Por qué Silicon Valley (y sus multimillonarios) está obsesionado con 'El Señor de los Anillos'
La narrativa épica de J.R.R. Tolkien inspira tanto a magnates 'tech' como a políticos, quienes encuentran en la obra valores de heroísmo, identidad y resistencia al poder. Sin embargo, las contradicciones resaltan otro problema
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Las empresas Palantir Technologies, Anduril Industries y Narya Capital tienen tres cosas en común. Lo primero, son empresas tecnológicas punteras. Lo segundo, han sido financiadas por Peter Thiel, un importante inversor de Silicon Valley y cofundador de PayPal junto a Elon Musk. Y lo tercero, reciben el nombre de objetos ficticios presentes en la obra de fantasía de El Señor de los Anillos. A pesar de que han pasado más de 20 años desde el estreno de las películas y 70 desde la publicación de los libros, el trabajo de J.R.R. Tolkien tiene su eco en todo el mundo, pero hay un lugar donde sirve de punto en común y es prácticamente una pasión generalizada y compartida: Silicon Valley.
Allí, los ingenieros ponen nombres en código a proyectos con referencias al lore, los CEO se inspiran en la obra para redactar sus discursos y los departamentos de recursos humanos organizan fiestas temáticas. Ahora incluso nombran a sus empresas con vocabulario de la Tierra Media. Y detrás de todo esto hay varios empresarios realmente obsesionados, uno ahora en la Casa Blanca.
El director de tecnología de Meta y un gran conocido de la industria tech en EEUU, Andrew “Boz” Boswort, envió en una ocasión a los empleados un memorando. Más de uno quedó sorprendido por la temática elegida para transmitir sus ideas y su visión de la empresa: “En este momento me encuentro pensando en Frodo. Concretamente, cuando le ofrece el anillo a Galadriel y ella imagina usar el poder con rectitud, pero sabe que al final la acabará corrompiendo". Bosworth estaba tratando de hacer hincapié en la responsabilidad de Facebook de no influir en las elecciones presidenciales y se valió de la narrativa del académico inglés para ilustrarlo.
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Algo similar se vivió en las oficinas de la startup de marketing Fivestars, que en 2015 luchaba por encontrar financiación. El vicepresidente, Matt Curl, les dio a sus adjuntos tres libros como lectura asignada para inspirarlos en la misión. Fueron La Comunidad del Anillo, Las Dos Torres y El Retorno del Rey. “Hay profundas verdades humanas escritas en esos libros”, dijo Curl, quien leyó los libros por primera vez cuando estaba en el instituto. “Hago muchas referencias a Tolkien y quiero que entiendan lo que les estoy diciendo”. Tanto Boz como Curl se encuentran entre un gran grupo de ejecutivos en Silicon Valley que son ávidos fans de El señor de los anillos. Que usan el mundo de fantasía soñado por Tolkien como un terreno común para comunicarse y relacionarse entre sí.
El imperio empresarial de Thiel y sus 'Anillos'
Hace seis años, la compañía Salesforce, que vende software de gestión en la nube, iluminó con una gigantesca pantalla LED durante Halloween la torre de sus oficinas en San Francisco con el Ojo de Sauron. "El Señor de los Anillos representa a un grupo de personas que logran algo extraordinario", declaró la empresa. Entre la magia y la tecnología siempre ha existido cierta conexión, al menos para figuras como Peter Thiel, quien probablemente sea el fan más obsesionado de este elenco de devotos de Tolkien y que incluso bautiza a sus empresas con nombres de los libros.
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El primer ejemplo que se nos viene fácilmente a la cabeza es Palantir Technologies, fundada en 2003. La empresa toma su nombre de las piedras videntes de la Tierra Media, usadas para observar y comunicarse a grandes distancias. Aunque útiles, los palantiri en los libros también representan un peligro: bajo el control del enemigo, mostraban visiones distorsionadas y corrompían a su usuario, tal y como sucede con Saruman y el senescal de Gondor, Denethor II.
No cuesta demasiado encontrar la relación con la empresa. Palantir vende una serie de herramientas de vigilancia que nacen del sistema de detección de fraudes de PayPal, diseñado inicialmente para analizar grandes cantidades de datos de inteligencia, pero que desde entonces se ha expandido a la Policía o el Ejército. En resumen, se trata de una poderosa herramienta de control que ha recibido financiación de la CIA y otras agencias gubernamentales como la NSA o el FBI.
