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El gran experto español en tecnología china: "DeepSeek puede ser bueno para Europa"
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El gran experto español en tecnología china: "DeepSeek puede ser bueno para Europa"

Es una de las pocas personas a las que la irrupción de DeepSeek no cogió por sorpresa. Llevaba hablando de ello desde noviembre. En su opinión, es una excelente noticia para los europeos

Foto: El gran experto en tecnología china, Claudio F. González. (G. G. C.)
El gran experto en tecnología china, Claudio F. González. (G. G. C.)
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El catedrático Claudio F. González (Madrid, 1963) es seguramente la persona más autorizada de España para opinar sobre DeepSeek. Lleva muchos años trabajando en el ecosistema de las startups chinas en el que se ha engendrado la nueva IA que ha conmocionado al mundo. Es ingeniero y economista, vivió en Shanghai de 2014 a 2020 y desde entonces ha mantenido una vinculación constante, convirtiéndose en un analista privilegiado de lo que ocurre en las tripas del complejísimo sistema empresarial, político y tecnológico chino. Nos atiende en la oficina de una pequeña startup madrileña en Chamberí, una de las muchas con las que colabora.

PREGUNTA. ¿A ti también te ha cogido por sorpresa DeepSeek?

RESPUESTA. La verdad es que no. A finales de noviembre, una gran empresa española me pidió que resumiese el panorama de la IA en China y ya les hablé de ellos. Hace tiempo que veíamos que estaban haciendo cosas que daban resultados parecidos a ChatGPT. Es verdad que, a partir de noviembre, se disparó el interés y supongo que el estallido de ahora tiene también un poco de marketing. Esas cosas siempre son una mezcla de azar y cálculo. Estoy convencido de que hay un diseño para que justo explote el día que ellos quieren. Pero, como te digo, ya estaba circulando en los círculos de expertos desde hace dos meses.

P. ¿Hasta qué punto esas startups chinas son independientes financiera y estructuralmente del poder político? ¿En qué medida pueden operar al margen del sistema?

R. Este caso es un poco especial. Es el capricho de un emprendedor con dinero que quiso apostar por la innovación sin tener un objetivo de negocio directo asociado. Fichó a gente talentosa, puso dinero encima de la mesa y los dejó trabajar.

P. Se parece a los orígenes de OpenAI, ¿no?

R. Sí, sí. Viene del mundo académico, de laboratorio, pero con financiación abundante. Tienen recursos y talento, y no están obligados a obtener resultados inmediatos. En cuanto a los gastos, se habla de un gasto operativo muy bajo, de seis millones de dólares. Pero no se incluye la inversión en el talento. Cuando dicen que es cien veces más barato que la mejora equivalente de OpenAI, yo diría que están exagerando. Será diez veces más barato, que ya es un ahorro impresionante. Cuando dejas a la gente margen para hacer cosas, sin agobiarlos con resultados de negocio, a veces salen innovaciones interesantes. Hay una discusión sobre si la innovación viene de grandes corporaciones con objetivos claros o de entornos más abiertos. Con OpenAI, y ahora con DeepSeek, parece que es lo segundo.

Foto: Entrevista a Claudio F. González. (Jesús Hellín)
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P. ¿Cómo es el entorno de startups chino? En tu último libro hablas bastante de ello y es sorprendente.

R. Es curioso. Siempre ha tenido un componente “top-down” (de arriba a abajo) y otro “bottom-up” (de abajo a arriba). Antes, las iniciativas surgían abajo y, cuando alguna despuntaba, el Gobierno entraba a apoyar con muchos recursos. En esta segunda etapa de Xi Jinping, hay más control, más directrices desde arriba y muchos dicen que esto está frenando el espíritu emprendedor. De todos modos, China siempre ha fomentado la competencia extrema.

P. Lo hacen en todos los ámbitos. El mundo tecnológico chino empieza a tener más competición interna que el de los grandes monopolios americanos.

R. Yo pongo el ejemplo de los Juegos Olímpicos, donde los chinos están logrando de pronto muy buenos resultados en los deportes individuales, sobre todo masculinos. Lo que hacen es poner a un millón de niños a entrenar y competir. De ese primer grupo descartan 990.000 y se ponen a estudiar a los 10.000 que mejores resultados tienen. De esos descartan a la mayoría y se quedan con cien. Y a esos cien les dan todos los medios económicos y de formación que necesitan. De ahí salen campeones olímpicos.

