El 'gran apagón' de Trump y Musk ha comenzado: así están eliminando millones de datos
Cientos de repositorios de datos públicos han desaparecido de la noche a la mañana en EEUU desde que Trump llegó al poder. Ahora un grupo de investigadores se ha propuesto salvar todo lo que puedan
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En la novela Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, se nos presenta una distópica sociedad estadounidense en la que los libros están prohibidos y la labor de los bomberos, en lugar de ser apagar fuegos, es quemar cualquier obra escrita que encuentren. El protagonista del relato, Guy Montag, un bombero que lleva a cabo esa peculiar manera de censura, renuncia y se une a un grupo de resistencia que se dedica a memorizar y compartir todo ese “conocimiento”. El presente de EEUU podría parecerse ahora mismo en parte a ese futuro distópico que imaginó Bradbury: en las últimas semanas, el Gobierno ha comenzado una enorme 'fogata' de datos públicos mientras una comunidad de investigadores se resiste, recuperando del 'fuego' todo lo que pueden.
Desde que Donald Trump asumió el cargo y aupó con él al multimillonario Elon Musk, decenas de páginas gubernamentales y bases de datos se han esfumado de la noche a la mañana. Esta maniobra responde a una serie de órdenes ejecutivas firmadas por el presidente que excluyen de esos sitios cualquier material que promueva la “ideología de género”. Otras víctimas están siendo los repositorios que tienen que ver con el cambio climático o la equidad racial.
El saqueo de datos ha puesto en pie de guerra a un gran grupo de investigadores, que decidieron tomar cartas en el asunto cuando se decidió tumbar temporalmente una institución de salud tan importante como es la de Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). El mensaje que rezaba la web caída: “Inhabilitada para defender a las mujeres del extremismo de la ideología de género y restaurar la verdad biológica al gobierno federal”. Esto es solo el principio de la purga, como lo están denominando algunos expertos. En total, ya han desaparecido más de 2.000 bases de datos del sistema, la mayoría centrados en las categorías de “medioambiente” y “salud pública”.
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El CDC es una institución de EEUU que comparte datos sobre un gran abanico de temas que van desde enfermedades crónicas hasta adicciones, vacunas o embarazos. Y a la ‘hoguera’ se ha echado mucha de esta información de salud pública: orientación sobre anticoncepción; información sobre el VIH y las personas transgénero; guías sobre cómo crear entornos escolares de apoyo para niños transgénero y no binarios; y una serie de encuestas del gobierno que muestran que los estudiantes transgénero sufren tasas más altas de depresión y acoso. Ni rastro tampoco del índice de vulnerabilidad social y el índice de justicia ambiental, que incorporaba estudios de cómo determinadas poblaciones se enfrentan a riesgos para la salud según factores demográficos y socioeconómicos como la pobreza, la raza y la etnia a lo largo de los años.
La eliminación de todos estos recursos ha generado cierta alarma entre los sanitarios y los investigadores, que utilizan esos datos en su día a día, sobre todo porque webs como la del Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del SIDA (PEPFAR) ha sido destruida por completo. “El acceso a esa documentación es crucial para los esfuerzos por poner fin a la epidemia del VIH”, dicen los responsables de la institución.
Desde los primeros días en la Casa Blanca, Trump ha tratado de deshacer el trabajo de las administraciones anteriores para abordar las disparidades ideológicas. Preguntado el sobre por qué muchas webs gubernamentales han desaparecido, afirmaba: "No me parece una mala idea". En su discurso de inauguración ya anunció que iba a revertir las políticas de la era Biden por las que “la diversidad, la equidad y la inclusión” (DEI) han "corrompido" las instituciones gubernamentales.
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La Oficina de Administración de Personal, por ejemplo, ha ordenado en un memorando a los jefes de las agencias que también eliminen toda "ideología de género" de las webs, contratos y correos electrónicos. Eso también significa reemplazar el término “género” por el de “sexo” en los formularios. De hecho, los empleados del Departamento de Estado ya tienen que eliminar los pronombres específicos de género de sus firmas.
