No ver series y leer menos libros: las (nuevas) reglas de los intelectuales para pensar mejor
Hablamos con escritores, investigadores, académicos y expertos en cultura digital para saber qué les ha funcionado a ellos a la hora de recuperar la capacidad de atención
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Los propósitos de año nuevo solían estar relacionados con el bienestar físico. Comer mejor, perder peso o hacer más deporte. De un lustro a esta parte, estas intenciones han virado hacia el bienestar mental. Pensar mejor, estresarse menos, mirar el mundo con más claridad. Los libros y artículos con consejos para el detox digital han usurpado parte del espacio de los libros de autoayuda en las librerías. Si utiliza alguna red social, es posible que le haya saltado publicidad sobre algún método para concentrarse mejor o vencer la adicción a la dopamina.
Como suele ocurrir con todos los trucos pretendidamente milagrosos, están llenos de tópicos y lugares comunes. El profesor de diseño y teoría de los medios de la Universidad de Nueva York Ruby Justice Thelot, responsable de Being On Line, una de las newsletters clave para entender nuestra vida en internet, publicó estos días sus inesperadas reglas para 2025. ¿Solo seis películas al año? ¿Nada de series? ¿Tomar notas después de meterse en una red social como TikTok?
"Mi objetivo es mantenerme cuerdo", explica el ciberetnógrafo a El Confidencial cuando se le pide que desarrolle estos consejos. Su objetivo no es tanto sortear las pantallas como evitar las imágenes en general porque, como explicaba en su publicación, las confundimos demasiado a menudo con la realidad misma. Su dieta es de imágenes, porque están por todas partes y olvidamos que han sido producidas por seres humanos.
Como coincide el filósofo y escritor David Cerdá, autor de libros como
New Rules 2025
— ruby justice thelot (@being_on_line) January 11, 2025
- 6 movies maximum /yr
- 10 minutes of Instagram /day
- 1 hour of Twitter and TikTok/day (followed by 15 minutes of writing down in the notes app your favorite insights of things that piqued your curiosity)
- No TV shows
- Unlimited books
Son conocidas las normas autoimpuestas de la élite tecnológica, como Jeff Bezos, que no mira el móvil hasta una hora después de levantarse o la limitación del uso de dispositivos tecnológicos que Bill Gates o Steve Jobs impusieron a sus hijos, pero los tiempos han cambiado y las apps también. Así que hemos preguntado a varios escritores, investigadores, filósofos y expertos en mundo digital sobre los trucos personales que les han funcionado recientemente (y los que no) a la hora de llevar una dieta (cognitiva) sana.
Nada de series
"Hay algo extraño ocurriendo con la televisión, así que creo que prefiero parar hasta que descubra qué es", bromea Justice, que no tiene televisor en casa. "El problema es que no te sientas para ver un episodio de Gilmore Girls, terminas viendo ocho temporadas y lo que era como comer una fruta deliciosa se convierte en tragarte un engrudo de televisión". Así que no ve ninguna serie o, como mucho, cree que deberíamos degustar una a lo largo de un año, para poder convivir con ella.
"Antes cogías una barra de chocolate y ahora te pegas un atracón de series"
Siguiendo con la comparación alimenticia, para Cerdá las series son el nuevo azúcar. "Creo que hay mucha autoindulgencia y se dice mucho eso de 'me lo merezco', que antes se traducía en coger una barrita de chocolate de la nevera y ahora consiste en pegarse un atracón de series", explica. Por esa razón, no ve ninguna, aunque sabe que algunas le interesarían.
Menos es más: en contra del consumo compulsivo
Durante los últimos años, la tendencia instintiva era intentar sustituir la utilización del móvil por el consumo de cultura (libros, películas, etc). Pero poco a poco cada vez más gente se rebela en contra de la mentalidad Goodreads o Letterboxd, las páginas donde uno cuantifica cuánto ha visto o leído al año y que han dado lugar a una competición cultural (contra otros y contra uno mismo) que ha conducido a un nuevo tipo de bulimia en la que hay quien se siente mal si no ha visto tres películas al día.
Justice Thelot ha puesto el límite anual en seis películas, aunque podrían ser doce. Eso sí, en cines, y nunca novedades recién estrenadas. "Creo que hay que esperar", recomienda, "porque creo que es peligroso ver Challengers simplemente porque todo el mundo está hablando de Challengers". No ha visto ni Nosferatu ni A Complete Unknown, el biopic sobre Bob Dylan. "Me gusta esperar un año para saber si algo tiene auténtica relevancia cultural o si es simplemente un hype". Haga un experimento: intente recordar hoy todos esos libros, series o películas que hace dos años eran imprescindibles, y piense si puede recordar sus nombres.