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En la misma línea se encuentra Andúril Industries, fundada en 2017 por Thiel y Palmer Luckey (la persona detrás del Occulus Rift) y que se ha consolidado como un proveedor estratégico de tecnología de defensa para el ejército estadounidense tras la llegada de Donald Trump a la presidencia. La empresa fabrica drones y misiles impulsados por inteligencia artificial. En la fantasía, su nombre proviene de la hoja élfica conocida como Llama del Oeste, forjada a partir de los fragmentos de Narsil. Esta fue la legendaria espada utilizada para cortar el Anillo Único de la mano de Sauron, y más tarde empuñada por Aragorn en su regreso al trono.
En el imaginario de Tolkien, Andúril representa la luz y el bien, el triunfo de los Pueblos Libres de la Tierra Media frente a la sombra. Sin embargo, esta idealización choca de lleno con la realidad de una empresa dedicada al desarrollo de armamento. Desde la perspectiva de un nacionalista y conservador como Thiel, que abraza la idea de Make America Great Again, una compañía armamentística que equipa a EEUU en su confrontación con el mundo no Occidental puede simular una continuación de esa misma épica heroica. Resulta incluso irónica la denominación: Llama del Oeste.
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Sin embargo, no todas las empresas de Thiel inspiradas en Tolkien se dedican a construir objetos. Otras, como Valar Ventures, operan en un plano más abstracto, dedicado a movilizar capital y multiplicar su fortuna. En el universo de Tolkien, los Valar son entes divinos, creadores del mundo, que dieron forma a Arda (donde se sitúa la Tierra Media y ocurren los hechos de los libros). En este paralelismo mitológico, no cuesta imaginar que quienes gestionan este fondo de capital de riesgo se perciban a sí mismos como arquitectos de un nuevo orden económico, moldeando no ya paisajes, sino mercados y economías.
Narya Capital, otra firma de capital de riesgo bajo el control de Thiel, sirve también como un ascensor para elevar a las personas afines a su ideología. Cofundada en 2020 por J.D. Vance, vicepresidente electo de Estados Unidos, simboliza otra faceta de la influencia del empresario en política. El nombre de la firma, Narya, hace alusión al Anillo de Fuego, uno de los tres artefactos élficos creados para inspirar esperanza y resistencia frente a la mortalidad y el paso del tiempo. Bola extra: Thiel invierte en empresas de biotecnología que investigan la inmortalidad.
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El plantel de empresas con nomenclatura de Tolkien sigue y sigue: Mithril Capital, Rivendell One, Lembas, Athelas, Kingsfoil… No podemos entrar a explicar qué significa cada una de ellas y qué papel juega en la industria ‘tech’ porque este artículo no terminaría nunca. Pero da una pista de esa obsesión desmesurada a la que nos referíamos antes.
Simbolismo metido con calzador
Toda esta simbología se utiliza no sólo como una estrategia de branding, sino también como una forma de vestir con un tono épico lo que, en esencia, es una consolidación del poder financiero y político. Pero la realidad es que los valores que subyacen a estas empresas están muy lejos de los ideales de la Comunidad del Anillo, de esos nueve aventureros que emprendieron un viaje para defender el bien y asegurar un futuro esperanzador para el mundo.
Cuando Peter Jackson estrenó su adaptación cinematográfica de El Señor de los Anillos a principios de los 2000, Silicon Valley era un lugar muy distinto al actual. Aún se tambaleaba tras el estallido de la burbuja de las puntocom, y los hobbits, con su espíritu humilde pero inspirador, parecían ser una metáfora perfecta para las startups que buscaban derrocar a los gigantes corporativos. Sin embargo, el panorama ha cambiado drásticamente dos décadas después: esas empresas se han transformado en los mismos colosos que antaño pretendían derrocar.
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Quizá por eso, muchos en el sector tecnológico parecen buscar refugio en las narrativas épicas de Tolkien. “Es tentador regresar a una historia simple del bien contra mal, en lugar de enfrentar las complejidades de su propia situación”, reflexionaba David Fullerton, director de tecnología de Stack Overflow y fan declarado de la obra. Esta necesidad de simplificar, de volver a los "buenos tiempos" en los que la tecnología se percibía como un vehículo del progreso, explica en parte esta obsesión. Pero ahí radica otro error: El Señor de los Anillos no es una apología de la tecnología desmedida. De hecho, advierte contra su abuso, exalta la armonía con la naturaleza y las cosas sencillas (como la vida en La Comarca o un momento de tranquilidad degustando la hierba del viejo Toby). Y, sobre todo, denuncia los peligros de la codicia.