En su cruzada, Trump también cree que "el extremismo climático ha hecho estallar la inflación y ha sobrecargado a las empresas con regulaciones". Ya en su anterior mandato, hubo una disminución de casi el 40% del término "cambio climático" en las principales agencias federales. Ahora, el acceso a hasta el 20% de la web de la Agencia de Protección Ambiental ha sido eliminada. Y como un dominó han ido cayendo otros portales: Departamento de Energía, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, la NASA…
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El Environmental Data & Governance Institute (EDGI) publicó un informe en 2019 en el que se detallaba cómo la administración Trump “ha socavado” las infraestructuras web federales para la información climática, lo que incluía “no solo eliminar conjuntos de datos, sino también eliminar los enlaces a ellos, cambiar las descripciones de los mismos o hacerlos mucho más difíciles de encontrar”.
La resistencia: salvar todo lo que se pueda
La batalla a contrarreloj antes de que desaparezca más información ha llevado a toda una comunidad de investigadores, científicos, ingenieros y archivistas a volcarse en la preservación de los datos antes de que desaparezcan. El proyecto End of Term Web Archive lleva trabajando desde 2008 para salvar de las llamas todo el contenido de sitios web gubernamentales durante cada transición presidencial. La organización afirma que desde enero de 2024 han realizado rastreos a gran escala con el apoyo de Internet Archive, Common Crawl y la Universidad de Stanford para recopilar cientos de terabytes de datos.
En una publicación reciente de la organización Free Government Information, el archivista de la Universidad de Stanford, James Jacobs, apunta a que "la crisis de información del gobierno es más grande de lo que se piensa". Explica que, antes de la era digital, los documentos gubernamentales se imprimían y distribuían en bibliotecas públicas. Y ahora, aunque Internet ha hecho que el acceso a la información sea más fácil e inmediato, también es más vulnerable a la eliminación y manipulación.
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Otros, como Jack Cushman, investigador de la Universidad de Harvard, han ido más allá y han estado directamente tomando capturas de pantalla de los conjuntos de datos de Data.gov antes y después de la investidura de Trump. La labor no es baladí, ya que Data.gov no siempre aloja directamente los datos que indexa. En muchos casos, los enlaces dirigen a sitios web de agencias gubernamentales, donde se almacena realmente la información.
El problema es que determinar qué se ha eliminado, dónde estaba alojado y si ha sido recuperado es un proceso que puede tomar meses o años. Dada la inmensa cantidad de datos y la falta de transparencia, aún es pronto para determinar qué información ha desaparecido. Además, aunque estos conjuntos de datos se hayan salvado de la purga, su utilidad se ve afectada si no se actualizan constantemente. “Cualquier conjunto de datos tiene una vida útil”, señalaba Dan Pisut, ingeniero de la empresa de software SIG Esri. Incluso los datos desactualizados pueden ser peligrosos si no se leen con cautela. Aunque, a pesar del riesgo de usar información obsoleta, Pisut señala que "es mejor que nada".
Un borrado de la magnitud que estamos viendo subraya de alguna manera la fragilidad de la información digital. Demuestra que, sin medidas de protección, miles de investigaciones cruciales y datos esenciales pueden desaparecer sin dejar rastro en un abrir y cerrar de ojos. Sorprende también que la última línea de defensa para preservar la información esté siendo un grupo de investigadores desde sus casas, haciéndolo por voluntad propia y arriesgando sus puestos de trabajo en el intento.
En la novela Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, se nos presenta una distópica sociedad estadounidense en la que los libros están prohibidos y la labor de los bomberos, en lugar de ser apagar fuegos, es quemar cualquier obra escrita que encuentren. El protagonista del relato, Guy Montag, un bombero que lleva a cabo esa peculiar manera de censura, renuncia y se une a un grupo de resistencia que se dedica a memorizar y compartir todo ese “conocimiento”. El presente de EEUU podría parecerse ahora mismo en parte a ese futuro distópico que imaginó Bradbury: en las últimas semanas, el Gobierno ha comenzado una enorme 'fogata' de datos públicos mientras una comunidad de investigadores se resiste, recuperando del 'fuego' todo lo que pueden.