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Algo semejante le ocurre a Cerdá, que intenta elegir muy bien las películas que ve. Hace unos años, cuando El Confidencial lo entrevistó, presumía de leer entre 100 y 150 libros al año. El filósofo se dio cuenta de que se estaba obsesionando con hacerse culto por acumulación ("era un yonki") y que se estaba quedando en la superficie, así que ahora ha optado por el camino opuesto: no solo no leer tantos libros nuevos, sino releer a poder ser libros largos que le permitan sumergirse en ellos, porque es la mejor forma de ejercitar la atención: "Una vez te acostumbras, es más fácil evitar el scroll". Su objetivo es la profundidad.
Dejar de autocuantificarse
Aunque muchas de estas reglas estén relacionadas con números concretos, otra de las constantes es dejar de medir todo. Cerdá, por ejemplo, desvela que hace años que no se pesa. Ni siquiera utiliza smartwatches, ni mide al detalle sus finanzas más allá de las cuentas de ahorro más básicas. Porque al contrario de lo que sugiere otra de las tendencias de moda, la de medirse a uno mismo como paso imprescindible para la mejora personal, el filósofo considera que la automedición consume demasiada atención.
"Me parece otro aspecto del economicismo llevado a las relaciones personales", explica. "Es llevar la estructura del homo economicus a todos los aspectos de nuestra vida: hay gente que se está autoexplotando". Una reacción frente a la lógica de pensar que cuanta más cultura consumamos, más listos (o cultos) seremos.
"El teléfono es el recordatorio de que estamos siempre disponibles para los demás"
Que no decidan por ti
La periodista y activista Marta G. Franco, autora de
El objetivo es poder prestar verdadera atención a lo que le interesa. No ha limitado su consumo cultural, pero ahora "son cosas que me apetecen, con las que aprendo o que me divierten de verdad", explica. No deja que la discusión pública dicte sus costumbres. "Antes tendía más a ver lo que era viral, o lo que estaba circulando mucho en mi nicho (llegué a tener empacho de historias contadas por mujeres hetero blancas de clase alta media, por ejemplo, todo lo que salió en torno al feminismo pop), y a veces me quedaba con la sensación de haber perdido el tiempo, o de haber visto mucha cosa entretenida pero 'meh'".
Una solución es escribir listas de las películas y series que quiere ver, en lugar de entrar en la plataforma de turno para pasar horas y horas haciendo scroll hasta encontrar lo que menos le desagrade. Descubre música a través de blogs, o en la radio o a través de listas publicadas en medios escritos. Sigue utilizando lectores de RSS y ve los vídeos de YouTube en FreeTube, que permite eliminar las recomendaciones. O, en X, que ya ha abandonado, utilizaba la columna de "seguidos", ordenada cronológicamente, en lugar de la de "para ti", seleccionada por el algoritmo.
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Poner límites a los demás
Otra constante: aprender a marcar límites en el comportamiento de las personas que nos rodean, amigos, compañeros y familia. Por ejemplo, acostumbrándolos a que no esperen una respuesta inmediata a sus mensajes de WhatsApp o pidiéndoles que, como hace Franco, le escriban por e-mail en lugar de por redes como Instagram, para evitar caer en la tentación. "Todos hemos aceptado esa inmediatez, pero intento concentrarme y dejar las notificaciones para este momento", explica Andreu Escrivà, ambientólogo autor de libros como
Cada vez es más común que, para poder llevar a cabo su trabajo, estos autores busquen espacios al principio o al final del día para poder escribir. Una vieja táctica de aquellos artistas bohemios que producían en las horas en las que todo el mundo dormía para que nadie los molestase. "Cuando trabajo en un libro, suelo acostarme a las tres o cuatro de la madrugada, porque hay menos distracciones de todo tipo”, explica Escrivà. "No hay noticias, no hay WhatsApps, ni siquiera te llegan las típicas notificaciones del banco, así que sabes que no te van a interrumpir, porque a otras horas siempre te preguntas '¿y si alguien me está intentando contactar?'".