P. Y sucede igual con la tecnología, ¿no?

R. Eso es. Hay decenas de empresas chinas desarrollando modelos de IA. Tantas que algunos analistas creen que se están dispersando demasiado. Hasta anteayer ese debate estaba candente en China. Ahora son más quienes señalan que, gracias a esa libertad de competición, han aparecido campeones que no habrían surgido de otra forma. En otros ámbitos, el Gobierno ha sido más “dirigista”, como con las baterías o la aviación, unificando esfuerzos. Pero en IA, parece que han dejado un poco más de margen. Tienen compitiendo alrededor de 100 o 150 modelos. Algunos serán humo, otros serán competitivos. Esta manera de actuar es una larga tradición confuciana: dejar que cien escuelas compitan y quedarse con la que gane.

P. Hasta Mao Zedong la incorporó, ¿no? La campaña de las cien flores.

R. Sí, aunque luego las que no les gustan las cortan. Esa es la otra parte del modelo. Se descarta lo que no sirve.

placeholder Foto: G. G. C.
Foto: G. G. C.

P. ¿Qué piensas de la caída de Nvidia y los chips? Hay varias lecturas sobre lo que ha pasado. ¿Cuál es la tuya?

R. Yo creo que esto es la exuberancia irracional de los mercados financieros. En realidad, si estos modelos realmente democratizan la IA, habrá más desarrollos, se disparan las aplicaciones y van a hacer falta más chips. Pero puede que el impacto no sea tan grande. No está nada claro aún. Una cosa es que este modelo sea capaz de hacer un examen tan bien como ChatGPT, y otra que se mantenga sirviendo millones de peticiones a la vez, etcétera.

P. ¿Quizá se van a necesitar más chips, pero no necesariamente los chips potentísimos de Nvidia?

R. Es otra posibilidad. Si China desarrolla sus propios chips o Huawei hace algo parecido, puede recortar parte del mercado a Nvidia. Pero, al mismo tiempo, en Estados Unidos seguramente van a invertir aún más en desarrollar los suyos. Luego está la corrección de los mercados, porque el valor de Nvidia seguramente estaba un poco inflado. Ya veremos.

Foto: (Reuters)

P. La democratización de la IA parece que es uno de los grandes debates que se abre ahora. Se me ocurre un paralelismo con el que no sé si estás de acuerdo. Me lo imagino como cuando el primer ser humano aprendió a hacer fuego con sus manos, a controlarlo. Durante un tiempo es admirado y deseado. Hasta que un día aparece otra persona que descubre el truco y hace fuego con dos lascas más pequeñas. El hechizo se rompe y la sensación de poder desaparece. No solo porque ya hay dos que saben hacer fuego, sino porque el segundo ha demostrado que todos pueden desarrollar su IA generativa sin necesidad de enormes inversiones previas. Hemos vivido en la idea de que las grandes tecnológicas americanas eran inalcanzables. Y ahora está en tela de juicio. ¿No es una buena noticia para los europeos también?

R. Estoy bastante de acuerdo con esa imagen y esa conclusión. Es exactamente así. Hay un mensaje potentísimo para Europa en esta lección. Si ese laboratorio chino ha sido capaz y además lo comparte en código abierto, eso significa que hay muchas oportunidades. Otra lección es entender que, cuando te ponen restricciones, como le ha puesto EEUU a China, eso no necesariamente frena la innovación, sino que puede acelerarla en otra dirección, incluso abrir nuevos campos de juego.

P. Claro. Si puedes comprar algo muy útil, aunque sea caro, tiendes a pagarlo. Pero si te lo quitan del mercado, intentas replicarlo o inventar un sustituto, ¿no?

R. Exacto. Si no puedes comprar un chip, te lo inventas. Es posible que, dentro de un tiempo, estudiemos este caso y lo veamos como un ejemplo de cómo las restricciones aceleraron la innovación. Pero volvamos a Europa. Aquí tenemos modelos propios como Mistral, que es francés. También hay buenas iniciativas en España. No podemos fiarlo todo a EEUU y quizá lo que necesitamos es algo más de hambre y potenciar nuestro abundante talento para encontrar caminos nuevos. Todo esto puede llevar a una aceleración aún mayor de la IA y nos mete en un territorio desconocido. Antes pensábamos que entrábamos en un territorio desconocido pilotado por Sam Altman (OpenAI), y ahora puede que estemos entrando en un territorio en el que ni siquiera sabemos quién será el piloto. Abrir el código, como han hecho los chinos, va a propiciar mucha experimentación y que todo vaya más rápido.

