para que elijas cómo te gustan más las imágenes (naturales, vibrantes o auténticas). Me ha gustado su teleobjetivo, con unos 3 aumentos ópticos nos permite acercarnos a muchos escenarios de manera bastante efectiva, y en cuanto al aplaudido 100x digital, bueno, no deja de seguir sorprendiendo que seamos capaces de alcanzar estos números en un teléfono, pero en la práctica pocas veces necesitarás tirar de él.
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Por la noche su comportamiento es bastante bueno, aunque he encontrado que a la hora de utilizar precisamente el teleobjetivo, no siempre hace un buen respeto del color si hay luces y sombras muy acusadas (por ejemplo en un edificio con zonas iluminadas). Respecto al modo retrato, he conseguido imágenes bastante buenas, aunque a veces con cierto lavado de la piel que suele ser ya casi una tradición en los teléfonos asiáticos -ni qué decir tiene que el modo belleza lo tengo desactivado.
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Si te estás preguntando qué tal rinde la batería, ya te puedes ir quedando tranquilo porque con este Honor no vas a tener que estar muy pendiente del cable. La nueva oleada de teléfonos que viene este 2025 apuesta bastante por la autonomía y aunque este equipo ni siquiera es de los más amplios en ese sentido (cuenta con 5.270 mAh frente a los 6.500 mAh, por ejemplo, del realme GT 7 Pro), la realidad es que he aguantado increíblemente bien dos días con él sin necesidad de tirar de cable con un uso medio-alto. Una locura. Admite además carga de hasta 100W e inalámbrica de 80W, por lo que igualmente a la hora de su carga ni siquiera necesitarás invertir mucho tiempo.
¿Me lo compro?
Siento ser repetitiva, pero lo cierto es que con este Honor Magic7 Pro me pasa igual que con el modelo de realme que probé hace poco. Exactamente lo mismo. Y es que a pesar de estar ante un teléfono fantástico en términos de pantalla, rendimiento, batería y calidad fotográfica (hasta el punto de que creo que nos estamos acostumbrando demasiado a lo bueno), justificar un pago de 1.299 euros por él me resulta complicado.
Como ya concluía por entonces, todo es quizás una cuestión de cambio de mentalidad: aprender que hay marcas, más allá de las de siempre, que también merecen nuestra atención y sacrificio económico. Eso sí, si pago esa cifra espero no tener que quejarme de saturaciones de color en ciertas fotos o fallos (aunque sea anecdóticos) a la hora de selecionar un botón en pantalla.
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En caso de que prefieras buscar una alternativa más barata, tenemos opciones bastante interesantes por debajo de los 1.300 euros. Sin ir más lejos, hace nada probamos por aquí el OnePlus 13, un smartphone interesante, atractivo y con un rendimiento lo suficientemente bueno como para que lo tengas en consideración. Su precio, además es casi 300 euros más barato que nuestro musculado protagonista.
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No me canso de recomendar el Pixel 9 de Google y es que, con el precio que tiene ahora, resulta bastante tentador. Toda la magia de los de Mountain View concentrada en un smartphone de fantástica respuesta, una interfaz de usuario mínima y unas capacidades fotográficas sobresalientes.
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Me llevé una sorpresa tremenda con él y ya dije que si bajaba de precio, sería una compra más que recomendaba. Por ello, ahora que lo puedes comprar notablemente más barato, no puedo hacer más que recomendarte que le eches un ojo al uno de los grandes contrincantes del Magic7 Pro. El realme GT 7 Pro tiene una ficha de especificaciones muy similar y te va a dejar muy satisfecho.
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Hay un veterano directivo de la industria de la telefonía en España que repite hasta la extenuación ese mantra de que la carrera por las mejoras tecnológicas había perdido sentido porque “el smartphone como tal ya está inventado”. Aunque el hombre repita la matraca una y otra vez, lo cierto es que no le falta razón. Hemos llegado a un punto en el que los teléfonos se sienten en su gran mayoría copias unos de otros, especialmente dentro de una gama media tan saturada que abruma.