¿Quitarse las redes? Fracasarás
El primer caso clásico de todas las detox pasa por irse de determinadas redes sociales o desinstalarse las aplicaciones. Paula Ducay, responsable del podcast Punzadas junto con Inés García y autora de
"Nos compramos una radio-despertador y ahora leemos más y dormimos mejor"
Como no quería desinstalarlas, eliminó apps como Instagram de la pantalla principal del móvil. Eso le funcionó durante unos pocos días, menos de una semana. "Cuando desbloqueaba el móvil y veía el hueco que habían dejado en el panel de apps me acordaba de que no tenía que entrar y no entraba", explica. "Después mi cerebro descubrió que había un atajo para llegar, porque las apps aparecen en cuanto bajas la pantalla en más utilizadas: total, que mientras me duró el ver el hueco no las usé, pero en cuanto mi cerebro se aprendió la otra ruta distinta se me fue".
Moraleja: como en cualquier programa de desintoxicación, hay que ir poco a poco y no confiar por completo en la propia fuerza de voluntad. Por ejemplo, Justice Thelot ha establecido un límite de una hora para Twitter y TikTok, de las que tiene que estar al día, siempre y cuando tome anotaciones posteriores. Como los niños en el colegio, Justice recomienda poner por escrito lo que ha aprendido. "Puedes entrar en Twitter y leer un hilo de un profesor de Historia sobre cómo era la Alemania del siglo XV y puede resultarte muy interesante, pensar 'guau, estoy aprendiendo muchísimo sobre la Alemania del siglo XV', y de repente seguir haciendo scroll para ver el vídeo de un drone, o una cuenta de Only Fans, y media hora después lo has olvidado todo sobre la Alemania del siglo XV”, bromea.
Los límites temporales en el uso de determinadas apps han sido una de sus normas férreas desde hace años. Suelen ser considerados como una de las herramientas más eficientes a la hora de tomar conciencia sobre nuestro consumo, desde las instaladas por defecto en el móvil como otras diseñadas a tal efecto como Stayfocusd. O, directamente, optar por redes aburridas: como reflexiona Cerdá, "yo no conozco a nadie que diga que no puede salir de LinkedIn". Una vez más, su actitud es activa y no reactiva. No entra en debates en redes sociales sino que se mete solo en momentos puntuales para publicar lo que se le ha ocurrido con anterioridad, en su vida offline.
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Despertador, impresora y pantalones con cremallera
Los consultados suelen coincidir en haber introducido alguna distancia (física) entre sus pantallas y ellos. Un clásico es no introducir el teléfono en el dormitorio o, como han hecho algunos gurús de Silicon Valley desde hace años, apagarlo después de cenar, como ocurre con Cerdá, que lo deja junto a su familia en una caja hasta el día siguiente, lo que también facilita que por las mañanas no tenga la necesidad de mirarlo. Algo clave teniendo en cuenta que cuanto más cansados estamos, más susceptibles somos a caer en el doomscrolling.
"Una cosa que me ha funcionado muy bien es no llevar nunca el móvil al dormitorio, regla compartida con mi pareja para que sea más difícil romperla", coincide Franco a la que, como a Cerdá, no les despierta el móvil, sino un despertador de toda la vida. "Nos compramos una radio-despertador y ahora conseguimos leer más libros y dormir mejor". Algo semejante le ocurre a Escrivà, al que le costó mucho ponerse a escribir su último libro hasta que descubrió la sencilla estrategia de dejar el móvil en otra habitación (sin sonido).
Cualquier técnica que impida que nos acerquemos al agujero negro que son las pantallas puede resultar útil. El ambientólogo imprime mucho, aunque le duela en la conciencia climática, porque sabe que va a asimilar mejor el contenido, se va a concentrar mejor y va a evitar la tentación de darse un paseo por otros contenidos que sí ocurre con los dispositivos electrónicos. O, si no, hagan como el autor de este artículo y compren pantalones de andar por casa con cremallera para los bolsillos, para que si sienten la tentación de mirar el móvil, tengan que pensárselo dos veces. Donde no llega nuestra fuerza de voluntad no sobran las barreras físicas.
Los propósitos de año nuevo solían estar relacionados con el bienestar físico. Comer mejor, perder peso o hacer más deporte. De un lustro a esta parte, estas intenciones han virado hacia el bienestar mental. Pensar mejor, estresarse menos, mirar el mundo con más claridad. Los libros y artículos con consejos para el detox digital han usurpado parte del espacio de los libros de autoayuda en las librerías. Si utiliza alguna red social, es posible que le haya saltado publicidad sobre algún método para concentrarse mejor o vencer la adicción a la dopamina.