P. ¿Se abren más caminos nuevos?

R. Hasta ahora, parecía que el único camino posible era seguir a OpenAI. Se asumía que su modelo era enorme, con 200 000 millones de parámetros, y que era imposible entrar a competir con eso, por lo que había que innovar en los márgenes. Como no puedo competir —pensábamos muchos—, vamos a hacer aplicaciones específicas en sectores concretos a partir de su modelo. Es lo que se esperaba que hiciera, de hecho, China, un país muy eficaz para innovar de manera incremental. Su filosofía es “que inventen ellos, y nosotros buscamos aplicaciones industriales y las mejoramos”. Les ha funcionado con paneles solares, baterías, coches eléctricos…

P. Pero ahora han actuado de manera distinta.

R. El código abierto, como decíamos, posibilita democratizar la innovación, optimizando además los costes de entrenamiento para que la barrera de entrada sea menor. En todo caso, sigue siendo un enfoque de modelo en la nube. Hay otro camino todavía más innovador: reducir el número de parámetros. Esto es muy importante. Si un modelo requiere 100 000 millones de parámetros, necesitas un montón de memoria y chips para inferencia. Mucha energía y mucho gasto. Pero si alguien encuentra la forma de dar la misma respuesta con 10 000 millones de parámetros, el coste se reduce drásticamente. ¿Conoces la ley Moore?

Foto: El director ejecutivo de OpenAI, Sam Altman. (EFE/Aaron Schaertz)

P. Eso de que cada dos años se duplica la potencia de un chip, ¿no?

R. Se duplica el número de transistores de un microprocesador, sí. Hay un investigador chino que ha propuesto una “ley de densidad” que dice que el número de parámetros para conseguir la misma calidad de respuesta se divide cada cien días. De modo que podríamos llegar a tener un modelo tan pequeño que pueda ser ejecutable en un teléfono móvil o en un equipo sin tener que tirar de una nube. Una especie de copiloto personal que no necesite tantísima energía. Es factible. Piensa que nuestro cerebro consume 20 vatios y es capaz de hacer grandes cosas. Hay un ejemplo en Barcelona, Multiverse, que va en esta línea. Eso sería realmente disruptivo y creo que puede ser tecnología española. Podríamos tener un unicornio español en IA si las cosas salen bien.

P. Me gustaría acabar hablando del impacto geopolítico de esta carrera tecnológica. Muchos analistas hablan de cómo EEUU y China van casi parejos y de que Europa está muy lejos. Mi impresión es que repetimos el argumento sin ser capaces de desarrollarlo. Creemos que es verdad porque se lo hemos leído a alguien que probablemente también lo ha leído. Tú sí eres un experto cualificado para responder a la pregunta. Dime, ¿cómo va esa carrera?

R. No se puede responder en genérico a esa pregunta. Depende de la tecnología concreta. Hay ámbitos en los que China está muy por delante y otros en los que Estados Unidos lleva la delantera. En Europa también hay áreas en las que somos líderes. Por ejemplo, Alemania en robótica industrial o ASML en fotolitografía para fabricar chips. No sé si has visto esas máquinas gigantes holandesas, pero no creo que haya nadie que aspire honestamente a alcanzar su tecnología por ahora. Así que no se puede decir China nos ha adelantado en todo o que Estados Unidos lidera todo. Hace unos años, la Unión Europea me pidió un estudio para responder a esta misma pregunta y lo dividimos en categorías. La mayoría las lideraban EEUU y China, pero Europa también tenía su cuota. Y allí donde no lideramos, éramos generalmente segundos.

P. Mejor subcampeón que campeón, como en los chistes de Faemino y Cansado.

R. Sí, jaja, el subcampeón siempre puede superarse. China, en realidad, no aspira a ser la mejor en cada cosa, sino a controlar ciertas piezas críticas de la cadena de valor para poder sentarse en la mesa a negociar, para no quedarse relegada. Deberíamos aprender eso de ellos. Basta con tener algo que los demás necesiten para estar en el juego; no hace falta intentar ser el mejor en todo.

P. Que se lo digan a Taiwán.

R. Exacto. TSMC es una pieza clave de la fabricación de semiconductores. Luego hay que diferenciar entre liderazgo (ir por delante en una carrera), hegemonía (liderar en un porcentaje mayoritario de ámbitos) y supremacía (cuando vas tan por delante que los demás ya no pueden alcanzarte). Este tercer concepto es peligroso, especialmente en la cuántica o en la IA, donde, si alguien llega a desarrollar un modelo tan potente que los demás no pueden alcanzarlo, obtendría una ventaja enorme. Eso da mucho miedo, porque el primero que lo logre puede usar el modelo para asegurarse de seguir siendo el líder para siempre. Nos haría entrar en un terreno inédito, porque nunca antes ha sucedido algo así.

placeholder 'El gran sueño de China', de Claudio F. González.
'El gran sueño de China', de Claudio F. González.

P. DeepSeek, por otra parte, censura contenidos sensibles a los intereses del Partido Comunista Chino. ¿Hasta que punto crees que es peligroso adoptarla como modelo o usar su código abierto como base para otros proyectos?