Aunque Palantir llegó a establecer como eslogan hace años "Salva La Comarca", una referencia directa al hogar rural de los hobbits, muchos señalan la contradicción entre este lema y su papel en la vigilancia estatal y las deportaciones masivas. Para organizaciones activistas como Amnistía Internacional y para algunos seguidores de Tolkien, esta desconexión con la realidad es un tanto ridícula y califican estas apropiaciones como un malentendido de la obra, en un momento en el que las grandes tecnológicas buscan una manera épica de redimirse ante la opinión pública.
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Tanto Palantir como Andúril trabajan estrechamente con autoridades como el servicio de Inmigración y Control de Aduanas y la Patrulla Fronteriza de EEUU para rastrear a inmigrantes indocumentados y planificar redadas. La segunda, bajo la administración Trump, comenzó a construir torres de vigilancia a lo largo de la frontera con México. Estas torres fueron descritas por el mismo Gobierno como "socios que nunca duermen ni parpadean", forzándonos inevitablemente a pensar en la ficticia torre de Barad-dûr en Mordor, más que en un símbolo de salvación para el país.
Tolkien y una equívoca ideología conservadora
La relación entre la obra de Tolkien y el Poder va más allá del mundo empresarial. De hecho, algunos políticos han encontrado en la Tierra Media una atractiva narrativa que encaja con sus valores. En las historias, los pueblos libres (elfos, enanos, u hombres) viven sin un régimen centralizado. Ante una amenaza existencial que quiere "gobernarlos a todos", colaboran voluntariamente, liderados por carismáticos héroes. Esta idea casa bien con una visión de mínima intervención estatal e independencia. Sin embargo, Tolkien, en una carta a su hijo en 1943, hablaba de una "anarquía progresiva" que abogaba por la abolición del control autoritario y libre de la más mínima necesidad de poder político.
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La recién electa primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, ha declarado en varias ocasiones su profunda admiración por Tolkien. Desde adolescente participaba en eventos como "Camp Hobbit", un retiro organizado por la extrema derecha italiana, y ha descrito a El Señor de los Anillos como su obra favorita. Meloni compara las culturas de las razas de la Tierra Media con el valor de la identidad nacional italiana frente al globalismo. "Cada raza tiene una cultura particular que vale la pena preservar", argumentaba.
Sin embargo, el propio Tolkien rechazaba la idea de que su obra tuviera algo que ver con la agenda política. En el prólogo de El Señor de los Anillos, lo dejó muy claro: "El libro no tiene ningún mensaje oculto o significado intencionado". Para él, la Tierra Media era un escenario diseñado para "cautivar, emocionar y deleitar", no una herramienta para transmitir ideologías.
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El ascenso político de JD Vance en la política estadounidense también está relacionado con la obra de fantasía. Elegido como pareja de baile de Donald Trump, ha descrito a Tolkien como su autor favorito y a menudo lo cita como una influencia en su visión conservadora del mundo. Este interés no está desligado de su conversión al catolicismo en 2019. Para Vance, el mal tiene una dimensión espiritual que se manifiesta en lo visible y lo invisible. Esta visión se refleja en su política exterior, marcada por el aislacionismo, consecuencia de su pasado como soldado de la Marina en Irak. Sin embargo, aquí surge otra contradicción: mientras que Tolkien ensalza la unión de los pueblos contra el mal común, Vance prioriza el interés nacional por encima de las alianzas globales.
El vínculo entre la política, la industria y El Señor de los Anillos ya no sólo revela la fascinación casi histórica por la épica y la búsqueda de querer formar parte de una fantasía colectiva, sino que ejemplifica una lucha por dotar de un sentido moral lo que en realidad son intereses privados y ambiciones personales. Algo muy lejos de la intención del autor.
Las empresas Palantir Technologies, Anduril Industries y Narya Capital tienen tres cosas en común. Lo primero, son empresas tecnológicas punteras. Lo segundo, han sido financiadas por Peter Thiel, un importante inversor de Silicon Valley y cofundador de PayPal junto a Elon Musk. Y lo tercero, reciben el nombre de objetos ficticios presentes en la obra de fantasía de El Señor de los Anillos. A pesar de que han pasado más de 20 años desde el estreno de las películas y 70 desde la publicación de los libros, el trabajo de J.R.R. Tolkien tiene su eco en todo el mundo, pero hay un lugar donde sirve de punto en común y es prácticamente una pasión generalizada y compartida: Silicon Valley.