Una científica te explica qué le hace el Black Friday a tu cerebro: "Es difícil resistirse"

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El Black Friday no solo representa una de las jornadas comerciales más esperadas del año, sino que también activa mecanismos cerebrales que impulsan a los consumidores a realizar compras de manera impulsiva. La psicología detrás de este fenómeno no solo responde a la emoción de conseguir un buen descuento, sino a cómo nuestro cerebro interpreta y responde a esas ofertas especiales.

En este sentido, Catalina Jansson-Boyd, profesora de psicología del consumidor en la Universidad Anglia Ruskin, ha escrito un extenso artículo en el medio The Conversation. En él no solo hace referencia a cómo las ofertas del Black Friday influyen en nuestro cerebro, sino también a los efectos de otros eventos y períodos comerciales, como es el Prime Day de Amazon o los tradicionales períodos de rebajas de enero y verano.

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Según explica la autora, cuando nos encontramos con un precio más bajo del habitual, el cerebro reacciona activando el sistema de recompensa. Esto es posible gracias a la liberación de dopamina, un neurotransmisor relacionado con las sensaciones de placer y satisfacción. La región cerebral conocida como el núcleo accumbens se activa, lo que nos genera una sensación de gratificación al percibir que hemos hecho una compra beneficiosa. Este proceso es el que nos hace sentir bien al encontrar una ganga, casi como si hubiéramos obtenido una pequeña victoria.

Efectos secundarios

Sin embargo, la liberación de dopamina también tiene un efecto secundario importante: la impulsividad. Al activar los centros de placer del cerebro, este neurotransmisor nos hace más propensos a tomar decisiones rápidas y poco meditadas. Los vendedores lo saben y, por ello, emplean mensajes destinados a aprovecharlo. Como afirma la psicóloga, “es difícil resistir los impulsos biológicos”.

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Este fenómeno se intensifica con las tácticas comerciales utilizadas por los minoristas. Las ofertas limitadas, las rebajas por tiempo determinado y las campañas de urgencia crean una presión adicional en el consumidor. La sensación de que debemos actuar rápidamente para no perder una oportunidad única aumenta el deseo de comprar, lo que lleva a muchos a realizar adquisiciones sin reflexionar completamente sobre la necesidad real de los productos. Algo que, a posteriori, no solo puede afectar negativamente a su bolsillo, sino también generarle malestar personal.

Es posible, sin embargo, reducir la influencia de estas emociones al tomar un momento para reflexionar. Según Catalina Jansson-Boyd, uno de los métodos más efectivos para resistir las compras impulsivas es hacer una pausa antes de realizar una adquisición. Si se está en una tienda física, caminar unos minutos con el producto o, si es una web, dejarlo en el carrito virtual puede disminuir la urgencia inicial. Alejarse de la pantalla también ayuda a que la necesidad de comprar una oferta se disipe con el tiempo. Incluso podemos pedirle consejo a un amigo o familiar para que nos haga pensar acerca de si realmente necesitamos ese producto.