R. Mi opinión en esto es muy clara. Todas las IAs censuran. Puedes probar con ChatGPT o con Gemini. La cuestión es quién decide lo que se censura. En el caso de EEUU, son las compañías y nadie sabe cuáles sus criterios ni como los establecen. En el caso de China es el Partido, que tiene como objetivo principal mantenerse en el poder.Para los europeos, para los españoles, lo ideal es que fuera la sociedad civil, que las personas pudiesen decidir. Para las redes sociales y las IAs con fines informativos tenemos que empezar a plantearnos el modelo, que podría ser el de los medios independientes o cualquier otro. Es otra razón de peso para desarrollar nuestros propios modelos y no depender de terceros países.

P. Saliendo del mundo estrictamente tecnológico, quería preguntarte por la carrera entre las dos grandes potencias. Este ejercicio de poder casi despótico que está haciendo Trump con el resto del mundo, incluidos sus aliados, va a terminar de destruir el poder blando que le quedaba a EEUU. Ya estaba maltrecho en dos terceras partes del planeta, pero ahora los gobiernos cada vez encuentran más motivos para buscar alternativas. Y la más clara es China. Incluso en Europa empieza a contemplarse esto, como sugirió la propia Von der Leyen el otro día en Davos.

R. Coincido completamente con tu análisis. Cuando viajo por eso que llamamos el sur global es evidente que hay un hartazgo importante con la superioridad moral de Occidente. Para simplificar, hay muchos países que, por usar una metáfora futbolística, no son de un club concreto, no son del Atleti o el Barcelona, sino que son antimadridistas. Están deseando que fracasemos, hartos de nuestra hipocresía y nuestra prepotencia. Ahora, más que nunca, con esta idea de que EEUU quiere mandar y los demás tenemos que obedecer sin diálogo.

Foto: François Chollet. (Cedida)

P. ¿Y China está ahí para aprovechar esos vacíos? En el caso de Europa, creo que Pekín estaría encantado de forjar una alianza, aunque solo sea por la satisfacción de que capitales simbólicas como Londres o París tengan más lazos con el imperio chino que con el americano. Aunque solo sea por un periodo determinado.

R. Yo también lo creo. En la UE tenemos discusiones internas al respecto y la guerra de Ucrania complica aún más la situación. ¿No nos interesaría acercarnos más a China a ver qué están haciendo? Obviamente, no digo que haya que colaborar para hacer un misil hipersónico, y con cuidado, pero hay mucho margen. China, como dices, quiere acercarse a Europa y no lo estamos aprovechando. Por ejemplo, vino a Madrid el ministro chino de Educación con una delegación de las principales universidades tecnológicas chinas. Quería reunirse con universidades europeas para estrechar lazos, y no supimos aprovecharlo. Se organizó todo a última hora y pasamos de puntillas. Es una oportunidad que no entendimos. No se trata de lanzarse a los brazos de China ni de desentenderse de Estados Unidos, pero sí de tener una estrategia europea propia, analizar qué nos interesa y qué no de cada uno. Está claro que no podemos depender de ninguno de los dos, como hemos podido a plantearnos en algún momento. Creo, además, que España y el sur de Europa tienen más afinidad cultural con la civilización china. De alguna manera, valoramos más la colectividad, la tribu, y nos desagrada el individualismo extremo y el despliegue de ego desatado que está triunfando en Estados Unidos.

P. Hasta hace unos años era más fácil pensar que formamos parte de un bloque casi civilizatorio, que defiende una forma de gobierno, incluso unas aspiraciones morales. Pero resulta cada vez más difícil argumentarlo, ¿no?

R. Creo que sí. Lo que claramente necesitamos es entender mejor a China, no tenerle ese miedo atávico, y ver hasta dónde podemos cooperar. Que tengamos miedo, por ejemplo, a colaborar con las universidades chinas, creo que habría que revisarlo. Si hubiésemos estado más cerca de ellas, quizá podríamos estar también más conectados a lo que ha pasado con DeepSeek.

El catedrático Claudio F. González (Madrid, 1963) es seguramente la persona más autorizada de España para opinar sobre DeepSeek. Lleva muchos años trabajando en el ecosistema de las startups chinas en el que se ha engendrado la nueva IA que ha conmocionado al mundo. Es ingeniero y economista, vivió en Shanghai de 2014 a 2020 y desde entonces ha mantenido una vinculación constante, convirtiéndose en un analista privilegiado de lo que ocurre en las tripas del complejísimo sistema empresarial, político y tecnológico chino. Nos atiende en la oficina de una pequeña startup madrileña en Chamberí, una de las muchas con las que colabora.

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